Mostrando entradas con la etiqueta Literatura. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Literatura. Mostrar todas las entradas

domingo, 12 de mayo de 2024

¿De Dónde Vienen los Libros? (I)

 


Hace un par de semanas terminé una de mis sesiones diarias de escritura con este feeling raro de que estás construyendo algo mejor que todo lo que habías hecho antes, y pasé por instagram para hacer un “hilo” en mis historias sobre ciertas observaciones y ansiedades que tengo sobre el publishing.

 

El hilo generó buenas interacciones y, pues, ¿por qué no hablar de eso en un post hecho y derecho?

 

Lo que generó esa reflexión fue ver que aunque estoy orgulloso de lo que estoy escribiendo y estoy seguro de que tiene un lugar en el mercado, no sé si haya un publisher que se atreva a sacarlo y esto es porque el publishing es, y siempre ha sido, muy conservador. Es un negocio kinda driven by fear y por apostar seguro, “sigue el dinero”. JK Rowling empieza a escribir una serie juvenil de unos chamos en una academia mágica, la serie vende muy bien y arranca un boom del mercado juvenil. Luego Suzanne Collins, montada en esa ola, hace una serie que es prácticamente The Running Man pero con jóvenes en un triángulo amoroso. Los Juegos del Hambre se vuelven un exitazo y ahora el tema es chamos especiales con romances. Enter Twilight, Divergent and the hacks from the Lorien Legacies, que es un cuento para otro día porque ese grupito está dirigido por el estafador serial James Frey.

 

Los trends son importantes porque no hay prácticamente nada que sea “evergreen” y el tema (y estilo) de lo que estás escribiendo va a incidir en las probabilidades que tendrás para publicarlo. Zombies, vampiros y triángulos amorosos juveniles se acabó, y no importa qué tan bueno sea tu libro en estas tres áreas, va a ser muy difícil que publiques algo con un publisher tradicional de una onda que ya pasó. No es imposible, pero casi.

 

El publishing está buscando siempre dos cosas: Primero, the next new thing, algo que se salga del patrón y que, teniendo originalidad, pegue con el público y venda, porque este negocio es como la industria del disco, del cine o cualquier otra—como parte del show business consta de dos elementos, el show y el business; Segundo y habiendo descubierto lo anterior, el publishing busca todos los libros que puedan montarse en esa ola hasta que se agote.

 

Ahorita estamos en la era de la ficción de género para voces tradicionalmente excluidas y el “romantasy”. He visto a mucha gente, muchos autores latinos independientes, quejarse en redes sociales de que Marvel hizo tal cosa “por inclusión”, y que tal empresa está haciendo equis cosa “por inclusión” y que qué fastidio la inclusión, que nadie quiere leer un libro de fantasía africana.

 

Bueno, querido amigo, cuando manejas ese discurso, estás jugando contra ti mismo. Esta onda de inclusión que existe en el publishing ha favorecido muchísimo a un gentío que proviene de rincones que no estaban explorados, incluyendo a muchos africanos, asiáticos y latinos, porque este también es un negocio donde el autor se mercadea con la obra, you’re not selling just your book. Y si tu nombre suena de tal o cual manera, eso determina lo que el mercado espera que vendas. Lee esto bien: El mercado anglo es muy provinciano y a los gringos no les gusta leer fuera de su zona de confort. Si tu apellido suena latino, el publishing gringo espera que escribas algo latino. Y como retrató el (excelente) libro de R. F. Kuang “Yellowface”, si no eres asiático y escribes un libro de temas asiáticos, se te ve muy mal.

 

Son taras que tiene el publishing, no digo que esté bien, pero es lo que hay. Y esa tara se está empezando a romper, permitiendo que muchos latinos (como Silvia Moreno García, Gabino Iglesias, Rubén Degollado, Verónica Castro y tantísimos otros) puedan intervenir en el mercado anglo, con ficción en inglés y saliéndose de los típicos temas que el mercado espera del latino (realismo mágico y dramas sobre emigración).

