lunes, 12 de octubre de 2015

SYMPATHY FOR THE CREATURE: Psicosis (1960)





Título original: Psycho

Director: Alfred Hitchcock

Guion: Joseph Stefano

Elenco: Anthony Perkins, Janet Leigh, Vera Miles, John Gavin

Cinematógrafo: John L. Russell

País: Estados Unidos

Año: 1960

Tópicos: Terror psicológico, asesinos, suspenso



Y llegamos al terror moderno.

La opera prima de Alfred Hitchcock es un ejemplo insigne sobre cómo manipular a tu audiencia. Psycho salió durante el apogeo de la Hammer, cómoda con lo gótico y el vampiro. Hitchcock nos llevó a la actualidad y nos enseñó que el monstruo puede ser cualquiera.

Marion Crane está frustrada por la relación con su novio, Sam Loomis. Quieren casarse, pero Sam no tiene el dinero para costearlo. En un momento de impulsividad, Marion le roba $40.000 a un cliente importante y emprende un viaje de Arizona a California, donde empezar una nueva vida con Sam. Con los nervios de punta ante la eventualidad de ser descubierta, para en un hotel de carretera para descansar.
El regente del hotel, el atractivo y educado Norman Bates, la recibe y conversa con ella sobre los inescrutables designios del destino. Para Marion, el joven no es más que un tímido hombre sobreprotegido por su madre, con quien vive. No sabe que a la señora Bates no le gustan las mujeres, sobre todo las guapas, que pueden corromper a su hijo. Para proteger la inocencia de Norman, la Señora Bates es capaz de lo que sea.

Alfie rompió el molde en muchos sentidos con esta peli. Partiendo de la novela Robert Bloch, le dio el primer cambio al famoso Norman. En el libro, es descrito como un gordito con calva naciente y lentes. Hitchcock lo volvió carismático, dándole el papel a Anthony Perkins. ¿Recuerdas cuando dijimos que durante décadas el terror occidental asociaba a la maldad con deformidad? Hitchcock sorprendió a la audiencia al hacer de Norman, el principal cómplice de la homicida, accesible. No es evidentemente malicioso. Es como si hoy en día le dieras el papel a Taylor Lautner o, no sé, a uno de los chamos de las Hunger Games.

Y Perkins está impecable en el rol. Puedes sentir su culpa y tormento ante las acciones de su madre, puedes imaginar el abuso del que fue víctima. Amo la escena en la que habla con el detective, fíjate el modo en que tartamudea. Siempre he admirado eso de los actores, la forma de no escupir el diálogo del guión, sino hacerlo sonar natural (la verdadera marca del histrión). Anthony sabía que asumía un riesgo al aceptar el papel (un niño bonito de Hollywood), pero estaba en buenas manos.

La otra elección notable del casting es la de, por supuesto, Marion Crane, interpretada por Janet Leigh. Es como que le dieras el papel a Noomi Rapace o a Charlize Theron. No voy a explicar qué es lo que lo hace genial, pero ha sido imitado mil veces, como todo lo de Hitchcock y, como todo lo de Hitchcock, siempre funciona.

Y todo nace de Alfie, el maestro del suspenso. La escena de la ducha es tan famosa que es ícono de la cultura pop (si no la has visto y no sabes nada de esta película, ve a verla, no busques nada en YouTube)… (no seas mamarracho). Los censores estaban decididos a cortarla porque era demasiado gráfica. Hitchcock les dijo que miren bien: La escena te manipula al hacerte pensar que viste mucho más de lo que pasó. Tu mente completa todo y no hay nada más aterrador que lo que puedes imaginar.

Podemos hacer un ensayo largo sobre las técnicas de Hitch para crear suspenso y ambiente (por cierto que pilla el cameo empezando la película). Nos une a Marion y a Norman, ambos vienen de caminos diferentes pero pueden entenderse. Se sienten culpables de algo que no se pueden confiar. Es una dinámica hermosa porque somos cómplices de los dos: ellos no saben el secreto que esconde el otro, pero nosotros sí (bueno, más o menos). Queremos decirles, pero estamos condenados a mirar sin intervenir. Y de ahí brotan los nervios. De aquí en adelante, vas a notar cómo surgen referencias hitchcockianas cada tantos años, Alfred Hitchcock es quizá el autor más influyente del género.

Otra genialidad es que Alfred instauró una política especial en el cine. En estos años, era normal que tú compraras tu entrada a una hora de haber empezado la película. Para esta se coordinó algo revolucionario: Después de que empiece la película, no se venden más entradas. Hitch sabía que para que el suspenso funcionara y la tensión pagara, el espectador tenía que agarrar la película desde el principio, e invitaba a la audiencia, “No importa lo que veas, no se lo cuentes a nadie”. Y lo respeto: mido mis palabras para que descubras tú mismo a una obra maestra.

Uno de mis momentos más sabrosos de cinéfilo fue el mostrarle esta película a un pana que se las daba de sabelotodo del cine. Cincuenta minutos in, estaba con una mano en los labios, hipnotizado y tenso.
“El tipo la está encubriendo” me dijo.

Cincuenta años más tarde y Hitchcock todavía hace lo que le da la gana con nosotros.

3 comentarios: