He estado perdido en
estos días, así que sólo diré que estaba ocupado.
Título
original: The Burning
Director: Tony
Maylam
Guion: Bob
Weinstein, Peter Lawrence
Elenco: Brian
Matthews, Lou David
Cinematógrafo: Harvey
Harrison
País: Estados
Unidos
Año: 1981
Víctimas de los Asesinos: 9
Después
de Alien y Dawn of the Dead, la guía
para los efectos especiales no era lo que se podía hacer, sino lo que se podía
mostrar. Como dice Adam Rockoff, este subgénero del terror bien pudo pasar
desapercibido por las furibundas masas moralistas de no haber sido por los
efectos especiales. “No era el hecho de que apuñalaran a alguien —a la gente la
han matado de modos más grotescos desde el amanecer del cine—, sino que ahora,
en vez de ver a la víctima colapsar al suelo rápido y con pudor, el público veía
al cuchillo entrar en el cuerpo”.
Y
en ese sentido, creo que pocas películas han sido atacadas más fieramente que The Burning… y con razón.
Enviada a la lista de video nasties británica (queriendo decir que su “contenido obsceno” prohibió a la película por décadas en el Reino Unido), The Burning cuenta la historia de Cropsey y como la mala broma que le jugaron en el Campamento Blackfoot creó a uno de los más sanguinarios homicidas del cine. Resulta que estos muchachos accidentalmente quemaron al conserje y el hombre, ahora desfigurado y con unas enormes tijeras, ha regresado para tomar venganza.
Una
trama corriente —y además en un campamento, el entorno que Viernes 13 explotó hasta agotar. ¿Qué tiene de especial, entonces,
esta película? La ejecución.
Los
primeros minutos los compartimos con Cropsey, viéndolo tratar de vivir después
de quedar completamente desfigurado (como dice el documental Going to Pieces, más que quemado parece
derretido) y cuando vuelve al campamento, nos da un tour de force de suspenso inusual por estos lares. No te niego que
la película tiene fallas; fue concebida en muy poco tiempo y toda la
preproducción duró que si seis semanas. Este
es, también, uno de los pocos casos en que no tenemos a una chica final que
enfrente al asesino, sino a un muchacho —y este pana tiene la capacidad
histriónica de una mesa de planchar. Pasa el film con la misma cara de
confusión y sueño y no te culpo si quieres que le caigan esas tijeras como el
martillo de dios.
Pero esta película se ganó su fama, e infamia, gracias
a la labor de Tom Savini en los
efectos especiales. La escena más famosa, y una de las vainas más hardcore de
todo el cine de terror, es el viajecito
en balsa. Un grupo de campistas hace una balsa para buscar a compañeros
desaparecidos. Dan con una canoa solitaria, que resulta una emboscada de
Cropsey. El carajo los descuartiza y
te calas todo el proceso como si presenciaras una ejecución real. It’s
extremely gory, no el mejor trabajo de Savini (ya hablaremos de eso), pero sí
lo suficientemente rudo como para retar las sensibilidades de los no iniciados.
Sé que tienes ganas de ir a ver la escena en YouTube; no lo hagas, te la vas a dañar. Es mucho mejor si la ves en el
contexto de la película, con el crescendo de premonición hasta aquella
liberación.
Mucho
se ha hablado de la moralidad (o inmoralidad) de esta clase de matanzas como
espectáculo (compáralo con filmes aterradores como El Exorcista o It Follows,
donde vemos muchísima menos sangre) y ante ello, no pretendo dar excusas.
Savini, veterano de Vietnam, estaba recreando muchas de las cosas que vio en la
guerra y junto a sus colegas, muchos de los cuales eran sus discípulos, fue
elevando el realismo de las más brutales muertes. Por esto, creo que es más
fácil conseguir gente que defienda la pornografía que quienes defienden al slasher.
William Schoell, académico del cine en general y de terror en particular, dice
que “una muestra de estas películas manifiesta un mínimo de estilo e
imaginación —al menos en cuanto a violencia—, pero la mayoría son terribles,
muy inferiores a las películas que las inspiraron” y Kim Newman se toma un
capítulo entero de su Nightmare Movies
a despedazar a lo que llama “películas de psicópatas”. John Carpenter dijo una
vez “Si diriges la clase de películas que yo hago, vas a ser etiquetado, y te
tratan como si fueras un pornógrafo”.
¿Cuál
es el valor cultural, entonces, de las slasher? Porque las Transformers podrán ser una treta vulgar para hacer plata, pero al
menos su contenido no es tan grotesco. ¿Sus defensores partimos de la
nostalgia? ¿Es catarsis? Una pregunta para los psicólogos.
Pero
lo que soy yo, lamento que no hubo una secuela de The Burning, un film con nada que envidiar a Viernes 13.
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