martes, 6 de octubre de 2015

SYMPATHY FOR THE CREATURE: Freaks (1932)





Título original: Freaks
 

Director: Tod Browning
 

Guion: Tod Robbins
 

Elenco: Harry Earles, Olga Baclanova, Henry Victor, Daisy Earles, Daisy y Violet Hilton, Wallace Ford
 

Cinematógrafo: Merritt B. Gerstad
 

País: Estados Unidos
 

Año: 1932
 

Tópico: Deformidades, circo, cine transgresor





El cine de terror se fundamenta en la evocación de sentimientos desagradables. Busca impresionarte, incomodarte, hacer que, cuando las luces se apaguen y todo está en silencio, te arrepientas por tu curiosidad. He ido al cine muchas veces a ver películas de terror y siempre consigo gente que se queja al salir por problemas no del film, sino de sus expectativas. Es el “pacto tácito” de la teoría cinematográfica, la película “te ofrece” algo y tú vas a ver lo “ofrecido”. Porque si vas a ver una película titulada “Masacre en Texas”, no sé por qué otra cosa estás pagando la entrada.
 

Y eso, las expectativas de la audiencia, fue el problema que consiguió Tod Browning con su película más personal. Browning proviene de un trasfondo circense: Nacido en familia acomodada, abandonó el hogar en la adolescencia para unirse a las ferias y fue ahí donde se enamoró, ejerció de payaso, acróbata, contorsionista y entró en contacto con los freak shows. Esa fascinación la compartía con Lon Chaney, como eventualmente demostraron en The Unholy Three, de 1925. Tras su enorme éxito para la Universal, Drácula, la MGM contactó al famoso director, deseando producir filmes de terror también.


Browning les entregó Freaks, la historia de una hermosa trapecista, Cleopatra, que está “enamorada” de uno de los enanos del circo, Hans. Y lo pongo así, entre comillas, porque el verdadero interés de Cleo yace en la herencia que obtendrá al casarse con el enano y asesinarlo. Disfrutará el dinero con su amante, Hércules, el fortachón del circo.



Y para poder ganarse la confianza de Hans, Cleopatra debe envolverse en el mundo de su futuro esposo: los fenómenos deformes. Inicialmente desconfiados, pronto la van aceptando y otorgan su bendición a la unión (salvo Frieda, la otra enana, enamorada sin comillas del novio). La boda ocurre y Cleopatra, que tiene mala bebida, se pasa de sincera ante su nueva familia. La humillación a la que los somete es tal que los freaks entienden de qué va el asunto, se unen para proteger a uno de los suyos y darle una lección a la verdaderamente horrorosa mujer.

La trama no es nada de qué escandalizarse, ¿verdad? Bueno, Browning cometió el error de contratar a freaks reales para la película (recuerda los problemas que Frankenstein tuvo con la censura, recueda el contexto histórico en el que estamos hablando). Así, tienes a Johnny Eck (“El mitad-de-hombre”), Martha Morris (“La mujer sin Brazos”), Josephine-Joseph (“El Hermafrodita”), Olga Roderick (“La Mujer Barbuda”), Prince Randian (“El Torso Humano”), las hermanas Daisy y Violet Hilton (“Las Siamesas”), Peter Robinson (“El Esqueleto Viviente”), Koo Koo (“La Mujer Pájaro”) y Elvira y Jennie Lee, junto a Schlitze (“Los Cabeza de Chorlito”). Es importante resaltar que la película no es amarillista ni grotesca en su acercamiento: La película funciona como un “Circus Confidential”, lo que ocurre tras cámaras en la vida circense. La apuesta de Browning era que, sí, la audiencia se impresionara, pero fuese capaz de superar el estigma y ver que, en realidad, los “freaks” son gente normal, con sentimientos, que funcionan como una familia con alegrías y pesares. Estaba retando las sensibilidades de la audiencia hacia estos artistas (que lo eran, y muchos hacen sus trucos para la cámara –notable Prince Randian, nacido sin brazos ni piernas, armando, encendiendo y fumando un cigarrillo). En realidad, si tú ves Freaks, te identificas es con ellos, no con Cleopatra o Hércules, que resultan ser los verdaderamente malvados, a pesar de ser ideales de físico.



