lunes, 5 de octubre de 2015

SYMPATHY FOR THE CREATURE: Frankenstein (1931)




Título original: Frankenstein



Director: James Whale



Guion: Francis Edward Faragoh, Garrett Fort, John L. Balderston



Elenco: Boris Karloff, Colin Clive, Dwight Frye, Mae Clarke



Cinematógrafo: Arthur Edeson



País: Estados Unidos



Año: 1931



Tópico: Monstruos, científicos locos, Universal Monsters






1931 fue el año en que Universal sentó las bases para su franquicia más lucrativa (y hoy lucha por renovarse): Universal Monsters. Aunque Lon Chaney, considerado el primer actor de terror de la historia, fue el primer promotor, no fue sino hasta que llegó Bela Lugosi y el hombre que le haría la competencia, William Pratt, mejor conocido por su nombre artístico, Boris Karloff, que la cosa agarraría vuelo. Y su salto a la fama vino con la adaptación de la obra de Mary Shelley, dirigida por James Whale.



Al igual que Drácula, la película no está basada tanto en la novela, sino en la obra de teatro. Todos los elementos en los que uno piensa cuando se dice “Frankenstein”, el castillo, la multitud con antorchas, el ayudante malévolo y jorobado, no existen en la novela (y esta es la primera vez que se asocia la resurrección con electricidad, en el libro el método es ambiguo). Sí existe el científico loco, pero en el libro se llama “Victor”, acá es “Henry”. Y una última cosa: El monstruo es anónimo. El epónimo Frankenstein es por el apellido del científico, no por la criatura.



El doctor Henry Frankenstein está obsesionado con descubrir la fuente de la vida. Con su ayudante, Fritz, saquea de tumba a tumba hasta armar un hombre con distintos cadáveres. La criatura es, efectivamente, resucitada; tonto y sencillo, el monstruo pronto demuestra peligrosas tendencias ya que Fritz, que tortura a la criatura a placer, cometió el terrible error de procurar el cerebro de un asesino. Y cuando la criatura escapa, es responsabilidad de Henry hacerse responsable por lo que ha liberado en el mundo.



Uno de los elementos principales de esta película es una idea que perduró durante décadas en la cultura occidental: Deformidades físicas equivalen a maldad. Eras capaz de reconocer quiénes eran los malos porque eran visiblemente siniestros —a veces con nombres malignos, como Bela Lugosi en la primera película de zombis, White Zombie (su personaje era “Murder Legendre”, imagínate).

A lo mejor me equivoco, pero no fue sino hasta los años 60 en que el concepto de “la banalidad del mal” se aplicó en el cine (y con excelentes resultados por Alfred Hitchcock), pero acá tenemos un ejemplo clásico: Henry, aunque atractivo, está evidentemente loco (tremenda actuación de Colin Clive, que de verdad estaba sufriendo con un alcoholismo que lo destruiría poco después), el monstruo, con uno de los maquillajes más famosos e imitados de la historia, es malévolo, así sea por inocencia. Pero quizá el que se lleva el premio es Fritz, el jorobado, que es súper feo y súper hijo de puta. Dwight Frye, que interpretó (perfectamente) a Renfield en Drácula, vuelve en esta como el malvado asistente, un papel secundario más o menos parecido a lo que ya había hecho. Edward van Sloan, que hizo de Van Helsing, vuelve acá como un personaje original de la obra, el Dr. Waldman (un poco análogo a Van Helsing también). De manera que había un poco de la casa imitándose a sí misma.



Tenemos que hablar de la famosa escena de la niñita en el lago. Ahora, está restaurada y si ves la película, lo más probable es que sea una versión que la contiene, pero cuando salió originalmente, fue considerada tan aterradora que no pasó la censura. El monstruo, libre por la campiña, se cruza con una niñita al borde de un lago. Ella, que no se alerta por la apariencia de la criatura, lo invita a lanzar florecitas al agua. La criatura se entretiene brevemente, hasta que tiene otra idea: lanzar a la pequeña, que pronto se ahoga. Mind you, no presenciamos la agonía de la niña, sólo vemos que la criatura la lanza y ella se empieza a ahogar. En 1931, era demasiado.



Otra cosa que resultó chocante fue el diálogo de Henry Frankenstein cuando imbuye a su creación de vida (hay muchas connotaciones religiosas en la obra de James Whale). En la versión que salió al cine, Henry enuncia el famoso “Aliiive, it’s aliiive… IT’S ALIVE, IT’S ALIVE!!!” (tremenda escena, Colin era un tipo). Bueno, en la versión completa, el tipo dice “¡Está vivo! ¡Ahora sé cómo se siente ser Dios!”. Cuando la censura vio eso, nah-ah, too much. Al final querían recortar tantas escenas que la película no cumpliría la duración necesaria para un largometraje.


Consejo: cuando resucites a un cadáver con cerebro de asesino, trata de no antagonizarlo mucho.


Colin Clive excelente, Dwight Frye excelente, pero el que saltó al estrellato fue el intérprete de la criatura, Boris Karloff. El maquillaje es del genio en la materia que prácticamente construyó a los Universal Monsters, Jack Pierce (algunos dicen que partió de diseños de James Whale), pero es la interpretación de Karloff lo que lo volvió un ícono —muchos se han puesto la cabeza chata, pero pocos transmiten tanta personalidad. Si ves al monstruo, siempre lleva los ojos entrecerrados, a veces parece somnoliento, como si existiera en un punto intermedio entre la vida y la muerte. Su primera aparición no podría ser más elocuente, con la privilegiada dirección de Whale, un cursito sobre cómo dirigir una escena: primero, los pasos descoordinados. Luego la figura volteándose lentamente en el umbral de la puerta y una serie de close-ups cada vez más cercanos hasta que el rostro de la criatura y sus tuercas eléctricas ocupan toda la pantalla. Mi escena favorita de Karloff ocurre cuando el monstruo, prisionero en el castillo Frankenstein, entra por primera vez en contacto con el sol: la maravilla. Alza las manos hacia el cielo y se ve iluminado. Es enternecedor y horrorizante a la vez. Una perfecta escena gótica.



Karloff después diría que Bela Lugosi rechazó el papel (terminaría interpretándolo en tiempos de vacas flacas), porque no contenía líneas, pero él lo aceptó porque entendió que “Era lo que llamamos ‘un rol natural’. Cualquier actor que lo hiciera estaría destinado al éxito”. Pero es todo su crédito que, con ese maquillaje encima, es capaz de mostrar tan amplia gama de emociones.



Más que con Drácula, la Universal formaría una exitosa franquicia que empezó con este film. Es uno de los raros casos en que la secuela es mejor que la original, con la aparición de The Bride of Frankenstein, en 1935. Pero de esa hablaremos pronto…



2 comentarios:

  1. Siempre me ha parecido gracioso que se confunda el nombre del creador con el nombre de la criatura, pero bueno, cosas que pasan. En cuanto al texto, masterpiece. Qué gusto tener algo que leer, ¡y de temas tan maravillosos!

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