domingo, 26 de noviembre de 2017

Comic Rant #2


Si eres asiduo a este blog, probablemente te estás preguntando qué pasó en todo el mes de de octubre, con las publicaciones irregulares de Sympathy for the Creature, saltándome días y atrasándome y tal, con el silencio posterior. I won’t go into details, so I’ll just say I was sick.

How sick?

Very sick.

But now I’m back, so let’s talk some fucking comics.

Antes de entrar en materia, hay dos noticias grandes ahorita en el medio: Lo de Eddie Berganza (mal nombre si eres hispano y te acusan de agresor sexual) y lo de Brian Bendis.

Primero, no existe un medio más liberal en este planeta que el de los cómics. Muchas de las historias que avanzaron esto como forma artística son historias de inclusión y de loving the alien, all the way back to 1931. Mucho antes de que Hollywood empezara con el tema de los personajes negros y femeninos, ya teníamos el debate en las páginas y todo el tema del acoso sexual ya estaba bien expuesto por allá por el 2011 —no sé si se acuerdan, pero el autor del exitosísimo JL8 prácticamente perdió su reputación porque era una metralleta de dick pics.

Pues ahora le ha tocado a uno de los principales editores de DC Comics, Eddie Berganza, que parece que es bastante agresivo con el tema de la dominación y tantas carajas han salido a denunciarlo que DC lo “suspendió”. La queja ahorita no es que lo hayan suspendido, sino que haya tardado tanto tiempo cuando era un secreto a voces. Los cómics han crecido muchísimo, pero seguimos siendo un medio insular donde si eres medio mamagüevo, people is going to know, seas Eddie Berganza o fucking Bob Kane (ya hablaremos de eso).

¿Qué puedo decir? Si tienes un problema tratando a las mujeres con respeto, estás bien jodido trabajando en cómics.

Aquí hay un debate también sobre lo peligroso que es acusar a la gente y cómo la mera acusación es capaz de arruinar reputaciones independientemente de las pruebas (uno de los recientes acusados es George Takei, uno de los carajos más bondadosos y humanitarios ever). Pero esas son aguas muy profundas para estas horas y tú probablemente ya tienes tu idea al respecto.

Entonces, Brian Michael Bendis.

¿Por qué es una noticia importante?

Porque, si te acuerdas, Brian Michael Bendis fue uno de los escritores que salvó a Marvel en su peor momento. El carajo emergió del cómic independiente tras redactar sendas piezas noir (destacando su Se7en de los años 30’, Torso), y su narrativa oscura de moralidad ambigua calzó tan bien en Daredevil, que lo redefinió tras aquellos arcos de Frank Miller.

Pero hay más, porque el tipo pasó a perfeccionar el tono aventurero y simpático de Marvel que puedes ver en las películas. Junto a Waid, Whedon, Tom Taylor, Ennis, Vaughan y tantos otros, “Bendis” es una marca de calidad.

Pues hace cosa de días sorprendió al mundo al anunciar que hizo un trato de exclusividad con DC y ahora pasará a escribir en las páginas de la competencia. ¿Cómo nos debería caer eso?

Del carajo.

Bendis ha estado en Marvel por casi veinte años y me parece perfectamente razonable que quiera un cambio de dirección, pero es que cuando el tipo se siente a redactar esos libretos, tú sabes que lo que va a salir es oro puro. Lo que soy yo, no puedo esperar para leer su Batman y su Teen Titans. Marvel va a estar bien. Y esto de escritores que pasan de acá pa’ allá is as old as the medium itself.

Entonces, ¿qué hemos leído por ahí?

Casualmente hablando de Bendis, me clavé todo su Miles Morales.

Este pana escribe adolescentes como nadie; por si no lo sabes, Miles Morales es el Spider-Man negrito que anda por ahí. Empezó como otro Spidey que compartía tarima con Peter Parker en el universo Ultimate (separado de la narrativa principal), pero cuando Peter murió, le quedó a él llevar el manto. Y mira, se lee muy bien. Ya hemos hablado de cómo Spider-Gwen es básicamente un remake de Spider-Man rebozando estilo. Miles es diferente.

Cuando su título propio arranca, Miles se está asentando en su rol y en una lucha contra Norman Osborn, asesino de Peter. Claro, las cosas son complejas y la historia tiene giros inesperados, pero el chamo es simpático y sus pesares son creíbles. Es una serie relativamente corta que vas a leerte de un tirón y vas a reconocer de dónde salió el pana gordito que Peter tiene en la nueva película.


Lo otro que leí, hablando de Spider-Man, fue el famoso Spider-Verse. ¿Qué tal? Comme ci, comme ca.

Spider-Verse es una de las historias más sonadas de los últimos años, porque incluye a “todos los Spider-Man ever, en una batalla a ver quién sobrevive”. Esto es más o menos cierto: Por giros de trama y unos villanos que sirven de excusa, todos los Spider-Man de todos los universos se reúnen para enfrentarse a depredadores que se alimentan de ellos específicamente. Esto quiere decir que vas a tener en la misma historia a Peter Parker, Miles Morales, Silk, Spider-Gwen, El Cerdo Araña, Ben Reilly, el Spider-Man del futuro, a uno hindú, a Jessica Drew, al de las series japonesas de los 70’ (con su propio robot tipo Mazinger), al punk, al de las películas de Toby Maguire Y al de Andrew Garfield, a mi querido Superior Spider-Man, al de los videojuegos, al que tiene seis brazos, al que se convierte literalmente en una araña gigante y, bueno, a todos, pues.

Como herramienta para el suspenso, la serie es un fracaso. Desde el principio está bien claro quién se va a salvar; ¿el Spider-Man que te gusta es popular? He (or she) is safe. Todos los nulos o experimentales pasan a mejor vida y Spider-Verse no es la purga dramática que esperábamos.
¿Dónde sí triunfa? Artísticamente. Pana, es un gustazo ver cómo adaptaron al cómic formatos tan ajenos como la serie animada de los 70’, o incluso las peleas de videojuegos. Mi momento favorito ocurre cuando referencian a un experimento que se intentó de verdad y fracasó: La serie de periódico.

Eso fue en los 70’, si no me equivoco, cuando Marvel pasó a su serie estrella al formato de prensa. Sabes, tres o cuatro viñetas diarias en blanco y negro, que se canceló pronto porque ese formato resultó anti-natural para este tipo de narrativa. Siempre se usaba una viñeta para referenciar a eventos pasados; otra era para decir que estaba pasando ahorita. Te quedaba una sola para avanzar la trama. Esto quería decir que, mientras el cómic real se lanzaba sus épicas, una sola pelea en el periódico tomaba para siempre.

Bueno, acá uno de los villanos entra en ese universo y se consigue con que ese Spider-Man referencia constantemente al pasado y le toma años el moverse y darle un golpe. Está manejado con mucho seso y buen gusto, imposible no sonreír.

Spider-Verse: Narrativamente es cualquier vaina, artísticamente es obligatoria.

Otra cosa que estaba leyendo es Britannia.


No sé si sabes, pero una de las muchas casas que surgieron en los 90’ fue Valiant. Fundada por el polémico Jim Shooter, la vaina ofrecía prácticamente lo mismo que todas las demás del momento, pero con toques originales. Bloodshot, Turok y una serie dedicada a superhéroes afroamericanos, con Xombi y Hardware.

Bueno, hace poco resurgieron y el año pasado nos dio a uno de los mejores títulos recientes. Centrado en el imperio romano durante Calígula, Britannia nos echa el cuento de Antonius Axia, “el detector”. Tras un casi fatal accidente en la epónima provincia romana, es adoptado por las vírgenes vestales e instruido en los secretos de una primigenia ciencia forense. Y bueno, se va por ahí a resolver misterios.

La vaina es parte de ese género de ficción de “detective en un contexto inusual”, pero tiene buen suspenso y los personajes están muy bien desarrollados. Notable es la relación entre Antonius y su esclavo, que refleja algo que pasaba en la Roma real: Muchos dominus eran malditos con sus esclavos, pero muchos otros mantenían una relación prácticamente fraternal con ellos, tanto así que, como es sabido, el esclavo principal de Julio César era casi un padre y lo lloró horrible tras su muerte. Acá, ambos hombres actúan tanto como panas que cuando uno sugiere la realidad de la relación, es hasta chocante.

