Título
original: Cannibal Holocaust
Director: Ruggero Deodato
Guion: Gianfranco Clerici
Elenco: Robert Kerman, Gabriel Yorke, Luca Barbareschi,
Francesca Ciardi
Cinematógrafo: Sergio D’Offici
País: Italia
Año: 1980
Tópicos: Caníbales, video descubierto, gore
Canción
recomendada: Una de las cosas
más perturbadoras de la película es que, en las peores escenas, suena esto.
El año pasado, cuando toqué las que considero
trascendentales en el terror, estuve a punto de incluir al film que hoy nos ocupa.
Opté por lo opuesto, porque si existe un
material enfermo, asqueroso, perturbador y maldito, que no debería ser
replicado nunca, es el magnum opus de
Ruggero Deodato, quizá la película más impactante y controversial de todos los
tiempos.
El cine italiano
de los años 70’ y tempranos 80’ era el salvaje oeste: No había ley. Siempre que pudieras darle cierto marco de
legitimidad a lo que estabas haciendo, podías salirte con la tuya (Lucio Fulci
grabó Zombi promocionándola como
secuela de Dawn of the Dead, sin la
aprobación de George Romero, por ejemplo), de manera que los rodajes sin permisos, sin sueldos y maltratando a los actores
estaban a la orden del día. Las películas que se derivaron son notables
porque, mezclando la idiosincrasia propia del cine europeo con títulos hermosos
que realmente no dicen nada de lo que estás a punto de ver (El Ave con el Plumaje de Cristal, La Casa de
las Ventanas Sonrientes, Extrañas Sombras en un Cuarto Oscuro), coronaban
con el más salvaje gore alguna vez retratado, dándonos genios como Gianetto de
Rossi, que no tienen nada que envidiar a los maestros norteamericanos.
Una de las ramas más bastardas del momento fue el cine
de caníbales. Películas como Mangiati
Vivi y la inmisericorde Cannibal
Ferox (conocida también bajo un título que sí te dice todo, “Make Them Die Slowly”) violentaban las fronteras del buen gusto a
tal extremo, que muchas veces los propios actores y cineastas renegaban el
producto que realizaron (y estamos hablando de borderline criminals). En
aquel panorama, es difícil decir por qué Cannibal
Holocaust trascendió. Quizá porque es la más coherente, más “artística” y
mejor actuada del montón, o quizá porque su inigualable huella convenció a las
autoridades de que todo lo que pasó en pantalla ocurrió de verdad; Ruggero Deodato tuvo que presentarse ante
tribunales con los actores, para demostrar que seguían vivos. Di lo que tú
quieras de Lars von Trier, pero él nunca tuvo que explicarle a nadie que sus
efectos especiales eran sólo efectos.
Un equipo de documentaristas liderado por el famoso Alan Yates, desaparece en un sector de
la selva sudamericana conocido como “El Infierno Verde”, en un proyecto sobre
el canibalismo tribal. Sus productores envían al antropólogo Harold Monroe (interpretado por el actor
porno Robert Bolla, apareciendo aquí bajo su nombre real) a determinar lo
ocurrido. Entre extraños ritos, Monroe descubre las latas con el film de Yates
y lo trae a Norteamérica, para su estudio con sus patrones. Nada podrá
prepararlos para lo que verán.
Toda la carnicería animal que figura en Cannibal Holocaust es real, sucedida en
un rodaje inhumano que amerita su propia película. Los propios actores se
amotinaron en varias ocasiones (imagínate que Deodato se los llevó a grabar a
Colombia sin haberles pagado y, ya allá, les pagó menos de lo prometido y no en
dólares, sino en pesos –tuvieron suerte, porque a muchos nativos se les sometió
a prácticas antiéticas, como pararse en una choza ardiente durante demasiado
tiempo, de gratis. I’m not fucking kidding). Se nos presentan abortos, violaciones
y mutilaciones falsas, incluyendo una castración frente a la cámara sin cortes
de edición. Siguiendo la muy italiana tradición shockumentary nacida con Mondo Cane, Cannibal Holocaust tiene hasta la muerte de varias personas
reales, en una ejecución presentada como “el material previamente hecho por
Yates” (grabada originalmente con fines periodísticos reales).
El eterno debate cuando uno habla de esta película es
el mensaje. Adentrados en la trama, descubrimos que los caníbales del Infierno
Verde se lanzan contra Yates y su gente porque, en realidad, Yates los
antagonizó desde que llegó. “¿Quién es más salvaje, nosotros de la ciudad, o
ellos en su selva?” parece preguntarnos Deodato, en una pregunta que se cae de
maduro, porque la respuesta no es ninguno de los dos. Los salvajes de verdad son los creadores de Cannibal Holocaust.
Otra
por el estilo:
Este género es tan insular que no hay nada más así. Ve
Cannibal Ferox, si tienes estómago
para eso.
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