sábado, 10 de diciembre de 2011

The Times They Are A-Changin'

Hace muy poco conseguí por fin la secuela de Trainspotting, Porno, en la que los personajes destruidos de la novela original progresan con sus vidas, emergen o se pierden. Recuerdo sentir, cuando comencé, esa emoción casi eufórica al volver a estar en contacto con Sick Boy, como volver a ver a un viejo amigo después de años de silencio.

Bueno. Eso es lo que pasó hace unos días.

Estoy hablando de uno de mis amigos de la primera universidad en la que estuve. No voy a entrar en detalles sobre cómo éramos y las cosas que hacíamos, pero basta con decir que la seguridad de esa universidad tenía una idea de quiénes éramos. Resulta que ahora ambos trabajamos en una oficina, ambos recibimos sueldos honestos, ambos nos vemos bastante distintos de cómo solíamos lucir (en la época, yo era goticón y él un anarquista hardcore; cuando lo vi esta vez me tardó un rato el asimilar que estaba frente al mismo tipo).

Este no es un post para reflexionar sobre cómo cambian las personas y cómo no habríamos podido predecir que pararíamos en estos miembros aparentemente constructivos de la sociedad. En lo personal, no me arrepiento de nada de lo que pasó durante ese año (y en los consecutivos a mi cambio de universidad, en los que de hecho la vaina hasta empeoró), pero este tipo de reuniones sí hace que te des cuenta de cómo creces como individuo. Porque ya no eres el mismo joe, te sientes protector con el joven delincuente que eras, aunque ese vándalo, atrapado en su propia era, no se identifica ni de lejos contigo porque cree que estará rompiendo ventanas y pintando retrovisores con spray para siempre.

Empiezas a hablar con tu viejo pana, recordando a tipos llamados "Escoria", "Chacal" y "Chirínchiri".

Medio te ríes al preguntar si algunos de los antedichos siguen vivos.

Te ríes cuando te enteras de que otros viejos camaradas trabajan ahora en tribunales, vistiendo en el día a día de traje y corbata.

Te frikeas al saber que chamas que apenas podías soportar están ahora casadas (algunas con hijos).

Del mismo modo en que sería ridículo seguir vistiéndote igual, hablando de la misma forma, encerrado en ese espiral temporal, sí te da condecendencia al ver a quienes siguen pegados en la nota. Conozco a este broder, un bicho que era pana cercano cuando estábamos en el colegio. Un carajo brutal, gracioso, comprensivo, buena nota. En el último año del bachillerato, algo le pasó al maldito, porque se volvió profundamente más estúpido, desarrolló una personalidad abrasiva, al punto en el que nos molestaba tener que estar excusándonos por sus idioteces (hasta que nos cansamos y empezamos a victimizarlo). El tipo, a casi diez años de habernos graduado, sigue siendo la misma persona que era. La misma. Le habla a los mismos estúpidos a los que uno les hablaba porque estabas en el colegio y creías que eran carajos arrechos, se viste justo igual y dice los mismos chistes pajúos insufribles, la misma actitud de "soy un tipo relajado y me la estoy comiendo siempre, jo-jo-jó". El carajo es una comiquita. ¿Cómo podríamos relacionarnos si nos pusiéramos a hablar otra vez?

A veces, la única razón que tienes para hablarle a alguien es la nostalgia de recordar a un amigo que hace mucho que se fue.

Una de las ideas de la vida es que cambies con el tiempo, evoluciones. Si el núcleo de quién eres cambia, se trastoca tu personalidad (volviéndote, por ejemplo, evangélico después de años de beber, fumar y bailar pegao'), es que estás jodido. De otra forma, mirarás a tus viejos compañeros de armas sabiendo que atravesaron una fucking guerra juntos, todavía viéndote con una chela en la mano, oyendo lo que crees que es hip-hop anarquista español (no me pidan que explique eso), entre tipos que se soplan la nariz tapándose una fosa nasal y expulsando por la otra hacia el pobre estúpido que esté descuidado. Get ready to rock, children of the night!

La senda del exceso lleva al palacio de la sabiduría.

Meternos en tantos rollos era brutal, marico.

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