 

El romantasy es como suena. Una mezcla de “romance” con “fantasy”. It’s the real rage right now.

 

Estoy hablando de todo esto porque mi libro no tiene un parecido en el publishing actual. Es una mezcla de crime fiction con ciencia ficción, con un gran elemento de police procedural; lo que más se le parece es The Expanse, pero ellos se van por un lado y yo por otro, se parecen en que ambos universos comparten un setting similar pero eso es porque ambas obras derivan de influencias en común (Alien).

 

Estas cosas importan si lo que tú quieres es, como yo, llegarle a la mayor cantidad de lectores posibles. Cuando uno habla de esto, la crítica directa es “Ah, pero eso te importa si lo que tú quieres es vender”. Querer vender no es malo, hay que sacarse eso de la cabeza, porque escribir una novela es bien difícil y todos los artistas del mundo merecemos ganarnos el pan haciendo lo que nos gusta. ¿Es criticable que tú pretendas vivir de algo a lo que le pones tanto esfuerzo?

 

Que dicho sea, tampoco hay mucho dinero con la literatura, ni te vas a volver famoso. La gente piensa en “escritor” y se imagina a Stephen King, a Michael Crichton, a Murakami, a Pérez Reverte. Se imaginan que tú publicas un libro y listo, bienvenido al club de los exclusivos, donde te invitan a cenas de coctel en un penthouse de Manhattan, todo el mundo va de gala y suena un pianito elegante. I know it’s shitty that I break your bubble but this is for your own good: Esas cosas pasan en el 1% de los casos. De hecho hay montañas de cuentos de gente que ha llegado a la lista de bestsellers del New York Times y todavía tienen que chambear con un trabajo formal, porque no aguantan sólo con las ventas de libros.

 

Hace un par de años Penguin Random House, una de las cinco grandes editoras de los Estados Unidos, intentó comprar a otra de las grandes, Simon & Schuster. El gobierno americano vio la jugada y calculó que, de concretarse ese negocio, PRH iba a quedarse con el 48% del market share, así que intervino para bloquear la venta on grounds of monopoly. Una venta de $2.2 billones, mind you.

 

Y en las declaraciones que fueron saliendo de ese juicio, ejecutivos grandes de Random House soltaron unas perlas que sacudieron a todo el sector y todavía corren hoy entre pasillos, como los más escalofriantes cuentos de la cripta. Se dijo, por ejemplo, que en el 2020, de todo lo que se publicó ese año, sólo 268 libros vendieron más de 100.000 ejemplares y el 96% vendió menos de 1000. Eso llevó a un gentío a decir que buena suerte vendiendo 100 copias de tu novela debut, porque la mayoría de los debuts no venden.

 

Ese cuento tiene muchas aristas y no puedes tomarlo así, sin contexto. Te lo digo para que sepas qué se comenta, y para que también veas la realidad del negocio por si tú estás poniendo a escribir bajo la fantasía de que te espera una olla de oro al final del arcoíris.

 

Sobre la fama, me impresiona que haya gente que escriba para volverse famoso en un mundo donde leer es cosa de nicho. Por cada Anne Rice que tú conoces, ¿cuántos millones de autores no conoces? ¿Cuántos de esos anónimos serán latinos?

 

Así que sí, mi meta es entretener a la mayor cantidad de gente posible sin preocuparme mucho por cosas que no puedo controlar (como publicar tradicional o no, y cuánto venda). Si tu meta es perseguir cimas estéticas más elevadas independiente del tiraje de tu novela y su exposición (o éxito comercial), eso es validísimo, una lucha tan honorable como la de cualquiera porque además es importante que sepas, cuando estás escribiendo, por qué escribes. La respuesta a esa pregunta determinará el tipo de carrera que deberías buscar y aunque no hay realmente una respuesta “mala”, quien lo hace buscando plata, fama o invitación a las cenas de cocteles en Manhattan sepa que está persiguiendo a una quimera.

