martes, 4 de noviembre de 2025

Este Año No Hay Matanza (pero sí hay Gato Negro)


Muchachones, buenas noticias: Ayer me enteré de que quedé finalista en el concurso de cuentos de terror de Gato Negro, que si no lo conoces, te cuento que es una (si no es que es “la”) de las movidas literarias venezolanas más activas e interesantes de la actualidad. Está integrada por nuevas voces de nuestra narrativa, emanadas de diversas universidades, y pues están echándoles bolas para mantener viva nuestra literatura actual en este contexto re-híper-mega hostil. Me recuerdan mucho a la propuesta que tuve hace tanto tiempo con los muchachos de Letras a Litros, pero Gato Negro fue más allá porque ha ido involucrando a la gente.

 

El máximo galardón del concurso lo obtuvo Neysarai Paz con su cuento El cuento de la mariposa, y junto a mí como finalista quedaron también Luis Perdomo (por Caza de conejos), Andrea Santana (por Sanguijuelas), Saúl García (por Ritual a veinticuatro cuadros por segundo) y Felipe Ezeiza (por Bosque en el espejo, excelente título). Joseph Figueroa ganó el concurso de ilustración.

 

Mi historia se llama Este año no hay matanza, es un tributo al cine slasher en clave de humor—sabes que el terror y el humor son primos—narrado por el asesino. Lo escribí oyendo esto…

 


…pero si me tocara ponerle soundtrack, sería este:

 


No les muestro el cuento por acá, pero les estaré avisando dónde pueden leerlo.

 

Así que bueno, enhorabuena a la ganadora y demás finalistas, y my tip of the hat a todos los participantes.

martes, 2 de septiembre de 2025

Este Post es 100% Orgánico


El otro día, leyendo de las locuritas del publishing, encontré un post de Gabino Iglesias sobre un tema que lo tiene desanimado, y es que a cualquiera; Para quien no le conozca, Gabino es un latino que escribe en inglés y no sólo es que tiene obra publicada con publishers mainstream, es que el man forma parte de esa nueva camada de la literatura de terror que incluye a Josh Malerman, a Paul Tremblay, a Adam Cesare y a Gwendolyn Kiste. Su novela más famosa, The Devil Takes You Home, ganó el premio Stoker del 2022 por mejor novela, el premio más prestigioso de la literatura de sustos en la actualidad. Gabino tiene lectoría y escribe en columnas, hace reseñas, está en el mamey.

 

Y bueno, el pana comentaba que este año ha sido complicado porque su siguiente novela, House of Bone and Rain, fue muy bien recibida por la crítica, fue también nominada al Stoker, pero vendió menos que su antecesora. En consecuencia, Gabino perdió el contrato que tenía con su publisher y es, actualmente, un “agente libre” como quien dice. La próxima vez que escriba una novela, tiene que hacer el proceso de venta de los derechos a una editorial desde cero, sin que haya ya alguien esperando por poner ese libro en el mercado.

 

Eso es algo que yo siento que el público en general no entiende sobre la vida del escritor moderno, y sobre esto hay una película buenísima con Charlize Theron llamada Young Adult; La gente cree que tú coronas un libro con un publisher (léase, casa editorial), grande o pequeño, y ya lo que te viene es entrevistas con el New York Times, cocteles de camarón en un penthouse lujoso, y consultas de la Warner Bros. para que les digas a quién ves protagonizando la película. Verbigracia, la gente cree que todos los escritores publicados son Stephen King o JK Rowling.

 

La realidad es que la vasta, vastísima mayoría de los escritores somos una gente que funciona como unos permanentes freelancers. Todo el mundo tiene el llamado “trabajo diurno”, que muchas veces no tiene nada qué ver con literatura, pero que paga las cuentas. Mucha gente escribe ficción (o no) a nombre de otra persona o empresa (el ghost-writing), y mucha gente ya dio el paso a la publicación independiente y sacan sus libros directamente con el Kindle Direct Publishing. Mucha gente que incluso la pegó y salió en la lista de los más vendidos del antedicho Times, cuenta en sus redes que ellos realmente viven en la casa de siempre, que con la plata que se ganaron del libro compraron otra computadora o se arreglaron los dientes, y ciertamente aquí no hay nadie comprando una mansión en Escocia.

