domingo, 24 de septiembre de 2023

Saca al Psycho Que Hay en Ti: Masacre en Texas (el juego)


Yo debería estar publicando hoy la reseña de Texas Chainsaw Massacre 2, una película que, por lo mínimo, es interesante pero tras postear el análisis que le hice a la primera peli de la franquicia, mi primo me preguntó si no iba a decir nada sobre el juego. Yo no soy persona de reseñar videojuegos, pero como existe ya el precedente, ¿por qué no?

 

Así que nada, The Texas Chain Saw Massacre: The Game, un multiplayer asimétrico a lo Friday the 13th y Dead by Daylight donde en vez de ser un grupo de supervivientes contra un asesino, son dos equipos, uno de víctimas y uno de “la familia”, que son quienes dan caza. El juego se parece a las dos referencias del mismo modo en que Doom se asemeja a Call of Duty: Están en el mismo género, si bien el gameplay es bastante diferente.

 

Si juegas en el rol de víctima, tienes cinco personajes a elegir. A diferencia de lo que pasaba en el juego de Jason o en el festival de licencias que es DbD, el sobreviviente acá es mucho más que un skin, se adaptan más bien a estilos de juego con habilidades particulares que los demás personajes no tienen. Digamos que, por ejemplo, lo tuyo es ser sigiloso e ir por ahí abriendo cerraduras y pasando por las sombras; tu personaje debería ser Connie, que si bien no aguanta muchos golpes, tiene la habilidad de abrir automáticamente cerraduras. A lo mejor tú eres un tipo más agresivo y quieres algún medio de responder a los ataques; tienes que elegir a Leland, que es capaz de paralizar momentáneamente a los asesinos con un golpe. Ana tiene la capacidad de reducir el daño que le hacen, Julie corre muchísimo más rápido que los demás personajes y Sonny tiene una especie de radar que le indica dónde están los asesinos. Balanceando el uso de estar habilidades tienes que buscar herramientas para alguna de las cuatro salidas que tiene cada mapa.

 

Por el lado de los asesinos hay cinco personajes también, pero sólo pueden estar en juego tres. Uno de ellos, el único obligatorio por partida, es el famosísimo Leatherface, cuyo poder físico es inigualable y tiene la capacidad de matar a la gente de un solo golpe. Luego está el Autoestopista, el personaje de Ed Neal en la peli, que está perfectamente recreado, esquizofrénico, neurótico y salvaje. En tercer lugar está el Cocinero, que pega mucho más fuerte que el Autoestopista y tiene la capacidad de “escuchar” dónde están las víctimas y hay dos personajes originales creados por el propio Kim Henkel. El primero es Johnny, un “cazador” capaz de rastrear a la gente y Sissy, una chica Manson (literal) que se parece al Autoestopista pero tiene la capacidad de envenenar su arma.

 

Al igual que las víctimas, los asesinos cumplen roles específicos depende del estilo de juego. Saber usar a tu personaje y cumplir tu rol es clave para el éxito.

 

Los aspectos gráficos y sonoros del juego son una de las cartas fuertes de la vaina; cada mapa se juega en amanecer, día o noche, y de verdad que esta gente de Gun ha creado escenarios súper bonitos, especialmente para un juego tan mórbido. Las voces están muy bien logradas, también. Amo que al fin alguien entiende la caracterización del Leatherface original, un salvaje que lo que no tiene de intelecto le sobra en poder, y quien sea que le hizo la voz, con esos murmullos y alaridos salvajes merece su premio. Las voces del Cocinero y el Auto y los demás también cumplen mucho más allá del llamado del deber y ojo con Sissy, que mientras va por ahí matando gente canta una canción real de la familia Manson.

 

This is particularly creepy shit if you recognize that Susan Atkins once sang that song as she waited on her trial for those murders.

 

¿Pero es divertido o no?

