Título original: The Howling
Director: Joe Dante
Libreto: John
Sayles, Terence H. Winkless
Elenco: Dee
Wallace, Elisabeth Brooks, Dennis Dugan
Cinematógrafo: John Hora
País: Estados Unidos
Año: 1981
Subgénero: Hombres lobo, VHS gold
Tagline: Cuando los aullidos empiezan… ¡el horror
empieza!
Review
por: Lore;
Aunque en el cine de terror hay figuras y estilos
que nunca pasan de moda, en su mayoría los monstruos tienen sus épocas altas y
bajas. Tal es el caso del hombre lobo, o licántropo, que desde su aparición
allá por 1935 en El hombre lobo de Londres (Werewolf
of London) de Stuart Walker, ha pasado por una serie de cambios a lo largo
de su historia en pantalla.
Por supuesto, si el neófito o el conocido busca
licántropos del celuloide, hay una selección notable. Desde los símbolos encarnados por Lon Chaney Jr. (The Wolfman) y Michael Landon (I
Was a Teenage Werewolf), que inspiraron a medio mundo, from Stephen King to
The Cramps; pasando por las manadas
asesinas que acechan pueblitos de la campiña europea o los estados WASP de
Gringolandia, hasta los descamisados que se transforman en cánidos gigantes, con
sus dos presentaciones estándar: muñecos de torta para las adolescentes y las
adultas contemporáneas horny, o G.I. Joes para los varones y niños adultos
malpegados con videojuegos o sagas de superhéroes.
En los 80’, sin embargo, hubo una fiebre (pun
intended) por las películas de licántropos, abriendo la década con uno de los
filmes de rigor: The Howling (1981) de Joe Dante, basada en la novela de Gary
Brandner.
Durante su primer cuarto de hora, esta cinta remite
más a una historia de asesinos en serie, al intercalar escenas de las calles
más sórdidas de los Ángeles con las cámaras y pantallas de una estación de
noticias, mientras una célebre reportera, Karen White, participa en una
operación encubierta para atrapar a Eddie “The Mangler” Quist.
Esta ambientación no es para menos, ya que durante
los 70’ Estados Unidos tuvo un brote de asesinos seriales, y en el caso de
California los cultos satánicos estuvieron en el foco de los medios, Manson
family and copycats mediante. Para inicios de la siguiente década, el público
ya estaba condicionado a la violencia en las noticias, al punto de que casi le
daba igual qué podía ser real o falso; y la cinta juega hábilmente con esta
noción de principio a fin.
La protagonista escapa con vida del ataque cuasi
animal, pero queda traumatizada e incapaz de seguir con su vida normal, así que
su terapeuta le recomienda pasar una temporada en un retiro con sus otros
pacientes. Como es una peli de terror, los tiros no van para que sea una
vacación: el psiquiatra predica un discurso de conciliar el lado racional de la
psique con “la bestia interior”, el retiro se llama “La Colonia”, una jeva con
pinta de sacerdotisa de Conan el Bárbaro quiere soplarle el bistec a Karen y
todas las noches se escuchan aullidos en los alrededores. ¿Qué pasó con el
cadáver de Eddie Quist en la morgue?
Uno de los ganchos de las pelis de hombres lobo son
las transformaciones, y las que aparecen en The
Howling (de la mano del maestro
John Bottin, famoso por The Thing) cumplen el
principio de ver un accidente de tránsito: son animalísticas, grotescas y casi
dolorosas de ver, sin que puedas desviar la mirada. In other words, they worked
like a charm. No en vano definieron el estilo
de hombre lobo que predominaría en pantalla por las dos siguientes décadas, con
muy pocos filmes que lograron llegar al mismo nivel, valiendo mencionar Un hombre lobo americano en Londres, de John Landis, La
compañía de los lobos, de Neil Jordan (A.K.A. la mejor adaptación de
Caperucita Roja que no has visto aún), y Ginger Snaps, de John Fawcett.
La cantidad de referencias a otras obras de
licántropos que pululan en acá, desde los nombres de los personajes hasta las
imágenes de lobos en cuadros o en la caja boba, casi podría servir como un
juego tanto para amantes del género (ahí tienen una idea para cultura
chupística en Halloween).
Como pasa con casi todos los filmes buenos que se
producen en la meca del cine, The Howling derivó en varias secuelas que no
contaron con la participación de Dante y que fueron tan malas que no vale
verlas ni siquiera en una noche de insomnio. Pero la primera cinta no solo
terminó de catapultar a la fama al director, sino que le dio al poco atendido
licántropo otro cuarto de luna llena en el cine (pun intended!).
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