La segunda entrada acá;
Y la cuarta acá.
“Hobbes: ¿Cómo es que estos cómics van a ser tan únicos dentro de cinco años si todo el mundo tiene 5 de cada uno?
Calvin: Estamos contando con que las mamás
de los demás los boten a la basura.”
-Calvin & Hobbes.
Vámonos otra vez a la época de las Tortugas
Ninja. Ese número original, artesanal y full independiente, se vendió en su
primera edición que si por 10 centavos, un precio casi
simbólico. Bueno, toda esa edición se agotó. Cuando los que compraron de ahí
decidieron vender, “ok, yo te vendo Teenage Mutant Ninja Turtles de 1984,
primera edición, en buenas condiciones, pero no te lo voy a vender por el
precio original. Págame $1”. Para el punto en que las Tortugas tenían control
absoluto sobre la cultura popular, tú podías vender un TMNT primera edición en algo así como $400, y eso era en 1990, menos de diez años después. ¿Sabes qué
otro cómic es enorme ejemplo de eso?
Este
es un Action Comics #1, famoso por contener a la
primera aparición de Superman. El precio original de ese comic es similar al de
las Tortus en 1984. Cuando alguien consiguió su ejemplar primera edición en una
caja y lo vendió, reportó una ganancia superior
al 1.500.000% del precio original. Esas historias saltaron a la prensa
mundial. Alguien consiguió una primera aparición de Superman, la vendió y
ahora podía pagarse la universidad. Te digo para que tengas contexto: Hoy
existen sólo 6 Action Comics legibles en el mundo, uno de ellos está en un
museo en Francia; se venden por más de $3.000.000. Si tú consigues uno, tienes
la vida resuelta.
Y
esas ventas llevaron a que los cómics fuesen vistos como artículos
coleccionables. Lo peor que ha pasado a los cómics en su historia.
Coleccionar cómics siempre fue (y todavía
es) un aspecto de ese fandom, pero cuando esas ventas infladas empezaron a
ocurrir, Marvel lanzó una jugada que le reportó muchas ganancias al sacar el
primer episodio de Spider-Man por Todd McFarlane (el tipo era una estrella,
recuerda). Ve, la vaina venía en un formato de cómic normal, cool. Había otra
edición, que era con la telaraña alrededor del personaje toda plateada. Había
una parecida a la anterior, pero la telaraña y el rotulado era dorado… y había OTRA edición, que era una
portada toda metalizada. Para imprimir esa última, había que hacerlo en un tipo
de papel especial, parecido a la cartulina, porque el papel normal no soportaba
ese tipo de tinta (y eso, de por sí, infla al precio). Tenías, en conclusión,
como 5 versiones distintas del mismo cómic, todas diferenciadas por la portada,
porque el contenido era el mismo.
Ese cómic vendió más de dos millones de
ejemplares (y la gran ironía es que el arte original que McFarlane hizo para
Spider-Man en 1989, lo hizo por un pago de $700; en el 2010, se vendió por
$71.200, o sea, todavía es coleccionable).
El resto de la industria se montó en el
tren bien rápido, ingeniándose distintos métodos para hacer al cómic
coleccionable. Tenías las múltiples portadas con gimmicks que si
fosforecentes o metalizadas; tenías ejemplares que venían en una
bolsita especial que conservaba al cómic en condiciones “virginales”; tenías
ejemplares que venían con tarjetas coleccionables u otros artículos de mercadotecnia
(si tu consigues una tienda que venda cómics de los 90, te doy un 80% de
probabilidades de que, cuando lo abras, una tarjeta va a caer de entre las
páginas); tenías portadas diseñadas por artistas famosos, en vez del artista
habitual.
Un
ejemplo infame de esto es el X-Men de Jim Lee.
La vaina tenía 4 portadas diferentes y salieron a lo largo de un mes, a razón
de una semanal. La idea es que compraras las 4 ediciones para que tuvieras la
colección y pudieras armar un póster con la imagen completa (una redundancia,
porque a la quinta semana salió una edición con la portada desdoblabe y el
póster completo).