 

Es bueno mencionar, también, que todo lo que acabo de describir pertenece al sistema anglo, libros escritos en inglés para el público angloparlante. ¿Por qué escribí lo mío en otro idioma? Esa pregunta amerita su propio post, pero la respuesta más sencilla es, “porque ese es el mercado en el que quiero intervenir”.

 

Así que, bueno, para cerrar el cuento quiero decir que aunque no estoy claro de cuál es el espacio de mi libro en el mercado con un publisher tradicional, tampoco me atormento mucho por eso. Históricamente en el publishing tú tenías que entrar por una casa editorial de las cinco grandes, y esa gente era dueña de tu carrera. La auto-publicación siempre existió, pero era una cosa muy limitada porque implicaba que tú hicieras todo lo que hace una editorial (diseño gráfico, diagramación, imprenta y distribución), quedando al final tú con seis cajas de libros en tu casa que sales a vender que si en ferias y tal.

 

Eso cambió ya. Hoy existe lo que se llama “indie publishing” y hay una chorrera de recursos para que autores indies hagan sus obras con calidad profesional, sin que te preocupes por la distribución de la obra porque sales en la librería más grande del mundo (Amazon). Muchos autores de la talla de Brandon Sanderson y Christopher Ruocchio manejan un sistema de publicación mixto, donde parte de lo que sacan es trad pub y parte es indie. Y ha habido muchos casos (Andy Weir y Hugh Howey, por decir un par) de gente que publicó indie y la industria del publishing los llamó para que trabajaran con ellos. Hace quince años, auto-publicar era un callejón sin salida. Hoy en día, un autor indie puede vivir de escribir (si se faja, pero es posible). Colleen Hoover sacó su primera novela, Slammed, independiente. Hoy es uno de los nombres más grandes de toda la industria, y la autora más popular de Simon & Schuster.

 

Hace 15 años era impensable una cosa así, auto-publicar era el beso de la muerte.

 

Lo que quiere decir que hoy hay opciones versátiles para el autor, cada una con ventajas y sus desventajas—lo que nunca será opción es pagar para que te publiquen, un sistema conocido como “vanity press”  ya que hacen su negocio del deseo que tiene el autor de ver su obra impresa. Yo no me atrevo a llamarlo “vanidad” porque una persona puede caer ahí por ignorancia y aunque ya haré un post sobre eso, estas son editoriales que te venden un “paquete”. Te editan, hacen el diseño gráfico, lo suben a amazon, blah-blah, y por eso cobran un buen billete. ¿Por qué es anti-ético? Porque todo eso lo puedes hacer tú mismo, sin tener que pagarle a un intermediario. Si quieres pagar, págale tú a un editor y a un diseñador gráfico de tu elección; subir el libro a amazon es gratis y no tienes que pagar ningún paquete extra de “publicidad” a una editorial porque si eres indie eso te lo pagas tú mismo y si eres publicado tradicional, de eso se encarga la editorial sin que tú pongas un centavo. Las vanity presses también se vanaglorian de “no cobrar regalías” y las letras pequeñas es porque el negocio de una editorial normal es vender libros, de los cuales saldrán regalías para el autor. La vanity press hace su dinero del autor que paga alante y si vende el libro o no ya eso no es problema de la editorial. Te dirán algo como “el éxito del libro depende de cómo se esfuerce el autor”, que en parte es cierto y siempre lo será, pero no menciona que ese autor ya pagó un platal a una editorial cuyo trabajo normal sería fajarse para que sus libros vendan. Se desligan del performance comercial de sus autores.

 

Muchísimo cuidado con eso. En el mundo editorial, el dinero fluye del publisher al autor, nunca al revés.