 

Bueno, hermanazo, como todo juego multiplayer tu experiencia depende mucho de con quién estás jugando. He tenido muchas partidas donde juego como asesino (mi predilecto es el Cocinero seguido por Leatherface) y es súper mega chimbo jugar con gente que no tiene idea de cuál es su papel. Johnnys que se ponen a recoger sangre para el abuelo (el patriarca de la familia aparece como un buff que puedes ir alimentando y sirve de radar), Cocineros que nunca alimentan al abuelo, gente que se va toda para un lado del mapa a “protegerlo” sin entender que están descuidando otras tres salidas.

 

A esto se suma problemas que tienen todos los juegos multiplayer hoy en día: el griefing y la gente que entra no a jugar sino a “resolver” el juego; Gun le da mucha atención al detalle y sus juegos son verdaderas cartas de amor a la franquicia que están desarrollando, pero parece que por otro lado creen que cuando la gente entra a jugar, van a interpretar al personaje que eligen y a darle a la partida como si fuera un película. Y no, la gente no juega así, la gente entra a explotar las mecánicas del juego, a burlarse de los demás, a pasarle por encima a la visión de los desarrolladores para enfocarse en números, eficiencia, efectividad.

 

En consecuencia, tienes víctimas que se dedican a darle puñaladas a los asesinos con unos cuchillos que hay, víctimas que usan puertas para paralizar a asesinos y un infame bug, que supuestamente van a reparar la semana que viene, que permite que tú paralices a un asesino y encadenes ese stun a otro—un asesino puede estar stunned por 15 segundos. Absurdo.

 

Y de nuevo, esto es algo que Gun va a reparar y así como te dije lo malo también te digo que están sacando parches que son súper necesarios y están respondiendo bien a la necesidad de balance en la partida. Pero estos son problemas que ya existían en Viernes 13 y se me hace un poco imperdonable que cinco años después estemos hablando de lo mismo.

 

Cuando todo el mundo hace lo que tiene que hacer y estás jugando con gente normal y no con niños rata, este juego es inigualable. Cazar a una víctima es exhilarante, formar parte de ese jueguito mental donde ellos tratan de engañarte y tú los descubres es de una gratificación que cuesta replicar. Estar persiguiendo a una víctima, que esa víctima haya abierto una puerta de escape y esté a pocos pasos de huir, y tú la atrapas justo a segundos de salvarse se siente como si patearas a Hugo Chávez en la cara. Es un sentimiento balsámico que todo el mundo debería experimentar.

 

La cosa se replica desde el lado de las víctimas. Claro, vas a jugar partidas con gente donde te ubican rápido y mueres antes de los cinco minutos. Eso es tan divertido como suena, pero las otras partidas, donde logras outsmart a tus captores y huir se siente como que eres Schwarzenegger al final de Depredador, un guerrero preparado para sobrevivir lo que sea. Un elemento importante e inmedible del juego como víctima es cómo tú, el jugador, reaccionas a los sustos y a la presión; la tensión que logra TCM mientras te escondes y cumples con objetivos, sin saber si los malos te detectaron y vienen por ti, es una de las cosas donde triunfa esta nueva propuesta de Gun y esa tensión es sabrosísima.

 

Así que nada, mi consejo de corazón es que esperes quizá a Halloween o a Diciembre, para darle espacio a Gun de que parchee todo lo malo y le sume cosas a lo bueno. Este es un party game donde entras a emocionarte matando gente o viendo a los asesinos por el retrovisor mientras les dices lo pendejos que son. Texas Chain Saw Massacre tiene para crecer y si el equipo sigue como va, estamos en presencia de un juego especial.


domingo, 10 de septiembre de 2023

La Sierra Todavía Corta: Masacre en Texas (1974)


Hace dos semanas salió el juego de video de Masacre en Texas y la he pasado bomba cazando gente y siendo cazado. Y eso me hizo pensar que aunque he hecho reseñas a todas las películas de Freddy, de Jason y de Halloween, nunca he ido una por una por las masacres de la motosierra tejana. A la primera sí le di su comentario hace tantísimos años, y no cae mal una segunda vuelta aquí, hoy, ahora.

 

The Texas Chain Saw Massacre es una película irrepetible, como el tiempo lo ha demostrado. Una combinación de bajo presupuesto, con un talento de desconocidos que hacen la labor magistral de retratar a la locura con realismo, unas condiciones de rodaje infrahumanas y un libreto que, al igual que el de Viernes 13, no debería funcionar on paper, pero que la dirección eleva con un poderosísimo diseño de producción.

 

Asistimos en esta película a lo que yo llamo “una cebolla de terror”, a la historia la vamos descubriendo por capas. Resulta que en un condado de la Texas más rural hay alguien robando tumbas. A veces son partes de los cuerpos, a veces la cabeza del cadáver, a veces todos los restos, dejando al ataúd vacío. Nadie sabe por qué esto pasa y, en los momentos iniciales de la cinta, vemos que el presunto culpable llega a fabricar grotescas estatuas a las que les toma fotos.

 

De ahí pasamos a cinco jóvenes de Houston y también de un moribundo movimiento hippie—el que más lleva la pinta es Jerry, chofer de la van en la que viajan y novio de la rubia Sally. El calor es palpable en esas tomas. Nuestro querido grupo va a este pueblito específicamente a chequear el cementerio y ver si todo está bien con la tumba del abuelo. Aunque texanos, no hay nada que una visualmente a estos cinco con los estereotipos clásicos de vaqueros que te llegan a la mente—como una vez le oí a alguien, “nací en Texas, pero en un vecindario que pudo estar en cualquier parte del país”.

 

Ese mundo se cruza con otro que está bien bajo la superficie y que es brutalmente real y, para mí, uno de los preceptos más importantes de la película, la noción de que todos vivimos en una realidad normalita y civilizada y que lo único que hace falta para romper esa ilusión es tocar la puerta equivocada, caminar por el sendero que no es, entrar sin darte cuenta en la guarida de la bestia.

 

Cuando viajas por carretera ves esos pueblitos en la mitad de la nada, con casitas aquí y allá en la lejanía donde puede estar pasando cualquier cosa y nadie lo sabe.

 

La película no especifica dónde se desarrollan los eventos (más allá de mencionar que es en “Muerto County”), pero el sur de los Estados Unidos realmente tiene pueblitos así, la frontera entre Texas y Louisiana está plagado de los infames “sundown towns”, nombre que deriva de unos aborrecibles anuncios que se montaban en los años 50’ y 60’ al estilo de “if you’re dark skinned, don’t let sundown catch you here.” Son lugares que siguen vivos, como puedes ver en la serie de Netflix Making a Murderer, y que me recuerda la anécdota de un equipo de basket en Baton Rouge que se negó a jugar un partido de campeonato en una high school de Texas porque era en un sundown town, de noche. Y eso fue en los años 90’.

 

El apacible dueño de la gasolinera se lo advierte a Sally y compañía, “Cuidado con dónde se meten por aquí, que a la gente no le gusta que husmeen en sus asuntos”.

 

Por supuesto, estas cosas pasan. Todo el mundo sabe que la película está inspirada en los crímenes de Ed Gein, en Wisconsin, que de verdad perdió la cabeza y se dedicó a saquear tumbas para decorar su casa. Gein fabricó un traje de cuerpo completo con piel humana y cuando la policía eventualmente lo capturó, tras el asesinato de dos personas (que se sepa), encontraron pantallas de lámparas hechas con rostros humanos, cráneos convertidos en cuencos para comer, sillas hechas con piel y, pues, más o menos lo que encuentran las víctimas de la salvaje película de Tobe Hooper.

 

Pero otra fuente de inspiración reconocida por el guionista Kim Henkel fueron los delitos del candyman, Dean Corrl, que en la ciudad de Houston convino con dos chamos que ellos le procurarían víctimas jóvenes bajo algún engaño y Dean las torturaba durante días.

 

“Hubo algo que dijo Elmer Wayne Henley, uno de los chicos ayudando a Dean cuando le capturaron” dijo Henkel. “Henley aceptó la cosa, dijo que sí, que él había sido y que ahora iba a ayudar a las autoridades a esclarecer todo porque era lo correcto. Esa clase de moralidad esquizofrénica me atrajo”.

 

Se ve reflejado en el producto final. Son tres los matarifes que representan a un mundo infernal. Primero está el joven autoestopista; cuando lo conocemos, está viajando a dedo y nuestro grupo, que no debe haber visto muchas películas de terror y obviamente no ha vivido en Latinoamérica, decide darle la cola y montarlo en la van. Interpretado a la perfección por Edwin Neal, el autoestopista pronto se lanza en una perorata sobre las virtudes de ser un carnicero a la antigua, y no con las herramientas modernas. Es un chamo cuyo trastorno mental es obvio y lo ves en su manera de hablar, de moverse, de mirar. No está expreso en la peli, pero es él quien lleva la polaroid y quien hace las esculturas. El robatumbas en persona.

 

Luego está el personaje icónico que creó la franquicia, Leatherface. Mucha gente, incluyendo los directores de tantas secuelas, creen que este es un asesino enmascarado típico de cine slasher, a lo Jason—un craso error, propio de quienes también creen que Masacre en Texas es una película slasher, a pesar de no poseer ninguno de los elementos típicos de ese subgénero del terror, que están súper bien definidos y son claramente observables.

 

Blood & Black Lace, del genio italiano Mario Bava, tiene a un asesino enmascarado que caza a un grupo de jóvenes hermosas una por una. ¿Lo llamarías un slasher? No, porque no tiene los elementos, esto es más un giallo, precursor del slasher, así como The Texas Chain Saw Massacre es otro precursor.

 

En fin, Leatherface no es Michael Myers; su personaje tiene profundas raíces en un arquetipo del género gótico, que es realidad en los pueblos sureños. Antes, cuando una persona con un problema mental nacía, esa persona no era presentada en sociedad. Se le tenía oculta, en un sótano o en el ático—como la mujer de Mr. Rochester en Jane Eyre. Leatherface tiene su impedimento mental y Henkel lo describe como un sujeto carente de personalidad, por eso cambia de caras para asumir roles. Durante toda la película, él va creyendo que está haciendo el bien y que está protegiendo a su hogar de intrusos.

 

Esto es porque está manipulado por el tercer elemento del clan, quien le abusa y mi canon mental me dice que el Autoestopista es como es por los golpes y maltratos del dueño de la gasolinera, El Cocinero. El dueño del mal y el origen de todo lo que pasa en Masacre en Texas es este señor, peligrosísimo porque es capaz de algo que los otros dos no: portar la “máscara de cordura”, término inventado por el psiquiatra Hervey M. Cleckley refiriéndose a la capacidad que tienen algunos psicópatas de integrarse con normalidad a la sociedad. El Cocinero es uno de esos padres abusivos e imbéciles que todos hemos visto en alguna parte. Se le echa encima con un palo a Leatherface, que le supera por mucho en fuerza pero que se encoge como un niño ante el regaño, primero por la sospecha de que alguno de los jóvenes haya escapado y luego por destruir la puerta de la casa. El cocinero dice que no siente gusto por la violencia ni por matar, pero lo vemos reírse mientras tortura a Sally, mientras otros la hacen sufrir, es un tipo que pareciera estar consciente de cómo debe lucir ante la gente, pero no puede controlar un sadismo que siempre sale a la superficie. La memorable escena de la cena es clave, porque aquí vemos cómo Jim Siedow lo interpreta, pasando del disgusto a un par de segundos ausentes y de ahí a la risa.