Súmale a eso que tú puedes comprar La
Muerte de Superman con su portada normal tipo tranquilo, O PUEDES COMPRARLA CON
ESTA PORTADA BRUTAL CON FONDO NEGRO Y EL SÍMBOLO DE SUPER CHORREANDO ASÍ COMO
SANGRE. O quizá quieras el primer número donde sale Jean Paul Valley como
Batman, o Ben Reilly como Spider-Man. Y aquí te consigues con el primer
problema lógico: Los cómics, hemos establecido, son un medio narrativo, son un
medio en el que cuentas historias. ¿Qué pasa si compras un Green Lantern
metalizado que viene en una bolsita y nunca vas a abrir para que no pierda su
valor? No lo vas a poder leer, eso
es lo que pasa. Entonces tienes que
comprar dos, uno para leerlo y uno para guardarlo. ¿Ves a dónde voy con
esto?
“Yo pienso que cualquier organización o
tienda que empuje a los cómics como a una inversión es, en el mejor de los
casos, corta de visión y, en el peor, imbécil e inmoral. Puedes venderle
toneladas del mismo cómic a la misma persona, en especial si le dices que está
invirtiendo en algo que en el futuro le garantizará ganancias. Pero lo que
estás vendiendo es burbujas y espejitos. Un día la burbuja va a explotar y los
espejitos van a acumular polvo en un almacén”.
-Neil Gaiman.
Es digno de mención que La Muerte de
Superman es, en sí, un cómic nulo en
el que Supes se da unas manos con un tipo en chores verdes y al final hay
una imagen toda dramática del héroe moribundo y todo ensangrentado y tal. O sea, argumentalmente, no da para mucho.
Como vimos la semana pasada, esta es una era en que se le dio preeminencia al
estilo visual, por encima de la calidad narrativa.
Pero a nadie le importó, porque las
acciones de Marvel en Wall Street escalaron a $16 la acción y de ahí, de una, a $18, contando con 2.3 millones de shares (eventualmente alcanzaría los $40/share). El precio normal de un
cómic era de unos 75 centavos y tenías ejemplares en las tiendas que podías
vender a $1.50 tranquilamente -e incluso a $4, que era el precio del antedicho
X-Men #1. No lo dije antes, pero ese cómic de X-Men vendió (prepárate y
acuérdate, que un cómic venda 100.000 ejemplares es un éxito gigantesco) 8
MILLONES DE COPIAS. Si haces el cálculo, es algo así como 17 copias vendidas por lector.
“Era como la cultura de la cocaína, sin la
cocaína” diría Tom Brevoort, famoso editor. “Todo el mundo estaba vuelto loco
con la explosión de las ventas. Lanzabas un libro y si no vendía medio millón
de copias, los editores se preocupaban. Si vendía 120.000 copias, cancelaban la
serie”.
El cómic se volvió un producto en el que el
contenido no tenía ninguna importancia.
Yo personalmente le debo mucho a la revista
Wizard, porque a mediados de los años 2000, los años en que de verdad me volví
un loco por los cómics, era el único modo que tenías de saber qué pasaba. A lo
mejor seguías una sola serie y, como no podías comprarlas todas (porque no
llegaban y si llegaban, eran caras), comprabas Wizard. Te enterabas de los
cuentos y conocías a los artistas, era un excelente medio para desarrollar amor
al arte secuencial. Lamentablemente, mucha gente recuerda a Wizard es por las
últimas páginas, que servían como una
especie de “Dollar Today” para cómics (los venezolanos entenderán a qué me
refiero). Era página tras página indicando cuál era el precio de mercado de
episodios particulares, quiénes eran los artistas más cotizados y los cómics
más valiosos del momento. Es la publicación que Frank Miller, en un evento
público, denominó “La Biblia de Satanás”,
aduciendo que la revista era “Un asesino de árboles que regularmente banaliza y
abarata a nuestro campo”.