Y todo está dirigido con maestría. Las escenas que involucran a “fenómenos” son grabadas con perspectiva corriente, pero en el momento en que entra una persona físicamente normal, la perspectiva cambia, para demostrarte que, entre ellos, se ven y aceptan como los normales nos aceptamos. Hay muchas escenas donde los freaks comparten (como la escena del lago o la boda) y no te voy a mentir, sí requiere preparación mental porque hay cosas que pegan. Ver a los enanos, o a las siamesas o a la mujer barbuda no representa mayor transgresión, pero los demás sí salen de los patrones de normalidad. La buena noticia es que, si no eres un imbécil, eres capaz de superar esa barrera a los pocos minutos y funciona la visión del director, eres capaz de acoplarte con el circo de manera que conseguirte a estos artistas se hace más normal.

Y, por si te lo preguntas, los freaks no eran explotados. Browning los quería y respetaba y muchos de ellos (como las siamesas Hilton), sólo fueron apreciados durante el rodaje de la película. Schlitze (uno de los microcefálicos), por ejemplo, sólo entró en depresión cuando “por razones humanitarias”, se le sacó del circo a un hospital; su ánimo mejoró tan pronto volvió a las luces. Lo suyo era cantar y bailar para la gente. Los freak shows le proporcionaban a “los anormales” un entorno en el que ser queridos, apreciados y aceptados y ese es uno de los temas principales del film.


Browning, entre los performers.


Pero para el público de 1932, la película fue “una abominación”. La MGM demandó numerosos cortes (muchos de los cuales son fragmentos perdidos para siempre) y aun así, el resultado final fue impresentable. Los críticos destruyeron al film (permaneció prohibido por 30 años en el Reino Unido). No era una cosa de “No me gustó la película, no me gustó la historia”; era “Esta película es aberrante, producto de una mente enferma y no muestra sino asquerosidades repulsivas”. En Harrison’s Report, el crítico escribió “Cualquiera que considere que esto es entretenimiento debería ser internado en el manicomio”. The Kansas City Star: “No hay excusa para esta película. Hace falta una mente débil para producirla y estómago fuerte para verla”. Pocos, como el New York Herald Tribune, fueron capaces de aventurarse, “La película es obviamente un desagradable y repulsivo producto (…), pero de cierta manera, no sólo es emocionante sino ocasionalmente conmovedora”.


Imagino que la escena que para mí es la piéce de résistance, aquella en que los freaks lanzan su venganza en una noche de tormenta, se le habrá grabado a mucha gente en las retinas, coronada sólo por un final perfecto de terror.



De poco le valió a su director. Freaks perdió plata y Browning fue vetado de la industria. Aunque luchó por volver al negocio que hizo suyo, se vio forzado a retirarse, falleciendo en relativa oscuridad en 1962. Y es una lástima, porque en esa década, con el nacimiento y auge del grindhouse, la película se volvió a mostrar en su mejor restauración y el público sí la supo entender. Pronto Freaks fue vista como lo que es: Una obra maestra demasiado avanzada para su época. Hoy, una copia reposa en la Librería del Congreso de los Estados Unidos y en Rotten Tomatoes se lanza un puntaje de 93%, con una sentencia que lo dice todo: “El tiempo ha sido amable con esta leyenda del horror: Freaks se las arregla para asustar, impresionar e incluso conmover a los espectadores de formas que las audiencias contemporáneas se perdieron”.


El film aún es más o menos oscuro (en el sentido de que no es tan famoso), de manera que nadie lo va a comentar en tus reuniones de niñitos hípsters imbéciles donde todos hablan de las mismas películas (demostrando que realmente nadie ha visto nada) y existe una exagerada preocupación por lo políticamente correcto (muchas audiencias modernas son repugnantemente conservadoras), pero si te interesa el cine, no digamos el cine de terror, sino el séptimo arte en general, Freaks es una película que no puedes ignorar.


6 comentarios:

  1. Ah, los circos... Como espectáculo me producen un sentimiento que no sé explicar, pero que me impide totalmente asistir a verlos. ¿Me pasará lo mismo con Freaks? Ya veremos.

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    1. Mente abierta y resistencia. Tiene imágenes que no son tan fáciles, pero es una buena historia.

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  2. Ah, los circos... Como espectáculo me producen un sentimiento que no sé explicar, pero que me impide totalmente asistir a verlos. ¿Me pasará lo mismo con Freaks? Ya veremos.

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  3. Ah, los circos... Como espectáculo me producen un sentimiento que no sé explicar, pero que me impide totalmente asistir a verlos. ¿Me pasará lo mismo con Freaks? Ya veremos.

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