domingo, 3 de marzo de 2024

Ahora odio a todos los niños: Tin & Tina

 


Título original: Tin & Tina

Año: 2023

Director: Rubin Stein

Libreto: Rubin Stein

Elenco: Milena Smit, Jaime Lorente, Carlos González Morollón, Anastasia Russo

Fotografía:       Alejandro Espadero


Wikipedia define a un idiot plot (argumento idiota) como aquel que “ocurre solamente por el hecho de que todos los involucrados son idiotas, y la historia terminaría rápido, o incluso no sucedería, si este no fuera el caso. Es una narrativa donde el conflicto proviene de los personajes incapaces de reconocer, o nadie les dice, información clave que resolvería el conflicto, a menudo por complicaciones rebuscadas de la trama. Lo único que previene la resolución del conflicto es la constante evasiva o ignorancia del personaje durante todo el argumento, incluso si ya es obvio para el espectador, de manera que los personajes son todos ‘idiotas’ en el sentido de que son demasiado obtusos como para simplemente resolver el conflicto inmediatamente”.

 

Wikipedia también define a la película Tin & Tina, de Rubin Stein y estrenada el año pasado, como una historia “thriller de horror psicológico”, y en esto sí no estoy de acuerdo porque Tin & Tina es realmente una farsa. Los personajes principales son una pareja joven de la España de 1981 con terribles problemas para concebir. Ella, Lola, quedó muy traumada porque la pérdida fue además el día de la boda con él, Adolfo, y tiene graves dudas a la hora de adoptar. Él está empeñado en que quiere unos muchachos porque si no, ¿para qué nos casamos?

 

El aplique es tal que Lola accede a buscar hijos adoptados, y para esto van a un convento que queda en el desierto de Las Colinas Tienen Ojos y de entre todos los niños que hay, eligen a un par mega-religioso who literally look like the fucking Children of the Corn:


Mefisto los diezme.

 

Lola siente compasión por este par manipulador, los epónimos Tin y Tina, y se los llevan a casa, y los carajitos no tienen 48 horas bajo ese techo cuando se ponen, y esto no lo estoy inventando, a asfixiarse mutuamente con una bolsa plástica, a asfixiarla a ella, y a buscarle pelea al hermoso perro de la familia. Para Lola, no es anormal que unos pre-púberes que ve tú a saber de dónde salieron te pongan una bolsa en la cabeza, así que no le dice nada a Adolfo, y esa complacencia profundiza hasta que los dos mostrencos infantes descuartizan al perro de la familia. Lola y Adolfo ven esto, y te juro que esto realmente pasa en la película, como “pobrecitos, es que no sabían que le estaban haciendo daño”, y no los castigan ni nada. Si tú le pones una mano a un perro mío, te corto las manos ese mismo día, te estrangulo y te sepulto en el jardín, pero no; para Lola y Adolfo, esto es comportamiento infantil sano.

 

Y en esta vaina se pasa toda la película que, ojo, tiene un metraje excesivamente largo—son literalmente dos horas de los malditicos estos haciendo una atrocidad y los padres disculpándolos por lo que ya son taras mentales de ellos dos. Lola eventualmente es victimizada directamente (fuck spoilers, te estoy ahorrando tiempo) y empieza a sospechar que algo va mal en la cabeza de estas inocentes criaturitas. Para más inri, queda en estado y, por supuesto, the gruesome twosome se afinca en atormentarla a ella y eventualmente al bebé. Adolfo es bizantino en su lerdo razonamiento y justifica absolutamente todo lo que pasa, anteponiendo la felicidad de los dos bastarditos al del resto del planeta tierra, cosa que es la que hace un padre normal pero no cuando tus hijos son los principales sospechosos del asesinato de otro muchachito, o sea, no digo que los metas directamente en la cárcel, pero al menos una duda, un momento de reflexión, una escena de Adolfo en su intimidad preguntándose dios mío, ¿y si estoy equivocado?

 

Y entiendo lo que el libreto está haciendo. Stein quiere martillarnos el tema del machismo español (que nunca ha muerto, realmente), y cómo en ese país post-Paquito los hombres tenían estas mentalidades cuadradas y lo que el varón decía era ley, y a la mujer le tocaba sufrir en silencio.

 

Ya, entiendo. ¿Es necesario que paguemos en este purgatorio durante tanto tiempo para que el mensaje quede claro?

 

Adolfo es ridículamente cegato. Pertenece a una película de Loca Academia de Policías más que a un thriller. Lola puede estar tranquila sabiendo que le puede montar los cuernos a Adolfo con todos sus amigos y su papá, en la habitación de ellos mientras Adolfo ve el fútbol en el piso de abajo, y el carajo jamás va a sospechar nada.

 

Esto, quiero dejar claro, no lo digo en perjuicio de los actores. Milena Smit hace un buen protagónico y Jaime Lorente realmente parece que se cree las idioteces que Adolfo dice—un caso de buenos actores tratando de sacarle el jugo al libreto que dios les dio.