Entonces las editoriales sacaban muchísimo
producto (en el aspecto más comercial de la palabra) y las tiendas
especializadas que se popularizaron en estos años lo solicitaban por cajas,
sabiendo que vendría alguien a llevarse varios “ejemplares importantes” bajo la
idea de que en el futuro, se revalorizarían (hay reportes de gerentes de tiendas que compraban cajas del mismo episodio y no las vendían; las guardaban como inversión personal).
Te explico la gran falla en el plan
maestro: La cultura del coleccionista deviene de que, en los años 60’, 70’, 80’
y antes, la única forma de conseguir, digamos, la primera aparición de
Wolverine, era buscando como loco en las tiendas o entre coleccionistas
privados y proponer un precio. Si tú no agarrabas la historia de Spider-Man
cuando Mary Jane entró en escena, te ibas a preguntar después quién es la
pelirroja, porque no había modo de conseguir el episodio viejo una vez salía de
publicación. Entonces ser alguien que tenía la saga completa de la Segunda
Generación de los X-Men era como que, pana, puedo ver toda la obra de Claremont
cuando yo quiera. You had serious
nerd-cred.
Pero la explosión de los cómics de las
Tortugas demostró que tú podías comprar un cómic ahorita, preservarlo y
venderlo 5 o 6 años más tarde por ganancias exageradas. Se estima que, en los
años 80, existía sólo 500.000 Action Comics en todo el mundo. Eso quiere decir que el artículo que estás
buscando es escaso. ¿Alguien que viva en Venezuela me puede decir que pasa
con los precios de algo escaso cuando hay mucha demanda? INFLACIÓN. El precio se infla por normas básicas de
mercado y cuentas ahora con dos grupos: Los que compran los cómics para leerlos
y los que los compran en una bolsa para nunca abrirlos, esperando que en diez
años el cómic le permita dar la inicial de un carro.
Ese
evento es conocido hoy como “El Crash de la Industria del Cómic”.
Estaba oyendo un podcast de un chamo que
tiene un cómic de Venom portada metalizada bien guardadito, que compró por $4.
Trató de venderlo hoy y le dan 10 centavos. O sea, VALE MENOS QUE SU PRECIO ORIGINAL. Literalmente no vale el papel en el que está impreso.
El público dejó de comprar. Sabemos que las
“historias que iban a cambiarlo todo” pero que estaban muy mal escritas dejaron
de vender, pero alrededor de 1996 los especuladores se dieron cuenta, también,
de que ese futuro en que tu cómic
metalizado iba a valer una fortuna nunca iba a llegar. En esa época, Marvel
había invertido un platal en convertir a la empresa en una marca similar a
Disney, un Leviatán de multimedia con restaurantes y películas y parques de
diversiones. Cuando ocurre el crash, Marvel, de repente, no podía pagar la nómina. No podía pagarle a sus empleados.
Imagínate eso un momento, vamos a hacer pausa: La empresa que estaba nadando en
una piscina de oro disfrazada de Rico McPato y celebraba fiestas de navidad con
DJs famosos en un domo fabricado sólo para ese evento, no tenía plata 5 años
después para pagarle a su gente.
En 1996 se planeó un relanzamiento de
títulos clásicos, empezando con Capitán América de Rob Liefeld, sin la
aprobación de la gente en Image. Rob hizo esto:
Image
Comics también la estaba pasando mal (Frank
Miller diría que “Siento que he quedado como un tonto al apoyarlos”). Un
reporte conocido de una tienda especializada señaló que “Tengo 34 títulos
atrasados que aún no llegan y 17 de ellos son de Image”. Mientras el espacio
entre episodio y episodio se amplió, el interés de los lectores se desvaneció y
las tiendas, para protegerse, solicitaron menos y menos ejemplares. De entre
ellos, Rob Liefeld era el que tenía problemas de puntualidad graves en un
momento imperdonable: Image Comics organizó un evento llamado “Deathmate” en el
que los personajes de los estudios independientes que conformaban la casa se
cruzarían (un vulgar “crossover”). La vaina fue promocionada durísimo y muchas
tiendas solicitaron cajas de ejemplares… que
nunca llegaron.
“Fue un desastre descontrolado” diría Bob
Layton, editor en jefe de Valiant. La anécdota cuenta que Layton tuvo que coger
un avión a California, a presentarse a las puertas del estudio de Liefeld y
ladillar hasta que The Rob le entregara el arte. “Y luego tenía que irme yo a
mi cuarto de hotel a entintarlo. What a pain in the ass! Ahí estaba yo, con mi
propia compañía qué manejar, y tenía que irme a California a manejarle los
negocios a otros. Miro al pasado y me cuesta creer lo que
tuve que aguantar como director de Valiant. Como herramientas promocionales, el crossover Deathmate fue un desastre
descontrolado (…) Deathmate parecía problemático desde el principio, pero
cuando Image no pudo entregar su parte a tiempo, nos dañó a todos”.
La historia compagina con las palabras de
Shirrel Rhoades, de Marvel, tratando de cuadrar el desastre del relanzamiento:
“La única forma en que el tipo te entregaba el arte era yendo hasta donde
estaba él bajo la instrucción estricta de que, hasta que él no entregara el
disco con el material, no se le entregaba el cheque. Era como un intercambio de
rehenes, yo retenía el cheque, él retenía el arte”.
Una mañana, el teléfono de Rob Liefeld
sonó. Era Todd McFarlane.
“Hey, estamos reunidos todos acá” dijo la
voz en el speaker, “y, uh, ya no nos caes bien y te estamos expulsando de la
compañía y ¿hay alguien en desacuerdo conmigo? Si no es así, vamos a votar
formalmente entonces… Ok, bye, ¿eso es todo? ¿Alguien más tiene algo que decir?
¿Nope? Ok, adiós” y cortaron la llamada. “La
única forma en que ese tipito vuelva a Image será sobre mi cadáver” diría
McFarlane después.
Así, Rob
Liefeld pasó de ser el niño dorado al paria de la industria.
Todd McFarlane (o “Toddy”, como se llamaba
a sí mismo), tenía sus propios problemas. Cuando organizó los números de Spawn
escritos por otra gente, cuenta Neil Gaiman: “Todd me llamó, me echó el cuento
de lo que quería hacer y me dijo, ‘Todo
lo que hagas en ese episodio es tuyo. Si creas algo, es tuyo y si se hacen
juguetes, y te digo que esa industria está explotando, panita, tú recibirás
regalías por cada figura que se haga’. Creo que mi error fue confiar en la
palabra y no ponerlo por escrito en un documento legal. Como todos saben,
escribí el número de Spawn en el que aparece Medieval Spawn, Cogliostro y
Angela. Por un tiempo, todo fue bien. Luego los cheques con las regalías
llegaron tarde. Y luego dejaron de llegar. Todd me dijo que ‘Te vamos a tratar
mejor que los chicos grandes’ y al final
yo sólo pedía que me tratara tan bien como DC me trató”.
Neil Gaiman
Gaiman
demandó por los derechos de propiedad intelectual en el 2002
y McFarlane, para evitar el rollo, le ofreció a Neil los derechos que él había
comprado sobre Miracleman y Neil aceptó, “Esperando hacer algo cool con Alan
Moore”… pero resulta que lo que Todd
compró fueron los logos y la publicidad, pero no el personaje en sí (aparentemente
esa fue una sorpresa hasta para McFarlane; el caso de los derechos de
Miracleman is a big box of crazy). Todd contrademandó, diciendo que él creo los
conceptos de los personajes y lo que Gaiman hizo fue expandir sobre ellos.
Adicionalmente, in kind of a huge dick move, McFarlane metió en Spawn a Dark
Ages Spawn y a Tiffany, dos personajes
virtualmente idénticos en concepto y personalidad a los que hizo Neil en el
infame número 9 (que ni se podía incluir en colecciones).
