viernes, 3 de febrero de 2012

Ética Creativa: una tragedia en dos actos

I

Te voy a plantear un experimento.

Imagina que eres un escritor de ficción (con un poquito de imaginación, puedes aplicar este ejercicio a otras ramas estéticas). Tienes un libro terminado, esperando a que alguien se interese para publicarlo, porque sabes que eso de la autopublicación pues no paga. Para que una editorial te acepte muchas pruebas se hacen, tienes que tener un poquito de suerte y un buen material en el qué apoyarte. Es un proceso lento; si te aprueban la novela, la verás publicada dentro de un año, más o menos y no hay ninguna garantía de que, al final del camino, recibas compensación monetaria acorde a todo lo que has invertido en esa épica tuya. No es imposible, obviamente, pero requiere mucho trabajo, dedicación y paciencia. Acuérdate de que “un escritor exitoso es uno que no se rindió”.

A menos que aceptes la oferta de James Frey.


Doesn't looks like a dipshit, uh? NEITHER DID HITLER.

Este hombre, Frey, se te acerca y va vestido de bohemio. Apenas superando los cuarenta años, cargaun suéter de marca, un sombrero fedora y pescadores. Se calza en cholas. “Estoy interesado en redactar, con otros autores, series de libros para el mercado joven-adulto que se vendan muy bien. Harry Potter y Twilight han terminado; hay un mercado a la espera de la próxima gran cosa y nosotros vamos a brindárselo. Acepta mi propuesta, escribe para mi compañía, te presento a agentes, a contactos y colaboraremos para asaltar al mundo”. Si dudas, deberías considerar al primer tipo que Frey contrató: Jobie Hughes, autor de Soy El Número 4. Una verdadera historia de Cenicienta, Hughes aceptó la oferta por quizá los mismos motivos que la aceptarías tú: tenía un manuscrito guardado y esta era una buena oportunidad para tener exposición, reputación como artista. Frey pagó las deudas de Hughes, lo mandó en avión a California e hizo que se entrevistara con Spielberg para una potencial adaptación cinematográfica del aún no publicado Soy El Número 4. Vamos bien hasta aquí, ¿no?



Te entrevistas con Frey, le dices que te interesa su propuesta. Él te entrega una página con el concepto que debes desarrollar. Te explica que recibirás 250 dólares (pagados en dos partes) por tus esfuerzos, mas un 30% de las ganancias que genere el proyecto —incluyendo derechos para la televisión, películas, juegos, muñequitos y afines. Si la idea original es tuya y a James le gusta, tu porcentaje se eleva al 40%. Eres económica y legalmente responsable por cualquier acción llevada en contra del libro, pero no eres propietario de los derechos de copyright (esos derechos los tiene Frey y su compañía; o sea que no posees la propiedad intelectual del libro). El libro será publicado bajo un seudónimo (que realmente te representará a ti y a Frey, como colaboradores) y Full Fathom Five, la compañía, podrá usar el seudónimo sin tu autorización para lo que crea conveniente. Si el primer libro tiene éxito, tienes derecho de preferencia para escribir las secuelas. No obstante, puedes ser sustituido por otro autor que escribirá bajo el mismo apodo. Se te prohíbe firmar otros documentos que puedan entrar en conflicto con este. El contrato estipula, en términos inequívocos, que no puedes hablar públicamente del trabajo ni confirmar tu colaboración. No tienes derecho de aprobar o rechazar materiales biográficos o publicitarios de ninguna especie. De violar esta cláusula de confidencialidad, serás sujeto a demanda por 50.000 dólares.

Frey te cuenta que el mundo necesita nuevos escritores que salgan del mercado promedio, que le peguen en la cara a Dios. Está decidido a serlo y quiere que tú trabajes con él, una nueva generación de innovadores. Al hablar del libro que te propone, enfatiza que es una colaboración, no tu proyecto solitario. Te cuenta de una adaptación a la historia del Rey Arturo en la que está trabajando con uno de los escritores de Full Fathom Five. El anónimo autor escribió algunas cosas, a Frey no le gustó, propuso cambios, el autor los hizo y todos fueron felices. En otro caso, dos escritores desoyeron sus observaciones sobre una novela. Fueron despedidos y reemplazados.

Esta es la parte interactiva del experimento: si aceptas la propuesta y escribes un libro en cuatro meses para James Frey, vete al resultado A. Si no lo aceptas, vete al resultado B. Si decides consultar a un abogado, vete al resultado C.




RESULTADO A:



 
En pocas palabras.


Esta es la historia de Jobie Hughes.

Escribiste algo tipo Soy El Número 4, que fue bien recibido, bajo el apodo de “Pittacus Lore”. Los derechos para una película se vendieron y el presupuesto es de 55 millones de dólares. Aunque no puedes decir que fuiste tú quien lo escribió, tienes suficiente en tus arcas para irte de vacaciones a Roma y comprarle una casa a tu mamá. Todavía no has publicado el manuscrito aquel de tu novela original porque nadie quiere aceptártelo —mucho menos si tu nexo con la industria es James fucking Frey.

Pasa el tiempo. La película fue un desastre y el libro no cumplió las expectativas que se adivinaban. Full Fathom Five quiere que escribas la secuela bajo sus lineamientos y, al tener diferencias con Frey, él te grita y te amenaza con despedirte y contratar a otro. Tienes prohibido hacer publicidad para el libro y cuando un crítico lo destruye, no puedes salir a defenderlo.

En un café en el que te invitaron a hacer una lectura pública, te presentan como “(inserta aquí tu nombre), autor del libro (inserta aquí el libro que escribiste para Frey)”. No tienes idea de cómo ellos obtuvieron esa información, pero ahorita hay un arde Troya en Full Fathom Five. James Frey te quiere agarrar a coñazos. Cansado al fin, demandas a la empresa y reclamas los derechos que debías poseer desde un principio. Haces pública tu participación en el único proyecto exitoso que la casa ha tenido. El litigio se prolonga, eres culebra con James Frey y si se consiguen por la calle, se caen a tiros.



RESULTADO B:

 
 
Tú como que eres amigo mío.

Quiero felicitarte por tu buen juicio en esta, la elección que tu servidor habría tomado. A lo mejor te fuiste por aquí porque, como yo, sabes quién es James Frey.

En el 2003, Frey publicó su conmovedora autobiografía, A Million Little Pieces. El libro se convirtió en un fenómeno comentado por todos los Estados Unidos. Oprah Winfrey lo volvió su selección del mes para su club de lectura, lo que en Gringolandia equivale a mucho prestigio y éxito garantizado. El autor fue invitado al show de Oprah y echó el cuento de todos los amigos que perdió, el sabor del fondo que tocó y conversó de los detalles de su temporada en el infierno. John Dolan, poeta, dice que el libro le sabe a falso. Stephen King escribe que, siendo un alcohólico y adicto recuperado, él vivió las cosas que toca la autobiografía y no son en lo absoluto como Frey las describe. El site The Smoking Gun buscó la fotografía que le hacen a los presos cuando entran a la cárcel, para burlarse de Frey… y descubrieron que la foto no existía.

James Frey nunca estuvo en prisión. Nunca estuvo en ningún centro de rehabilitación. La novia que dice que perdió, nunca existió. Que el autor diga “ese libro representa la verdad esencial de mi vida” no significa nada para un público que se sintió engañado. Oprah lo volvió a invitar al programa, donde lo regañó por mentiroso y por sinvergüenza, enfrente de toda la nación.

Mi amada Carol Joyce Oates describió el asunto como “un problema de ética sobre el que puede debatirse apasionadamente con miles de argumentos. Al final, Oprah defendió su moral –puesta en entredicho-, sobre la importancia de la verdad”.



RESULTADO C:


 
Después de que leas la explicación del contrato, esta foto tendrá más sentido.

Buena decisión. Me caes bien. Y por eso, te cuento que tu abogado será Conrad Rippy, famoso abogado dedicado al ambiente literario, con cualquier cantidad de años de experiencia. Te mereces este abogado, por pensar antes de firmar el papel.

