Título
original: Jason Goes to Hell: The Final Friday
Director: Adam
Marcus
Guion: Jay
Huguely, Dean Lorey
Elenco: Kane
Hodder, John D. LeMay, Kari Keegan
Cinematógrafo: Bill Dill
País: Estados
Unidos
Año: 1993
Víctimas del Asesino: 20
“Fui a la Escuela de Cine
de la Universidad de Nueva York y apenas salí, entré en contacto con Sean
Cunningham” cuenta Adam Marcus, director de Jason
Goes to Hell. “Íbamos a hacer una película, él produciendo y yo dirigiendo,
que paró en las manos de Disney, y ellos quisieron usar a otro director. Así
que le dije a Sean ‘¡Vamos, dame una película!’ y él me dice ‘Bueno, queremos
hacer otra de Jason’. Te seré sincero, mi primera reacción fue ‘¡Oh, no, Sean!
¿Cómo voy a tener una carrera después de eso?”
Para finales de los 80, el
slasher estaba muerto, en gran medida por las aventuras de Jason —es como dice
el pana de los maratones viejos en TNT, “These people made the same movie nine
times, and that requires talent”. Pero en el cine, money talks: Freddy estaba
eliminado y la aventura neoyorquina de Jason fue la peor jornada en taquilla
del chico de Crystal Lake. Por eso pasaron los años y no hubo entregas nuevas, y
fue por eso que a Sean Cunningham, motor de la primera Viernes 13, se le ocurrió que si ya era hora de matar a los dos
grandes (Wes Craven era su panita), pues que murieran juntos: Freddy vs Jason, una película que tardaría
diez años en producción.
Jason está de vuelta
en Crystal Lake (“Me dijeron que ignorara a Jason
Takes Manhattan” cuenta Marcus, “esa película nunca sucedió”), pero la
policía también, y trajeron hasta bazucas. Tras despedazar al cadáver del
asesino, los restos son enviados a la morgue y vemos que la esencia del mal es
inmortal: Jason va poseyendo a la gente ahora, en busca de otro Voorhees que le
permitirá resucitar como debe ser.
Los felicito por hacer algo
diferente. Jason Goes to Hell parece
una respuesta a las pelis de Freddy: Es
más dinámica que las anteriores, es fantasiosa, sí, pero se sale del patrón. Recuerdo
haber visto la peli en pre-adolescencia y pensar “I fucking love boobs”, y
luego pensar “look at all this blood” y luego pensar “shower scenes are the
beste” y lueeeeego preguntarme “WHERE THE FUCK IS JASON?” Porque aunque teóricamente Jason es el asesino, casi no lo vemos en su
pinta característica (acá está actualizada, lleva un traje sucio y la máscara es metálica fundida con su
piel). Hoy, aprecio más la jugada y, como fan, la agradezco.
Dean Lorey, libretista,
dice una vaina que es muy verdad: “No
tenía sentido seguir la fórmula de Viernes
13, porque cualquiera que quisiera ver más de lo mismo, tenía con ir a
rentarlas. Si íbamos a hacer otra, tenía que ser diferente”.
Y, con mucho respeto a Tom
Savini, esta es la que tiene los mejores efectos. Resulta que el motivo de por
qué Jason siempre vuelve es por una maldición demoníaca que acá se transmite
como un parásito. Cuando Jay está en el cuerpo de la gente, es prácticamente
inmortal y aguanta lo que sea (mi favorito es un periodista que se parece a
Johnny Depp, that guy at the end looks like meatloaf) y, cuando cambia de
huésped, el cuerpo anterior se derrite. Y
es espectacular, tienes que verlo.
Esta gente no ganó un Oscar por esos efectos, pero pasó a hacer Buffy y The Walking Dead y prácticamente todos los efectos especiales de
Hollywood hoy. Es posible que ahora sí tengan un Oscar.
La despedida de Jason vale
la pena. Los buenos son, por primera vez en la franquicia, personajes con tonos
tridimensionales, gente que piensa como gente normal. La película, además,
reportó muchas mejores ganancias que su antecesora, hecho bienvenido por New
Line, que concibió al proyecto no como
una forma de revivir a la serie, sino como una despedida.
Y si pillas el final (toda esa secuencia está hecha con
miniaturas; te digo, buenos efectos), tienes a un antecesor del universo
cinematográfico moderno. Freddy vs Jason viene,
pero no todavía…
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