Otra cosa que cae bien es algo que no se hace mucho y no entiendo por qué; cuando termina cada capítulo, hay unas cuatro o cinco páginas de historia romana, escrita por académicos. Digamos que en el episodio se habló burda de las vírgenes vestales o de los gladiadores. Bueno, al final tienes un ensayo largo sobre ese tema. El que habla sobre la realidad de la mujer en Roma es excelente.

Y gráficamente esto está muy bien logrado. Britannia: anda a leerla.

Y con ocasión de la peli de La Liga de la Justicia (nop, aún no la he visto; this is a comic book blog, guys), es Injustice, de DC. Si te suena, es la serie que antecede al videojuego que sacó la gente de Mortal Kombat; ocurriendo en un universo paralelo, el contexto le permite al escritor, Tom Taylor, la libertad de hacer y deshacer el universo DC a su gusto. Y créeme que lo hace.

Todo va bien en el mundo. Superman está casado con Lois Lane y están esperando a un bebé —el padrino del niño será Bruce Wayne, quizá el hombre en el que Clark más confía, un hermano más que un aliado.
Pero Doomsday ha regresado. Con tanto qué perder, el hombre de acero responde de inmediato, poniéndole fin a la vida de su mortal enemigo… que nunca fue. Todo era una ilusión generada por el infame gas enloquecedor del Joker y mientras Supes pensaba que eliminaba a Doomsday, realmente mataba a Lois… y a su hijo.

“¿Por qué él?” le pregunta Batman al Joker, ya habiéndolo capturado.

“Porque estaba cansado de luchar contra ti y quería ver cómo sería timarlo. Fue muy fácil”.

Desahuciado, Superman cruza la línea que Batman jamás se permitió, y mata al príncipe del crimen, estableciendo la paz mundial a la fuerza. “Hemos estado en estas luchas estúpidas durante décadas” dice. “Los mandamos a la cárcel, se escapan y hacen de las suyas otra vez, matando a inocentes en el proceso. ¿De cuántas muertes somos responsables por no ponerles fin?”

Junto a un grupo de fieles, como Cyborg, Green Lantern, Wonder Woman y Shazam, la nueva Liga de la Justicia se lanza una gira mundial obligando a que las guerras cesen. Es brillante el momento en que Superman sienta a los líderes de Israel y Palestina en una mesa y les dice “Tienen 24 horas para acordar los términos de la paz. Si cuando venga mañana eso no está listo, los términos los pondré yo”. La meta de Kal-El, el guardián del planeta, está al fin lograda.

Excepto para Batman, que ve en esto a tiranía.

De poco sirve una paz mundial alcanzada por el miedo y la cesión de libertades, y la paz de los sepulcros bien rápido degenera en opresión. Junto a la bat-family, es Bruce quien lidera la resistencia, quien trata de que el rey del mundo entienda y recupere a la humanidad que siempre les ha guiado. Se sirve así la Civil War de DC Comics, en una historia en la que nadie está a salvo.

Guy Gardner is a show-stealer
Y quiero decir nadie. Si te parece que la muerte de un villano como Joker es impresionante, ese es el abrebocas: La vaina se configura pronto como una guerra donde ambos bandos cuentan con poder para destruir ciudades. Injustice funciona por dos motivos: Primero, Tom Taylor conoce perfectamente cómo funcionan los personajes de DC, les llega al corazón —y al tuyo. Verdaderos momentos que sacan lágrimas, como la relación entre Green Arrow y Black Canary, miembros de la resistencia, perpetuamente aterrados el uno por el otro al enfrentarse contra un enemigo invencible, o ese nexo entre Batman y Nightwing (“Tú nunca fuiste mi aliado, fuiste mi hijo”) y los efectos que causa en Damian Wayne. Hay una parte arrechísima en que Black Canary tiene capturada a Harley Quinn y Harley está siendo su yo chistosa tonta habitual.

“Debe ser muy bonito tener a alguien así como tú tienes a Green Arrow” dice Harley. “Yo lo tenía en mi Mr. J, y ahora Superman me lo arrebató. Nunca estuvimos separados por mucho, ¿sabes? Recuerdo una vez que lo arrestaron. Trabajé todos los días para recuperarlo. Hice planes enormes, junté a los secuaces, compré las armas, todos los días luchando para que volviera a mí. Se escapó por su cuenta más de un año después y cuando volvió, me saludó caminando sin verme a la cara”.