 

La película también es bonita, tiene buenos escenarios, buen vestuario, la fotografía está muy bien lograda y sí tiene este ambiente de gótico moderno simpático. Si Tin & Tina fuera un cuadro en un museo en vez de una obra narrativa con principio, desarrollo y final, sería perfecta.

 


Pero por nuestros pecados debemos ser castigados y esto es lo que hay. Te voy a decir algo de una vez, por si se te ocurre darle click en Netflix a cuenta de “Ay, ¿pero qué tan mala puede ser?”: La película no tiene resolución. Si eres de los que está viendo porque, como yo, crees que al final va a haber algún tipo de retribución, te advierto que eso no va a pasar. Los niños del maíz atentan directamente contra la vida de su hermano neonato, Lola y Adolfo los mandan a la reconcha de su madre, e incluso después de esto Lola se siente culpable de que quizá eran así porque es que ella fue una mala madre.

 

Stephen King, hablando de los niños del maíz, dice en su autobiografía que cuando se le ocurrió el argumento de Misery, la cosa le llegó casi por completo a la mente, la historia de un escritor que sufre un terrible accidente y queda en manos de una enfermera que además es fan suyo pero que, detallazo, está loca de bolas y se dedica a atormentarlo y a torturarlo para que escriba un libro más. En esa idea original, Paul Sheldon, el escritor, muere antes del final y descubrimos al cierre de la historia que el libro se escribió, impreso en piel humana y que la enfermera del infierno tiene esa única edición.

 

“Cuando escribí el libro, Paul resultó mucho más creativo para resolver su situación” parafraseo a King, “y tampoco me gustaba ese final, porque a nadie le va a gustar echarse 300 páginas de este drama para ver que al final el protagonista murió al principio del último tercio”.

 

Yo siempre he sido defensor de los finales oscuros en el cine de terror porque tienen un impacto que otro género es incapaz de alcanzar, pero eso no aplica para todas las historias, como no aplicó en Jaws, ni en Alien, ni en Hellraiser. Tin y Tina como personajes son despreciables y media hora con ellos te bastan para odiar a todos los niños del planeta Tierra. Stein a lo mejor espera que nos quedemos para la secuela, pero si este fue el abrebocas ya tengo retorcijones en la barriga.

 

De manera que no, no te recomiendo Tin & Tina. Lo que sí te recomiendo es un plato de pasta a la siciliana; tiene aceitunas, alcaparras, anchoas, vino blanco y puedes hacerlo con sardinas, machacando bien al pescado y redondeando el plato con un poquito de cilantro picadito al final. Sabroso, nutritivo y mucho más satisfactorio que esta desgracia de película.



domingo, 4 de febrero de 2024

¿Qué es mal cine?: ThanksKilling


Título original: ThanksKilling

Año: 2009

Director: Jordan Downey

Libreto: Brad Schulz, Tony Wilson, Grant Yaffee, Kevin Stewart, Jordan Downey

Elenco: Jordan Downey, Lance Predmore, Natasha Cordova, Aaron Carlson

Fotografía:       Kevin Stewart

 

Aunque te duela: Una película, para ser buena, no tiene que estar bien hecha.

 

Es una discusión que tengo con un amigo muy querido. Él insiste en que una película que está mal hecha—léase mal actuada, mal editada, con un mal libreto o valores de producción muy bajos—, es obligatoriamente mala por muchos méritos que pueda tener en algunos campos. Entran en el mundo del placer culposo, el “es tan mala que es buena”, que es otra cosa en la que no creo, porque si te gusta y no estás haciéndole daño a niños, a animalitos o financiando el chavismo, ¿por qué te tiene que dar culpa? Si te gusta, te gusta.

 

Quien concibe al cine como un tema de Hollywood y lo que sale en circuitos de arte más elevado, y tú sabes de qué autores estamos hablando, miran a esos basureros donde uno se desenvuelve de forma natural y señalan con el dedo, “Esa The Room es demasiado mala, Oh hi, Mark!” Como no han visto rostro, creen que Showgirls es lo más bajo que una película puede llegar, que Uwe Boll es el jefe final de los directores malos, que tú matas a Michael Bay y en ese mismo momento se muere Tommy Wiseau y Neil Breen, Peter James Iengo y David Wascavage, gente de la que nunca has oído hablar porque eso ya no es cine de serie B o serie Z, sino el subsuelo del infierno. También se moriría el antedicho Boll y el lúser de porquería que dirigió la última Resident Evil.

 

Pero el problema de The Room no es la escenita esa de Hi, Mark, ni que Tommy está confundido sobre las dinámicas de la relación heterosexual; el problema es que es aburrida. Como a la media hora de película sientes que los párpados se te cierran solos, la cama de clavos en la que estás empieza a hacerse cómoda, cabeceas por dos minutos y ya le perdiste el ritmo a la trama y ya la vaina no te interesa.

 

Ese justamente es el pecado imperdonable de cualquier película: Ser aburrida.

Que es como llegamos a ThanksKilling, una película hecha por $3.500 (yo gasté más haciendo mi boda) por un equipo de producción que no me sorprendería si son todos las mismas ocho personas pero cambiándose el nombre para que los créditos se hagan más largos.

 

Un grupo de universitarios pretende irse a casa para el día de acción de gracias con los vicios de rigor en películas de terror arquetípicas. No saben que en esas mismas tierras los indios maldijeron a todos los colonizadores blancos a ser víctimas durante la fecha de un pavo real endemoniado, sediento de venganza, con voz de locutor y un aceptable gusto en cuanto a compañeras de cópula.

 

Por si la premisa no lo delata, esta película está bien para la joda. Abre con una “peregrina” topless huyendo del antedicho vengador—se llama Turkie—que, antes de cegar su vida en honor de los años de genocidio que los pueblos originarios sufrieron, le dice “Nice tits, bitch!”

 

La película sigue el ritmo y patrón de una película slasher donde el asesino es el verdadero protagonista de la historia, comenta la trama y se ríe contigo, las comparaciones con Chucky y Freddy Krueger son obvias (sobre todo en el caso de este último, porque las voces y actitud son un poco parecidas). Pero el muñeco que hace de Turkie está demasiado mal hecho, mano. Yo celebro que Jordan Downey haya creído en su visión y encargado la confección de ese muñeco triste de goma y plumas, porque de verdad se ve como algo que comprarías en una piñatería de cualquier pueblo latino, o en esas rebajas de Halloweentown.

 

Pero funciona.

 

La vaina de verdad da risa.



No quiero spoilear ninguno de los otros chistes acá porque eso sería como decirte dónde vienen los sustos en una película más seria, pero esta gente se nota que estaba clara de sus limitaciones y no trataban de esconderlo, esta película sabe exactamente qué es y cómo se va a ver. Cinco personas escribieron el libreto (!) y el metraje se esfuerza en llegar a los 70 minutos, pero hay muchos momentos donde pasa algo, tú empiezas a sacudir la cabeza y cinco segundos después te ríes. Y las reglas del mundo dicen que si te da risa, el chiste es bueno.

 

En el elenco no conoces a nadie, y quiero celebrar también que ThanksKilling no cae en esas trampas de baja factura que tú te esperas con semejante inicio, creo de hecho la inicial es la única escena donde hay desnudez. Acá ninguno es un actor consumado y en otra película estarías maldiciendo a la pantalla, pero la inexperiencia del elenco contribuye al conjunto—es difícil quejarse de la actuación en una película que parece más bien un proyecto universitario que algo que se hizo para proyectarse en cines. Shia LaBeouf está al nivel de esta gente y cobrando más, y si él tiene la cachaza de llamarse actor, estos muchachos acá también merecen el rótulo.

 

Este mundo tiene ya unos tres años en que cada noviembre empiezan a salir películas navideñas porque la internet se dio cuenta de que hay un grupito que son las “películas irreverentes para ver en diciembre”. Acá hablamos ya de la reina bastarda de las fiestas, y hay otras de muchísima calidad (nadie se acuerda de que Arma Mortal es navideña), pero la lista se ha ido llenando de Santas asesinos, creo que hay dos o tres de un krampus (sólo rescato a una), hay de grinchs diabólicos, de Winnie the Pooh diabólico, de duendes de Santa diabólicos. Se nota mucho la forzadera porque pelis como Gremlins y Batman Returns no estaban tratando de hacer la vaina a propósito, el setting es casi accidental.

 

ThanksKilling tiene eso, quizá porque proviene de antes de esta fiebre latosa. Es una peli sin pretensiones que hace que te preguntes qué estás haciendo con tu vida, pero que no puedes apartar los ojos porque hay que saber cómo termina aquello. Si alguna vez quisiste hacer tu propia película y pensaste que era imposible porque no tienes dinero, piénsalo otra vez. Si crees que para ser director primero tienes que ir a una escuela de cine, tienes la mente demasiado cuadrada. Si crees que ninguno de tus amigos actúa bien y eso saboteará tu proyecto, y que no conoces a nadie que haga efectos especiales, y música, y vestuario, recuerda que existe una película llamada ThanksKilling sobre un pavo de goma que mata gente y dice groserías.

 

Y somos un montón de gente que se la vacila.

viernes, 2 de febrero de 2024

domingo, 28 de enero de 2024

A mí no me preguntes: Masacre en Texas 2

Título original: The Texas Chainsaw Massacre 2

Año: 1986

Director: Tobe Hooper

Libreto: L. M. Kit Carson

Elenco: Bill Moseley, Jim Siedow, Carolyn Williams, Dennis Hopper

Fotografía: Richard Kooris

 

Para entender el absurdismo frente y detrás de las cámaras de Masacre en Texas 2, hay que echar bien para atrás y ver qué pasó con Tobe Hooper después de que su película debut se convirtió en un fenómeno cultural.

 

Masacre en Texas, la primera, hizo $30 millones en los Estados Unidos y Canadá, una película que ellos rodaron por $500 y unos cupones de comida, pero muy poco de ese dinero llegó a las arcas del equipo de producción (y muchísimo menos a los actores), dadas las deudas contraídas para producir la peli—que incluían a grupos directamente mafiosos. Pero así como a ti te busca un peluche de internet para decirte que necesitan que escribas para ellos un artículo de cuatro páginas cada dos días por $50 dólares mensuales que no importan porque lo que vas a ganar va a ser “exposición”, así mismo Tobe ganó en exposición.

 

Así que sus siguientes películas siguieron de muy baja factura, en un circuito que no era independiente pero le faltaba poco, y ambas de terror, género donde se estaba haciendo nombre y la verdad es que mostraba evidente talento. Eaten Alive (1976) es interesante en el sentido de que trata sobre un viejo que tiene un cocodrilo de mascota y lo alimenta con los personajes mongoloides que pululan al elenco. Sale Marilyn Burns, protagonista de la epopeya tejana, y Robert Englund en el memorable rol de Buck, who likes to fuck.

 

Luego de eso vino The Funhouse (1981), a medio camino entre horror Texas y cine slasher, interesante pero menos que su contemporánea My Bloody Valentine, y entre ambas pelis Hooper hizo la famosa serie de Salem’s Lot, basada en el libro de King, que seguramente conoces porque el diseño del malo es idéntico al del Conde Orlok en Nosferatu.

 

Pero así como hay gente que está como escarchada por la vida y tienen golpes de suerte, Hooper no encontró ese nicho que le hiciera pasar a director de cine estrella. En 1982 hizo su segunda película famosa, Poltergeist, de la mano de un fan de Masacre en Texas, Steven Spielberg. Mucho más comedida que aquella obra caníbal del 74’, Poltergeist es una buena peli de sustos orientada a la familia clase media de la que Spielberg se nutría—de hecho, se dice mucho (y quizá es verdad) que la película la co-dirigió el director de Tiburón, y ciertamente su estilo creativo se siente.

 

Si bien la peli fue un exitazo, la carrera del tejano no sufrió esa evolución que se esperaría y Hooper firmó un contrato que marcaría al resto de su década y explicaría por qué nunca llegó al estrellato; alrededor de 1984, Cannon Films y Tobe Hooper firmaron una exclusividad por tres películas.

 

Cualquier cristiano que sepa de las alcantarillas del cine, sabe qué nos podemos esperar de la gloriosa Cannon, uno de los estudios más palurdos, casposos y mediocres del séptimo arte pero sí, glorioso, porque Cannon, dirigida por los demenciales Menahem Golan y Yoram Globus, hacían cine de la más deliciosa serie B vendiéndolo a un mercado que creía que era un estudio grande y decente. Cannon hizo The Assault, Runaway Train y Street Smart, películas bastante decentes y serias, y entre ellas hizo setenta películas de ninjas, incluyendo la saga del Ninja Americano, hizo la deleznable Superman IV, la espectacular Death Wish 3—donde un septuagenario Charles Bronson masacra a punks con una ametralladora en “Nueva York” y un malandro recibe un bazukazo en el pecho y sale expelido por la ventana y la cámara sigue el trayecto del cuerpo hasta que cae en el pavimento y luego ves al cadáver quemándose. La película donde Stallone es un camionero que se gana el amor de su hijo a través de un torneo de pulso es de la Cannon.

 

No tengo tiempo para entrar en detalles con el delicioso repertorio de la Cannon Group Inc., pero el punto es que con esa gente fue que Hooper firmó para hacer la secuela de su magnum opus, pensando que, no sé, pronto llegará el día de mi suerte.

 

Hay que entender el contexto en el que se hace Masacre en Texas 2, también. La primera película no fue una slasher (quien te diga que lo es, no sabe de cine de terror), pero sí fue una precursora así como Blood and Black Lace es otra precursora. El cine de asesinos enmascarados matando adolescentes se inaugura en 1978 con Halloween y ya en 1980 sale Viernes 13, dictando lo que será el cine de terror durante el resto de la década. El público que entraba al cine a ver una peli de sustos en 1974 no tenía las mismas sensibilidades que el de 1986.

 

Así que Hooper se fue al extremo contrario, haciendo todo lo que en la primera película estaba prohibido. ¿Aquella no era sangrienta? Acá el gore está en primer plano (Tom Savini hizo los efectos, pues). ¿Aquella era seria e impactante? Acá hay tintes cómicos y surreales. ¿Aquella se veía mugrienta e indie? Acá la fotografía es pulcra y pro.

 

El elenco refleja todos esos cambios; sólo Jim Siedow, el sádico Cocinero de la primera, vuelve para esta segunda parte, haciendo a un personaje que no se parece mucho al que ya conocíamos. Gunnar Hansen, el Leatherface clásico, cuenta que le ofrecieron volver a la máscara de cuero a cambio de un salario base más el diez por cierto, para el agente—y cuando él les dijo que no tenía agente, retiraron el diez por ciento. Cara de Cuero está acá interpretado por dos actores, Bob Elmore que hace las tomas lejanas, y Bill Johnson que es el principal, y vaya usted a saber quién conoce a esta gente. Ya sabemos que el buen Bubba tiene sus deficiencias mentales, pero Johnson como que las amplifica y hace un bailecito bien molesto cada vez que pasa algo, alzando la sierra y gruñendo mientras se sacude. Ni idea, man.

 

Como el Autoestopista de Ed Neal está muerto, tenemos a quizá la adición más importante que la secuela da al mito matarife: Chop Top, hermano del personaje de Neal y cumpliendo la misma función, en la piel del favorito de los fans, Bill Moseley.

 

Chop Top es quizá la razón para ver la película. Cuando pasaron los eventos de Masacre, él estaba en Vietnam, donde le volaron parte del cráneo, así que ahora anda por ahí pegado en la moda de los años 60’, con una placa de metal en la cabeza que se rasca con un gancho de ropa caliente mientras grita “Oh, Nam’ flashback, Nam’ flashback!” De todo el elenco, se nota que Moseley es el que más se disfrutó ese rodaje.

 

Caroline Williams hace de la sexy Stretch, nuestra final girl de rigueur, y ve esta vaina: Dennis Hopper hace de un personaje llamado Leftie Enright; Leftie es tío de Sally y Franklin Hardesty, y lleva diez años obsesionado con cazar a la familia caníbal. En vez de pistolas, and this shit is really in the movie, Lefty porta dos mini-motosierras colgadas del cinto. El clímax de la peli incluye duelo a sierra entre Lefty y Leatherfy.

 

Y ese espíritu es lo que te espera en The Texas Chainsaw Massacre 2, un disparate de película que parece burlarse de su antecesora y te hace preguntar si el propio Tobe Hooper calculó el efecto de la primera película o si fue un golpe de suerte tras dejar que el sol le tueste el cerebro. A ver, que el libreto tiene lógica, la cinta está (en general) bien actuada y la dirección es buena. Pero si te pasas los 101 minutos rascándote la cabeza y arrugando la cara, no, no eres tú. Parecen películas de sagas distintas y no es que Texas 2 esté mal, but I mean, dog, what the fuck?




domingo, 24 de septiembre de 2023

Saca al Psycho Que Hay en Ti: Masacre en Texas (el juego)


Yo debería estar publicando hoy la reseña de Texas Chainsaw Massacre 2, una película que, por lo mínimo, es interesante pero tras postear el análisis que le hice a la primera peli de la franquicia, mi primo me preguntó si no iba a decir nada sobre el juego. Yo no soy persona de reseñar videojuegos, pero como existe ya el precedente, ¿por qué no?

 

Así que nada, The Texas Chain Saw Massacre: The Game, un multiplayer asimétrico a lo Friday the 13th y Dead by Daylight donde en vez de ser un grupo de supervivientes contra un asesino, son dos equipos, uno de víctimas y uno de “la familia”, que son quienes dan caza. El juego se parece a las dos referencias del mismo modo en que Doom se asemeja a Call of Duty: Están en el mismo género, si bien el gameplay es bastante diferente.

 

Si juegas en el rol de víctima, tienes cinco personajes a elegir. A diferencia de lo que pasaba en el juego de Jason o en el festival de licencias que es DbD, el sobreviviente acá es mucho más que un skin, se adaptan más bien a estilos de juego con habilidades particulares que los demás personajes no tienen. Digamos que, por ejemplo, lo tuyo es ser sigiloso e ir por ahí abriendo cerraduras y pasando por las sombras; tu personaje debería ser Connie, que si bien no aguanta muchos golpes, tiene la habilidad de abrir automáticamente cerraduras. A lo mejor tú eres un tipo más agresivo y quieres algún medio de responder a los ataques; tienes que elegir a Leland, que es capaz de paralizar momentáneamente a los asesinos con un golpe. Ana tiene la capacidad de reducir el daño que le hacen, Julie corre muchísimo más rápido que los demás personajes y Sonny tiene una especie de radar que le indica dónde están los asesinos. Balanceando el uso de estar habilidades tienes que buscar herramientas para alguna de las cuatro salidas que tiene cada mapa.

 

Por el lado de los asesinos hay cinco personajes también, pero sólo pueden estar en juego tres. Uno de ellos, el único obligatorio por partida, es el famosísimo Leatherface, cuyo poder físico es inigualable y tiene la capacidad de matar a la gente de un solo golpe. Luego está el Autoestopista, el personaje de Ed Neal en la peli, que está perfectamente recreado, esquizofrénico, neurótico y salvaje. En tercer lugar está el Cocinero, que pega mucho más fuerte que el Autoestopista y tiene la capacidad de “escuchar” dónde están las víctimas y hay dos personajes originales creados por el propio Kim Henkel. El primero es Johnny, un “cazador” capaz de rastrear a la gente y Sissy, una chica Manson (literal) que se parece al Autoestopista pero tiene la capacidad de envenenar su arma.

