lunes, 11 de enero de 2016

El Visitante



Escribí esta historia hace varios años, inspirado en Teenage Wildlife.  Originalmente publicada en Letras a Litros, la edité bastante. Todavía tiene sus fallas, pero es un tributo sincero a un artista al que le debo tanto.

-o-

 

Cuando tienes tiempo recogiendo a extranjeros del aeropuerto, desarrollas cierto sentido para reconocer apariencias, pintas, auras que no tiene la gente de acá. Nada más elocuente que oírlos hablar, por supuesto; Todo el mundo conoce las diferencias entre el inglés gringo y el británico, pero menos gente sabe que, al igual que nuestro español y el de los españoles es distinto, el portugués brasilero y el de los portugueses también lo es. El rasgo definitivo es ese: el habla. Omar se quedaba pendiente de que comentaran algo y este hombre, con el que cruzaba la Francisco Fajardo, sabía que lo miraban por el retrovisor . Respondía sereno. Alemán o gringo.

—American? —preguntó Omar en inglés de acento latino.

El hombre miró al chofer por el retrovisor. Sus ojos heterocrómicos.

—Oh, no —dijo—. British.

—British. Damn, man, I thought you were German or American.

El hombre rió.

—I lived many years in Germany, don’t know if that got in my appearance somehow.

Rió de nuevo, una risa grave y enérgica. Entrecruzó los dedos y miró por la ventanilla.

—That’s fine, that’s fine —Omar tamborileó con los dedos sobre el volante—. You’re here for business or pleasure?

—Uhm? Pleasure. I like traveling and seeing new places and since I’ve never been to Venezuela…

—Well, welcome to our country.

Omar le sonrió por el retrovisor y el inglés le devolvió la sonrisa.

—Thank you.

—We have many beautiful ladies. You’re gonna love them as soon as you step on the beach, man.

—That’s what I’ve heard, frankly interesting. But I am married, so I’ll be just looking.

—Married? Oh, that’s okay. Did your wife… —Omar miró al camino, pensando cómo terminar su oración. La replanteó:— Is your wife in England?

—No, she’s here. She arrived yesterday. I stayed home attending some business. This is like a secret trip and traveling separate helps us going under the radar.

Omar also las cejas.

—Why is that, man? —preguntó— You some sort of politician?

—Oh, no! Absolutely not! —ambos rieron— Let’s say I’m an artist.

—An artist! Great, man, I’m an artist myself!

—Really?

—Yeah, man! I’m a singer! —Omar se aclaró la garganta— I mean, I’m driving a cab because, well, things are rough here and you gotta do what you gotta do.

—Of course.

—But in my free times, I sing.

—Great. What kind of singing you do?

—Excuse me?

Un motorizado cortó el aire junto a ellos, esquivando estilo Mario-Kart. Llevaba los pies en bolsas plásticas.

—That was interesting.

—Pay no mind, man, that happens all the time around here. What were you saying?

—Uh… —el inglés echó un vistazo más profundo al tráfico por la ventanilla— What… what kind of singing you do? I mean, popular, lyric, chorus?

—Oh. Oh! No, no, I sing in an orchestra. Salsa, man, the rhythm that saved the world.

El inglés asintió y cruzó las piernas.

—You know, dancing that requires real skill —dijo.

—You dance?

—A little bit.

—We have it in our blood. You like salsa?

—Haven’t heard much of it, to be honest.

—That’s okay, I imagine.

Omar analizó al inglés por el retrovisor, su rostro felino, su cabello rubio. A juzgar por sus gestos, teatrales y surreales, un pintor o actor de teatro. Para viajar en secreto, tenía que ser por lo menos un poquito famoso. O un mentiroso consagrado, como un escritor o un político de carrera.

—So, uhm, you got any advice for a young artist, man?

—Sorry? —el inglés meditaba.

—An advice. For a singer like me, man.

El inglés se reclinó en el asiento.

—I guess I do —su voz un elocuente rumor—. That used to happen a lot. People asking for the secret recipe to success.

—Oh, that’s not what I meant, man, I’m sorry…

—It’s okay. These people I’m talking about were kids longing for fame and money, so that would be the first thing: Do it because you love it. Money will only buy you so much.

—Okay.

—And Fame is not rewarding. The most it will get you is a seat on a restaurant.

Gesticulaba con las manos y aunque casi no hacía contacto visual, sonreía a menudo.

—I had to resign myself, many years ago, that I'm not too articulate when it comes to explaining how I feel about things. But my music does it for me, it really does. There, in the chords and melodies, is everything I want to say. The words just jolly it along. It's always been my way of expressing what for me is inexpressible by any other means. What is very enlightening for me right now is that I sense that I'm arriving at a place of peace with my writing that I've never experienced before. I think I'm going to be writing some of the most worthwhile things that I've ever written in the coming years. I'm very confident and trusting in my abilities right now. But I've got to think of myself as the luckiest guy. Robert Johnson only had one album's worth of work as his legacy. That's all that life allowed him.

Pararon en el Caracas Palace, pero Omar ya estaba en la mente de este pasajero.

—Thank you very much, sir —dijo el inglés—. How much will it be?

—It’s… —Omar se volteó—. It’s on the house.

El inglés sonrió.

—Just tell me —le dijo Omar—, who are you?

El delgado duque blanco miró a Omar, una mirada intercambiable con un ademán cómplice, le dio un par de palmadas en el hombro y le puso dos billetes de cien en la mano.

—Keep this —dijo—. Don’t give up on your dreams. Dreams do come true.

Se bajó del taxi y se perdió en el lobby, sin equipaje, sin que nadie saliera a recibirlo. Omar seguía mirando al hotel cuando un muchacho se metió en el asiento trasero. La joven que lo acompañaba se quedó afuera, mirando al lobby.

—Susana —llamó el muchacho—. ¡Susana, vamos a llegar tarde!

—Ese… —ella entró en el taxi, extraviada— Luis. Luis, ¿ese no era David Bowie?

—¿Quién? —preguntó Omar.

—David Bowie, claro —el muchacho se revisaba la cartera—.Bowie debe estar en Francia o Suiza. Maestro, ¿cuánto hasta la Casanova?

—Ese hombre era David Bowie. Estoy segura.

Omar y la chica se miraron. El taxista sonrió y puso el motor en marcha.

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