Y en ese punto, Harley baja la cara y se seca una lágrima.

“Pero es porque así es que él ama, ¿entiendes? Yo sé que me extrañó. Yo sé que me quería”.

Y Black Canary sólo mira y es un momento en que Harley, el bufón de DC, se convierte en un ser humano con el que empatizas. Es el verdadero rostro de una caraja que ha sido manipulada y abusada por su novio psicópata y en el fondo lo sabe.

La otra cosa a favor de Injustice es que, precisamente porque Taylor tiene tal manejo de los personajes y la trama, cuando las muertes ocurren, te toman por total sorpresa. Mi pana, esta es una serie que no vas a parar de leer. Cada fucking arco termina con un momento impactante, situaciones en que vas “No, no, no, noooo, nonononononono, ¡coño, mataron a _____!” Las personalidades de gente que uno no conoce mucho (Shazam, Dr. Fate, Black Adam) están bien establecidas y llegas a entender de qué va cada quien.

O sea, las caracterizaciones están logradas a la perfección. Lex Luthor, por ejemplo, no es el ridículo que sale en Batman v Superman (es una de las grandes ironías, esta serie nos da el enfrentamiento entre ambos héroes que esa película no supo brindar), sino un tipo muy Moriarty, casi pasivo, que se une al régimen desde tempranito.

“Nuh-uh” dice alguien, “este tipo no. Es un traicionero y una rata. Es obvio que no podemos confiar en él”.

Lex los va señalando con el índice:

“Tú te llamas Diana Prince, tú eres Barry Allen, tú eres Hal Jordan y tú eres un niño llamado Billy Batson y tú Clark Kent. Siempre han tenido que confiar en mí, lo que pasa es que no lo sabían”.

O como cuando, temprano en la vaina, el régimen se encarga de arrestar a todos los supervillanos que hay por ahí. Están metiendo a Two-Face en Arkham cuando Batman se aparece e incapacita a Cyborg con un virus que le metió hace años.

“Espera un momento” dice alguien. “Él era tu amigo ¿y le metiste un virus?”

“Se ha estado preparando para esto por mucho tiempo” dice Damian, oponente de su papá. “En caso de que tuviera que pelear contra ustedes. Te apuesto lo que quieras a que tiene archivos detallados sobre quiénes somos todos y cuáles son nuestras debilidades”.

“Wow” se ríe Killer Croc desde su celda, “eso es maldito hasta para mí”.

El escenario es algo que ya ha sido aludido en obras como Watchmen, Irredeemable o Superman: Red Son: ¿Qué pasa si al guardián omnipotente le da por despotismo? Superman se configura no como un antihéroe, sino como un antivillano. Nos recuerda a Al Pacino en El Padrino II, un tipo que está dispuesto a cruzar cualquier barrera para mantener la paz, sentado en el trono de la ambigüedad moral. En un momento, está jugando ajedrez con Flash.

“Quiero prohibir las armas de fuego”.

“Ya” contesta Flash. “Pero antes de que las pistolas existieran, la gente se mataba con cuchillos. ¿Vamos a prohibir eso también? ¿Qué tal los carros? Alguien puede usar un carro para matar gente. ¿El alcohol, los cigarrillos, también los vamos a prohibir?”

La vaina no es solo la coñaza espectacular, sino una exploración intelectual sobre los límites de una “paz mundial” y de abrazar a “el fin justifica los medios”. Aquí vas a ver a todo el mundo, desde los antedichos hasta Swamp Thing, Lobo, Martian Manhunter y sí, Batman une fuerzas con John Constantine. Si eso último no te convenció para leer Injustice, you probably don’t like comics.

Yeap, ese es Detective Chimp

La serie tiene un problema grave, though: A mediados del tercer arco (llamados “años”, son cinco), Tom se marcha y Brian Buccellato, un escritor inferior en todos los sentidos, toma las riendas. Sus dos arcos son francamente débiles, no resuelven nada y a veces arruinan cosas espectaculares que hizo Tom.

Pero esos primeros tres arcos son tan brutales que pagan el precio de entrada y te ruego, por los clavos de Cristo, su sacro dolor y su herida sangrante, sácale el culo a la película si quieres, pero léete Injustice. Es excelente.


