sábado, 28 de octubre de 2017

SYMPATHY FOR THE CREATURE 3: La Quema


He estado perdido en estos días, así que sólo diré que estaba ocupado.

 

Título original: The Burning
Director: Tony Maylam
Guion: Bob Weinstein, Peter Lawrence
Elenco: Brian Matthews, Lou David
Cinematógrafo: Harvey Harrison
País: Estados Unidos
Año: 1981
Víctimas de los Asesinos: 9


Después de Alien y Dawn of the Dead, la guía para los efectos especiales no era lo que se podía hacer, sino lo que se podía mostrar. Como dice Adam Rockoff, este subgénero del terror bien pudo pasar desapercibido por las furibundas masas moralistas de no haber sido por los efectos especiales. “No era el hecho de que apuñalaran a alguien —a la gente la han matado de modos más grotescos desde el amanecer del cine—, sino que ahora, en vez de ver a la víctima colapsar al suelo rápido y con pudor, el público veía al cuchillo entrar en el cuerpo”.

Y en ese sentido, creo que pocas películas han sido atacadas más fieramente que The Burningy con razón.


Enviada a la lista de video nasties británica (queriendo decir que su “contenido obsceno” prohibió a la película por décadas en el Reino Unido), The Burning cuenta la historia de Cropsey y como la mala broma que le jugaron en el Campamento Blackfoot creó a uno de los más sanguinarios homicidas del cine. Resulta que estos muchachos accidentalmente quemaron al conserje y el hombre, ahora desfigurado y con unas enormes tijeras, ha regresado para tomar venganza.

Una trama corriente —y además en un campamento, el entorno que Viernes 13 explotó hasta agotar. ¿Qué tiene de especial, entonces, esta película? La ejecución.

Los primeros minutos los compartimos con Cropsey, viéndolo tratar de vivir después de quedar completamente desfigurado (como dice el documental Going to Pieces, más que quemado parece derretido) y cuando vuelve al campamento, nos da un tour de force de suspenso inusual por estos lares. No te niego que la película tiene fallas; fue concebida en muy poco tiempo y toda la preproducción duró que si seis semanas. Este es, también, uno de los pocos casos en que no tenemos a una chica final que enfrente al asesino, sino a un muchacho —y este pana tiene la capacidad histriónica de una mesa de planchar. Pasa el film con la misma cara de confusión y sueño y no te culpo si quieres que le caigan esas tijeras como el martillo de dios.

Pero esta película se ganó su fama, e infamia, gracias a la labor de Tom Savini en los efectos especiales. La escena más famosa, y una de las vainas más hardcore de todo el cine de terror, es el viajecito en balsa. Un grupo de campistas hace una balsa para buscar a compañeros desaparecidos. Dan con una canoa solitaria, que resulta una emboscada de Cropsey. El carajo los descuartiza y te calas todo el proceso como si presenciaras una ejecución real. It’s extremely gory, no el mejor trabajo de Savini (ya hablaremos de eso), pero sí lo suficientemente rudo como para retar las sensibilidades de los no iniciados. Sé que tienes ganas de ir a ver la escena en YouTube; no lo hagas, te la vas a dañar. Es mucho mejor si la ves en el contexto de la película, con el crescendo de premonición hasta aquella liberación.

Mucho se ha hablado de la moralidad (o inmoralidad) de esta clase de matanzas como espectáculo (compáralo con filmes aterradores como El Exorcista o It Follows, donde vemos muchísima menos sangre) y ante ello, no pretendo dar excusas. Savini, veterano de Vietnam, estaba recreando muchas de las cosas que vio en la guerra y junto a sus colegas, muchos de los cuales eran sus discípulos, fue elevando el realismo de las más brutales muertes. Por esto, creo que es más fácil conseguir gente que defienda la pornografía que quienes defienden al slasher. William Schoell, académico del cine en general y de terror en particular, dice que “una muestra de estas películas manifiesta un mínimo de estilo e imaginación —al menos en cuanto a violencia—, pero la mayoría son terribles, muy inferiores a las películas que las inspiraron” y Kim Newman se toma un capítulo entero de su Nightmare Movies a despedazar a lo que llama “películas de psicópatas”. John Carpenter dijo una vez “Si diriges la clase de películas que yo hago, vas a ser etiquetado, y te tratan como si fueras un pornógrafo”.

¿Cuál es el valor cultural, entonces, de las slasher? Porque las Transformers podrán ser una treta vulgar para hacer plata, pero al menos su contenido no es tan grotesco. ¿Sus defensores partimos de la nostalgia? ¿Es catarsis? Una pregunta para los psicólogos.


Pero lo que soy yo, lamento que no hubo una secuela de The Burning, un film con nada que envidiar a Viernes 13.

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