 

Mucho se ha dicho sobre el aspecto político de The Texas Chain Saw Massacre, y cómo plantea a un grupo de jóvenes de una nueva, moderna generación, contra un grupo de gente que más que campesina es bárbara. No voy a repetir esos análisis aquí porque el director ha desmenuzado esto mucho mejor que lo yo podría, pero en todo caso eso es subtexto. La película funciona por las capas que vamos descubriendo de ese misterio y cuando llegamos al podrido núcleo, es el vacío mirándonos de vuelta. No hay redención, no hay salvación y aunque Sally pueda escapar, esa risa maniática del final nos dice que realmente nunca escapará. El momento fundamental de la magistral actuación de Marilyn Burns se da cuando, amarrada a la silla humana en la cena, murmura, casi suplicando, que para que la dejen ir “hará lo que sea”. La forma en la que lo dice te transmite que es verdad, y es seguido por un paralizante alarido de quien sabe que las propias barreras morales que tiene en su mente se han fracturado. Ese es el momento para mí en que Sally Hardesty pierde la cabeza para siempre y, como para confirmarlo, es inmediatamente después de este momento que empiezan los cortes extremos de cámara, dirigidos por el sublime Daniel Pearl, símbolo inequívoco de que se ha hecho la noche eterna aunque estemos a minutos del amanecer.

 

The Texas Chain Saw Massacre es una joya, una película perfecta, que ha dado y seguirá dando muchísimo material para toda clase de análisis. Yo lo dejo por acá, que el juego está muy bueno y todavía tengo un montón de reseñas qué escribir.

 

Y tendré que ver la parte 4, para refrescarla. Eso sí que es tortura.

lunes, 28 de agosto de 2023

Un Evil Dead mejor que la nueva Evil Dead que estuvo bien pero este es mejor: Deadstream


Una de las prácticas que tenemos aquí en la casa es ponerle el ojo a lo que esté en la palestra en cuanto a cine de terror, pero sin ver tráiler ni reseñas ni nada de nada, sólo el nombre de la peli y si acaso el afiche.

 

Con eso, nos hemos llevado bastantes culazos que no sé si alguna vez comente en este blog porqué dígame usted, ¿qué se puede escribir sobre Skinamarink? Una película con 15 minutos interesantes y 75 de creepypastas y boludeces que se ven en TikToks “de miedo”. Siendo fan acérrimo del euro y particularmente del horror italiano, me llevo muy bien con películas que parecen poemas donde lo principal es lo estético, pero al menos Lucio Fulci rodaba con un libreto. Que se lo supiera explicar a sus actores es otra cosa, pero tenía a un señor llamado Dardano Sacchetti que salía al final como “libretista”. Skinamarink prácticamente no tiene trama y, por ende, hay muy poca película. De lo peor que he visto.

 

Nos pasó también con Speak no Evil, que estaba recomendadísima por algunas voces en las que generalmente no confío y mardición que debí guiarme por mi instinto. Yo me imagino que hay gringos (y daneses) a los que eso les da miedo, pero acá estuvimos los 90 minutos gritándole a la pantalla, a ver si los personajes usaban la cabeza. Un latino jamás caería en lo que le pasó a esa gente porque a la primera de cambio asumiríamos lo peor—quizá por esto mismo es que no hay latinos en una docena de Viernes 13, sabemos que si un bosque está maldito, allá tú si vas al Crystal Lake a fumar mota y a que te enchurre El Cucui.

 

A Dreadstream también le entramos a ciegas, y esta es una peli que te captura desde que arranca. La historia versa sobre un pelmazo de esos que florecen únicamente en algunas esquinas de internet; en los años 90’ teníamos programas de Laura Bozzo y Jerry Springer para mostrarnos la letrina de la humanidad, y hoy en día tenemos a influencers y YouTubers de diversa índole, gente que hace jueguitos y bromas queriendo llamar la atención. Shawn Ruddy era de los más populares, hasta que una desgracia ocurrió y lo cancelaron. El pana hizo su mea culpa obligatorio, pero no fue suficiente así que para Halloween tiene un plan con el que revivir su “carrera” y audiencia:

 

Shawn va a pasar una noche entera en una casa embrujada, grabando todo sin escapatoria posible, y con la regla de que si ve algo raro, tiene que investigar.