Después de year five, hay otra serie narrando los eventos del juego y creo que eso está escrito por Tom. Si no, la serie del segundo juego (Injustice 2, duh) sí está escrita por él y esa es recomendación suficiente. Aún no he leído estas dos pero no dudes que cuando haya otro Comic Rant, serán tema de discusión.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

SYMPATHY FOR THE CREATURE 3: Noche de Paz, Noche de Muerte


(pero ya va, ¿halloween no fue ayer? sí, bro, pero estaba indispuesto, así que terminamos hoy)



Título original: Silent Night, Deadly Night
Director: Charles E. Sellier Jr.
Guion: Michael Hickey
Elenco: Lilyan Chauvin, Robert Brian Wilson
Cinematógrafo: Henning Schellerup
País: Estados Unidos
Año: 1984
Víctimas del Asesino: 8

Como hemos conversado, pocos géneros de cine son peor atacados que el terror, y específicamente el sub-género del slasher. Súper gráficas, tanto en tripas como en sexo, se fundamenta en torno a la matanza progresiva de jovencitos inocentes, sin un libreto que hable de algo más allá o un mayor desarrollo de trama. The Burning, Sleepaway Camp y la serie de Viernes 13 fueron mutiladas por la censura, pero si hay una slasher maldita, esa es Silent Night, Deadly Night, la película que mató la fiebre.

Billy Chapman es un chico jodido: Cuando era niño, presenció el horrendo asesinato de su familia a manos de un maniático vestido de Santa Claus y, en el orfanato, la madre superiora le torturó psicológicamente con temas de pecados y castigos. Ahora su mente es frágil y, al no saber manejar el trauma, se ha disparado en una masacre por el pueblo, disfrazado de aquello que lo marcó: Santa.

Y ese fue todo el problema.


Cuando las doñas vieron aquello, transmitido en publicidad normal a horario normal, pegaron el grito en el cielo: “¿Cómo es posible que muestren algo que puede ver un niño donde San Nicolás está matando gente? Un niño no sabe que es un Santa falso, para él, es real”.

Which is sort of bullshit, porque ahí es donde entra el rol paternal y se supone que tú agarras a tu chamo si ve eso y le explicas y le orientas. Pues no, el comité de defensores morales le cayeron a la película como el martillo de dios, y eso sirvió para que los muchos escorias que tenían una vendetta hacia el slasher hicieran su agosto (hay un crítico notorio, no recuerdo si del Washington Post o del New York Times, que escribió una review negativa de Viernes 13, hablando de todo lo que hizo Jason —como recuerdas, Jason no sale en esa película). Pronto, Silent Night, Deadly Night salió del cine, perdió su inversión y todo el que estaba interesado en el sub-género entendió que la fiesta terminó.

Ten en cuenta, esta no es la primera slasher que se desarrolla en navidad, ni la primera con un Santa asesino. It was all down to that trailer.

¿Pero la película es buena?

No mucho; se enfoca en Billy como personaje principal, y ese es un ancla que perdemos cuando se vuelve malo. Como contraposición, no tenemos a nadie, a un solo personaje con el que nos podamos identificar y aferrarnos. Entonces la peli pronto se convierte en set pieces donde Billy mata en una casa, ahora en el bosque, ahora en otra casa. Muy simple.

Y eso es lo más triste, nadie asociado con esto ganó, sino los que nunca entendieron. Gene Siskel tuvo las bolas de leer los nombres de todo el crew al aire en su programa, subtitulándolos con “qué vergüenza” (aduciendo, además, que todo el que trabajó en esto tiene “las manos manchadas de sangre” —go fuck yourself, Gene). “¿Y qué viene ahora, el Conejito de Pascuas como pederasta?” dijo otro. Se ha dicho que si la campaña publicitaria hubiese sido diferente, el slasher habría durado más. La verdad es que quienes esperaban este momento ya tenían tiempo afilándose los colmillos. El colapso era inevitable.


Ve Silent Night, Deadly Night por cultura general, para que sepas what the fuzz is about. No está muy bien estructurada, no da miedo, las muertes son normales y no hay nada que no hayas visto, salvo a un asesino disfrazado de algo supuestamente sagrado. Y si cuando termine te parece que escandalizarse por tal película es estúpido, eso es porque lo es.