 

Al igual que las víctimas, los asesinos cumplen roles específicos depende del estilo de juego. Saber usar a tu personaje y cumplir tu rol es clave para el éxito.

 

Los aspectos gráficos y sonoros del juego son una de las cartas fuertes de la vaina; cada mapa se juega en amanecer, día o noche, y de verdad que esta gente de Gun ha creado escenarios súper bonitos, especialmente para un juego tan mórbido. Las voces están muy bien logradas, también. Amo que al fin alguien entiende la caracterización del Leatherface original, un salvaje que lo que no tiene de intelecto le sobra en poder, y quien sea que le hizo la voz, con esos murmullos y alaridos salvajes merece su premio. Las voces del Cocinero y el Auto y los demás también cumplen mucho más allá del llamado del deber y ojo con Sissy, que mientras va por ahí matando gente canta una canción real de la familia Manson.

 

This is particularly creepy shit if you recognize that Susan Atkins once sang that song as she waited on her trial for those murders.

 

¿Pero es divertido o no?

 

Bueno, hermanazo, como todo juego multiplayer tu experiencia depende mucho de con quién estás jugando. He tenido muchas partidas donde juego como asesino (mi predilecto es el Cocinero seguido por Leatherface) y es súper mega chimbo jugar con gente que no tiene idea de cuál es su papel. Johnnys que se ponen a recoger sangre para el abuelo (el patriarca de la familia aparece como un buff que puedes ir alimentando y sirve de radar), Cocineros que nunca alimentan al abuelo, gente que se va toda para un lado del mapa a “protegerlo” sin entender que están descuidando otras tres salidas.

 

A esto se suma problemas que tienen todos los juegos multiplayer hoy en día: el griefing y la gente que entra no a jugar sino a “resolver” el juego; Gun le da mucha atención al detalle y sus juegos son verdaderas cartas de amor a la franquicia que están desarrollando, pero parece que por otro lado creen que cuando la gente entra a jugar, van a interpretar al personaje que eligen y a darle a la partida como si fuera un película. Y no, la gente no juega así, la gente entra a explotar las mecánicas del juego, a burlarse de los demás, a pasarle por encima a la visión de los desarrolladores para enfocarse en números, eficiencia, efectividad.

 

En consecuencia, tienes víctimas que se dedican a darle puñaladas a los asesinos con unos cuchillos que hay, víctimas que usan puertas para paralizar a asesinos y un infame bug, que supuestamente van a reparar la semana que viene, que permite que tú paralices a un asesino y encadenes ese stun a otro—un asesino puede estar stunned por 15 segundos. Absurdo.

 

Y de nuevo, esto es algo que Gun va a reparar y así como te dije lo malo también te digo que están sacando parches que son súper necesarios y están respondiendo bien a la necesidad de balance en la partida. Pero estos son problemas que ya existían en Viernes 13 y se me hace un poco imperdonable que cinco años después estemos hablando de lo mismo.

 

Cuando todo el mundo hace lo que tiene que hacer y estás jugando con gente normal y no con niños rata, este juego es inigualable. Cazar a una víctima es exhilarante, formar parte de ese jueguito mental donde ellos tratan de engañarte y tú los descubres es de una gratificación que cuesta replicar. Estar persiguiendo a una víctima, que esa víctima haya abierto una puerta de escape y esté a pocos pasos de huir, y tú la atrapas justo a segundos de salvarse se siente como si patearas a Hugo Chávez en la cara. Es un sentimiento balsámico que todo el mundo debería experimentar.

 

La cosa se replica desde el lado de las víctimas. Claro, vas a jugar partidas con gente donde te ubican rápido y mueres antes de los cinco minutos. Eso es tan divertido como suena, pero las otras partidas, donde logras outsmart a tus captores y huir se siente como que eres Schwarzenegger al final de Depredador, un guerrero preparado para sobrevivir lo que sea. Un elemento importante e inmedible del juego como víctima es cómo tú, el jugador, reaccionas a los sustos y a la presión; la tensión que logra TCM mientras te escondes y cumples con objetivos, sin saber si los malos te detectaron y vienen por ti, es una de las cosas donde triunfa esta nueva propuesta de Gun y esa tensión es sabrosísima.