 

En fin. Con los dioses de nuestro lado, estaremos conversando por acá en una serie de posts sobre todas esas cosas, el trad pub, el indie pub, las vanity, por qué escribir en inglés, cómo es el mercado de literatura de género, cómo influye la publicidad y todas esas locuritas del mundo editorial, que es a veces disparatado pero siempre es fascinante. If you’re a filthy book nerd, haha.


viernes, 14 de septiembre de 2018

El 007 Literario



Hola, hablemos de 007, pues.

Sé que tengo el blog en el olvido y siempre pido las mismas disculpas con el mismo pretexto (“he estado ocupado”). Aparte de las cosas cool con la banda (fechas y temas nuevos en octubre, pilas), tengo dos trabajos ahora (editando también) y pues siempre escribo ficción que saldrá algún día a la luz. No hablo de esas cosas porque the best way to fuck a project in the making is by running your pie hole about it. So I’m gonna keep my mouth shut y les diré cuando las cosas se vayan dando.

Quiero contarles cómo es la banda, cómo fue el toque en el hangar, cómo fue la entrevista de esta semana en CBC (primera entrevista para un medio internacional, nunca habría pasado sin la gente buena que lo apoya a uno, como todo en esta vida —just check my instagram) y pues, hay mucho que quiero escribir acá pero, o no tengo tiempo, o tengo y me pongo a darle a la guitarra o a escribir mis historias de monstruos y robots. O a veces no hago nada y pongo una peli o me pongo a leer, ¿sabes? Sometimes you just want to turn that brain off and watch Death Wish 3.

Pero hoy estamos aquí para hablar de cosas importantes: las novelas que Ian Fleming escribió sobre James Bond.

Hace años compré un pack con todos los libros y te confieso que no los he leído todos, así que esta review estará incompleta. Me imagino que en setenta años subiré aquí el resto, así que paciencia.

El James Bond literario es un tipo muy parecido a Sean Connery en la primera película (Dr. No), un hombre de su era con toquecitos de Daniel Craig, particularmente en lo psicológico. Fuma y bebe curda todo el santo día, y es verdad, se gasta un platal en comidas costosas y lujos. En ese sentido, es la perfecta fantasía masculina: el pana viaja por el mundo coronando con mujeres hermosas, ganándole en peleas a otros hombres y viviendo bien. Mucho de 007 tiene una vibra de “Adventures for Men!”, esas revistas de la era pulp donde todo está en términos relativamente sencillos. Compara una novela de Fleming con una de John LeCarré, quizá el mejor autor que ha existido sobre cuentos de espías, y digamos que la diferencia es abismal, favoreciendo casi siempre a LeCarré.

Pero uno tiene que estar claro en lo claro: tú no vas a un toque de Metallica esperando que toquen funk y uno no lee a Fleming para complejos cuentos de redes internacionales y crisis psicológicas. Y lo que Fleming hacía, lo hacía bien.

Es posible que en el futuro haga reviews de todas las películas porque, compadre, venga acá: a todos los hombres nos da nota James Bond. Viene en tus genes, si un hombre no llora, no toma cerveza y no le gusta 007, cuidado con ese carajo, no es humano.

Te cuento de los libros que he leído, en orden de publicación:

1-   Casino Royale (1953).

  
¿De qué trata?:

Un banquero misterioso pretende obtener fondos para la Unión Soviética a través de un torneo de baccarat, y Bond es enviado para frustrar sus planes.

¿Dónde?:

Francia. Creo.

Chica Bond:

Vesper Lynd

Villano:

Le Chiffre.

Canción:

Traté de no meter la música de las pelis en esto porque acá nos centraremos en los libros, pero yo no soy de hierro. Y esta secuencia de créditos es espectacular, con un temazo por Chris Cornell.

La primera peli de Daniel Craig, homónima, se parece bastante a este debut. El libro tiene menos escenas de acción, Le Chiffre no tiene ningún ojo sangrante y en la película juegan póquer, lo que me parece un excelente cambio (no tengo idea, al sol de hoy, de qué es el baccarat, ni me interesa). Vesper es una nula, mientras que en la peli es alguien con personalidad (esto es casi siempre el caso con las chicas Bond literarias).

