Título original: The Bride of
Frankenstein
Director: James Whale
Guion: William Hurlbut, John L. Balderston
Elenco: Boris Karloff, Colin Clive, Elsa Lanchester, Ernest
Thesiger, Dwight Frye
Cinematógrafo:
John J. Mescall
País:
Estados Unidos
Año:
1935
Tópico:
Monstruos, científicos locos, Universal Monsters
Cuando uno habla de secuelas que rivalizan con sus
primeras partes, se suele citar a Terminator
2, Aliens, El Padrino 2, Dawn of the
Planet of the Apes, Mad Max: The Road
Warrior… pero yo lo echo más para atrás, a la película de 1935 por el mismo equipo que nos brindó la
legendaria Frankenstein: La Novia de Frankenstein, por James
Whale.
Esta vez, la trama es más cercana al libro, tan cercana
que abre con la ahora legendaria noche
en que los jóvenes bohemios decidieron contarse historias de terror para
entretenerse (así es como nació El
Vampiro de Polidori y la novela más famosa de Mary Shelley). Shelley,
interpretada por la actriz más bella que ha bendecido a una película en blanco
y negro, Elsa Lanchester, nos narra
la continuación de la primera parte, que arranca justo donde la anterior se
quedó. El monstruo ha sobrevivido al linchamiento en el molino y, extraviado en
el bosque, va a parar a la cabaña de un ciego, con quien aprende a hablar. Este es el primer sabor de bondad que el
monstruo consigue, cuando incluso sus buenas acciones han sido recibidas
con desprecio.
Mientras tanto, Henry
Frankenstein también ha sobrevivido y se recupera junto a Elizabeth, con
quien se casará y dejará la pesadilla de su impía creación. No cuentan con la
aparición del Dr. Septimus Pretorius
(buen nombre, ¿eh?), que trata de devolver a Henry a los malos pasos. La
pesadilla se niega a morir y el monstruo
se aparece ante su creador, ahora capaz de hablar y razonar. En un mundo
que lo ha tratado con crueldad, sólo desea alguien que lo comprenda. Henry no
tiene opción: Debe volver al laboratorio y el Dr. Pretorius sabrá sacarle
provecho.
Personalmente considero a esta película más interesante
que la original. Para una audiencia moderna, la original es una monster movie
by the numbers, pero The Bride trae
nuevos elementos que sacuden un poco la dinámica. El monstruo ya no sólo gruñe,
sino que es más articulado (James Whale
compuso los diálogos partiendo del vocabulario conseguido en niños de diez
años, cosa que Karloff detestó) y Clive, que estaba mucho más alcohólico,
volvió al rol, a pesar de los deseos de los productores. “Su calidad histérica es necesaria para el film” sentenció Whale y
vaya que tenía razón.
Las adiciones más importantes vienen por los nuevos
roles. Dwight Frye volvió, pero como
otro sirviente jorobado que no es muy distinto a Fritz (este se llama “Karl”,
¿qué quieres que te diga?) y Ernest Thesiger asume el papel de Septimus
Pretorius. Mucha gente ha especulado que Pretorius no era sino un personaje
representante de Whale y que la
invitación a Henry para crear vida juntos tenía trasfondo homosexual —el
director era una rareza en el Hollywood de la época, porque era abiertamente
gay. Ese es un aspecto de la película que no podemos ignorar; para muchos analistas y estudiosos del
cine, Pretorius es el primer personaje homosexual del cine mainstream. El tipo
es flamboyant, súper culto, solitario
y uno no sabe si su pegue con Henry es
porque está interesado en la creación científica o en el creador (Whale
llegó a explicarle a Thesiger en el set que “estás enamorado de Henry y el
monstruo es tu herramienta”).
Colin Clive, de quien se rumoreaba su bisexualidad, nos otorga una vez más a un Henry al borde
de un colapso nervioso. El tema de la sexualidad vuelve, porque aunque
textualmente es obvia la lucha del doctor por estar lejos de su creación,
podrías darle el subtexto de que está entre el amor de Elizabeth y Septimus.