 

Así que nada, mi consejo de corazón es que esperes quizá a Halloween o a Diciembre, para darle espacio a Gun de que parchee todo lo malo y le sume cosas a lo bueno. Este es un party game donde entras a emocionarte matando gente o viendo a los asesinos por el retrovisor mientras les dices lo pendejos que son. Texas Chain Saw Massacre tiene para crecer y si el equipo sigue como va, estamos en presencia de un juego especial.


domingo, 10 de septiembre de 2023

La Sierra Todavía Corta: Masacre en Texas (1974)


Hace dos semanas salió el juego de video de Masacre en Texas y la he pasado bomba cazando gente y siendo cazado. Y eso me hizo pensar que aunque he hecho reseñas a todas las películas de Freddy, de Jason y de Halloween, nunca he ido una por una por las masacres de la motosierra tejana. A la primera sí le di su comentario hace tantísimos años, y no cae mal una segunda vuelta aquí, hoy, ahora.

 

The Texas Chain Saw Massacre es una película irrepetible, como el tiempo lo ha demostrado. Una combinación de bajo presupuesto, con un talento de desconocidos que hacen la labor magistral de retratar a la locura con realismo, unas condiciones de rodaje infrahumanas y un libreto que, al igual que el de Viernes 13, no debería funcionar on paper, pero que la dirección eleva con un poderosísimo diseño de producción.

 

Asistimos en esta película a lo que yo llamo “una cebolla de terror”, a la historia la vamos descubriendo por capas. Resulta que en un condado de la Texas más rural hay alguien robando tumbas. A veces son partes de los cuerpos, a veces la cabeza del cadáver, a veces todos los restos, dejando al ataúd vacío. Nadie sabe por qué esto pasa y, en los momentos iniciales de la cinta, vemos que el presunto culpable llega a fabricar grotescas estatuas a las que les toma fotos.

 

De ahí pasamos a cinco jóvenes de Houston y también de un moribundo movimiento hippie—el que más lleva la pinta es Jerry, chofer de la van en la que viajan y novio de la rubia Sally. El calor es palpable en esas tomas. Nuestro querido grupo va a este pueblito específicamente a chequear el cementerio y ver si todo está bien con la tumba del abuelo. Aunque texanos, no hay nada que una visualmente a estos cinco con los estereotipos clásicos de vaqueros que te llegan a la mente—como una vez le oí a alguien, “nací en Texas, pero en un vecindario que pudo estar en cualquier parte del país”.

 

Ese mundo se cruza con otro que está bien bajo la superficie y que es brutalmente real y, para mí, uno de los preceptos más importantes de la película, la noción de que todos vivimos en una realidad normalita y civilizada y que lo único que hace falta para romper esa ilusión es tocar la puerta equivocada, caminar por el sendero que no es, entrar sin darte cuenta en la guarida de la bestia.

 

Cuando viajas por carretera ves esos pueblitos en la mitad de la nada, con casitas aquí y allá en la lejanía donde puede estar pasando cualquier cosa y nadie lo sabe.

 

La película no especifica dónde se desarrollan los eventos (más allá de mencionar que es en “Muerto County”), pero el sur de los Estados Unidos realmente tiene pueblitos así, la frontera entre Texas y Louisiana está plagado de los infames “sundown towns”, nombre que deriva de unos aborrecibles anuncios que se montaban en los años 50’ y 60’ al estilo de “if you’re dark skinned, don’t let sundown catch you here.” Son lugares que siguen vivos, como puedes ver en la serie de Netflix Making a Murderer, y que me recuerda la anécdota de un equipo de basket en Baton Rouge que se negó a jugar un partido de campeonato en una high school de Texas porque era en un sundown town, de noche. Y eso fue en los años 90’.

 

El apacible dueño de la gasolinera se lo advierte a Sally y compañía, “Cuidado con dónde se meten por aquí, que a la gente no le gusta que husmeen en sus asuntos”.

 

Por supuesto, estas cosas pasan. Todo el mundo sabe que la película está inspirada en los crímenes de Ed Gein, en Wisconsin, que de verdad perdió la cabeza y se dedicó a saquear tumbas para decorar su casa. Gein fabricó un traje de cuerpo completo con piel humana y cuando la policía eventualmente lo capturó, tras el asesinato de dos personas (que se sepa), encontraron pantallas de lámparas hechas con rostros humanos, cráneos convertidos en cuencos para comer, sillas hechas con piel y, pues, más o menos lo que encuentran las víctimas de la salvaje película de Tobe Hooper.

 

Pero otra fuente de inspiración reconocida por el guionista Kim Henkel fueron los delitos del candyman, Dean Corrl, que en la ciudad de Houston convino con dos chamos que ellos le procurarían víctimas jóvenes bajo algún engaño y Dean las torturaba durante días.

 

“Hubo algo que dijo Elmer Wayne Henley, uno de los chicos ayudando a Dean cuando le capturaron” dijo Henkel. “Henley aceptó la cosa, dijo que sí, que él había sido y que ahora iba a ayudar a las autoridades a esclarecer todo porque era lo correcto. Esa clase de moralidad esquizofrénica me atrajo”.