En líneas generales, son la misma historia. Es un libro que te comes en un par de días, entretenido y Fleming es competente. El último segmento, la famosa escena de tortura (es igual en la película) es el punto álgido del cuento, con líneas memorables. No sé de dónde el autor habrá sacado esa idea, pero nunca he leído algo así, ni antes ni después. Acá conocemos a Felix Leiter, aliado clásico de 007, en una fórmula que no está bien depurada todavía, pero tiene los elementos que harían famosa a la saga.

Como los licores, Casino Royale se deja colar.

2-   Live and Let Die (1954).

 
¿De qué trata?:

Aquí es donde empiezan las tramas estrafalarias. Ve: un mafioso caribeño está contrabandeando oro que descubrió de un tesoro pirata. En serio. Bond es enviado para sabotearle el juego cuando ese oro llega al Reino Unido.

¿Dónde?:

Jamaica y Las Bahamas, si mal no recuerdo, me da flojera guglear.

Chica Bond:

Solitaire.

Villano:

Mr. Big.

Canción:

Te tengo la original y el buen cover de Guns N’ Roses.

Lo digo de entrada: el romance entre Bond y Solitaire es una de las cosas más random que he leído. ¿Recuerdas como Vesper no tenía personalidad? Bueno, esta pana tiene incluso menos y cuando ocurre la obligatoria escena romántica, viene de la nada. Ella se le entrega y ya. Ugh.

Poniendo eso de lado, este libro es aceptable. Conoces más a Leiter y hay una escena con un tiburón que se queda contigo. Mr. Big es mucho menos interesante que su contraparte fílmico, en la película con Roger Moore, y el Baron Samedi, famoso de las pelis, no aparece por ningún lado acá (o sea, sale, pero es una estatua, no un personaje).

La película salió en los 70’ y tiene profundos elementos de blaxploitation, supongo que para explotar lo que era popular entonces, pero eso fue veinte años después de que saliera este libro. Live and Let Die es una aventura en el Caribe que, aunque no es mala, se siente como un descenso tras el libro anterior.

3-   Moonraker (1955).

 
¿De qué trata?:

Un empresario veterano de la Segunda Guerra Mundial quiere construir un cohete nuclear para defender al Reino Unido, pero M, el jefe de Bond, desconfía de él. Se va revelando poco a poco una trama donde las apariencias engañan.

¿Dónde?:

Inglaterra. No hay viajes esta vez.

Chica Bond:

Gala Brandt.

Villano:

Sir Hugo Drax.

Canción:

Es medio nula, pero es que la película es malosa en general.

Moonraker no solo es el mejor libro que he leído de James Bond hasta la fecha, es uno de los mejores libros que he leído, punto. A diferencia de las novelas pasadas, acá, ok, sabemos que Drax es el malo, pero no sabemos qué esconde y el descubrimiento del misterio, poco a poco, es un gustazo del suspenso. Esta es la peli de Bond que no se ha hecho, porque la homónima con Roger Moore es una cosa diferente. Allá se van al espacio y se disparan con lásers. Acá, es Bond vs Drax en un tablero psicológico de ajedrez.

El libro abre con uno de los mejores retratos del superespía, digno de LeCarré: Bond está de vacaciones y planea, entre tragos, irse por ahí con alguna novia y darse la gran vida. “Era en estas cosas que Bond gastaba su dinero” parafraseo, “para alejarse de la constante depresión de su trabajo, y era su misión en la vida el destruir su cuenta bancaria antes de que el destino le ajuste las tuercas, cosa que, sospechaba, ocurriría pronto”. Ese capítulo pauta el tono para lo que viene.

