Título original: Freddy’s Dead: The Final Nightmare
Director: Rachel Talalay
Guion: Michael DeLuca
Elenco: Robert Englund, Shon
Greenblatt, Lisa Zane
Cinematógrafo: Declan Quinn
País: Estados Unidos
Año: 1991
Víctimas del Asesino: 3 (???)
Freddy’s Dead
no es tanto una película, sino una celebración del fenómeno cultural de Freddy
Krueger. Para este punto, las películas slasher había explotado y fallecido y
los estudios, que durante años permanecieron ilesos ante la aparente
inmoralidad de hacer películas sobre sangre y tetas, empezaban a sufrir consecuencias, sobre todo económicas, que es lo
único que le duele a Hollywood.
Y
quiero hacer un paréntesis para tocar algo obligatorio sobre el cine slasher.
Adam Rockoff dice en su libro seminal Gone
to Pieces que la inmoralidad del
género es totalmente percibida, porque tomemos a una película como Commando, con Arnold Schwarzenegger: Hay
una escena famosa en que Arnold, herido, entra en un cobertizo y le tiende una
trampa a sus enemigos. Cuando lo consiguen, Arnold le corta el brazo a un
carajo, le clava un tridente a otro por el pecho y a un tercero le lanza una
cuchilla que le corta el cráneo, y todo esto ocurre frente a la cámara sin
cortes, en una violencia mucho más realista que cualquier cosa que puedas ver
en algo de Freddy. La gran diferencia
parece que está en que las víctimas aquí son adolescentes “inocentes”, comillas
a propósito, y allá son soldados malos. Nadie proclama al cine de acción como
haute cinema (aunque Commando me gusta muchísimo más que
cualquier cosa de Lars von Trier), pero el cine de terror es muy mal visto y el
slasher, en particular, se toma como a un escalón más arriba de la pornografía.
And it’s all bullshit, son.
Whatever.
New Line decidió que era mejor matar a la gallina de los huevos de oro, que ya
no reportaba tanto en taquilla, y podían
matarla con una película que sirviera de fiesta. Y una fiesta es.
El colmo del descaro. |
Todos
los jóvenes de Springwood, Ohio, han sido víctimas del Freddy Charles Krueger. El único que resta es un amnésico muchacho,
que va por “John Doe” (el
equivalente gringo de “Fulano de Tal”), convencido de que el motivo de por qué
sobrevive es porque es hijo de Freddy. Se lleva a un grupo a Springwood a
explorar sus orígenes, sin saber que esa es la llave para que Freddy se vuelva
global.
¿Y
qué consiguen? Cameos por coñazo. Johnny Depp vuelve, Tom Arnold y Roseanne
Barr aparecen como los padres de jóvenes muertos y hasta Alice Cooper está ahí,
como el padre adoptivo de Freddy. ¿Qué
vale la pena de esto? Ni siquiera el celuloide en que se rodó.
La
película abre con un Freddy imitando a la Malvada Bruja del Oeste, del Mago de
Oz, con todo y escoba, y con eso te digo todo. Freddy acá, en el peor maquillaje de la franquicia (la vaina parece una máscara
que puedes comprar en cualquier tienda) es
ya un personaje cómico. La primera mitad del film es más de lo mismo, aunque
“mirable”. Sigue una estructura, una historia, con lógica y sueños que a estas
alturas ya esperamos.
La segunda mitad es el espiral descendente.
Hay
una parte en que un personaje se pone unos lentes en 3D y se suponía que tenías
que hacer lo mismo en el cine (imagínate lo estúpido que era cuando salió en VHS),
pero ese truco no aporta nada
impresionante para una franquicia cuyo fuerte eran los efectos. Hasta los
actores dan lástima hoy; Shon Greenblatt, que hacía de John y era un
protagonista carismático, está irreconocible. En esa época era un tipo con
futuro, hoy es un gordo calvo con cicatrices detrás de los ojos. Lezlie Deane,
que sale bien bonita como Tracy, está más o menos conservada, pero ahora es una
dominatrix de esos que se pintan como payasos. Te lo juro. Hollywood will eat
your soul, man.
¿Qué
nos queda? No mucho. El funeral de
Freddy parece más un remate de la franquicia, donde New Line trató de ver qué
pudo recaudar por última vez —muy ingrato, porque ese estudio se construyó
gracias al dinero que arrojó la primera de Craven.
No hay comentarios:
Publicar un comentario