martes, 16 de enero de 2018

Comic Rant #3




Bueno, ¿por qué me he tardado tanto en aparecer por aquí?

Porque estoy preparando un post sobre X-Men que está heavy y es más trabajo que lo esperado. También he ido ocupándome de mis labores en Caracas Chronicles, un trabajo que es algo así como corresponsalía extranjera, sin ser extranjero. No complains, I feel extremely lucky, por fin me gano la vida leyendo y escribiendo. Weird shit has happened all around, desde entrevistas en radio a la grabación de una aparición en televisión con Román Losinski este jueves 18 de enero (no sé aún cuándo saldrá el programa), esto último para conversar sobre series de culto, imagino que por los textos que nos lanzamos aquí sobre Game of Thrones (Luis Carlos, you’re the man), y pues, enfocando mejor cosas de mi vida personal para que haya otra vez balance en la Fuerza. And I’m in a new band. Two.

Lee y escribe burda, because books will take you places.

BUT WE DIDN’T COME HERE TO TALK ABOUT ANY OF THAT SHIT, DID WE????

¿Qué ha pasado en el medio?

Acusaron a Stan Lee de ser un sádico y, te digo, lo creeré cuando vea evidencia; si has leído sobre la vida de Stan, al tipo le han acusado de todo. Y siempre es por plata.

Pero más extraño que esto es el cuento de Akira Yoshida, que prácticamente amerita un post en sí mismo.

En síntesis: El nuevo editor-in-chief de Marvel, CB Cebulski, admitió en noviembre que escribió para the house of ideas bajo el nombre y “persona”de Akira Yoshida, un supuesto autor japonés cuyos toques asiáticos a las historias les elevaba la legitimidad.

La vaina es un problema porque:

1)   Cebulski negó durante años ser Yoshida;
2)   Gente en Marvel decía conocer en persona a Yoshida;
3)   Después del desastre de los 90’ que casi destruye a la industria, existe una regla heavy en la industria mainstream donde editores y miembros del equipo no pueden escribir, ilustrar, entintar o whatever en el material impreso. Es un tema de buenas prácticas sobre el que estás informado porque eres un asiduo a este blog;
4)   Tenemos a un tipo que mintió y parece que se le premió con un mejor puesto.

Seguro que no es lo que Cebulski aspiraba para su entrada como editor en jefe, pero parece que ha sabido navegar las aguas. Hasta ahora.

Entonces, cómics. Lo primero que tengo que tocar es Injustice: Ground Zero. ¿Recuerdan lo mucho que amo la primera serie de Injustice?

This is a piece of shit.

No tuvimos suerte: el escritor es Brian Buccellato y cómo se nota. La serie sigue a los eventos del universo Injustice y su mezcla con el universo mainstream, que es propiamente lo que vemos en el juego. Protagoniza Harley Quinn y toda la narrativa buena a la que Tom Taylor nos acostumbró no hace asomo por ningún lado. Siempre he pensado que los personajes más difíciles de escribir en cómics son Deadpool, Harley, Squirrel Girl y afines, porque necesitas comedic timing agudo, no basta escribir una historia y ya, the jokes have to work. Buccellato no es ni cómico ni buen narrador y perdemos los primeros seis capítulos viendo a Harley formar una banda de hampones enmascarados para pelear contra el Régimen de Superman.

¿Cómo coño este grupo le va a hacer frente a un semi-dios, no digamos a él mas Wonder Woman, The Flash y Shazam?

En el primer Injustice hay un chiste recurrente de un guante de boxeo en una flecha que está muy bien aplicado y es excelente redacción de Harley Quinn. Aquí vemos las mismas fallas narrativas que refleja, por cierto, la película Suicide Squad, un bodrio insoportable. Leer Injustice: Ground Zero es como nadar en un mar de petróleo: espeso, oscuro y te quema los ojos.

Pero hablemos de algo bueno de DC.

Tengo debilidad por las historias donde Superman es malo, supongo que porque me es más interesante un ente omni-potente como villano que como héroe, y la mejor historia de Superman como imbécil, y una de sus mejores historias en general es Superman: Red Son, de Mark Millar.

