Título
original: Bram Stoker’s Dracula
Director: Francis Ford Coppola
Guion: James V. Hart
Elenco: Gary Oldman, Winona Ryder, Anthony Hopkins, Keanu
Reeves
Cinematógrafo: Michael Ballhaus
País: Estados Unidos
Año: 1992
Tópicos: Vampiros, película de época, Drácula
Canción
recomendada: El tema de mi escena favorita.
Existen muchas versiones de Drácula. Esta la versión
cómica de Mel Brooks, está la versión moderna (Dracula 2000). Está la versión de Hammer y la de Universal, está la
no-oficial, Nosferatu. Está la que
mezcla historia con leyenda (y resultados mediocres), Dracula Untold. Que yo sepa, no existe una versión en el espacio,
pero sí una con un “Drácula” negro, Blacula.
Lo que no existe una traducción fiel del
libro de Bram Stoker que prácticamente inventó al vampiro como lo conocemos en la
cultura pop, pero la versión que más se le acerca fue el esfuerzo con Gary
Oldman.
La trama es prácticamente la misma del libro, con
ciertos cambios para darle mayor énfasis al pasado histórico del Conde —en la
novela, es establecido explícitamente que el vampiro es Vlad Tepes, acá eso se
afinca y se mezcla con un trasfondo romántico. Es de mención que, durante el
rodaje, Oldman atravesaba un caótico romance con las drogas y su coestrella,
Winona (que prácticamente impulsó Coppola para este proyecto) se llevó muy mal
con él. Es testimonio de lo bien que
actúan que nada de eso se filtre en pantalla.
Si bien ya existían los efectos por computadora (primitivos,
pero existían), fue una acertadísima
elección del director el hacer todos los efectos prácticos; Bram
Stoker’s Dracula parece más una labor de amor que un esfuerzo planificado
de los estudios (más sobre eso en breve), una película hermosa, merecedora
de su Oscar en diseño. La escena inicial es un tour de force de efectos especiales y cuando el Conde al fin
aparece, nos damos cuenta de que el diseño del film, desde su look hasta su vestuario,
es original muy bien cuidado. Esta película añade muchas cosas que me matan
sobre el vampirismo: El Conde parece atormentado por su propia monstruosidad,
pero seducido por ella. Su sombra es maliciosa, independiente y muchas veces
nos indica su verdadero sentir. Pero lo
que más me gusta es esa impresión de que ha vivido tanto tiempo que se le ha
olvidado cómo es ser humano. Estar en presencia de un vampiro no es como
estar con una persona que casualmente chupa sangre; acá modifican las leyes de
la física, son una irrupción abominable en nuestro mundo y se sienten como la
radiación en el mundo de los mortales. Siempre que hay un vampiro en pantalla,
the world forgets how to world.
Mi escena favorita es cuando Johnathan Harker es
famosamente violado por las tres vampiras, que nadie sabe si son hijas del
Conde, o sus amantes o vete tú a saber. Aquí, las tipas son evidentemente
sobrenaturales, pero también poderosamente seductoras, subrayando un tema del
film, porque sabemos que Johnathan dice que no, pero no es un no muy
convincente —es como si el tipo tomara
esta oportunidad para liberar su sexualidad, tan reprimida en Londres.
Y entonces irrumpe el Conde, no caminando, sino
flotando, demasiado largo, demasiado deforme y viene hablando húngaro (esa
clase de detalles me matan sobre este film). Nos damos cuenta de que las
mujeres no son tales, sino demonios. Lo que un vampiro debe ser.
Mira la escena con Lucy, el modo en que el beso del
peligroso extranjero la pervirtió y la convirtió en la perfecta seductora. Ese es
el espíritu del libro, the vampire is
nothing but sex. The ultimate zipless fuck.
La película salió como un esfuerzo por reimpulsar a
los monstruos de la Universal, un
probable antecesor al concepto de universo cinematográfico. La acompañó una Frankenstein de Kenneth Branagh a la
que se le acaba la gasolina en el trayecto y, para cuando salió La Momia, Universal entendía el fracaso y
la peli fue de aventura.
Pero demos gracias por la iniciativa, porque si amas el libro de Stoker, esta es
la versión que debes ver. Fundamental para amantes del vampiro.
Otra
por el estilo:
Un antecesor en vibra y estilo, Horror of Dracula.
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