El litigio duró más de diez años, durante
los cuales otras demandas surgieron y a Toddy se le acumulaban las facturas. A
nadie se le escapó la ironía de que McFarlane
estaba tratando a Gaiman como él se quejaba de que las grandes compañías
trataban a los artistas. Numerosas veces McFarlane trató de registrar un
copyright sobre los personajes en pugna y siempre los abogados de Neil se
resistieron. McFarlane alegó, luego, que si bien Neil era al menos el
“co-creador” de Angela, no podía dársele derechos sobre Cogliostro (que era un
personaje de la imaginación popular) ni sobre Medieval Spawn, que era un
derivado de Spawn.
Por ahí están rondando transcripciones del
juicio que te recomiendo que leas, porque es una perla detrás de otra (wait,
conseguí este articulazo;
también pilla esto y esto). La frase emanada de Neil: “’Humildad’ no es una palabra que Todd
usaría”. Fue por esos años que surgieron
reportes de que Todd McFarlane estaba en la quiebra.
Uno de mis escenarios favoritos de Dungeons
and Dragons es “Points of Light” (sé
que es inesperado que un nerd bibliófilo como yo sea un connoisseur de Calabozos y Dragones, but indeed I am!), en el que
pequeños círculos de civilización existen en una tierra abandonada a las
sombras. Y la analogía viene porque hubo puntos de luz acá, incluyendo Marvels, de Kurt Busiek y Alex Ross
(marcando un estilo artístico adelantado para la época) y las obras de los que
son considerados los dos mejores escritores de los 90’, Mark Waid (el mejor explorador del superhéroe desde Alan Moore) y
un irlandés de hábitos discretos, voz menuda y un profundo desprecio por los
superhéroes: Garth Ennis (Garth es
un tipo tan arrecho que declaró a la prensa “El día en el que tú veas ‘Green Lantern, by Garth Ennis’ es
cuando vas a saber que estoy en la bancarrota y pasando necesidad, porque esa
es la única forma en que yo toque a un personaje con un concepto tan estúpido”,
mientras escribía DOS títulos para
DC).
Garth Ennis
Los cómics dejaron de vender.
Se despidió a gente por decenas y luego por
centenar. “Tenías una fiesta donde te felicitaban públicamente y la semana
siguiente eras despedido”.
Miles de tiendas especializadas cerraron,
con cajas de números “especiales” que nunca se vendieron.
Academy Comics, Amalgam Comics, Broadway
Comics, Eclipse, FantaCo Enterprises, Gladstone Comics, Majestic Entertainment,
Ominous Press, Eternity, Rebel Studios, Kitchen Sink Press, Ace Comics, Wildstorm,
Valiant (que fue comprada por Acclaim), Acclaim, Topps Comics y Malibu Comics,
entre otras, quebraron y tuvieron que cerrar.
Hasta Kevin Eastman perdió huge bags of money con el cómic independiente.
Y, al fin, Marvel se declaró en bancarrota y fue puesta a la venta.
Nada más de qué hablar, cada quién váyase a
su casa. Se abusó tanto de los límites del mercado que lo rompieron. Y la
semana que viene, vamos a hablar de por qué tenemos la escena actual, como el
fénix de las cenizas.
Excelentes artículos pana.
ResponderEliminarGracias, ilustre! :D
ResponderEliminarExcelente articulo, amo los comics, soy un enamorado del 9no arte, desde que tengo memoria tuve en mis manos a Kaliman, el Santo, Superman, Batman, etc, y los colecciono no porque valgan mas sino porque quiero tener a mis personajes favoritos conmigo, no tendre comics valiosos como muchos coleccionistas, pero mis comics, mis cuentos para mi son invaluables. esepro que ese sentimiento se recupere algun dia.
ResponderEliminarNo, no, yo también conservo mi colección incluso los de esa época -algunos hasta se les ha caído las portadas. No porque quiera venderlos, sino porque legítimamente me gustan.
EliminarAhora coleccionar es más fácil porque se venden como libros en tomos que aunan una "temporada", pero ya nadie tiene esa mentalidad de "OH ESTE EPISODIO VA A SER VALIOSÍSIMO ALGÚN DÍA". O al menos nadie con sentido común y perspectiva.