Gala Brandt es una jeva de la que te enamoras. Es un ser humano tridimensional y el romance que se forja entre James y ella es brillante, una tensión sexual estirada narrativamente hasta que de verdad quieres que paren juntos. El final es perfecto, lo voy a escribir acá porque soy un fiebrúo, pero si no has leído Moonraker, léelo y descúbrelo tú mismo, te garantizo que vale la pena; para leer, resalta con el mouse: durante el libro, Gala aparenta estar casada y James asume que es parte de su cubierta de espía. Terminado el drama con Drax, James compra pasajes para irse con ella de viaje y se ven en una plaza, él pretende sorprenderla. Resulta que Gala se aparece con un tipo, que se queda en el carro esperándola. James entiende de inmediato.

“Ese es tu esposo, ¿verdad? Sí estás casada”.

“Te dije que no podíamos estar juntos” dice ella.

“Gala. Ven conmigo”.

“Yo quiero. Pero es imposible”.

Y el libro cierra con “y se dieron media vuelta y siguieron con sus respectivas vidas, para nunca más verse”. Great shit, guys.

Si tienes que leer un solo libro de Fleming, dale a este con confianza.

4-   Diamonds Are Forever (1956).

¿De qué trata?:

Hay una red de contrabando de diamantes y Bond es enviado para sabotear el plan. CREO, no me acuerdo bien de este libro.

¿Dónde?:

Las Vegas.

Chica Bond:

Tiffany Case.

Villano:

Seraffimo Spang.

Canción:


Te confieso que tuve que buscar en Wikipedia los detalles del libro, porque de pana que no me acuerdo. Después del librazo anterior, esto es un bajón de calidad salvaje. Es es una falla de Fleming, es un autor medio inconstante. Un libro puede ser excelente, el siguiente nulo, el siguiente bueno y así. Recuerdo que hay como un setpiece en un parque de diversiones abandonado con un tren y… creo que Tiffany Case es gay. No sé, chamo. A lo mejor vine con expectativas muy elevadas, pero Diamonds Are Forever es muy cualquier vaina. No recuerdo mucho de la trama, pero sí recuerdo llevarlo por la mitad y pensar “¿cuándo coño empieza este libro?”

Júzgalo por ti mismo, porque es corto y como todo lo de Fleming, accesible. Pero en mi opinión, sáltalo y no pasa nada.

5-   From Russia With Love (1957)

 
¿De qué trata?:

Tras los eventos de Casino Royale y Moonraker, la Unión Soviética está harta del famosito 007 y ha diseñado un plan para avergonzarlo… y asesinarlo.

¿Dónde?:

Turquía.

Chica Bond:

Tatiana Romanova.

Villano:

Rosa Klebb, Red Grant.

Canción:


Aaaand Fleming’s back.

Es de aquí de donde viene la tremenda peli con Connery, una muy fiel adaptación de esta novela donde el autor está de nuevo trazando una trama mortal. El plan de los rusos (que se vea a Bond con una agente rusa en plan romántico, para desgraciarlo) está decente y aunque Tatiana es la propia damisela en peligro, los malos, Rosa Klebb y Red Grant, son unos auténticos hijos de puta. Grant es particularmente memorable porque es medio psicópata, el tipo se ve a sí mismo como una especie de hombre lobo con una auténtica sed de sangre (la actuación de Robert Shaw es per-fec-ta, calcada de acá).

Y bueno, imagínate que Bond debe recuperar a esta señorita, Tatiana, de la Unión Soviética, en el legendario Expreso del Oriente, y a bordo del tren espera Grant —sólo que ni él ni nosotros sabemos quién es. Mucho de lo narrado como marco para la historia, por cierto (los generales rusos y las agencias soviéticas involucradas) son reales y personas que estaban vivas en esos cargos salen acá, una cosa quizá arriesgada por Fleming. Imagínate que alguien escriba un libro sobre Venezuela y diga “Y entonces Diosdado hizo esto y aquello y fue a la oficina del SEBIN que queda en tal parte”.

A lo mejor esto influyó en el presidente Kennedy, que citó al libro entre sus favoritos.

