domingo, 19 de marzo de 2023

Steven Seagal No Siempre Fue Un Gordo Repulsivo: Out for Justice

Imagínate la vergüenza de ver alguna de esas tempranas películas de Steven Seagal y pensar “Oye, pero él es diferente porque él de verdad fue un comando de operaciones especiales”.

 

Si no sabes de quién estamos hablando, te invito a que releas esa última oración y ahora googlees “Steven Seagal”. Ve una foto del tipo.

 

Pero ahí estuvimos durante muchos años, incluso después de aquellas abominaciones pro-naturaleza donde Steven decidió que iba a usar sus poderes para el bien porque ahora era mitad indio, cosa que chocaba con su trasfondo establecido—el elemento más notable de esas primeras cinco películas que este man hizo es que, a diferencia de Arnold y Van Damme, que hacían personajes, Seagal juraba y perjuraba que estaba haciendo de sí mismo. El tipo llegó a la esfera pública mundial como un héroe ya formado y la promoción de su primera cinta, Above the Law, que llegó a nuestras tierras bajo el título de Nico (1988), tenía al propio protagonista diciendo que esto era mucho más que una película de acción y un drama policial; esto era una película autobiográfica donde tú tenías que afinar bien el ojo para separar qué era verdad y qué era ficción.

 

Si no te acuerdas de la trama de Above the Law, no pasa nada, ni el propio Seagal se acuerda—aunque yo sí, que el Señor se apiade de mi alma. Era la historia de un policía de Chicago llamado Nico Toscani que fue soldado de operaciones especiales en Vietnam y que le dio la espalda a su pelotón cuando descubrió que los carajos estaban traficando heroína. Nico tiene un pasado misterioso en Asia, donde aprendió el arte milenario del aikido, y tiene raíces tan italianas que parte de su familia está en la mafia.

 

Este personaje, palabras más, palabras menos, será el mismo que Seagal hará el resto de su carrera, y es ciertamente el personaje que nos presenta en el esfuerzo de 1991, Out For Justice.

 

Ahora la cosa es en Nueva York y vas a jalarte 90 minutos de Steven imitando a un acento de Brooklyn. Para que tengas una noción sobre el tipo de persona de la que estamos hablando, la co-estrella de Steven aquí es nuestro querido William Forsythe, un verdadero nativo de Brooklyn a quien Seagal tuvo el atrevimiento de decirle “tienes que practicar tu acento, no suena legítimo”.

 

El personaje en cuestión ya no se llama Nico Toscani, sino Gino Felino, that’s his real fucking name, y también tiene un pasado misterioso en Asia y es mitad italiano y tiene familia en la mafia. Un elemento que separa a las películas de Seagal de las de sus colegas es el siempre presente aspecto político; acá, hablamos de un rollo de corrupción institucional, otra vez, y el mismo Gino camina la delgada línea entre ser un buen policía y ser un malandro con placa suelto furioso en la ciudad, porque su mejor amigo y compañero, Bobby Lupo, ha sido asesinado por Richie Madano, un maniático mafioso local adicto a las drogas, tan fuera de control que el resto de los mafiosos lo están cazando para darle matarile.

 

Gino debe encontrar a Richie antes que la policía y antes que la mafia para darle una lección sobre fraternidad italiana.

 

Por si acaso: Steven Seagal nació en Michigan y no tiene una gota de sangre italiana. Tampoco japonesa, aunque pasó años diciendo que era prácticamente asiático después de vivir por años en Japón. Tampoco es mitad indio, ni mitad negro, ni conoció a Bruce Lee, ni fue policía de Louisiana, ni ninguna de las reboludeces que le dio por inventar con los años. Paciencia.

 

Todo acá está sucediendo porque, en su montaña rusa de locura y adicción a la piedra, Richie inventó un maravilloso plan reuniendo a varios Pedro Locura como él, a quienes mostró una bóveda llena de billetes y les dijo “Amistades, la misión de ustedes es protegerme el día de hoy. Si llego vivo a mañana, toda esta plata es vuestra”, lo que personalmente me haría cuestionarme la vida, si este es el tipo de gente con la que ando. A ver, Richie, ¿todo este dinero sería para mí, y me lo pagas en el momento o a plazos? ¿Qué pasa si yo me agarro a tiros con la policía y los demás se quedan mirando solamente, no debería tocarme más? ¿Tú me puedes poner esa promesa por escrito, en caso de que se te olvide en la mañana, considerando lo de la piedra? ¿Y ya va, qué tanto estás pensando hacer, que el reto para nosotros es mantenerte vivo por 24 horas?

 

Preguntas necesarias que ninguno de estos pelmazos se hace. Pero equis. Vivimos en un mundo donde hay gente que gasta $500 comprando un NFT; por supuesto que existe gente que al oír esa propuesta va a decir “yo soy el tipo, claro que sí”.

 

Y gracias a dios, porque ese aspecto de la trama es lo que impulsa y mantiene viva a la película. William Forsythe hace buenísimo esos papeles de maniáticos frenéticos y acá se roba no sólo todas las escenas en las que sale, sino la película en sí, a tal punto que Seagal terminó cortándole tiempo en pantalla. Porque Gino, en comparación, es literalmente un bully narciso atorrante y chocante (recuerda, Seagal está haciendo de él mismo). Ahora, no sé si esto fue a propósito, pero hay una relación comparativa interesante entre Richie y Gino, porque nuestro héroe se va a pasar todo el metraje partiéndole la crisma a la gente, y rompiendo la ley, y poniendo a Brooklyn patas pa’ arriba en su gesta de venganza, que es exactamente lo mismo que está haciendo Richie Madano al otro lado del cuadrilátero. Sí, la locura de Richie tiene un por qué, lo que pasa es que está ayudado también por toda la droga, que no para de fumarse. El “héroe” no tiene esa excusa.

 

La fanfarronería cretina de Gino está en perfecto despliegue durante la famosa escena del bar, que es la causa de por qué tienes que ver esta película y por qué esa primera pentalogía que grabó Seagal es tan entretenida. Gino llega a un bar propiedad del hermano de Richie, Vinnie (un buen Anthony DeSando fresquito de New Jack City), y se entrega a carajear a todos los presentes. A la única mujer la llama “mujerzuela”, echa unos tiros al aire y le da un poco de coñazos a todo el que esté mal parado. Uno de los presentes dice no una, sino tres veces que toda esa patanería se debe a que Gino tiene una pistola y una placa colgándole del pescuezo, a lo que Gino dice que muy bien, me quito la placa y a la pistola le saco las balas.

 

Empieza una coñaza gloriosa, donde Gino pone una bola de billar dentro de un pañuelo y le saca los dientes a la gente, les parte la jeta y los impulsa a llevar una vida cristiana. Uno de estos gamberros es Dan Inosanto, una de las pocas personas autorizadas por el propio Bruce Lee para instruir el arte marcial del Jeet Kune Do, y que acá hace unos trucos bien chéveres con unos palos de billar y tal. Igual se lleva sus madrazos porque Seagal nunca pierde.

 

Lo de la pelea en el bar es una cosa muy seagalística, es algo que a él como que le encanta y es un elemento frecuente en sus películas; lo otro que es bien característico es el sadismo. Gino no sólo despacha a sus rivales sino que juega con ellos, primero. Nadie se imaginaría, viendo esto, que años después Seagal subiría dramáticamente de peso y se pondría una alfombra en la cabeza para que la gente piense que tiene pelo (y negrito). Hace poco se reunió con Maduro, el presidente de Venezuela, y le entregó una espada a nombre del gobierno de Rusia, porque Steven Seagal es en la vida real los carajos a los que les da coñazo en sus películas. Imagínate aquella reunión. Uno es un gordo inepto e insoportable a quien la gente tolera porque tiene dinero, y el otro es… oh, wow.

 

Total que en la batalla final Seagal le arranca la pata a un man de un escopetazo y le da una patada en el pecho a otro carajo tan fuerte que lo mata. A Richie le da una zaparapanda que han pasado cinco segundos de pelea y ya Richie parece un Cristo, y por cierto que Steven realmente le partió unos dientes a William Forsythe en el rodaje de esa escena porque, encima de todo, Seagal es infame en el mundillo por pegarle de verdad a sus co-estrellas y a los dobles.

 

Muy a pesar de todo, Out For Justice es una película que tienes que ver. Esos cinco filmes que Steven Seagal hizo desde 1988 hasta cerrar en 1992 con Under Siege, son dignísimas películas de acción donde el protagonista estaba en la mejor forma física de su vida, tenía todavía carisma en pantalla, y estaba balanceado por un muy buen elenco de reparto—en Under Siege está con Gary Busey Y con Tommy Lee Jones. Son películas de acción típicas de su época, pero también cuentan con elementos que no ves en las aventuras de otros héroes, y las peleas son originales y vistosas. Mi favorita de Seagal es Marked for Death (1990, tiene todos los elementos del basurómetro que calientan mi reseco corazón), pero la mejor, francamente, es Out For Justice, un cuento de corrupción, mafiosos, violencia y amor a los perritos que vale cada dólar que hizo en taquilla, en una época donde nos creíamos las patrañas del Seagal.