jueves, 22 de diciembre de 2011

Modus Operandi de Ted Bundy



Bundy fue un inusualmente organizado criminal calculador que usó su extensivo conocimiento de metodología legal para eludir identificación y captura por años. Las escenas de sus crímenes fueron distribuidas por grandes áreas geográficas; su cuenta de víctimas se había elevado a los 20 antes de que se hiciera claro que varios investigadores en jurisdicciones bien separadas estaban cazando al mismo hombre. Sus métodos de asalto preferidos era ataques contundentes y estrangulación, dos técnicas relativamente silentes que se pueden cumplir con artefactos domésticos comunes. Deliberadamente evitaba las armas de fuego por el ruido que hacen y la evidencia balística que dejan atrás. Era un “observador meticuloso” que exploraba sus entornos en detalle, buscando lugares seguros en qué adquirir y disponer de sus víctimas. Era inusualmente hábil minimizando la evidencia física. Sus huellas dactilares nunca se hallaron en la escena del crimen, ni hubo alguna otra inequívoca evidencia de su culpa…” al menos hasta que dejó mordidas en el cuerpo de una de las víctimas en Chi Omega y las mordidas correspondían a su dentadura (ese elementó pesó dramáticamente en su condena; NdelT) “...un hecho que repetía a menudo en los años en que intentó mantener su inocencia.

Otros obstáculos significativos para las fuerzas de la ley fueron los rasgos “genéricos” de Bundy, características físicas esencialmente anónimas, y una curiosa habilidad “camaleónica” para cambiar su apariencia a voluntad. Muy pronto la policía se quejó de la futilidad en mostrarle su fotografía a los testigos; se veía distinto en virtualmente cada foto alguna vez tomada de él. En persona, “…su expresión podía cambiar toda su apariencia al punto en que había momentos en que no estabas seguro de estar viendo a la misma persona” dijo Stewart Hanson Jr, juez en el juicio DaRonch. Bundy estaba bien conciente de su mérito inusual y lo explotaba, usando tenues modificaciones de vello facial o cabello para cambiar significativamente su apariencia como fuera necesario. Escondía la única marca que lo identificaba, una verruga oscura en su cuello, con camisas cuello de tortuga y suéteres. Incluso su Volkswagen Escarabajo resultó difícil de apuntar; su color fue descrito por testigos como metálico, no-metálico, té, bronce, marrón claro y marrón oscuro.

Su modus operandi evolucionó en organización y sofisticación a lo largo del tiempo, como es típico con los agresores seriales, de acuerdo a expertos del FBI. Al principio su M.O. consistía simplemente en forzar la entrada a un hogar tarde en la noche, seguido de un ataque con un arma contundente a la víctima durmiente. Algunas víctimas fueron atacadas sexualmente con objetos inertes; todas quedaron sobre el lecho, inconcientes o muertas. Conforme su metodología evolucionó, Bundy se volvió progresivamente más organizado en su selección de víctimas y escenas delictivas. Empleaba varias tretas para atraer a su víctima a las vecindades de su vehículo donde había escondido algún arma, usualmente una barra de metal. En muchos casos usó un yeso en una pierna o un brazo en cabestrillo, y a veces andaba en muletas, pidiendo después ayuda para meter algo en su vehículo. Otras ocasiones se identificó como un agente de la policía o de los bomberos. Bundy era apuesto y carismático, rasgos que explotó para ganar la confianza de sus víctimas. Una vez cerca o dentro de su vehículo, la víctima sería controlada, golpeada y sometida con esposas. La mayoría fueron ultrajadas y estranguladas, bien en la escena del crimen primaria o (más común) después de transportarla a una pre-electa escena secundaria, a menudo a una distancia considerable. Cerca del final de su carrera en Florida, quizá bajo el estrés de ser un fugitivo, volvió a ataques indiscriminados sobre víctimas durmientes.

En lugares secundarios removería y quemaría luego la ropa de la víctima, o al menos en un caso (Julie Cunningham), las depositaba en una caja para la beneficencia. Bundy explicó que remover la ropa era ritual, pero también práctico, ya que minimizaba la posibilidad de dejar evidencia que pudiera implicarlo (un error de fábrica en las fibras de su propia ropa proveyó de crucial evidencia en el caso de Kimberly Leach). Con frecuencia visitaba esas escenas secundarias para darse a actos de necrofilia. Tomaba fotos polaroid de muchas de sus victimas. “Cuando te esmeras para que algo salga bien”, le dijo a Hagmaier, “no quieres olvidarlo”. El consumo de grandes cantidades de alcohol era un “componente esencial”, le dijo Keppel y luego a Michaud; necesitaba estar “extremadamente ebrio” cuando iba al acecho, para “disminuir significativamente” sus inhibiciones y para “sedar” la “personalidad dominante” que temía podía prevenir a su “entidad” interna para actuar en sus impulsos.

Todas las victimas conocidas de Bundy fueron mujeres blancas, la mayoría de trasfondos de clase media. Casi todas estaban entre las edades de 15 a 25 y la mayoría era estudiantes universitarias. Aparentemente nunca se acercó a nadie que haya conocido antes (en su última conversación antes de su ejecución, Bundy le dijo a Kloepfer que se había mantenido lejos de ella “cuando sentía el poder de su enfermedad aumentándole por dentro”). Rule notó que la mayoría de las víctimas identificadas tenía el cabello largo, separado en el medio, como Stephanie Brooks, la mujer que lo rechazó y con quien se comprometió para luego rechazarla. Rule especuló que la animosidad de Bundy contra su primera novia impulsó esta serie de ataques, enfocado en víctimas que se parecían a ella. Bundy descartó esta hipótesis: “Debían ajustarse al criterio general de ser jóvenes y atractivas” le dijo a Hugh Aynesworth. “Muchos han sacado esta paja con lo parecidas que eran las chicas… pero casi todo era distinto… físicamente, casi todas eran distintas”. Reconoció que juventud y belleza eran un “requisito absolutamente indispensable” en su selección de víctimas.

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