Conrad no se cree el cuento cuando le explicas que esto sería como escribir un guión para Hollywood, en el que este formato es cosa de todos los días. Te pide que, por favor, le lleves a su escritorio una copia del contrato. Haces caso y, después de leer el instrumento, te explica que lo que te están ofreciendo es, fundamentalmente, “una colaboración sin que haya colaboración. En dieciséis años de negociaciones, nunca he visto un contrato como este. Es un acuerdo que dice ‘tú vas a escribir para mí. Yo seré el propietario de lo que saques. Puede que te dé crédito como puede que no. Si hay más de un libro en la serie, estás enganchado por defecto para escribir esos también, bajo los mismos términos de este primero, pero no estoy en la obligación de usarte. A cambio de esto, te ofrezco el 30% de una cantidad que tú no puedes verificar —no tienes derecho a hacer una auditoria—, y eso es después de que se te reduzca la cantidad por gastos que no están especificados’. Es un contrato para que funciones como mano de obra, en ese sentido sí es como escribir para el cine… pero a esos escritores, Hollywood les paga mucho más de 250 dólares”.

Te regresas a tu casa y decides que, cuando menos, hay cosas que merecen ser revisadas sobre este papel. Les escribes un email con tus preocupaciones y, a los veinte minutos, te contestan que el contrato no puede ser negociado y que muchas gracias por tus molestias, pero se han dado cuenta de que una colaboración contigo no llevará a buen puerto.

Todo esto le pasó de verdad a este autor.




II



I'll probably hate it anyway.


Okay, so: yo tengo A Million Little Pieces. No lo he leído completo porque James Frey me desagrada como persona (si te interesa saber, tampoco pagué por él; so sue me, James, for not being honest) y, aunque es bastante probable que lo termine algún día, sí he leído lo suficiente como para saber que hay vainas en ese libro que no pueden ser verdad (en una escena, a James le hacen un tratamiento de conducto sin anestesia “porque la anestesia es adictiva”. Dude, what the fuck). So, si partimos de la premisa de que el tipo solía ser drogadicto y alcohólico, ¿a nadie de verdad se le ocurrió que, no sé, a lo mejor, este tipo inventaba las cosas? No es que yo tenga muchos amigos drogadictos, pero sí conozco a un par y la enseñanza que me ha quedado es que esta es gente irresponsable que se dedica a mentir todo el tiempo por cualquier excusa que les permita mantener su vicio y privacidad.

Después del caos en Oprah, James explicó públicamente que había aprendido su lección, que debió decir desde un principio que todo era mentira y que ahora entendía el valor de la sinceridad. Un año y medio después, salió diciendo que nunca debió disculparse, que es un escritor que cambiará al mundo con sus controversias y que estaba creando a Full Fathom Five —sin mencionar el dracónico contrato, que lo clasifica de inmediato como un consumado inmoral, zorro, carente de la menor ética, con una avaricia y necesidad de atención que no tiene reparos a la hora de aprovecharse de los demás. En otras palabras: todavía actúa como un adicto (esta vez, un adicto con plata).

¿Para Jobie Hughes? Fuck, man, though luck. Créeme que te entiendo y me identifico contigo, como escritor que sabe lo que cuesta construirte una reputación; me arrecharía demasiado que un maldito se aprovechara de mis ansias de éxito. Y eso me recuerda a algo de lo que me enteré hace poco: DC Comics ha anunciado nuevas series a modo de precuelas de Watchmen, la magnánima novela gráfica escrita por Alan Moore e ilustrada por Dave Gibbons.

¡Sólo Moore y Gibbons pueden matar a Moore y Gibbons! Oh, DC también.

Publicado por primera vez en 1986, Watchmen es el cómic que hizo por ese medio lo que 2001: Odisea del Espacio hizo por la ciencia ficción: lo validó como una forma de arte. Personajes complejos, trama cargada de simbología, prosa sublime y un arco argumental que abría y cerraba en pocos capítulos, dando inicio a un formato que personalmente amo: la novela gráfica. Si eres de los que leyó Watchmen antes de que saliera la película y todo el media frenzy que vino después, sabes que ese libro era como ver Matrix, leer El Manifiesto Comunista y descubrir que El Niño Jesús no existe, todo de un solo coñazo: cambió tu forma de ver al mundo. Eso de “Watchmen es una pieza intocable de literatura”, es lo que la gente dice como si se refirieran a Ana Karenina. Y, si me preguntan, tienen razón.

