Título original: The Island of Lost Souls
Director: Erle C. Kenton
Guion: Philip Wylie, Waldemar Young
Elenco: Charles
Laughton, Bela Lugosi, Richard Arlen, Leila Hyams
Cinematógrafo: Karl
Struss
País: Estados
Unidos
Año:
1932
Tópicos: Ciencia
ficción, engendros, clásicos
Canción
recomendada: Esta era fue el amanecer de la banda
sonora. Como tal, la peli no tenía soundtrack destacable.
Nadie pone en duda que los monstruos de Universal
Studios eran los dueños de la primera era dorada del terror. Tal vez es por
eso, porque estamos tan familiarizados con la imagen de Drácula, del Hombre
Lobo, del Monstruo de Frankenstein, que mucho
del impacto terrorífico en aquellas películas ha desaparecido, dando paso a un
elevado valor histórico y narrativo. Es la opinión de este autor que sólo
dos películas de la era mantienen su capacidad para inquietar e inducir pavor:
La infame Freaks, y la tenebrosa Isla de las Almas Perdidas, una verdadera joya del cine, tan espantosa que estuvo prohibida en
Suecia y el Reino Unido hasta 1958.
El náufrago Edward
Parker ha dado con una isla realmente misteriosa. Regentada por un tal Dr. Moreau, está poblada por indígenas
muy peculiares, cubiertos de espesos pelajes, dueños de su propio léxico, con
rasgos y gestos más propios de animales que de personas. En efecto, son el
resultado de los experimentos del doctor en vivisección (una senda que provocó
su expulsión de la comunidad científica). Atrapado por un cada vez más
siniestro doctor, Parker presencia de primera mano lo que pasa cuando un hombre
enloquece de poder… y su salvaje creación prueba sangre por primera vez.
En caso de que no lo sepas, esta es la primera y la mejor adaptación del clásico de H.G. Wells, La Isla del Dr. Moreau (aléjate de
la desastrosa versión de 1996), pero aunque el libro sentó un imborrable
precedente en la ciencia ficción, esta
película es innegablemente de terror –tanto así que el autor del libro se
sintió repelido. Todo está en la atmósfera, una selva espesa, niebla (real,
con la iluminación real del set) y sombras, un claroscuro más cerca del
expresionismo que del cine noir. El juego de sombras se afinca conforme el
aparentemente inocente Moreau se hace más siniestro; esta película –al igual
que Drácula y Frankenstein- es de antes de la invención del soundtrack, pero ese
silencio beneficia a la calidad creepy del resultado. Hay muchos clichés, no te
lo niego (el científico loco y la sempiterna escena del monstruo y la
doncella), pero en todo donde la película todavía funciona, funciona pero que
muy bien.
Otra cosa apasionante de la película es cómo juega con
la violencia, en una época en que era impensable mostrar un asesinato en
cámara. Personajes mueren, pero el manejo de Kenton (dirigió muchas películas
antes y después de esta, sin alcanzar las altas notas de acá) te muestra las cosas hasta cierto punto,
casi probando qué tan lejos puede llegar –un conocedor del cine alzará las
cejas, “¿Vas a mostrar eso en 1932?” Las
escenas más cruentas nos presentan al laboratorio del doctor, donde lo vemos
trabajar en vivo y directo. La voz de las criaturas, que oscilan entre lo
humano y lo animal (mezcla de sonido que, cuenta la leyenda, hizo vomitar a la
audiencia de la época), se desgarra a gritos ante la insensible tortura de
Moreau. Incluso en blanco y
negro, this shit is fucked up.
Charles Laughton está a sus anchas como Moreau,
performance que basó en su dentista y que puedes trasladar a cualquier sátrapa
borracho de poder. Verlo pasar de la ilusión al desengaño es un arco que vale
la pena. Pero el que se roba el show,
por supuesto y cómo no, es nuestro adorado Bela Lugosi, en un papel de reparto
como brújula moral de las criaturas. Lugosi, que aceptó el rol por mucha
menos plata que sus colegas (estaba en la quiebra, la cruz de su existencia),
aparece pocas veces y en cierta manera es impresionante que una estrella de su
estatura reciba un papel que no protagónico. Yo pienso, a cambio, que ese es
uno de los mayores triunfos del film. Su
maquillaje es uno de los más aterradores y lo complementa con su lenguaje
corporal y su voz. This
son of a bitch just knew how to play a monster!
Toda
la película parece un crescendo al clímax de la rebelión,
cuando Moreau rompe su propia ley y empuja a una de sus criaturas al asesinato.
Los esclavos unen los puntos y comprenden que si todos los humanos pueden
morir, el amo también puede morir. Se reúnen ante un doctor que, látigo en
mano, pretende intimidarlos:
“¿Acaso se olvidaron de la casa del dolor?”
Lugosi, como el sacerdote, nos agarra el corazón en su
puño:
“¡Tú!” nos dice, cada vez más cerca de la cámara, “¡Tú
nos hiciste en la casa del dolor! ¡Y nos hiciste cosas! ¡No hombres y no bestias!
¡Parte hombre y parte bestia! ¡Cosas!”
Y el público se alza, desnudando sus malformaciones,
“¡Como yo!”
Gasolina de pesadillas. Una película fundamental y el film de terror más glorioso que la
Universal nunca sacó. Cinco estrellas de la época dorada.
Otra
por el estilo:
Freaks,
por motivos obvios.
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