martes, 13 de octubre de 2015

SYMPATHY FOR THE CREATURE: El Pozo y el Péndulo (1961)




Título original: The Pit and the Pendulum
 

Director: Roger Corman
 

Guion: Richard Matheson
 

Elenco: Vincent Price, Barbara Steele, John Kerr
 

Cinematógrafo: Floyd Crosby
 

País: Estados Unidos
 

Año: 1961
 

Tópicos: Locura, gótico, fantasmas
 

 

Desde muy joven le agarré cariño a los actores del terror. Chaney, Lugosi, Karloff, Cushing, Lee, Moseley, Foree y, por supuesto, Bobby Englund. Pero al que más tuve problemas adoptando fue a Vincent Price. Lo conocía de Edward Scissorhands, su fragmento hablado en la canción Thriller (es él) y Scooby-Doo. “¿Qué clase de ícono se prestaría para Scooby-Doo?” pensé.
¿Qué te puedo decir? Era un muchacho y muchacho no es gente.

Iniciada mi etapa universitaria, me lancé a los mercados de la UCV, donde me construí como connoisseur del cine fantástico. Ahí conseguías desde Metropolis hasta Cannibal Ferox y unos pedazos de escoria incompetentes que aún rondan mi caja de películas (“Trailerhouse Massacre” creo que se llama una, a non-sensical piece of shit). Y fue ahí donde conseguí La Caída de la Casa Usher, la primera colaboración entre Roger Corman y Vincent Price, para la American International Pictures. Por no dejar, la compré, a ver qué es lo que es.
 

Y paaaaaaanaaaa.
 

Price era un actor de actores. Tiene una calidad extraña de esas adoptadas en el teatro. El tipo no sólo recita sus líneas, sino que actúa con todo el cuerpo, de manera que si está mintiendo, su voz te dice una cosa (entonada para mayor efecto), y su cuerpo te dice otra. El peso del lenguaje corporal.
 

Pero por mucho que brille en Usher, esta es su obra maestra.
 

Francis Barnard viaja al Castillo Medina, en España, donde su hermana, Elizabeth, ha fallecido bajo el cuidado de su esposo, Nicholas. Automáticamente hay suspicacias porque, fíjate, la locura corre en la sangre de Nicholas. Todos en su familia, en particular los hombres, han sido unos enfermos, torturadores y asesinos –en especial su padre. Mucho se ha esforzado el ahora viudo por ser diferente, pero es incapaz de reconocer si asesinó a su esposa o no. Lo único que parece cierto es que ahora el fantasma de Elizabeth recorre el castillo, preparada para devolver la tortura a la que fue sometida.
 

A simple vista, The Pit and the Pendulum podría pasar por una joya de la Hammer, porque la estética es la misma. El tino de Corman (cuyas habilidades para rendir un presupuesto son legendarias –James Cameron, su discípulo, dijo que hizo Aliens aplicando las lecciones de Corman, capaz de hacer una escena de batalla convincente con tres tipos disfrazados y un árbol) fue la aplicación de los clásicos de Edgar Allan Poe. “Si lees las historias” llegó a decir, “no eran muy largas, así que siempre las dejábamos para el tercer acto, salvo fragmentos excepcionales. El primer y segundo acto lo construíamos fiel al espíritu de Poe”.
 

Y acá el cinéfilo se da gusto, porque tenemos al antedicho Price, que pasó a ser el rey del terror norteamericano (una bendición y una maldición, como diría Christopher Lee), como co-estrella de Barbara Steele, la bomba sexy italiana que es una fantasma bien maldita –y, así, reforzando uno de los temas de Poe: Hombre pasivo, mujer dominante.
 

Otra cosa de leyenda es el vestuario y los sets. Conforme las películas fueron generando ganancias y AIP ordenó la producción de más (ordeñaron esa vaquita hasta que echó leche en polvo), muchos elementos serían re-utilizados y las audiencias modernas pueden reconocer la utilería entre películas. La cúspide quizá fue acá, con un empleo de escenarios pintados que no tiene parangón. El famoso clímax está en un set de mentira. No existían las pantallas verdes y retocado digital, pero tenían talento y pintores grandiosos. “La preproducción fue tan buena y los actores ensayaron tan bien que cuando empezamos a grabar, todo transcurrió como un sueño” recuerda Corman.
 

“Tuve que haber sido yo” dice el Nicholas de Price, “¿No soy acaso el engendro de una sangre depravada?” Y cuando Steele, con su mejor pose de femme fatale, da con él, se prepara la escena para uno mis finales favoritos. No lo voy a discutir, pero basta con decir que recordarlo hace que me provoque volver a verlo. La película vale la pena como preparación para esto.
 

Como acotación, Vincent Price no era sólo el amo de la ceja levantada, también era coleccionista y catedrático reconocido de arte, gourmet, autor de libros de cocina, poeta y columnista celebrado. “Me gustaría ser recordado por algo en lo que firmemente creo: Hay una enorme diferencia entre ganarse la vida y saber vivir. Muchísima gente se gana la vida para llenarse la barriga. Lo que debes llenar es tu cabeza”. Sabias palabras de un renaissance man.
 

The Pit and the Pendulum, una película que le gana a la Hammer en su propio juego. Vela hoy mismo.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario