jueves, 17 de abril de 2025

Teoría de la Bazofia


Pregunta: ¿Es The Room la peor película en la vida?

 

La respuesta corta es “No”.

 

La respuesta larga es “Ni de vaina”.

 

Esto no es una expiación de los pecados de Tommy Wiseau, porque la ineptitud de su ópera prima es clara, evidente, innegable, la película es un drama que de película tiene poco y de drama nada, un PQC hecho cine.

 

Pero ya va.

 

Porque estamos en semana santa y que alguien lance la primera piedra.

 

Vamos a tomar, por ejemplo, a Independence Day, el esfuerzo noventero más famoso de Roland Emmerich (pero no el mejor, que es claramente Universal Soldier). “El Día de la Independencia” está protagonizada por Will Smith y Bill Pullman, producida por la 20th Century Fox, 145 minutos de extensión y 75 palos de presupuesto que recuperó y con sobradas ganancias, porque parece que recaudó más de 800 millones.

 

Y yo te invito a que tú veas Independence Day, que tengas la fortaleza de aguantar de principio a fin sin bostezar, sin voltear los ojos, sin preguntarte por qué carajo me hiciste caso y te estás flagelando el cerebro.

 

Te pongo otro ejemplo, también de los 90’ y también de Roland Emmerich: Godzilla. Banda sonora de Puff Daddy con Jimmy Page (insert mandatory rapey joke). Afiches, juguetes arrechísimos, distribución mundial y una promoción salvaje, Matthew Broderick con Jean Reno, cabrón. 150 millones de presupuesto, el doble de recaudación.

 

Pero no hay una sola persona en esta galaxia que esté aburrido pendiente de ver una peli dominguera en la tarde y diga “Oye, chico, ¿por qué no ponemos Godzilla, pero no la de Toho ni las nuevas americanas, ni la excelente Minus One? ¡Vamos a ver la del 98’, mi favorita!”

 

Este punto al que quiero llegar me viene de la esclarecedora perspectiva de Roger Ebert reseñando la épica zombie Dawn of the Dead de 1978, diciendo que era arrecho que Richard Donner hizo The Omen dos años antes por 60 millones de dólares que parecen 600 mil, y George Romero hizo Dawn of the Dead por 600 mil que parecen 60 millones. Porque en esta vida, las películas tienen una de dos madres: O es una producción independiente—tú te reuniste con tus amigos y financiaste la vaina de tu propio bolsillo y buscando los inversores tú mismo, a veces rodando los fines de semana con el talento que hubiese disponible—o la película proviene del “sistema de los estudios”, que es que ellos te ofrecen una película que ya ha pasado por muchos productores y ejecutivos y analistas y escritores y et céteras, porque tú también ya formas parte de ese círculo.

 

En términos prácticos, a Richard Donner lo contrató la Fox para que hiciera su profecía satánica y George Romero produjo la película y la distribuyó él con sus panas.

 

Estas cosas importan porque, dicho lo dicho, es injustificable que Warner Bros saque It: Chapter Two por 79 millones de dólares, talento de primera y distribución mundial, y la película sea infumable, con efectos harto inferiores a cosas que se veían en 1987 y con un final fusiladísimo de A Nightmare on Elm Street. Es imperdonable que un carajo con el historial y la casta de Shane Black nos presente The Predator, 160 millones por ese hocico, y sea uno de los peores libretos que has visto en tu vida. Cientos de personas echándole bolas para sacar esa película, con actores millonarios y un director de primera, y el resultado me da más sueño que la infame película de Wiseau—hecha por seis millones y apenas con distribución y ninguna promoción.

 

Ese, ese, es el peor pecado que una película puede tener.

 

The Room no es mala por la torpeza de su talento, sino porque da sueño, pero no tanto como The Predator, o Independence Day, porque por algo la gente se disfraza de Tommy y repite las frases y hacen colas para tomarse una foto con él. Nadie nunca se ha querido tomar una foto con Shane Black porque “¡Verga, es que tú hiciste The Predator!” ¿Tú sabes lo que cuesta hacer una película estúpida y aburrida con el fucking Depredador?

 

Muchas veces ya me he reconocido como un amante y conocedor de la bazofia, y recupero la oportunidad para declararme su defensor—lectores de larga data en este blog conocerán el historial y terreno en que nos desenvolvemos. Pero es que ven acá, yo quiero que tú te acuerdes de una película que Charles Bronson hizo en su ocaso, película que, según, él mismo lamentó en el set como indicativo del paupérrimo estado de su carrera, película que es, sin que me quede nada por dentro, una de las mejores cosas que yo he visto en esta vida: Death Wish 3, que salió por nuestras tierras bajo el titulazo de El Vengador Anónimo parte 3.

 

Hermano, DW3 tiene de director a un carajo llamado Michael Winner, periquero que andaba güelío durante el rodaje y que si bien tuvo en su historial a producciones más distinguidas, incluyendo a la oscura Death Wish original, llega a 1985 en un estado calamitoso donde sus opciones eran traficar droga o hacer películas para la Cannon, la gloriosa Cannon, artífice por excelencia del cine basura de los 80’. Su protagonista era el antedicho Gato, pero de 64 años, un personaje bien distinto a aquel ojos-rallados de Once Upon a Time in the West.

 

Paul Kersey (Bronson) llega a Nueva York por invitación de un amigo suyo, que no sobrevive los quince minutos de metraje. Este Kersey es un personaje al que le violaron y le mataron a la familia en la primera Vengador Anónimo (1974), se muda de ciudad en la segunda para vivir con su hija adoptiva, a la que también raptan, violan y se suicida. En esta parte, aunque quien muere es el amigo, Kersey se encuentra con un viejo amor suyo y, mira tú, también muere horrible, en una secuencia además absurda y espectacular. Ese señor se pasa el resto de la película echando plomo en una NYC que además parece de ciencia ficción, una tierra post-apocalíptica de pandilleros punk donde lo que existe más allá del río Hudson capaz es un desierto radioactivo. Death Wish 3 es una película que te tiene sus 90 minutos pegado a la pantalla, celebrando la masacre de esos malandros hijos de mil putas y los últimos 20 minutos son mejores que toda Batman Forever, una película de la Warner con Val Kilmer, Nicole Kidman, Tommy Lee Jones y Jim Carrey, y dirección de Joel Schumacher por $100 millones y distribución mundial.  

 

El origen de una película, su presupuesto y su talento no están asociados a su capacidad para entretenerte. Los ejemplos de esto están ahí.

 

¿Vacilaste con The Room a pesar de sus carencias? ¿Te reíste con la absoluta mediocridad de Zaat y su monstruo de goma con zapatos deportivos? ¿Te encanta la estética y los efectos especiales de The Incredible Melting Man, a pesar de que apenas es una película?

 

Vas pal’ cielo y vas llorando. Disfrutaste de mejores películas que Independence Day y sus 75 millones.

 

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