Estas series nuevas van a salir sin la participación ni de Moore ni de Gibbons, porque aunque ellos son los creadores de ese universo, los derechos le pertenecen a DC Comics; ergo, la empresa puede hacer lo que le dé la gana.

Pocos años después de que saliera Watchmen, Moore habló de una potencial serie sobre los Minutemen, que es un grupo de héroes que actuaron en los años 40. Lo que pedía para darle curso a la obra era que DC le diera los derechos de propiedad intelectual. El contrato de DC —que Moore describe como “una licencia para estafar”— establece que ellos pueden publicar la novela gráfica. Si después de un año, el libro dejaba de venderse y no salía mercancía relacionada ni nada por el estilo, los derechos volvían a los creadores para hacer con la serie lo que quisieran. Moore y Gibbons firmaron sin sospechar que el libro se convertiría en un best-seller que no se ha dejado de vender en 25 años. Cuando el escritor solicitó los derechos, DC le dijo que gracias, pero no, gracias. Alan suscribió un contrato y de acuerdo a lo establecido en ese papel, todo se está cumpliendo al pie de la letra, en los términos en los que las partes acordaron firmar.

Ahora, años después y asumo que gracias a la atención que generó el largometraje, DC le ofreció dos millones de dólares a Alan Moore para que aceptara los derechos de copyright, siempre que produjera más historias en ese universo. Moore dijo (y esto no es sorpresa si sabes algo del escritor inglés) que no.

“Ya he pasado por demasiado con respecto a esto al punto en el que mi obra predilecta ya me crea sentimientos negativos” dijo. “Yo quería los derechos en aquel entonces. Ahora no”.

¿Cómo respondió DC? “Bien. Igual contrataremos a otros y sacaremos las series sin ti”.


Fundamentalmente, "dame lo que quiero o te lo robo".


Volvemos al asunto de la ética. Sí, DC tiene el derecho de hacer eso mismo con Watchmen, pero no quiere decir que deba. Desde un punto de vista absolutamente consumidor, diría que “hey, nice: vienen más cómics de Rorschach. Si no son buenos, puedo ignorarlos y ser feliz”. Pero resulta que, como ya establecí, mi parcialidad está con los artistas, me identifico con los creadores y a mí me molestaría un poco que, digamos, Necronomicón se dedique a hacer otra historia con mi Maxwell Huntington sin mi autorización (no pueden, realmente, pero si lo hicieran, it wouldn’t be fucking cool… este es un ejemplo; la gente de Necro sería incapaz de una vaina así). El punto es que no es respetuoso con el artista ignorarlo por años para luego solicitarle vainas, so pena de seguir ignorándolo y hacer lo que a la empresa le dé la gana igual. Aunque entiendo la postura de Alan y la apoyo, quizá lo mejor habría sido que aceptara los derechos y no produjera nada (así sabes que tú no los estás tocando, pero nadie más tampoco lo hará). Es un asunto de orgullo, ya Alan dijo que “yo no quiero que me paguen; lo que quiero es que no lo hagan” y DC va a obedecerlo tanto como lo obedecieron en el pasado. Ojala y la victoria moral pesara lo mismo que la victoria práctica.

Si las nuevas series tendrán la misma calidad que la saga original es algo que está fuera de discusión (obviamente no). DC cómics alegará cualquier cantidad de razones para esconder el hecho de que son una empresa y que las empresas subsisten con billete…

Kinda like this.

…y Alan Moore seguirá arrecho, como Jobie Hughes anda arrecho, martirizados por un contrato que de verdad que debieron firmar asesorados por un abogado. Dicen que todos los días sale un pendejo a la calle y el que lo agarre es de él. Es deprimente ver cómo esto se aplica “al medio”, con buitres de la creatividad rondando por ahí, esperando a que caiga alguien con sed de exposición… but then again, Miguel Ángel Buonarroti no pintó el fresco de La Capilla Sixtina por iniciativa propia.

Supongo que la moraleja de esta historia es “Lee las letras pequeñas”. No firmes cualquier vaina porque tu obra debe ser conocida ya. Acuérdate de estas historias y de que existe un carajo llamado James Frey and he doesn’t gives a fuck.

Remember, Alan: it’s all one big joke.

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