 

La peli no es una grabación descubierta tipo Bruja de Blair o Paranormal Activity; acá todo transcurre tal cual como un livestream en Twitch, incluyendo comentarios de la audiencia y Shawn hablándole a la cámara y dejando registro de todo en primera y tercera persona. El truquito está bien logrado desde todo punto de vista, porque lo que hace parece real y la misma personalidad del tipo se la has visto a un gentío en YouTube.

 

Hay gente que por un like, es capaz de venderle la mamá a unos traficantes de órganos.

 

Egocéntrico, ridículo, attention whore y moralmente indigente, Shawn es arquetípico y si estás esperando que el tipo entre a la casa y consiga espantos de verdad, pues sí, es una trama que no luce demasiado original—hay un capítulo de Cuentos de la Cripta, segunda temporada, si no me equivoco, donde a Morton Downey Jr. le pasa exactamente lo mismo.

 

Pero lo que diferencia a Deadstream de, digamos, 1408 (el excelente cuento de Stephen King), es que, aparte del formato, acá manejan la comedia maravillosamente. La peli pareciera cabalgar a medio camino entre la primera Evil Dead y la segunda, y por eso elegí el poster de la peli que tiene este post, porque a veces pareciera un homenaje a la cabañita diabólica de Sam Raimi. Esto lo digo en el mejor de los sentidos, porque ni lo sobrenatural es un fusil ni Shawn es una copia de Ash; es más bien un personaje con un arco bien definido que brilla gracias al excelente performance de su intérprete (y co-director de la cinta), Joseph Winter.

 

Lo otro es que esta es una comedia terrorífica que funciona porque el libreto de verdad da risa. Escrito por Joseph y su esposa y co-directora Vanessa, acá hay extensísimas referencias a la cultura de internet y al cine de terror; de hecho, esta es una película que solamente funciona por cómo nosotros conocemos a las redes sociales y a los memes. Es un elemento fundamental de la trama y hay un comentario ahí sobre quiénes y por qué gravitan a estos espectáculos de llamar la atención a toda costa, pero el subtexto solamente funciona si no se entromete con la diversión, y los Winter lo saben. Acá vinimos a asustarnos y reírnos, los regaños y el sermoneo guárdalos para después.

 

Estamos en presencia, pues, de un clásico instantáneo en esta excelente era que está viviendo el cine de miedo. No sé con cuánto habrán rodado la peli, pero no creo que haya sido mucho dinero a juzgar por la locación, el diminuto elenco y algunos momentos que se ven demasiado baratos, pero como es una película sin pretensiones, que sabe exactamente qué es, la vaina fluye.

 

Deja de picarle una torta y darle besitos en las patas a una estafa como Skinamarink. Aquí está una peli que usa a la internet como debe ser, tan bien llevada que te lamentas que sea una obra de ficción. Deadstream es de lo que hablamos cuando hablamos de comedia de horror.


domingo, 19 de marzo de 2023

Steven Seagal No Siempre Fue Un Gordo Repulsivo: Out for Justice

Imagínate la vergüenza de ver alguna de esas tempranas películas de Steven Seagal y pensar “Oye, pero él es diferente porque él de verdad fue un comando de operaciones especiales”.

 

Si no sabes de quién estamos hablando, te invito a que releas esa última oración y ahora googlees “Steven Seagal”. Ve una foto del tipo.

 

Pero ahí estuvimos durante muchos años, incluso después de aquellas abominaciones pro-naturaleza donde Steven decidió que iba a usar sus poderes para el bien porque ahora era mitad indio, cosa que chocaba con su trasfondo establecido—el elemento más notable de esas primeras cinco películas que este man hizo es que, a diferencia de Arnold y Van Damme, que hacían personajes, Seagal juraba y perjuraba que estaba haciendo de sí mismo. El tipo llegó a la esfera pública mundial como un héroe ya formado y la promoción de su primera cinta, Above the Law, que llegó a nuestras tierras bajo el título de Nico (1988), tenía al propio protagonista diciendo que esto era mucho más que una película de acción y un drama policial; esto era una película autobiográfica donde tú tenías que afinar bien el ojo para separar qué era verdad y qué era ficción.