Suspenso y una situación en la que Bond está claro, “Si esto me sale mal, estoy muerto, porque no puedo vencer a este pana en una pelea frontal”, después de Moonraker, este es el libro.

6-   Dr. No (1958).

 
¿De qué trata?:

Dos agentes del MI6 desaparecen en Jamaica investigando a un misterioso “Dr. No” y su dragón, que son cosas que pueden o no existir. Bond es enviado para resolver el enigma o volverse la tercera desaparición.

¿Dónde?:

Jamaica.

Chica Bond:

Honey Ryder.

Villano:

Julius No.

Canción:
Esta es la canción clásica de Bond, así que te la cambio por la de Tomorrow Never Dies, quizá lo mejor que tiene esa película; su otra canción es excelente también.

El único defecto de esta novela es que el epónimo Dr. No debería llamarse “Dr. No-Sale-Mucho-En-El-Libro”.

See, I made a joke. Ríase, señor Félix Gonzalito.

Una lástima, porque Julius No es uno de los personajes más memorables creo que ever, de todo lo que he leído en la vida. Es medio spoiler esto, pero apenas lo vemos y hay un solo capítulo donde conversa con Bond, y te sientes como Woody Harrelson en No Country For Old Men (“Do you have an idea of how crazy you are?”). No quiero echarte el cuento de quién es el doctor, pero está muy bien tramado y aunque a veces estira la credibilidad, no rompe la inmersión.

Esto es lo que nos gusta a los fans de Bond: Una aventura con un supervillano de plan maquiavélico, con un misterio en una locación extravagante y suspenso chévere. La aparición de Honey Ryder, que es una marca de nuestra cultura pop, es idéntica acá a como sale en la película (que es una adaptación fiel al libro). Su impacto está un poco reducido porque cuando sale, te vas imaginando toda la escena de la peli, es igualito.

Bien chévere. Si hubiesen expandido más a Dr. No, hubiésemos tenido a un buen rival para Moonraker. Como está, es una buena aventura digna de tu tiempo.

7-   Goldfinger (1959).


¿De qué trata?:

Auric Goldfinger es un hombre extraño. Obsesionado con el oro, parece que contrabandea el metal para la Unión Soviética, pero cuando Bond lo investiga y cae víctima de su intelecto, un plan mucho más maléfico, lejos del MI6 y la URSS, es descubierto.

¿Dónde?:

Europa y EEUU.

Chica Bond:

Tilly Masterton.

Villano:

Oddjob, Auric Goldfinger.

Canción:


Este es el libro donde te acuerdas de que la serie se escribió en los 50’ y que las sensibilidades de entonces escandalizarían a las delicadas aves especiales que tenemos hoy por ahí.

El principal sirviente de Goldfinger, el famoso Oddjob, es un coreano que come gatos, literalmente. No habla, no tiene mayor personalidad y es una caricatura de todos los estereotipos asiáticos que arrechan a los niños de California. Y hay más.

Tilly Masterton es gay, y no-tiene-sentido-común. En la película hay una noción que desde hace tiempo se considera ofensiva (toda lesbiana lo que necesita es a un hombre que le dé un buen sacudón), y aunque eso no ocurre acá, es medio ladilla ver a Bond ir de acá pa’ allá sin realmente comprender a Tilly. Al final, Tilly pasa sin pena ni gloria; tiene personalidad, tiene caracterización, pero no hace nada y su ingenuidad saca un poco la piedra.

Dicho eso, ¿se puede leer esto? Sí. Fleming como que ha superado las bajas de Live and Let Die y Diamonds, y está establecido como un respetable autor de misterior (y pulp). La peli se parece mucho al libro y Goldfinger es un imbécil al que no puedes esperar ver fracasar.

Cuando este libro abre, por cierto, Bond está recién volviendo de un viaje a Caracas, Venezuela. Te lo juro, léelo.

Goldfinger: Es bueno, pero tienes que leerlo en el contexto de la época.

Y bueno, por ahí vamos. Ya les contaré del resto.