martes, 27 de octubre de 2015

SYMPATHY FOR THE CREATURE: Re-Animator (1985)




Director: Stuart Gordon

Guion: Stuart Gordon, William J. Norris, Dennis Paoli

Elenco: Jeffrey Combs, Bruce Abbott, Barbara Crampton, David Gale

Cinematógrafo: Mac Ahlberg

País: Estados Unidos

Año: 1985

Tópicos: Zombis, científicos locos, splatter



American Werewolf demostró una teoría de la que sólo se sospechaba: Puedes mezclar terror con  comedia y triunfar en ambos campos. Haces a la gente reír a punta de sangre y tripas. Ya se había intentado con las películas de Abbot y Costello, con resultados mixtos. Ahora quedó claro: La película, sin partir de comediantes ni chistes, podía ser graciosa dado lo ridículo de ciertas situaciones. Y si sabemos algo de los 80’ es que fue la gloria del cine gore. Aplicando las lecciones con maestría, Brian Yuzna se empató con Stuart Gordon. Re-Animator es el hijo que parieron. O revivieron, ja.

Dan Cain y su novia Megan fantasean con el futuro que tendrán. Cain es un estudiante prometedor de medicina en la universidad Miskatonic y ella es la hija del decano, con sus propios talentos. Aunque ahora deben mantener la relación en secreto y Dan tiene sus problemas económicos, están seguros de que el rompecabezas puede resolverse. No esperan que un nuevo estudiante se filtre en sus vidas, el distinguido Herbert West. Llegado de Austria en circunstancias extrañas, el obsesivo West cuenta con un invento que revolucionará la ciencia: un suero resucitador. Si no fuese tan imperfecto…

Si has leído a H. P. Lovecraft, la historia y los nombres te suenan familiares. Lovecraft es famoso por ser un “inadaptable”: sus historias son tan surreales que nadie sabe exactamente cómo acercárseles. Valientes y logrados esfuerzos hemos visto con la película del 2005, The Call of Cthulhu y el videojuego Dark Corners of the Earth. Pero esta película, que pretendía montarse como obra teatral hasta que Yuzna convenció a Gordon para el trasplante a celuloide, es la recreación más celebrada, conservando el esqueleto original y llevándolo a la actualidad.

Jeffrey Combs es el que se roba la película, como el maniático West. En la vena de Cushing, es la apoteosis de los científicos locos. No es exactamente la clase de personas con la que te identificas, a menos que sientas pasión por algo. El tipo es un entusiasta de la medicina que se desvió hacia lo prohibido y sentimos que, en ese viaje, un par de tuercas se le soltaron. Es entonces que necesita de un aliado, Dan, que pasa la película entre dubitativo apóstol y horrorizada víctima. Con un guión tan bien hecho, queremos saber más del moderno Frankenstein. En lo personal, estoy esperando la oportunidad para usar casualmente alguna de sus líneas en mi vida cotidiana (“Who’s gonna believe a talking head? Get a job in a sideshow”).

Y eso es algo que amo de ese libreto. Tiene muchos hoyos de trama, pero te la presentan para que no te des cuenta. ¿Cómo West hace su suero? ¿Cuánto tiene? ¿Por qué se ve así? Nunca lo sabremos, pero no quedamos con ganas de saberlo. Son esas preguntas que puedes evadir cómodamente como escritor, porque además le suman misterio al personaje. Y tiene sentido: West es un celoso, teme que le roben su creación. Así como Victor Frankenstein no quiso explicar el quid de su invento, el doctor West permanece receloso con el mundo.

“La escribimos a propósito como una película de terror de mal gusto” dice Yuzna. “Como Stuart y yo éramos novatos, pensé que si nos enfocábamos en el terror y la sangre, nos ganaríamos al menos a la audiencia hardcore, por muy deficiente que estuviésemos en otras áreas. Quería que fuese comercial, no quería pasarme la siguiente década en deuda. Fue el ejemplo perfecto de suerte de principiante”.

Y cuánta sangre. Sabemos que Dawn of the Dead fue el pistoletazo de salida del cine gore, que fue aumentando con cada paso que daban Tom Savini y Gianetto de Rossi. Para 1985, la vaina era un arte digno de admirarse. Acá hacen magia y parte de la maravilla está en el “¿Cómo hicieron eso?” Esto es entonces más que gore, splatter, definido en Wikipedia como “el subgénero del terror que deliberadamente se enfoca en retratos gráficos de vísceras y violencia”. Considérate entonces advertido, si te ofendes con facilidad o no tiendes al mal gusto, vas a odiar Re-Animator. Los veinte minutos finales son delirantes y entre menos hablemos de ellos, mejor. Me impresiona lo lejos que el equipo fue capaz de llegar. Hoy tenemos películas como The Human Centipide, con sus méritos y defectos, pero acá entrelazan aquel sangrero con una historia sólida. Por supuesto que jamás vas a conseguir esto en el mainstram (aunque se ha vuelto más o menos mainstream con el tiempo), porque una película así no pasaría la censura –elemento que jugó en su contra durante el estreno. Hay una escena en particular que te levantará las cejas y cuando creas que ya lo has visto todo, degenera en más. Esto es lo que pasa cuando cuentas un chiste y lo mantienes más allá de la línea final, hasta lo macabro y tormentoso.

Una lástima que hayamos perdido tan pronto a David Gale, que hace más que todo de antagonista acá. Tenía mucho qué dar y su papel del doctor Hill eleva al producto final.

Todo aficionado del terror debe rescatar a nuestro ejemplar de hoy, un festival de splatter espectacular y, sí, risas. Re-Animator tiene de todo. Ponte un delantal antes de darle a “play” y disfruta con horror lovecraftiano lejos de los famosos primigenios.


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