lunes, 10 de octubre de 2016

SYMPATHY FOR THE CREATURE 2: Hellraiser




Título original: Hellraiser

Director: Clive Barker

Guion: Clive Barker

Elenco: Ashley Laurence, Clare Higgins, Andrew Robinson, Doug Bradley

Cinematógrafo: Robin Vidgeon

País: Reino Unido

Año: 1987

Tópicos: Sadomasoquismo, terror corporal, demonios

Canción recomendada: No tiene nada qué ver, pero Ozzy siempre es pertinente.

Durante los 90’, el nombre “Clive Barker” representaba terror en su vena más salvaje y pervertida. Oriundo de una interesante vida, publicó en los 80’ una colección de historias que golpeó al género fantástico como Mike Tyson en esteroides, “Los Libros de Sangre”, causa de la cita de Stephen King que figura en todo lo que Barker ha hecho desde entonces (y que no voy a replicar aquí, porque ya basta). Una de sus historias más feroces, Rawhead Rex, un verdadero cuento de terror y depravación that takes no prisoners, fue adaptada en una película súper ridícula con un monstruo de goma—fue John LeCarré el que dijo “Ver a tu libro convertido en película es como tener una vaca y verla como jamón endiablado”. Para la segunda adaptación, Barker asumió las riendas y nos entregó un film que afianzaría su status en el terror para siempre.

El bon vivant Frank Cotton ha comprado un misterioso rompecabezas, La Configuración de los Lamentos, vaticinada por el vendedor como la puerta a placeres insospechados. Resuelta al fin, Frank consigue su perdición, apresado en una dimensión infernal por diabólicos monjes del dolor. Tiempo después, su hermano Larry, su cuñada Julia y su sobrina Kirsty se asientan en la misma casa en que Frank desapareció, y un breve accidente permite que el espíritu del prisionero se escape a nuestra realidad. Reunido con Julia, su vieja amante, Frank necesita consumir a varios hombres que le permitan recuperar su forma física. El tiempo apremia, los monjes lo buscan y cuando lo consigan… desgarrarán su alma.

El primer malentendido cuando uno habla de Hellraiser está centrado en el papel que los monjes infernales juegan. Tanto acá como en la novela original (aún si no te gusta el terror, la prosa de ese hombre paga la entrada), los monjes, llamados “Cenobitas”, tienen una función periférica. El foco está en Frank, en su complot enfermo, y en cómo afecta a Larry y a Kirsty. Ya Barker se quejaría de cómo Hollywood manejaría las secuelas, “Pusieron al Cenobita principal en pleno poster. ¿Cómo esperan que dé miedo si la gente lo ve directo en la portada?

Lo que pasa es que los cenobitas son una imagen poderosísima de la cultura pop. En el libro apenas son descritos, vagas pistas sobre su apariencia, dejando a nuestra imaginación el resto, pero acá toman inspiración en todos esos clubs que Clive visitó en su juventud, mucho sadomasoquismo, cuero, ganchos y clavos, mucha sexualidad y dolor. Es un acierto que la película los use con criterio de escases, porque las veces que aparecen, dominan nuestra atención. Doug Bradley, el actor que interpreta al líder (posteriormente llamado “Pinhead”), pasó a una extensa carrera en el cine de terror, como Bobby Englund con Freddy y Kane Hodder con Jason.

Y en general la fortaleza principal de esta película radica ahí, en su aspecto visual (la escena en que Frank “regresa” es un tour de force que mantiene su impacto). Es igual de impresionante cómo la película resulta en coherencia, con la ineptitud total del director (“No tenía idea de lo que estaba haciendo, no conocía las diferencias entre los lentes ni las funciones de todo el equipo de producción”), quizá porque Barker sabía exactamente qué quería alcanzar y qué puntos tocarle a los actores; un ejemplo afortunado en que todo salió bien y una bendición y maldición para el autor. “He hablado tanto sobre Hellraiser que creo que ya no me queda nada más qué decir” dice en la última versión del DVD. Aunque dirigió la interesantísima pero accidentada Nightbreed en 1990 (¡David Cronenberg interpreta al malo!), parece que todo lo que Barker ha hecho desde entonces referencia a la caja maligna y sus avatares de corrupción. El tipo es un autor súper versátil, más de fantasía que de terror, y siento que mucho de su tardanza con The Scarlet Gospels (secuela y conclusión) se debe a que no quería volver a ese mundo. Como dijo Arthur Conan Doyle, “Matar a Sherlock Holmes no fue asesinato sino defensa propia”.

Con menos de quince minutos en pantalla, Pinhead se convirtió en un ícono del terror y ancla de múltiples cómics, películas y libros. La segunda de la saga es un poema en celuloide, interesante aunque a ratos incomprensible. La tercera película convierte a Pinhead en una figura parecida a Freddy Krueger, desvirtuando por completo al concepto original y puedes ignorar por tu paz mental a la retahíla que siguió (Hellraiser: Revelations me hizo llorar sangre y gritarle a mi mamá), excepto a la quinta, Inferno, que es terror psicológico del bueno.


Otra por el estilo:

Eterna influencia de Barker, La Novia de Frankenstein.



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