Título original: The
Giant Claw
Director: Fred F.
Sears
Libreto: Paul
Gangelin, Samuel Newman
Elenco: Jeff
Morrow, Mara Corday
Cinematógrafo: Benjamin
H. Kline
País: Estados
Unidos
Año: 1957
Subgénero: Kaiju
Tagline: ¡Una bestia voladora de cielos prehistóricos!
Review
por: Drax;
¿Sabes qué subgénero
de serie B es una delicia? Los terrores científicos de los 50’. Todo es
paranoia por lo que el átomo desató y los monstruos son mutantes y gigantes y
radiactivos, con una respuesta que casi siempre viene desde el Estado
norteamericano, con héroes guapos de quijadas pronunciadas, y encantadoras
Bettys que servirían de dóciles esposas. Sean pulpos gigantes o marcianos de
gigantes cerebros, we got apple pie and coca-cola to fight for the American
way!
La peli más
significativa de monstruos gigantes es, por supuesto, Gojira, la forma en que
la Toho tuvo de encarnar sus terrores tras el final de la Segunda Guerra Mundial.
Se inaugura así el cine de kaijus, terrores nucleares, mutaciones hórridas.
¿Sabes qué es interesante? Los japoneses hicieron una película en los 50’ sobre
un monstruo gigante que destruye Tokio, como alegoría a lo que los gringos les
hicieron y, cincuenta años después, los gringos hacen una película del mismo
monstruo destruyendo Nueva York. ¿Y quién distribuyó esa versión? Sony, una
empresa nipona.
Total, chico, que en
este subgénero hay tantas criaturas mutantes que puedes hacer un festivalcito
sólo con ellas. La que nos ocupa hoy es una de las más notorias y quizá más
importantes. The Giant Claw es una de esas que no vas a olvidar. El argumento
es funcional: un científico descubre, por azares de la vida, a un OVNI que
desaparece a un jet del ejército en pleno vuelo. Nadie le cree hasta que el
OVNI llega a la ciudad, and it’s a huge fucking bird. Parece que viene de otra
dimensión y está aquí para destruir a nuestro planeta, supongo. El resto de la
película es justo lo que te esperas. ¿Qué hay de interesante, entonces?
Te voy a hablar
claro, esta película es una ladilla hasta que aparece el monstruo de turno, y
lo digo por las razones equivocadas (o correctas, depende de tu perspectiva).
Hay versiones contradictorias de lo que pasó aquí; una dice que el productor no
tenía plata suficiente para mandar a hacer al monstruo en un estudio
profesional, y otra dice que sí tenía la plata pero no la quería gastar. El
punto es que el carajo comisionó el center-piece de su película a un estudio
independiente en Ciudad de México.
Graban todo el
metraje con los actores, termina la fotografía principal y se van a grabar las
escenas con el monstruo que los mexicanos entregaron. La mayor parte del equipo
de producción no tenía idea de cómo el ave maligna lucía.
This
is how it looks like:
La pinta ya está increíble
de por sí, pero tienes que ver la vaina en contexto. Cada vez que aparece, lo
hace con un graznido de pajarraco que es así como que un pana grabó el alarido
una vez, y repitieron esa vaina en postproducción. Es el mismo graznido
siempre, de un monstruo súper pirata que cuelgan de algo y ponen un fondo de
nubes pasando y avioncitos de juguete para dar la impresión de que está
volando. Es patético y lo amo.
El héroe, un good
American boy llamado Mitch MacAfee, va teorizando sobre cómo esta amenaza viene
de un espacio de antimateria (que no tiene sentido, porque el afiche dice que
viene de las cavernas), y su chica de falda larga, Sally, es una matemática
pura. How the fuck a mathematician is going to help us kill
this giant buzzard is sort of beyond me, pero aquí es ciencia mala contra la
ciencia buena. A veces el avé grita setenta veces en un
minuto y esa vaina saca burda la piedra, pero si The Giant Claw tuviera a un
monstruo hecho y derecho, sería que si Them, o The Beast From Gila Flats. Otra
película de la era.
Dice Jeff Morrow,
intérprete de Mitch, que fue al estreno en el cine de su ciudad y la vergüenza
era tal que se tuvo que ir antes de que terminara la proyección, no aguantó las
risas del público cada vez que salía el monstruo anónimo. Según, se fue a su
casa a beber, reacción perfectamente razonable.
Para serte franco,
mucho en esta película es paja de relleno y cuando el monstruo no está en
pantalla, estás esperando su reaparición. Hay algo muy interesante sobre cómo
funcionan los géneros y el cine de esa época, particularmente en los
arquetipos, así que si el cine de género cincuentero te gusta, this is 50’s as
fuck.
Pero más allá de
todo, esta película es para pasar el rato, para dejarla de fondo mientras haces
otra cosa, o mientras bebes con los panas. Es como el perro de Rocky: feo pero
simpático. Me gustó mucho más que cualquiera de las Rápido y Furioso y
ciertamente es más buenanota que Bloodsucking Freaks.
Leave your brain at
the door y ven a pasar un buen rato, que al final uno hasta termina cogiéndole
cariño al pobre mostrenco.
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