sábado, 1 de octubre de 2016

SYMPATHY FOR THE CREATURE 2: La Bruja



Título original: The Witch

Director: Robert Eggers

Guion: Robert Eggers

Elenco: Anya Taylor-Joy, Ralph Ineson, Kate Dickie, Harvey Scrimshaw

Cinematógrafo: Jarin Blaschke

País: Estados Unidos, Canadá

Año: 2015

Tópicos: Ocultismo, brujería, ficción histórica

Canción recomendada: Un soundtrack muy descriptivo.

De tanto en tanto, todavía sale alguien por ahí con la sempiterna perorata de que el cine de terror está muerto. Y es verdad… si lo estás buscando en Hollywood.

Creo que hablamos de esto en el Creature del año pasado, pero por lo general, Hollywood no tiene idea de cómo funciona el cine de terror. Las veces que pegan algo, dedican una década de esfuerzos a replicarlo hasta que a la vaquita ordeñada le sale la leche en polvo. Así fue y así ha sido, desde que Bela Lugosi, trajeado de vampiro transilvano, dijo “Yo soy Drácula”.
El cine de terror bueno siempre viene de la periferia, del cine independiente, del cine mundial, del cine fuera del sistema de los estudios. Proviene de una vena creativa visceral, de gente que no está pendiente de cumplir una meta corporativa, sino de hacer el mejor producto posible. La censura no es un factor, las audiencias de prueba no son un factor. Toman riesgos, saltan del avión sin paracaídas. Y desde ahí fue que el año pasado nos trajo su film más potente.

Thomasin, una jovencita puritana de Nueva Inglaterra en pleno siglo XVI, es expulsada junto a su familia de la comunidad, por una interpretación disidente del Nuevo Testamento. Asentándose frente a un bosque en las afueras del pueblo, la familia decide reemprender el camino, todos muy creyentes en el Señor y con un nuevo bebé en camino. Y es mientras Thomasin cuida a su nuevo hermanito, que este desaparece ante sus ojos, marcando el inicio de una siniestra influencia. Parece que allá, en el bosque, vive una bruja. Su maestro es Satán. Y cuando la fe flaquea, la noche triunfa.

“Existe un aspecto de las brujas, la idea de que son inconscientemente el lado oscuro de la humanidad y, específicamente, de las mujeres. Son todo lo que el poder femenino representaba en los miedos, fantasías y ambivalencias de una sociedad patriarcal. La bruja es la anti-madre. Conseguí muchas historias de muchachas que pensaban que de verdad eran brujas. Habrá sido enfermedades mentales u otra cosa, pero no tenían otra respuesta que no fuera ‘soy maligna’. Si mataste a tu hijo por accidente o sufrías depresión post-parto, esa era la explicación de la era. ¿Y si eres maligna, de dónde viene ese poder si no es del diablo?

Las palabras precedentes, del director Robert Eggers, insinúan cómo esta peli funciona en dos niveles; tú la puedes ver aceptando todo lo que pasa como lo ven los personajes, o sea, de verdad hay una entidad maligna tratando de perjudicar a nuestros avatares con poderes sobrenaturales (todo indica hacia esta versión y es por la que se inclina el director). Pero también puedes irte por una lectura sociológica y verlo como un experimento social. La famosa bruja no existe, pero nuestros héroes, sumergidos en la fe y la ignorancia, juran que sí, y que todo lo malo que les pasa es consecuencia del maleficio. En la época (unos sesenta años antes de los famosos juicios de Salem) y el lugar en que el film está ambientado, el sol no salía como producto de la rotación planetaria sino porque Dios así lo permitía. ¿La plantación es abundante? Dios ha escuchado nuestras plegarias. ¿Nuestro hijo ha desaparecido? No hemos complacido a Dios.

En ese sentido, la película es una pieza de época muy, pero que muy bien lograda. Si eres de los que ve películas en inglés sin subtítulos (es una de las mejores formas de afinar el oído), ve buscando subtítulos, porque no vas a entender ni papa de los diálogos. Escritos en base a textos de la época, son parlamentos en inglés antiguo (incluso leyendo los subtítulos, verás que son líneas medio barrocas). El vestuario, por supuesto, sobresaliente, y la fotografía tiene una calidad bastante natural –seguramente porque la película casi no cuenta con técnicas de iluminación tradicionales, sino todo fue hecho a punta de luz natural, una verdadera abominación para Hollywood. Antes de asumir el rol directorial, Eggers se especializaba en diseño y producción y la marca que le imprimió a su debut es impecable.

Pero la verdadera magia de la película está en sus actuaciones, en especial la de los niños. Ve, en esta película hay seis personajes, de los cuales sólo dos son adultos. ¿Qué tan buenos? Los vas a reconocer de Game of Thrones, dos actores experimentados que saben su vaina. De los otros cuatro, sin embargo, vas a sacar a dos púberes y dos niñitos a los que no podemos llamar “bebés” porque caminan solos —y son ellos cuatro los que nos venden esta historia. Thomasin, una actuación cinco estrellas de una chica con gran futuro, Anya Taylor-Joy, es el rol pivotal sin el cual se nos cae el proyecto (“Fue la primera audición que vi y me pareció demasiado buena para ser verdad” dice Eggers; “Anya era Thomasin”). Los dos chiquitos están a la altura, pero es el hermano mayor, Caleb (Harvey Scrimshaw), el que nos quita el aliento en una escena que no te voy a anticipar, la reconocerás al verla.

Así, The Witch (estilizada como The VVitch) no tiene tanta sangre y vísceras, pero sí mucho cerebro. Una película sobre los misterios de la fe, nuestra moralidad y nuestra búsqueda de identidad en esa edad en que nuestros cuerpos están cambiando y apenas descubrimos nuestra propia voz. Te invito a que descubras a esta familia, conforme Thomasin se descubre a sí misma, una película oficialmente recomendada por la iglesia de El Templo de Satanás (en serio).

Otra por el estilo:


Maleficio y brujería por excelencia, Suspiria.

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