 

Si no te acuerdas de la trama de Above the Law, no pasa nada, ni el propio Seagal se acuerda—aunque yo sí, que el Señor se apiade de mi alma. Era la historia de un policía de Chicago llamado Nico Toscani que fue soldado de operaciones especiales en Vietnam y que le dio la espalda a su pelotón cuando descubrió que los carajos estaban traficando heroína. Nico tiene un pasado misterioso en Asia, donde aprendió el arte milenario del aikido, y tiene raíces tan italianas que parte de su familia está en la mafia.

 

Este personaje, palabras más, palabras menos, será el mismo que Seagal hará el resto de su carrera, y es ciertamente el personaje que nos presenta en el esfuerzo de 1991, Out For Justice.

 

Ahora la cosa es en Nueva York y vas a jalarte 90 minutos de Steven imitando a un acento de Brooklyn. Para que tengas una noción sobre el tipo de persona de la que estamos hablando, la co-estrella de Steven aquí es nuestro querido William Forsythe, un verdadero nativo de Brooklyn a quien Seagal tuvo el atrevimiento de decirle “tienes que practicar tu acento, no suena legítimo”.

 

El personaje en cuestión ya no se llama Nico Toscani, sino Gino Felino, that’s his real fucking name, y también tiene un pasado misterioso en Asia y es mitad italiano y tiene familia en la mafia. Un elemento que separa a las películas de Seagal de las de sus colegas es el siempre presente aspecto político; acá, hablamos de un rollo de corrupción institucional, otra vez, y el mismo Gino camina la delgada línea entre ser un buen policía y ser un malandro con placa suelto furioso en la ciudad, porque su mejor amigo y compañero, Bobby Lupo, ha sido asesinado por Richie Madano, un maniático mafioso local adicto a las drogas, tan fuera de control que el resto de los mafiosos lo están cazando para darle matarile.

 

Gino debe encontrar a Richie antes que la policía y antes que la mafia para darle una lección sobre fraternidad italiana.

 

Por si acaso: Steven Seagal nació en Michigan y no tiene una gota de sangre italiana. Tampoco japonesa, aunque pasó años diciendo que era prácticamente asiático después de vivir por años en Japón. Tampoco es mitad indio, ni mitad negro, ni conoció a Bruce Lee, ni fue policía de Louisiana, ni ninguna de las reboludeces que le dio por inventar con los años. Paciencia.

 

Todo acá está sucediendo porque, en su montaña rusa de locura y adicción a la piedra, Richie inventó un maravilloso plan reuniendo a varios Pedro Locura como él, a quienes mostró una bóveda llena de billetes y les dijo “Amistades, la misión de ustedes es protegerme el día de hoy. Si llego vivo a mañana, toda esta plata es vuestra”, lo que personalmente me haría cuestionarme la vida, si este es el tipo de gente con la que ando. A ver, Richie, ¿todo este dinero sería para mí, y me lo pagas en el momento o a plazos? ¿Qué pasa si yo me agarro a tiros con la policía y los demás se quedan mirando solamente, no debería tocarme más? ¿Tú me puedes poner esa promesa por escrito, en caso de que se te olvide en la mañana, considerando lo de la piedra? ¿Y ya va, qué tanto estás pensando hacer, que el reto para nosotros es mantenerte vivo por 24 horas?

 

Preguntas necesarias que ninguno de estos pelmazos se hace. Pero equis. Vivimos en un mundo donde hay gente que gasta $500 comprando un NFT; por supuesto que existe gente que al oír esa propuesta va a decir “yo soy el tipo, claro que sí”.

 

Y gracias a dios, porque ese aspecto de la trama es lo que impulsa y mantiene viva a la película. William Forsythe hace buenísimo esos papeles de maniáticos frenéticos y acá se roba no sólo todas las escenas en las que sale, sino la película en sí, a tal punto que Seagal terminó cortándole tiempo en pantalla. Porque Gino, en comparación, es literalmente un bully narciso atorrante y chocante (recuerda, Seagal está haciendo de él mismo). Ahora, no sé si esto fue a propósito, pero hay una relación comparativa interesante entre Richie y Gino, porque nuestro héroe se va a pasar todo el metraje partiéndole la crisma a la gente, y rompiendo la ley, y poniendo a Brooklyn patas pa’ arriba en su gesta de venganza, que es exactamente lo mismo que está haciendo Richie Madano al otro lado del cuadrilátero. Sí, la locura de Richie tiene un por qué, lo que pasa es que está ayudado también por toda la droga, que no para de fumarse. El “héroe” no tiene esa excusa.

 

La fanfarronería cretina de Gino está en perfecto despliegue durante la famosa escena del bar, que es la causa de por qué tienes que ver esta película y por qué esa primera pentalogía que grabó Seagal es tan entretenida. Gino llega a un bar propiedad del hermano de Richie, Vinnie (un buen Anthony DeSando fresquito de New Jack City), y se entrega a carajear a todos los presentes. A la única mujer la llama “mujerzuela”, echa unos tiros al aire y le da un poco de coñazos a todo el que esté mal parado. Uno de los presentes dice no una, sino tres veces que toda esa patanería se debe a que Gino tiene una pistola y una placa colgándole del pescuezo, a lo que Gino dice que muy bien, me quito la placa y a la pistola le saco las balas.

 

Empieza una coñaza gloriosa, donde Gino pone una bola de billar dentro de un pañuelo y le saca los dientes a la gente, les parte la jeta y los impulsa a llevar una vida cristiana. Uno de estos gamberros es Dan Inosanto, una de las pocas personas autorizadas por el propio Bruce Lee para instruir el arte marcial del Jeet Kune Do, y que acá hace unos trucos bien chéveres con unos palos de billar y tal. Igual se lleva sus madrazos porque Seagal nunca pierde.

 

Lo de la pelea en el bar es una cosa muy seagalística, es algo que a él como que le encanta y es un elemento frecuente en sus películas; lo otro que es bien característico es el sadismo. Gino no sólo despacha a sus rivales sino que juega con ellos, primero. Nadie se imaginaría, viendo esto, que años después Seagal subiría dramáticamente de peso y se pondría una alfombra en la cabeza para que la gente piense que tiene pelo (y negrito). Hace poco se reunió con Maduro, el presidente de Venezuela, y le entregó una espada a nombre del gobierno de Rusia, porque Steven Seagal es en la vida real los carajos a los que les da coñazo en sus películas. Imagínate aquella reunión. Uno es un gordo inepto e insoportable a quien la gente tolera porque tiene dinero, y el otro es… oh, wow.

 

Total que en la batalla final Seagal le arranca la pata a un man de un escopetazo y le da una patada en el pecho a otro carajo tan fuerte que lo mata. A Richie le da una zaparapanda que han pasado cinco segundos de pelea y ya Richie parece un Cristo, y por cierto que Steven realmente le partió unos dientes a William Forsythe en el rodaje de esa escena porque, encima de todo, Seagal es infame en el mundillo por pegarle de verdad a sus co-estrellas y a los dobles.

 

Muy a pesar de todo, Out For Justice es una película que tienes que ver. Esos cinco filmes que Steven Seagal hizo desde 1988 hasta cerrar en 1992 con Under Siege, son dignísimas películas de acción donde el protagonista estaba en la mejor forma física de su vida, tenía todavía carisma en pantalla, y estaba balanceado por un muy buen elenco de reparto—en Under Siege está con Gary Busey Y con Tommy Lee Jones. Son películas de acción típicas de su época, pero también cuentan con elementos que no ves en las aventuras de otros héroes, y las peleas son originales y vistosas. Mi favorita de Seagal es Marked for Death (1990, tiene todos los elementos del basurómetro que calientan mi reseco corazón), pero la mejor, francamente, es Out For Justice, un cuento de corrupción, mafiosos, violencia y amor a los perritos que vale cada dólar que hizo en taquilla, en una época donde nos creíamos las patrañas del Seagal.