 

La razón está en que si bien hubo una época en la que un escritor recibía unos avances de publicación bien generosos y las fiestas de lanzamiento de la novela eran en Manhattan, eso se acabó a principios de los 90’. La industria moderna existe en una carrera perpetua por ver quién será el siguiente gran hit, montándose en una ola que nadie sabe cuál será hasta que las mismas ventas lo revelen, y donde tu acceso al mercado tradicional, con obra publicada y en los mostradores de Books-a-Millions, no garantiza que el día de mañana seguirás siendo publicado. Esto no es un club, pues, donde una vez eres aceptado, serás aceptado para siempre y formas parte de un Olimpo donde puedes mirar hacia abajo a aquellos mortales que tienen que arar bien arados esos campos a ver si venden cinco ejemplares. Aquí todos, salvo una muy privilegiada minoría, somos jornaleros, contratistas independientes con un libro que esperamos que venda para ver si el siguiente vende también y entonces así estar más o menos estables en un medio caracterizado por su inestabilidad. En Hollywood dicen que tú eres tan bueno como tu más reciente película. Aquí eres tan bueno como las ventas de tu más reciente obra y cada proyecto nuevo es empezar de cero ese proceso editorial de ver si tu agente logra que alguna editorial apueste por ti.

 

*        *        *

 

Hoy, lunes primero de septiembre de 2025, expulsaron a una gente de Dragon Con, quizá la convención geek más grande del planeta (poniendo de lado a convenciones más corporativas como la de San Diego), por el pecado capital de vender arte generado por inteligencia artificial. Parece que los peluches en cuestión burlaron todos los filtros y montaron su stand ahí con sus afiches y sus cosas, vendiendo algo que pudiste haber hecho tú o yo con ChatGPT.

 

La policía fue a ayudar con
el desalojo.

Esa conversación, que está encendida ahorita, ya se desvió a un tema que nos es mucho más pertinente, y es el gentío que está usando a estos programas para generar cuentos y novelas a los que ellos firman y venden como propios. Hay de todo, en realidad, gente que se mete en Gemini o en Copilot y les dice que “yo quiero que tú me generes una novela de fantasía donde los personajes sean mesoamericanos, haya magia y un ligero tinte de terror, y donde la protagonista tenga un triángulo amoroso con un noble guerrero y con su rival, un hombre-jaguar. Escríbelo en el estilo de Sanderson”; Gente que entra con un par de capítulos escritos y quiere que la IA les haga el resto, gente que deja que la IA les haga la trama de la novela para ellos escribirla después y gente que escribe de la mano con la inteligencia artificial, como si fuera una autoría doble.

 

Los resultados de todo eso suelen delatarse a sí mismos porque la IA tiende a seguir los mismos patrones al escribir, porque no es capaz de reconocer el contexto de lo que está haciendo y porque la gente que la está usando carece de la pericia para reconocer cuándo el trabajo producido es mediocre. Cualquiera que se haya puesto a conversar con Gemini sabe que estos programas son mucho más imprecisos que la Wikipedia en español—hace como dos meses estaba fregando platos y tratando de entretenerme en una conversa con Copilot sobre asesinos en serie porque, pues, soy yo, y el programa me ha lanzado una lírica de que por todos esos crímenes, Jeffrey Dahmer vive en cadena perpetua (contexto: Dahmer no duró un año vivo entre la población general del penal). Hace un tiempo escuché, no recuerdo dónde, que el verdadero artista es una persona que tiene que tener calle, tiene que tener burdel, tiene que haberse dado carajazos con una tarima, con un público, con un jurado, y que de esa experiencia es que sale aquello que le ayudará a mejorar su propia destreza. Eso es totalmente cierto, y a la IA, sencillamente, le falta calle.

 

Pero eso le rebota a los entusiastas de los atajos. Es una gente que usa IA para meterle un artículo a una revista sin darse cuenta de que el artículo tiene hechos ficticios (eso sucedió en verdad) y escriben libros que publican por KDP, y el texto tiene notas del mal llamado “autor” donde la narrativa se interrumpe para decir “esto lo reescribí para que se ajuste con el estilo de narración del protagonista, que es más tenso y emotivo”, como le pasó a Lena McDonald, quien después admitió que sí, usó IA, pero solamente para corregir. Esta es la razón de por qué Amazon ha limitado el tiempo en el que tú puedes publicar con ellos, porque había un pocotón de peluches sacando libros que hicieron con IA a razón de uno semanal, ritmo imposible en un autor “orgánico”.

 

El caso de McDonald es interesante porque, después de pillada, ella sacó una disculpa pública que es típica de quien usa IA con fines artísticos. De entrada que a mí me parece repudiable que toda esa gente reconoce que usó inteligencia artificial después de que los descubren, eso te pone a pensar sobre quien anda por ahí pasando agachado. Pero es que además, mírame esto, McDonald dice que la escritura es una pasión que ha perseguido desde hace mucho tiempo y que, “como madre y maestra a tiempo completo, sencillamente no me puedo costear un editor profesional, y me fui con la IA para refinar mi texto.” Eso no es lo que se desprende de cuando tú lees el fragmento—aquí lo que parece es que sencillamente esa nota no es de ella sino de Copilot, explicándole qué fue lo que hizo, y la “autora” pegó y copió todo el texto sin tomarse el respeto consigo misma y con su público de revisar esa vaina. Huelga decir que un editor humano, un corrector, un beta reader, habría detectado este tipo de cosas. Pero ese victimismo, esa excusa, es inaceptable cuando aquí todos-toditos-todos tenemos también trabajos a tiempo completo y responsabilidades qué enfrentar, y todos tenemos que laburar bien duro para pagarle a un editor y a un corrector profesional, y luego a un ilustrador que haga el arte (en caso de que seas independiente), y que eso mismo se replica en quien hace cine, música, poesía o pintura a la antigüita. Tú no eres especial ni más sacrificado porque te acuestas a las diez de la noche escribiendo después de llegar del trabajo. Eso lo hacemos todos.

 

Pero aquí pareciera que nadamos contracorriente. Tú te metes en cualquier post en redes que hable de este tema y lo que sobra es gente diciendo que esto que está pasando es buenísimo porque “ha democratizado” al arte y ahora cualquiera puede ser novelista. Que “yo no escribo el libro, pero dejo que Copilot me ayude a guiar la trama”. Son cosas que dice alguien que, siento yo, quiere perseguir ese espejismo del que hablé en el acápite de este post. Esto es igualito a quien plagia un texto—la escritura con IA es el primo del plagio, porque a fin de cuentas eso no lo escribiste tú. Es una persona que quiere ver su nombre publicado en alguna parte porque quiere decir que es escritor, que le han publicado aquí y allá, y que vende en Amazon. Es gente que quiere llegar al tesoro sin haberle echado mano a la pala. No es artista porque tú no eres artesano de nada, tú te sentaste frente al computador y le diste a un programa una serie de direcciones sobre lo que querías, pero que tú mismo eres incapaz de producir.

 

Los problemas de esto para quien quiera ser escritor con honestidad son enormes. Definir una trama es parte de la habilidad de un escritor. Empezar una historia, desarrollarla y terminarla son habilidades diferentes, cada uno de esos pasos. La voz de los personajes, hacer eso que hace Irvine Welsh de que su libro lo narran cinco personajes diferentes y cada uno suena totalmente distinto a los demás, eso es una habilidad. Y desarrollar todas estas cosas que estoy diciendo toma muchísimo tiempo y trancazos contra la pared, pero es así como se aprende y es la única forma, eso es como cuando tú quieres tocar la guitarra; no hay sustituto para sentarte a tocar el instrumento. Si tú dejas que una computadora haga estas cosas por ti, podrás llamarte a ti mismo “escritor” después, pero estás comparativamente lisiado ante quien sí lo hace solo.

 

No sé si me estoy explicando, porque yo he conversado esto con gente y hay quien me señala de elitista. Mano, yo estoy claro que escribir es estresante. Hay gente que se sienta a escribir y se ríe y disfruta, y canta. No es mi caso y sospecho que eso está relacionado con mi bajo output de material allá afuera; una vez leí a alguien que decía que para ellos escribir era como estar en la silla del dentista y, mira, sí, especialmente si lo que estoy escribiendo está cargado de lenguaje técnico—porque a ese lenguaje hay que irlo presentando de forma que sea ameno de leer. Entonces esto que estoy diciendo no proviene de alguien que niega la ansiedad que da escribir, yo la entiendo y estamos en el mismo barco.