 

Se ve reflejado en el producto final. Son tres los matarifes que representan a un mundo infernal. Primero está el joven autoestopista; cuando lo conocemos, está viajando a dedo y nuestro grupo, que no debe haber visto muchas películas de terror y obviamente no ha vivido en Latinoamérica, decide darle la cola y montarlo en la van. Interpretado a la perfección por Edwin Neal, el autoestopista pronto se lanza en una perorata sobre las virtudes de ser un carnicero a la antigua, y no con las herramientas modernas. Es un chamo cuyo trastorno mental es obvio y lo ves en su manera de hablar, de moverse, de mirar. No está expreso en la peli, pero es él quien lleva la polaroid y quien hace las esculturas. El robatumbas en persona.

 

Luego está el personaje icónico que creó la franquicia, Leatherface. Mucha gente, incluyendo los directores de tantas secuelas, creen que este es un asesino enmascarado típico de cine slasher, a lo Jason—un craso error, propio de quienes también creen que Masacre en Texas es una película slasher, a pesar de no poseer ninguno de los elementos típicos de ese subgénero del terror, que están súper bien definidos y son claramente observables.

 

Blood & Black Lace, del genio italiano Mario Bava, tiene a un asesino enmascarado que caza a un grupo de jóvenes hermosas una por una. ¿Lo llamarías un slasher? No, porque no tiene los elementos, esto es más un giallo, precursor del slasher, así como The Texas Chain Saw Massacre es otro precursor.

 

En fin, Leatherface no es Michael Myers; su personaje tiene profundas raíces en un arquetipo del género gótico, que es realidad en los pueblos sureños. Antes, cuando una persona con un problema mental nacía, esa persona no era presentada en sociedad. Se le tenía oculta, en un sótano o en el ático—como la mujer de Mr. Rochester en Jane Eyre. Leatherface tiene su impedimento mental y Henkel lo describe como un sujeto carente de personalidad, por eso cambia de caras para asumir roles. Durante toda la película, él va creyendo que está haciendo el bien y que está protegiendo a su hogar de intrusos.

 

Esto es porque está manipulado por el tercer elemento del clan, quien le abusa y mi canon mental me dice que el Autoestopista es como es por los golpes y maltratos del dueño de la gasolinera, El Cocinero. El dueño del mal y el origen de todo lo que pasa en Masacre en Texas es este señor, peligrosísimo porque es capaz de algo que los otros dos no: portar la “máscara de cordura”, término inventado por el psiquiatra Hervey M. Cleckley refiriéndose a la capacidad que tienen algunos psicópatas de integrarse con normalidad a la sociedad. El Cocinero es uno de esos padres abusivos e imbéciles que todos hemos visto en alguna parte. Se le echa encima con un palo a Leatherface, que le supera por mucho en fuerza pero que se encoge como un niño ante el regaño, primero por la sospecha de que alguno de los jóvenes haya escapado y luego por destruir la puerta de la casa. El cocinero dice que no siente gusto por la violencia ni por matar, pero lo vemos reírse mientras tortura a Sally, mientras otros la hacen sufrir, es un tipo que pareciera estar consciente de cómo debe lucir ante la gente, pero no puede controlar un sadismo que siempre sale a la superficie. La memorable escena de la cena es clave, porque aquí vemos cómo Jim Siedow lo interpreta, pasando del disgusto a un par de segundos ausentes y de ahí a la risa.

 

Mucho se ha dicho sobre el aspecto político de The Texas Chain Saw Massacre, y cómo plantea a un grupo de jóvenes de una nueva, moderna generación, contra un grupo de gente que más que campesina es bárbara. No voy a repetir esos análisis aquí porque el director ha desmenuzado esto mucho mejor que lo yo podría, pero en todo caso eso es subtexto. La película funciona por las capas que vamos descubriendo de ese misterio y cuando llegamos al podrido núcleo, es el vacío mirándonos de vuelta. No hay redención, no hay salvación y aunque Sally pueda escapar, esa risa maniática del final nos dice que realmente nunca escapará. El momento fundamental de la magistral actuación de Marilyn Burns se da cuando, amarrada a la silla humana en la cena, murmura, casi suplicando, que para que la dejen ir “hará lo que sea”. La forma en la que lo dice te transmite que es verdad, y es seguido por un paralizante alarido de quien sabe que las propias barreras morales que tiene en su mente se han fracturado. Ese es el momento para mí en que Sally Hardesty pierde la cabeza para siempre y, como para confirmarlo, es inmediatamente después de este momento que empiezan los cortes extremos de cámara, dirigidos por el sublime Daniel Pearl, símbolo inequívoco de que se ha hecho la noche eterna aunque estemos a minutos del amanecer.

 

The Texas Chain Saw Massacre es una joya, una película perfecta, que ha dado y seguirá dando muchísimo material para toda clase de análisis. Yo lo dejo por acá, que el juego está muy bueno y todavía tengo un montón de reseñas qué escribir.

 

Y tendré que ver la parte 4, para refrescarla. Eso sí que es tortura.