Título
original: The
Phantom of the Opera
Director:
Rupert
Julian (y Lon Chaney ad hoc)
Guión:
Elliott J. Clawson (en disputa)
Elenco:
Lon Chaney, Mary Philbin, Norman Kerry
Cinematógrafo:
Milton Bridenbecker, Charles van Enger, Virgil Miller
País:
Estados Unidos
Año:
1925
Tópicos:
Gótico, asesinos, cine mudo
Canción recomendada: La versión que tengo vino con este fondo y así es como me hice fan de Schubert.
Cuando alguien habla
de cine mudo, siempre se hacen las mismas recomendaciones, Metropolis, Nosferatu, Caligari. Pero para mí, ningún film representa la cúspide del cine mudo como esta obra de la
Universal, dirigida por Rupert Julian. El famoso musical del Fantasma me
gustó porque, aceptémoslo, es genial, pero para cuando entré en contacto con
él, ya era fan de la historia y todo se debe a los sets, vestuario y actuación
de la estrella, cuyo nombre no podemos ignorar.
Leonidas Frank Chaney, mejor conocido como “Lon Chaney”,
era la perfecta estrella muda. Esta
historia se cuenta y no se cree: Los padres de Lon eran sordomudos. Para poder
comunicarse con ellos, Lon aprendió desde joven a utilizar su lenguaje corporal
y las mímicas. Para cuando entró en el teatro, ya era el amo de la pantomima,
ascendiendo vertiginosamente en el cine, cuando el uso del lenguaje corporal
era el principal activo de un actor.
Pero Lon acompañó su
fama con otro elemento, que lo convirtió en “El Hombre de las Mil Caras”: Era un experto del maquillaje.
Siempre elegía personajes con deformidades o amputaciones y se veía
dramáticamente distinto entre film y film. Busca una foto de El Jorobado de Notre Dame, de 1923, y
velo aquí (o busca su artículo en Wikipedia). Chaney era famoso, era anunciado
pero una vez la gente veía la película, no sabía quién era. Un tipo bastante
reservado, solía decir que, “fuera de las películas, no existe Lon Chaney”, de
manera que podía recorrer las calles sin ser acosados por la emergente prensa
de farándula.
Esta es su opera prima
(see what I did there?). La película nos habla de la cantante privilegiada Christine Daaé. Ante una repentina
oportunidad de mostrar sus talentos, la chica demuestra ser mejor vocalista que
la estrella de la Ópera de Paris. Lo que nadie sabe (ni siquiera su amigo de la
infancia, del vizconde Raoul de Chagny),
es que Christine cuenta con un tutor al que nunca ha visto. ¿Podrá ser el
rumoreado Fantasma, que plaga la
Ópera de París y mata a todo con el que se cruza?
La película es la perfecta obra gótica, salida de los tiempos en que Hollywood estaba en el
negocio del espectáculo. Hay bailes, hay majestuosidad, lo que es un milagro
considerando lo caótico de la producción. Carl Laemmle, el mecenas de la
Universal, compró los derechos como un vehículo para Chaney (un vehículo es una
película hecha para demostrar los talentos o presencia de determinado actor).
Cuando el film estuvo listo y se presentó preliminarmente, a la gente del
estudio le pareció demasiado melodramática. Sinceramente no conozco la
naturaleza de los problemas entre el director y el protagonista, pero sé que
fue Chaney el que se encargó, ad-honorem, de que la peli saliera adelante.
Y es que, desde que
entra en escena, es el acaparador de la atención, una cosa así como Heath
Ledger en la segunda de Batman. Chaney, que era el propio creador de sus maquillajes,
emuló al pie de la letra al personaje descrito en la novela de Gastón Leroux,
una calavera sin nariz, apenas recubierta de piel (un esfuerzo un poco más
ligero al realizado en El Jorobado).
Y en qué momento es
que vemos este maquillaje, una escena
icónica y la más famosa del film. La curiosidad que condena al inocente, un
elemento recurrente en el terror, El Fantasma se presenta a Christine y la
lleva a su refugio, en las catacumbas de la Ópera. “Puedes disfrutar de todo lo
que ves” dice el misterioso genio, “Pero nunca intentes remover mi máscara.
Será tu condena”. Al principio, la chica lo acepta, pero cuando El Fantasma está
extasiado, tocando para ella, podemos ver el brote de la curiosidad nacer. Se
acerca al descuidado músico, casi se arrepiente, y así, tomándolo con la
guardia baja, le arranca la careta. El
shock para nosotros es doble: Primero, vemos la horrorosa cara del
Fantasma, sorprendido, y cuando se voltea hacia Christine, tenemos el segundo,
la chica recogiéndose en un grito mudo tan efectivo que casi podemos oírlo.
Ella cae al suelo y él la acecha, tumbando el taburete del órgano, una
recreación de la muerte. Se echa sobre ella, le toma la cara y la acerca a la
suya. “¿Es esto lo que querías ver?” parece decirle, todo con lenguaje
corporal. “¿Así? ¿Te gusta?” Y entonces le da un empujón, levanta las manos al
techo… y se las lleva a su propia facha
deforme, porque está llorando. “Deléitate en mi maldita fealdad” dice el
cuadro de diálogo.
Me encanta esa fucking escena. Dicen que cuando se mostró
la película en el cine, la gente gritó y algunos hasta se desmayaron.
Toda la película es
buena. Si no sabes nada de cine mudo y eres una persona inteligente, a
diferencia de las vergüenzas humanas que salen con el “aaayyy, es que es
aburriiiido”, esta es la película que te recomiendo sin pensarlo. Olvídate de
todo lo demás, El Fantasma de la Ópera,
con Lon Chaney, es EL film imprescindible.
Hice la tarea y revisé qué había de Lon Chaney en Wikipedia. Las fotos y la GRAN lista de películas hablan por sí solas... Brillante. De nuevo, te felicito por todos y cada uno de estos textos, me encantan.
ResponderEliminarLa más grande estrella muda. Te recomiendo encarecidamente The Man of a Thousand Faces, una película biográfica de él donde lo interpreta otro legendario, James Cagney.
EliminarSi te interesa Lon y su vida, ese es un tiro al piso :)