SYMPATHY FOR THE CREATURE 2: Se7en

Título original: Seven

Director: David Fincher

Guion: Andrew Kevin Walker

Elenco: Morgan Freeman, Brad Pitt, Gwyneth Paltrow, R. Lee Ermey

Cinematógrafo: Darius Khondji

País: Estados Unidos

Año: 1995

Tópicos: Asesinos en serie, gore, suspenso

Canción recomendada: Intro de Nine Inch Nails y outro de David Bowie.

“Los vecinos los oyeron gritándose por dos horas” dice el detective sobre el cadáver. “Nada nuevo, hasta que oyeron a la escopeta”.

“¿El niño lo vio?” pregunta el detective Somerset, estudiando la foto familiar en el refri.

“¿Qué? ¿Qué pregunta es esa? ¿Qué importa si el niño lo vio, Somerset?”

Esa es la intro y el alma de Seven.

El detective William Somerset se retira. Al conversar con su jefe, le explica que “Un hombre pasea a su perro y otro lo asalta. Le quita todo y, cuando ya está en el suelo, lo apuñala en los ojos. Ya no sé por qué pasan las cosas”. El retiro coincide con dos arribos a la ciudad, el del joven e impulsivo detective David Mills, y el de un asesino en serie con crímenes en torno a los pecados capitales. Nadie espera que el mensaje del asesino sea más grande que él, que los detectives, que la ciudad. Un mensaje sobre lo peor de la humanidad y la entropía de la vida.

Se7en tiene tantas facetas que podríamos sentarnos a discutirla por dos horas y se nos escaparía algo. Su minimalista soundtrack, su oxigenada fotografía, su filosófico libreto. Nació de Andrew Kevin Walker y su período en Nueva York tratando de ganarse el pan como escritor y esa ciudad que nos muestra Fincher (un éxito de Khondji, la fotografía es fundamental para la identidad del film, igual que en Texas Chainsaw; al igual que con Suspiria, esta es una peli que puedes pausar y el fotograma que verás es una obra de arte), es un cubil del pecado. Viendo la película, sientes que esta metrópolis se come a la gente cuando sale la luna y se los saca resecos de entre los dientes con el sol. Tanto Mills como su esposa vienen de un entorno más rural (que es a lo que Somerset quiere ir, fragmento de una escena eliminada, generando una dicotomía sobre la motivación de los personajes), y el shock, lo impersonal, lo anónimo de este ambiente amenaza con arrollarlos. La ciudad, nunca denominada (puede ser la tuya o la mía), es otro personaje, alimentando pecadores. Asesinos, violadores, envidiosos o lujuriosos, pero nadie es inocente.

Lo otro que me llama la atención es un punto en que pasamos de lo meramente policial a un drama personal. Tracy, la esposa de Mills, contacta a Somerset, buscando a un amigo entre la hostilidad, un momento breve que dota a la trama de aliento y potencia su penumbra espiritual –en efecto, esta película, bajo la cubierta de gore, es un drama humano. Los puntos centrales de la trama no son para nada originales –el detective viejo con el joven, el retiro, el asesino sádico-, pero el truco, de nuevo, está en la presentación. “¿Sabes?” dice Somerset a David Mills, “Esto no va a parar bien. Si atrapamos a este Fulano y resulta que es el diablo, el propio Satán, puede que así cumpla las expectativas que tenemos de él. Pero no es el diablo. Es un hombre”. Hemos visto a la bestia y luce como nosotros.

Lo que Walker y Fincher et al nos transmiten es un pandemonio urbano y queda de nosotros descubrir el sentido y la belleza en el horror (fíjate cómo Somerset va a la biblioteca, pasa por un asesinato callejero y aterriza en una hermosa secuencia con música clásica). Se7en, una de las mejores películas de la historia (y parte de mi tríada predilecta, con Dawn of the Dead y Alien), oscura, violenta y su final (que los productores quisieron cambiar y que los actores se negaron a borrar) es un llamado a la esperanza o al abandono. “Hemingway escribió una vez, ‘El mundo es hermoso y vale la pena luchar por él’” nos dice Somerset. “Coincido con la segunda parte de eso”.

Otra por el estilo:

Con un mensaje similar, El Silencio de los Inocentes.