Para que conste, no soy fan de Millar. El carajo tiene un temita con la sexualidad que es muy juvenil, su acercamiento tiende a ser ligero en momentos donde no debería (violencia sexual, como ocurre en Kick-Ass 2 y el abominable Wanted). Así que cuando digo que esta novela gráfica es brillante, créeme que soy imparcial. ¿Qué habría pasado si Kal-El hubiese caído a la tierra doce horas antes o doce horas después de lo que conocemos? El benevolente alienígena no cae en Kansas, sino en Ucrania, y es criado por granjeros hasta que el Estado Soviético lo adopta y lo convierte el poster-boy del sueño comunista. La guerra fría se convierte en una batalla entre las super-potencias orientadas al uso de super-humanos. ¿Y quién es el genio ayudando a los Estados Unidos?

Lex fucking Luthor.

En el Comic Rant pasado comenté cómo Luthor es un Moriarty, cómo su principal poder en contra de un tipo físicamente indetenible es su poderoso intelecto y acá Millar lo retrata del carajo. Para el ego de Lex, es imposible que alguien en este planeta sea considerado mejor que él, así que dedica su vida a la destrucción del héroe soviético. El imbécil que conocemos en el universo normal es un anti-héroe interesante en Red Son.

Porque Superman en este universo es un comunista convencido. Hoy, todo el planeta sabe que el experimento Leninista es un fracaso (los chavistas tienen casi treinta años de retraso mental, pero por algo son chavistas), pero cuando esta novela es ambientada, los años 50’, la vía de la URSS era una alternativa aceptable ante el mundo y eso, históricamente, está bien pintado. Kal-El, así, se convierte en un tipo muy complejo, porque quiere creer de corazón en el socialismo, pero al ver las colas por comida, duda.

Y cuando se enfrenta al terrorista “Murciélago” (yeap, el Batman de ese universo), la cosa se pone heavy. En Red Son, los padres de Batman fueron asesinados por la inteligencia soviética y el Murciélago le ha dedicado su vida a destruir al comunismo. Aliándose con Lex, le pone una trampa al soldadito rojo perfecto y no te quiero decir nada para no spoilearte lo que es uno de los mejores momentos de la serie, pero basta con decir que esto es lo que debimos ver en Batman v Superman. Ya sé que dije lo mismo hablando de Injustice, pero es doblemente cierto aquí. It’s so fucking smart, Batman y Lex hacen un dúo de terror y el desenlace de la serie le pone la quinta estrella al libro.

“Pero con toda tu fuerza, ¿por qué no obligas al mundo a que sea comunista?” le pregunta alguien a Superman.
“Porque no tiene sentido si lo hacen por miedo. Tenemos que demostrar con hechos que somos mejores”.
Eso, primero, es algo muy Superman, pero además es, literalmente, el alegato de Gorbachev en los 80’ para relajar el militarismo. Esto está muy bien investigado, no es un tratado sobre marxismo y comunismo, pero sí vas a reconocer cosas históricas reales.

No te puedes perder Red Son. Y si eres geek y venezolano, es imperdonable que no lo leas.

Otra cosa que leí hace poco fue el famoso Snotgirl, de Image. Uno de los títulos más sonados del año pasado, viene de la pluma de Bryan Lee O’Malley, mejor conocido por su creación Scott Pilgrim. Esta historia me atrajo por una premisa que nunca se llega a consumar: Lottie Person es una exitosa bloguera de moda. Tiene tantos seguidores que vive de eso, tiene a una asistente que le ayuda a organizar su vida, pero detrás de la fachada es medio perdedora. Su novio la dejó, todas sus amistades son superficiales, no es particularmente adinerada y tiene unas alergias malditas que la hacen moquear bajo estrés (dándole el título a la serie, “Chica Moco”).

Ese contexto, que es similar al de la mucho mejor desarrollada película Ingrid Goes West, da como para una exploración de cómo todos nos presentamos en internet de un modo en que no somos realmente (incluyéndote a ti y a mí). Proyectamos no la realidad sino cómo queremos ser vistos y, partiendo de eso, la gente se inventa escenarios. Bueno, si quieres ver eso más detallado, ve Ingrid, porque en Snotgirl la ya minimalista narrativa se disuelve en un misterio detectivesco que a veces es como Perfect Blue y a veces como Twin Peaks, sin llegar a la genialidad de ninguna de las dos.

Ve, empezando la serie, Lottie conoce a una chica que es su fan y quiere ser su mejor amiga y como ella está necesitada de contacto humano real, pues se mortifica por hacer que esa relación funcione. Sin embargo, en un incidente medio surreal, Lottie termina matándola –y la fan sigue apareciéndose como si nada. Súmale que la nueva novia de su ex es una stalker y, pues, tienes los elementos para un buen terror psicológico…

…que no termina de cuajar. Muchos de los capítulos de Snotgirl son como ver Memento a las tres de la mañana por insomnio: asientes creyendo que entiendes, se acaba y no entiendes nada. Los momentos en los que mejor me conecté fue en esas partes en que la narrativa es lineal y queda claro el drama que nuestra heroína sufre (al ir a una fiesta y conseguirse con su ex y la stalker, por ejemplo). Claro, va un solo volumen y la historia no está concluida, pero así como está, le falta carne a ese caldo.

Otra cosa que me hace ruido, y esto ya es más personal, es que notas cómo el arte, de Leslie Hung, está fuertemente influenciado por el manga. Hay como que una disonancia entre arte “americano” y viñetas que parecen japonesas. No es un defecto, realmente, mariqueras mías.

Hablando de novelas gráficas relacionadas con películas fritas, otra que leí hace un tiempo fue My Friend Dahmer.

Si no sabes quién fue Jeff Dahmer, no tengo tiempo aquí para entrar en detalles, let’s just say that Jeffrey Dahmer had some problems with his sexuality. Bueno, derf, el autor de este libro, cuenta con la particularidad de que conoció y fue panita en el colegio de uno de los más infames asesinos en serie de la historia.

Recientemente adaptada al cine, parece que con éxito, esta no es la historia de cómo Jeff cometió sus aborrecibles asesinatos. No vas a ver ni un solo estrangulamiento, ninguna violación, la hemoglobina no fluye en las páginas; lo que aquí vemos, quizá lo has vivido. Todos odiamos ser adolescentes y tener que ir a la escuela (las únicas personas que disfrutaron el colegio son los que hacían sufrir a los demás), y todos buscamos nuestros modos de sobrevivir con nuestros amigos renegados. Y siempre está ese pana que en apariencia es como uno, pero de vez en cuando se lanza comentarios o acciones que te hacen ver que algo no está funcionando bien en esa azotea.

Jeffrey Dahmer nunca fue normal. Como derf lo conoció y lo retrata, era el chamo que trataba de hacer reír a los demás portándose raro y que, if left to his own devices, se quedaba en el estacionamiento bebiendo una birra tras otra. Las señales del comportamiento anti-social están ahí desde el principio, pero los profesores no saben cómo reaccionar y los propios amigos fruncen el ceño ante vainas creepys que no saben cómo interpretar porque tienes catorce años y ninguna experiencia con la vida.

Ese es el terror que fluye bajo la superficie y poquito a poco en My Friend Dahmer, el motivo de por qué triunfa: en blanco y negro llega la noche y cuando nuestros personajes están a solas con Jeff, tus alarmas se disparan. A lo mejor es por lo que sabemos hoy, pero es muy inquietante ese rostro inexpresivo detrás de esas gafas. Cuenta la leyenda que cuando derf vio la vaina en las noticias, años después, llamó a uno de sus amigos de la prepa y se quedaron boquiabiertos tipo “¿Pero te acuerdas que el tipo hacía esto y esto y esto?”

My Friend Dahmer: independiente y bien buena if you’re into creepy shit.

Y ahora vamos a hablar de malandreo serio y eso es uno de mis libros favoritos en la vida y la razón de por qué le debo una caja de cervezas a Garth Ennis: Preacher.


Jesse Custer es un cura desahuciado en Texas. Su fe flaquea, su congregación es un poco de rednecks miserables y se percibe fracasado (“en mi experiencia, uno solo consigue a dios en el fondo de una botella o en el cañón de una pistola”). Es tras una horrenda borrachera que recibe a Genesis, el fruto de la unión entre un ángel y un demonio. Confundido, pronto descubre el don que el ente le ha dado, “la palabra de Dios”: cuando Jesse pone los ojos rojos y te da una orden, tienes que cumplirla.

“You motherfuckers!” le grita a una legión de policías persiguiéndolo por un malentendido, “¡Suelten las armas y toquen al cielo!”

Los agentes sueltan las armas y levantan las manos estirando los brazos.

“¿Qué haces, idiota?” pregunta uno de ellos, “Recoge tu pistola.”

“¡Recógela tú, yo no puedo!”

Y por vueltas de la vida (y acoso celestial), Jesse descubre que Dios ha abandonado su trono y está recorriendo la tierra. Con el vampiro irlandés Cassidy y su ex novia Tulip O’Hare, se lanza una road movie para encontrar a Dios, literalmente, y obligarlo a disculparse ante la humanidad.

Por si esa exposición no fue suficiente, vamos a ser explícitos: Si tienes sensibilidades de hadita del bosque milenial y te ofendes por todo, no leas Preacher. Es un libro en el que uno de sus primeros antagonistas, el sheriff Hugo Root, es humorísticamente racista (“If you ask me, I bet niggers did this” dice ante una iglesia quemada hasta los cimientos. Cuando otro policía le cuestiona cómo es posible eso sin rastros de gasolina, Root espeta “Martian niggers, Kenny, okay?”). Aquí hay humor negro hasta para llevar y, como todo lo escrito por Garth, es bastante transgresor. Esto es publicado por Vertigo y, en consecuencia, se espera que seas un adulto y puedas lidiar con el mundo real.

Pero también es una narrativa tan delicada, tan bien hecha, que impresiona en su desarrollo. Detallitos que aparecen en un capítulo equis tienen mayor relevancia muchos episodios después (empezando la serie, te dices “es demasiado irreal que Jesse sea tan badass de gratis” y cuando descubres su pasado, everything makes sense), pequeños rasgos de personalidad tienen consecuencias y trasfondos súper complejos y todo enmarcado en una carta de amor al sur norteamericano (curioso, considerando que Garth es irlandés). A veces con sabor a western, a veces fantasía urbana, Jesse no reflexiona en nubes de pensamiento, como tradicionalmente se hacía en el medio, sino que conversa con un espíritu real o imaginado de John Wayne, artilugio narrativo exitoso para tener a nuestro protagonista cuestionándose a sí mismo y, a la vez, explorando deliciosamente ese subgénero de la narrativa gringa que nos dio joyas en el siglo XX, desde la pluma de Faulkner y Steinbeck, el southern-gothic.

Pero el otro tema que toca el libro, en mi opinión con sobrado éxito, es la identidad masculina y lo que significa ser un hombre en nuestra sociedad. La amistad entre Jesse y Cass te va a llegar al corazón porque todos los hombres lo hemos vivido, un pana con el que empiezas a beber y terminas ayudándolo y él a ti. ¿Pero qué pasa cuando surgen conflictos por cosas de peso? ¿Qué pasa si tu pana tiene problemas heavies de su pasado que aparenta esconder bajo la actitud del sabrosón de la cuadra? ¿Cómo haces para proteger y proveerle a tu chica, cuando ella es una mujer independiente y fuerte que no necesita de ti sino emocionalmente (como tú de ella)? ¿Cómo el macho-alfa-proveedor maneja la pérdida de estatus, la infidelidad, las traiciones, los fantasmas del pasado?

Házme caso: Preacher empieza como un chistecito y rarezas, pero cuando entra el segundo arco, ya estás enganchado. No vas a parar de leer hasta uno de los pocos finales que he leído que me han sacado lágrimas. Una fucking joya de Ennis y su ilustrador Steve Dillon, paz a su alma.

Sé que estrenó una serie de televisión hace relativamente poco y parece que es buena; me dirán ustedes qué tal.

Hasta entonces, nos vemos en otro Rant. ¡Lee Preacher, coño!