Boris estira mejor su histrionismo (si te das cuenta, en la primera tiene las
mejillas hundidas y en esta no; es porque en la primera tenía prótesis y acá no
las podía llevar porque tenía que hablar). Whale repitió a sus actores ancla
porque “Vale la pena repetir a un buen
elenco” y las variaciones que añaden Thesiger y Lanchester funcionan a la
perfección.
La historia está muy bien construida. En la primera
parte, el monstruo no era sino eso; acá
es un personaje. Tiene un arco, lo vemos pasar de la criatura casi salvaje que
es en Frankenstein, a alguien capaz
de aprender tras las persecuciones a las que es sometido. Es imposible no sonreír
al verlo aprender con el ciego (“Frrriend… good… smooke… baaaad”) y la escena
en que le agarra el gusto al cigarro tiene su deliberado humor. Cuando se
consigue con Pretorius, nuestro interés se crece: Sabemos lo que quiere el
monstruo y sabemos lo que quiere el doctor. Es cosa de presionar a Henry.
Elizabeth esta vez tiene un papel más activo y es ella quien salva a nuestro
protagonista.
A lo mejor es que Hollywood estaba un poquito más
sofisticado (¡ya existen los soundtracks!) y eso apela a mis gustos de
espectador moderno, pero esta me gusta más, pues.
La
intervención de la icónica Novia es maravillosa,
dejaré que tú la veas. Es difícil imaginarnos una situación en que alguien
pueda robarle cámara a Boris Karloff, pero helo ahí, Elsa Lanchester es
apasionante tan pronto asume el peinado a lo Marge Simpson.
James Whale, que hizo lo posible por evitar una secuela,
nos otorgó un producto de la más alta
factura. Es curioso que entró en el cine de terror escapando a la fama de
director de películas de guerra (fue oficial de la Gran Guerra) y ahora no
conseguía trabajo en otro género. Fue pasando al retiro, aunque estuvo
orgulloso de sus trabajos. Si quieres saber más sobre la interesantísima vida
de ese hombre, te recomiendo la peli
biográfica Gods and Monsters,
donde es encarnado por Gandalf himself,
Sir Ian McKellen. Es la clase de
películas que te ofenderá si eres un idiota (es franca en cuanto a la
sexualidad), pero un amante del cine y
su historia no se la puede perder, te la recomiendo sin dudarlo.
Si
te quejas de las películas en blanco y negro y esta no te seduce, nada más lo
hará. Sería injusto decirte que te saltes Frankenstein y veas esta directamente,
porque la primera entrega es un hito del cine y al menos te servirá de
trasfondo para lo que vas a ver, pero si
debes ver una sola peli de los Universal
Monsters, está es la elección. Roger Ebert (un verdadero académico del
cine) dijo muchas cosas geniales y una fue “muchos cinéfilos dicen que no ‘gustan’
del cine en blanco y negro. En mi opinión, se están prohibiendo a sí mismos
buena parte del misterio y la belleza de las películas. El blanco y negro es
una elección artística, un medio que tiene fuerzas y tradiciones, especialmente
en su uso de luz y sombra. El público tiene, por supuesto, su derecho a
rechazarlo, pero no es algo de lo que deberían sentirse orgullosos. Los revela
como, francamente, analfabetos cinéfilos. He sido descrito como un snob en este
tema, pero los snobs excluyen, no incluyen. Excluir el blanco y negro de tus
elecciones es un reconocimiento de poseer una mente cerrada, imaginación
limitada o pobre gusto”.
Sigue su consejo. Ve The Bride of Frankenstein.
Coye, chico... jamás me había interesado el cine B/W hasta ahora. Lo has logrado. La narrativa tan suelta y amena de "Sympathy for the creature" lo ha hecho una -si se permite usar la palabra- colección interesante. Me encanta, y ya empieza la mala costumbre mía de pedir que escribas y escribas y escribas...
ResponderEliminarExcelente! :D
EliminarHay muchas pelis en B/W que no he comentado acá de esa época, pero tengo sólo 31 días. Esta es una buena introducción, a mi juicio. El ritmo dramático es distinto a la modernidad, pero te adaptas. Espero que te gusten!