Título
original: Psycho
Director:
Alfred
Hitchcock
Guion:
Joseph Stefano
Elenco:
Anthony Perkins, Janet Leigh, Vera Miles, John Gavin
Cinematógrafo: John L. Russell
País: Estados Unidos
Año: 1960
Tópicos: Terror psicológico, asesinos, suspenso
Tema sugerido: Un soundtrack legendario.
Y llegamos al terror
moderno.
La opera prima de
Alfred Hitchcock es un ejemplo insigne
sobre cómo manipular a tu audiencia. Psycho
salió durante el apogeo de la Hammer, cómoda con lo gótico y el vampiro. Hitchcock nos llevó a la actualidad y nos
enseñó que el monstruo puede ser cualquiera.
Marion Crane está frustrada por la relación con su novio, Sam Loomis. Quieren casarse, pero Sam no tiene el dinero para
costearlo. En un momento de impulsividad, Marion le roba $40.000 a un cliente
importante y emprende un viaje de Arizona a California, donde empezar una nueva
vida con Sam. Con los nervios de punta ante la eventualidad de ser descubierta,
para en un hotel de carretera para descansar.
El regente del hotel, el
atractivo y educado Norman Bates, la
recibe y conversa con ella sobre los inescrutables designios del destino. Para
Marion, el joven no es más que un tímido hombre sobreprotegido por su madre,
con quien vive. No sabe que a la señora Bates no le gustan las mujeres, sobre
todo las guapas, que pueden corromper a su hijo. Para proteger la inocencia de
Norman, la Señora Bates es capaz de
lo que sea.
Alfie rompió el molde
en muchos sentidos con esta peli. Partiendo
de la novela Robert Bloch, le dio el primer cambio al famoso Norman. En el
libro, es descrito como un gordito con calva naciente y lentes. Hitchcock lo volvió carismático, dándole el
papel a Anthony Perkins. ¿Recuerdas cuando dijimos que durante décadas el
terror occidental asociaba a la maldad con deformidad? Hitchcock sorprendió a la audiencia al hacer de Norman, el principal
cómplice de la homicida, accesible. No es evidentemente malicioso. Es como
si hoy en día le dieras el papel a Taylor Lautner o, no sé, a uno de los chamos
de las Hunger Games.
Y Perkins está
impecable en el rol. Puedes sentir su
culpa y tormento ante las acciones de su madre, puedes imaginar el abuso
del que fue víctima. Amo la escena en la que habla con el detective, fíjate el
modo en que tartamudea. Siempre he admirado eso de los actores, la forma de no
escupir el diálogo del guión, sino hacerlo sonar natural (la verdadera marca del
histrión). Anthony sabía que asumía un riesgo al aceptar el papel (un niño
bonito de Hollywood), pero estaba en buenas manos.
La otra elección
notable del casting es la de, por supuesto, Marion Crane, interpretada por
Janet Leigh. Es como que le dieras el papel a Noomi Rapace o a Charlize Theron.
No voy a explicar qué es lo que lo hace genial, pero ha sido imitado mil veces, como todo lo de Hitchcock y, como todo
lo de Hitchcock, siempre funciona.
Y todo nace de Alfie, el
maestro del suspenso. La escena de la ducha es tan famosa que es ícono de la
cultura pop (si no la has visto y no sabes nada de esta película, ve a verla,
no busques nada en YouTube)… (no seas mamarracho). Los censores estaban
decididos a cortarla porque era demasiado gráfica. Hitchcock les dijo que miren
bien: La escena te manipula al hacerte
pensar que viste mucho más de lo que pasó. Tu mente completa todo y no hay nada más aterrador que lo que puedes
imaginar.
Podemos hacer un
ensayo largo sobre las técnicas de Hitch para crear suspenso y ambiente (por
cierto que pilla el cameo empezando la película). Nos une a Marion y a Norman, ambos
vienen de caminos diferentes pero pueden entenderse. Se sienten culpables de
algo que no se pueden confiar. Es una
dinámica hermosa porque somos cómplices de los dos: ellos no saben el
secreto que esconde el otro, pero nosotros sí (bueno, más o menos). Queremos
decirles, pero estamos condenados a mirar sin intervenir. Y de ahí brotan los
nervios. De aquí en adelante, vas a notar cómo surgen referencias
hitchcockianas cada tantos años, Alfred
Hitchcock es quizá el autor más influyente del género.
Otra genialidad es que
Alfred instauró una política especial en el cine. En estos años, era normal que
tú compraras tu entrada a una hora de haber empezado la película. Para esta se
coordinó algo revolucionario: Después de
que empiece la película, no se venden más entradas. Hitch sabía que para que el suspenso funcionara y la
tensión pagara, el espectador tenía que agarrar la película desde el principio,
e invitaba a la audiencia, “No importa lo que veas, no se lo cuentes a nadie”.
Y lo respeto: mido mis palabras para que descubras tú mismo a una obra maestra.
Uno de mis momentos
más sabrosos de cinéfilo fue el mostrarle esta película a un pana que se las
daba de sabelotodo del cine. Cincuenta minutos in, estaba con una mano en los
labios, hipnotizado y tenso.
“El tipo la está
encubriendo” me dijo.
Cincuenta años más tarde y Hitchcock todavía hace lo que
le da la gana con nosotros.
Zambomba !!! Bien !!!
ResponderEliminarLa película se está cargando en estos momentos. No diré más...
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