viernes, 24 de julio de 2015

COMIC APOCALYPSE I: Los Dorados 80s

Puedes leer la segunda parte acá;
la tercera acá;
Y la cuarta acá.


“Mucha gente talentosa me ha preguntado cómo entrar en el negocio de los cómics. Si son lo suficientemente talentosos, la primera respuesta que les doy es ‘¿Por qué quieres entrar en el campo de los cómics?’ Porque incluso si tienes éxito, incluso si alcanzas lo que se puede considerar la cima del éxito en los cómics, serás menos exitoso, menos estable y menos efectivo que si fueses el average practicante de tu arte en la tele, la radio, las películas o algo así. Es un negocio en que el creador no es propietario de nada de lo que crea. La editorial es dueña. ¿No es patético estar en un negocio en el que lo mejor que puedes decir de un creativo es que está en una pasantía para entrar en un mejor campo? ¿Por qué no ir a ese otro campo directamente?”.

-Stan Lee, circa 1978.


1986 fue, en el mundo de los cómics, annus mirabilis.

Las cosas tenían mucho tiempo calentándose, un proceso que podemos contar a partir de la publicación de la primera familia de Marvel Comics, The Fantastic Four. Ahorita, F4 es como que uno de los títulos menos llamativos de “La Casa de las Ideas”, pero con su aparición a principios de los 60, niggas lost their shit.

Te explico: El superhéroe es el arquetipo ficticio que mejor simboliza al cómic, un medio que venía construyéndose desde hacía mucho tiempo (puedes señalar a los jeroglíficos, si quieres), pero que en la segunda mitad del siglo XIX empezó a cobrar forma. Sin embargo, el cómic como nosotros lo conocemos, arranca a finales de los 30, la década en que Action Comics saca a Superman.

Las historias entonces eran, predeciblemente, muy diferentes a como las conocemos hoy, porque se vivía bajo la impresión de que sólo niños o adultos “raros” recurrían a esa clase de medio (“Es que son como libros ilustrados, tienen muñequitos, ¿por qué no lees un libro de verdad?”). En consecuencia, DC Comics, o la compañía que pasó a ser DC Comics, mercadeaba sus títulos de un modo muy particular y los desarrollaba de un modo específico. La cosa no podía ser muy elaborada para que la audiencia pudiera seguir la trama. Como dijo Daniela Paolillo en una convención hace tiempo, la primera historia de Batman, la que cuenta su origen, dedicaba sólo una página al trasfondo. “Érase una vez Bruce Wayne, que perdió a sus papás. Se traumó mucho, así que decidió luchar contra el crimen disfrazado de… BATMAN. Y ahora, nuestra historia, BATMAN CONTRA EL MALO TAL”. Era “bare basics”.

DC no era la única compañía en cómics: había sopotocientas, con ideas similares (una de las cuales era la empresa que pasó a ser Marvel). La vasta mayoría se hundió por cosas que ahora parecen intuitivas, pero que en 1950 no lo eran tanto. Una táctica habitual, por ejemplo, era sacar un título y producir solamente el equivalente a dos años de historias. Es decir, si tú sacas un episodio mensual, esos son 24 episodios. Listo, más nada. ¿Por qué? Porque el niño agarra el cómic como un ayudante para aprender a leer, a eso de los 8 años. Para el momento en que cumple 10, ya debe estar leyendo algo de gente más grande; no tiene sentido continuar la trama –muchas de las cuales quedaban inconclusas. Entonces, en vez de sacar más historias echando el cuento de Tarzan of the Apes, re-publicas una y otra vez los mismos 24 capítulos. Era una empresa sin inspiración, dominada por DC, la casa con la dictadura de facto.

Y, en el otro lado del charco, estaba Marvel, el único competidor que DC no pudo arruinar ni comprar.

Stan Lee

La introducción de los Fantastic Four no fue un boom inmediato, pero el truco de Stan Lee (ya sabes quién es Stan Lee, por dios) era mercadear el cuento no a niños, sino a adolescentes. Además, vamos a darle a la cosa un estilo artístico nuevo, que no se parezca a lo que está sacando DC –y eso vino en el revolucionario arte de Jack Kirby, el otro 50% de Marvel.

 Jack Kirby

Stephen King cuenta que su tema con los cómics eran los de terror de la EC, porque los héroes de DC no se parecían a nada con lo que nadie se pudiera relacionar. “Eran arquetipos de dioses a quienes la sangre no les corría por las venas”. Y eran historias estúpidas. “Oh, El Pingüino está robando una fábrica de sombrillas. ¡Hay que detenerlo!”

De repente, los Fantastic Four era un equipo que no se llevaba bien entre ellos y cada uno tenía problemas fuertes con sus nuevas identidades. Reed Richards sentía autodesprecio por cómo su cuerpo se deformaba y The Thing era evidentemente un monstruo, para él no existía la opción de Clark Kent.

Pero Lee y Kirby no habían terminado: Sacaron X-Men, The Hulk, Thor, Iron Man y rehicieron al Capitán América, siempre aumentando el nivel de profundidad en las historias, culminando con el superhéroe más influyente de la historia (tanto o más que Superman): The Amazing Spider-Man, obra de Stan Lee y Steve Ditko.

Los primeros episodios de Spider-Man parecen un cuento de terror. No sólo nada le sale bien, sino que el motivo de por qué se convierte en héroe es porque él decidió ignorar a un hampón que terminó matando a su tío. Esa vaina es una culpa que pesa sobre él y no puede remover. Batman no tiene la culpa de lo que le pasó a sus papás y su padre por aproximación, Alfred, lo apoya. Y es millonario, así que puede dedicarse a pelear todas las noches sin complejo; Peter Parker está jodido. Hay una viñeta muy indicativa del nivel de sofisticación de la historia cuando él concluye que el experimento de Spider-Man ha fallado: El Duende Verde me está cazando para matarme y la tía May está enferma y no tenemos plata para medicinas. No sé qué coño hacer.

Steve Ditko
Ahora, la vaina se puso verdaderamente seria a finales de los 70, con dos títulos específicamente: por un lado, un novato fanático entraba a dibujar y escribir un título nulísimo en el que nadie creía y que vendía lo suficiente como para no ser cancelado. El novato era Frank Miller y el título era Daredevil.

La ciudad que mostraba Miller en su DD era una Nueva York oscura en la que el héroe tenía soliloquios directos del cine noir. Hay páginas en que Matt Murdock se levanta de la cama, se viste y va bajando las escaleras de su casa mientras piensa sobre los problemas que ser un héroe enmascarado le trae a su vida Y TODO OCURRE EN LA MISMA VIÑETA. Es decir, estamos alcanzando un nivel de preciosismo narrativo no sólo con el texto, sino con el arte. Estamos hablando de un momento en que Bill Sienkiewicz está haciendo portadas para los títulos EN ACUARELAS. O sea, aquí no estamos jugando carro.

 
Y ya va, lo siento, pero cállense todos y vamos a tomarnos un momento para admirar el arte de Bill Sienkiewics, por favor, el que yo considero el mejor artista de portadas de cómics de la historia and I’ll stand by that statement in a court of law:





Bill Sienkiewics

Baddass.

Pero ya va, porque el otro pana con el otro título es un brother que agarró a X-Men y dijo “Ok, veamos. Este título no tiene NADA de interesante y no lo han cancelado de vainita. Es el más mediocre de la editorial. Hmmm, déjame ver cómo le meto mano”. Así, Chris Claremont “jubiló” al equipo original de los X-Men y los sustituyó por el que conocemos, el más famoso, featuring Wolverine, Nightcrawler, Colossus y Storm. Y si bien el tema del racismo estaba presente desde que Lee y Kirby idearon al concepto, fue Claremont (el verdadero padre de los X-Men) el que profundizó (the guy writes like a writer, man). Es un post para otro día el explicar por qué los X-Men de Claremont y John Byrne es uno de los títulos más influyentes de todos los tiempos. Claremont era la clase de carajos que decía “Oye, ¿sabes qué podemos hacer? Una serie aparte sólo con Wolverine”.

Y el editor de Marvel (que en ese momento debía ser Jim Shooter) le diría “Eso está muy bien, Chris, pero ¿quién se va a hacer cargo?”

“Ah, no le pares” contestaba Claremont, “Ya hablé con Frank Miller. Él hace el arte, yo lo escribo”.

“Pero… ¡no tienes tiempo!”

“I’ll work it out.”

Y en poco tiempo, había un universo dentro del universo Marvel; los X-Men tenían múltiples títulos, todos bajo la pluma de Claremont.

 Chris Claremont

La vaina le pegó a DC Comics como un camión a toda marcha y tardó muchos, muchos años en ponerse al corriente. Por primera vez en su historia, desde los años 30, era desplazada del primer lugar de ventas y no sabían si la vaina era por las portadas, o el estilo del arte (Stan Lee tiene una anécdota genial en que cuenta cómo le “vinieron con el dato de que en un consejo editorial en DC, concluyeron que la razón de por qué Marvel vende más es porque ponen diálogo en las portadas. De ahora en adelante, DC también tiene diálogo en las portadas”… y la vaina no funciona). No sabían si era por el modo particular en que Marvel se acercaba a sus lectores o si era por lo juvenil de los personajes. Valientes intentos se hicieron, quizá el más exitoso siendo la creación de los Teen Titans, un fusil directo de los X-Men, a pesar de que no alcanzó las cotas de popularidad de la competencia.

Y entonces llega 1986 y DC Comics lanza una novela gráfica titulada “The Dark Knight Returns”. El viejo Batman ha muerto y nace el Batman moderno, una reinvención total con un consiguiente relanzamiento en una nueva historia de origen. El detallazo está en quién fue el autor de esos dos libros. Mucha gente estúpida ha visto la serie de Daredevil y dice “Esto es una imitación de Batman, qué poco originales”. Es un caso de “Lo estúpido no es la obra, eres tú”. Se parecen porque el autor que definió a ambos personajes es el mismo tipo.

Ajá. Frank Miller. Un alumno de Marvel.

 Frank Miller

¿Cómo es posible? ¿Qué nivel de traición es ese?

Bueno, aquí es donde te explico el problema hardcore que el medio de los cómics tuvo durante décadas: A pesar de que las ventas iban en aumento y la popularidad in-crescendo, nadie pensaba que la vaina iba a durar. Y las editoriales, las DOS, Marvel y DC, trataban a sus creadores como escoria.

Considera esto: Wolverine fue creado por Len Wein. ¿Te imaginas que Len Wein es un millonario, tras haber inventado a uno de los personajes más famosos de la cultura pop, no? Pues no. O sea, tiene plata, pero no por ser el creador de Wolverine, porque para las dos casas grandes, el trabajo que hacían era “for-hire”, es decir: Tú vas a trabajar para Marvel (o DC). TODO lo que hagas con nosotros es propiedad de la marca, no tuyo. Si tú te vas, o te despedimos, no puedes bajo ningún concepto publicar historias de Howard the Duck en otra editorial. Ni por tu cuenta. Y te demandaremos por eso.

¿Qué tan absurdo era? Bueno, más que absurdo: Era cruel.

Jerry Siegel y Joe Shuster crearon a Superman en 1938. Para los años 60, Jerry Siegel estaba entrando en las oficinas de Marvel para trabajar para ellos como un mortal más; era más viejo que sus colegas, era un pionero para sus colegas, pero era pobre y miserable. Y si crees que eso es triste, mejor ni te cuento cómo murió Bill Finger, creador del 90% de Batman (Bill Finger, no Bob Kane).

Las cosas en Marvel no eran mucho mejor. Stan Lee dejó de trabajar en Marvel, si la memoria no me falla, en la primera mitad de los 70. De ahí en adelante, no recibió regalías por sus obras. Steve Ditko se tomó esa vaina muy mal, al igual que Steve Gerber, Wally Wood y, notablemente, Jack Kirby, que demandó a Marvel, exigiéndole que, coño, pana, okey, no me pagues por lo que ya publicaste, pero por lo menos devuélveme las más de 2000 páginas de arte original que tienes en tus bóvedas y que dibujé yo y valen una fortuna.

Y no. Marvel (decisión de Jim Shooter) no se las devolvió.

John Byrne

Entonces, Marvel tenía a John Byrne (salido de X-Men) como dibujante y escritor de los Fantastic Four y, al mismo tiempo, Frank Miller estaba a cargo de Daredevil y Claremont continuaba X-Men. Creadores súper fuertes metiéndole un billetal a la empresa, pero sin percibir ese nivel de retribución esperado. Frank Miller fue el primero en decir “Oye, no me jodas. Y DEVUÉLVELE SU ARTE A JACK KIRBY, COÑO” (en serio, Frank era, como sigue siendo, muy beligerante con sus opiniones). Steve Ditko renunció a los cómics, Wally Wood tuvo una muy mala racha con el alcohol, Len Wein andaba permanentemente molesto y John Byrne se sentía más y más maltratado, mientras Shooter aparecía una mañana y le gritaba a la oficina “MUCHACHOS: De ahora en adelante quiero una pelea por página”.

“Estúpido, ya nuestro episodio del mes está listo” diría alguien.

“Házlo otra vez”.

Jim Shooter

I shit you not. This really happened.

En 1978, Dave Cockrum, creador legendario, le escribió esta carta directamente a Stan Lee (que nunca ha estado separado de Marvel del todo), tras la entrada de Jim Shooter como editor en jefe:

Para: Stan Lee.

Esta misiva es para notificarte que estoy tendiendo mi renuncia a mi posición. Esta renuncia tomará efecto de inmediato.
Me estoy yendo porque esta ya no es la “gran familia feliz” con espíritu de equipo para la que una vez trabajé. A lo largo del último año, he visto a la moral de Marvel desintegrarse a un punto en que, en vez de ser un equipo o una familia, es una colección de individuos infelices canalizando sus estofados de rabia reprimida, resentimiento y frustración. He visto a muchos de mis amigos aguantar silentes un trato injusto, malicioso o vengativo.
Mis injurias personales son relativamente ligeras en comparación a las de otros, pero no pretendo aguantar callado. He visto a Marvel separarse, dividirse y desorganizarse. Estoy firmemente convencido de que todo se hizo con la idea de “Enseñarle a los obreros quién es el jefe”.
No pretendo quedarme para ver qué va a pasar.

Sinceramente, Dave.

PERO ¿qué opción quedaba? Si te ibas por tu cuenta, como Steve Gerber (creador de Howard the Duck) intentó, ibas a descubrir que nadie publicaba tu obra. No existía otra plataforma. “Por lo menos si te quedas en Marvel, sabes que lo que haces, va a salir. Lo peor es trabajar en algo y que no salga nunca”.

Steve Gerber

Entonces mucha gente se fue a la competencia. Así como Miller parió por segunda vez a Batman, John Byrne re-escribió el origen de Superman y sendos re-lanzamientos ocurrieron. Pero además, en 1986 empezó la publicación del que ha sido llamado “El cómic más arrecho de todos los tiempos” (por mí :P ): Watchmen. Puedes leer sobre el por qué aquí. Y síp, Watchmen es de DC.

Entonces este es el escenario: Tenemos, para mediados de los 80, unas historias que son lo mejor de lo mejor que el medio del cómic ha producido en su historia. Por un lado, Howard the Duck, X-Men (que ya sacaron su saga de Fénix Oscuro), Daredevil, Spider-Man y Wolverine y, por el otro, el renacer de Batman, Superman, los Teen Titans, Watchmen y el nacimiento de cómics más para adultos, que pasarían a la firma Vertigo, de DC. Si eras nerd de los cómics en los 80, estabas en el rock and roll…

Pero si estabas como creador, la estabas pasando muy mal. Todavía hoy, Alan Moore tiene problemas gravísimos con DC porque él siente que DC se burló de él, le pagó una mariconada por Watchmen y lo hizo entregar los derechos de la obra por un contrato dracónico (el contrato establecía que si Watchmen salía de publicación, los derechos de la obra eran retornados a él; el problema es que Watchmen nunca se ha dejado de publicar).

Y, en 1984, dos años antes de que el mainstream explotara, apareció el cómic que cambió todo para todos. Hace poco, un site señaló el nacimiento de Image Comics como el evento más importante del medio de los últimos 30, 40 años. Yo lo echo más para atrás. Y vas a entender por qué:

Dos panas, fans de Kirby y de los cómics en general, querían sacar un cómic también, pero tras haber sido rechazados por Marvel y DC, decidieron que, bueno, chico, vamos a sacar esto nosotros y será que lo repartimos por 10 centavos en las convenciones, no sé.

Okey, ¿de qué se va a tratar el cómic? Veamos. ¿Qué es lo más popular que existe en la escena actual? Mutantes adolescentes, por los X-Men, y ninjas, por Daredevil. Sí va. Hagamos un comic sobre ninjas adolescentes mutantes.

“Hmmm, ¿Qué es lo más estúpido que podemos poner como un ninja?” preguntó uno de ellos.

Los dos panas eran Kevin Eastman y Peter Laird. El cómic era Teenage Mutant Ninja Turtles.

La historia de cómo nacieron las Tortugas es arrechísima, es un post para otro día, pero el punto es que estos dos carajos hicieron un cómic eminentemente artesanal, hecho a punta de fotocopiadora y repartido casi gratis. La sorpresa: la primera edición del primer capítulo se vendió completa. Sacan una segunda edición, se vende completa. Hacen un número dos, que se agota y un número tres, que se agota también y el capítulo uno nunca se ha dejado de vender.

Las tortugas arrancan en 1984. En 1986, eran un fenómeno. En 1987, tenían ochenta mil imitadores, cómics independientes con títulos adjetivo-adjetivo-adjetivo-sustantivo. A finales de 1987, Eastman y Laird firman un contrato con una empresa de juguetes, que lanza una comiquita Y LAS TORTUGAS NINJA CONQUISTARON AL MUNDO.

¿Y sabes qué es lo más metalero de la vaina? Las Tortus eran propiedad exclusiva de sus creadores, precisamente porque Mirage, la empresa de Eastman y Laird, era independiente. Si se imprimía una franela de las Tortugas en un pueblito de Arkansas y se vendía por $10, $3 iban al bolsillo de Mirage. En consecuencia, en menos de diez años, estos dos tipos con un cómic que era una joda, se hicieron millonarios.

 Kevin Eastman

El mainstream estaba confundido y muchos incluso desestimaron al boom del blanco y negro independiente conforme se fue muriendo (muy pocos títulos sobrevivieron). Pero alguien sí estaba prestando atención, un artista nuevo de Marvel, un canadiense con un estilo que lo lanzó al estrellato, un artista con dos toneladas de ambición.

Todd McFarlane.

La semana que viene, Todd agarra al toro por los cachos and everything-fucking-changes.


4 comentarios:

  1. Excelente Victor! Gran articulo, espero la continuación

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    1. Gracias, chamo, me contenta que te haya gustado. Ya lo nuevo está escrito, el viernes sale :D

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  2. Muy bueno el artículo, pero creo que el próximo va a estar mejor.
    Soy un gran fanático de Image Comics.

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    1. A mí me parece un tema apasionante (evidentemente). Si uno era fan de los cómics en los 90', eres fan de Image, jajaja

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