 

¿Por qué lo hago entonces? Porque hay algo que ocurre cuando tú estás escribiendo que es como entrar en trance, y la trama sale prácticamente sola y terminas descubriendo cosas de tu propia obra que tú no sabías que iban a pasar cuando te sentaste a esa sesión, y cuando esa vaina pasa es honestamente una de las cosas más satisfactorias que yo he sentido en la vida. Escribir es tenso, pero haber escrito es post-orgásmico. Es una sensación de bienestar de haber tenido la escena en la mente y haberla plasmado de modo que a ti mismo te sorprende. No voy a decir que esto pasa siempre, hay sesiones que te sientas y llevas 600 palabras y eso ha sido un parto de mediocridad, pero cuando le das a ese sweet spot, es por eso que uno hace lo que hace. Hace unos días vi a un gurú de estos de la IA diciendo que “a nadie le gusta hacer arte porque tienes que aprender cosas y pasar mucho tiempo”. Si eso es lo que tú sientes también, entonces no hagas arte, métete a productor. A inversionista. Si tú quieres escribir y te quieres saltar la parte que te desarrolla como escritor, esto no es lo tuyo, tu propio espíritu te lo está diciendo.

 

Y no lo hagas por la plata o por la fama, acuérdate de cómo empezamos este post, hoy en día nadie está forrándose en billete haciendo literatura. Realmente nadie lo ha hecho nunca, esa es una creencia que sólo puedes tener si no te has puesto a investigar bien, pero el punto es que hay maneras mucho más fáciles de hacerse famoso.

 

*        *        *

 

La IA está aquí para quedarse en las artes, por lo menos por un tiempo. Cada dos videos que me meto a ver en YouTube me sale una publicidad atorrantísima de un imbécil diciéndome que me estoy quedando en el pasado si no uso IA. Me acuerda el puje que había con los NFTs, de los que nadie se acuerda hoy (“¡la inversión del futuro!”). La IA ciertamente tiene usos que son legitimísimos, y algunos de esos pueden contribuir a tu desempeño como escritor, como pedirle a ChatGPT que te recomiende una serie de libros para investigar sobre un tema (investigar tú). Pero la verdad más verdaíta es que ahorita estamos en un boom de gente que quiere comerse el postre sin tocar el almuerzo, que se autodenomina “escritor” y que carece de las herramientas para reconocer por qué su pobre trabajo es rechazado por el filtro más básico. Al arte generado por IA le están llamado “AI Slop”, algo así como “bazofia de IA” por los pobres resultados que estas máquinas producen, y yo me temo que tendremos que pasar unos cuantos años de este slop para que a la gente se le olvide y pasen al siguiente juguete. Esto generará daños para los legítimos, porque si tú quieres publicar con KDP por la razón que sea, te tocará competir con el maremoto de slop, y esto es si tenemos suerte y la industria no se monta en la ola de la sinvergüenzura.

 

Que no creo, pero este es el divertido mundo del publishing, donde nada puede malir sal.


martes, 12 de agosto de 2025

La "Guerra Cultural"


He estado leyendo últimamente sobre una de mis obsesiones, la guerra de Vietnam—el que tenga interés en lo bélico y no le haya metido, le da la espalda al segundo conflicto más fascinante del siglo XX—y, viendo todo el descalabro social que iba en aumento en los años 60’, que reventó en el 68’ pero que sentiría hasta 1973, me vino a la mente el concepto moderno de “guerra cultural”.

 

Ese período presidencial que LBJ arranca en 1963 abre nada más y nada menos que con el asesinato de un presidente, Kennedy. Nuestro hemisferio venía de una época de crecimiento sostenido y estabilidad con los años 50’, imposible adivinar lo que se venía. La guerra arranca oficialmente en 1965, año en el que también es asesinado Malcolm X, activista por los Derechos Humanos y las libertades civiles. Los 60’ en general fueron una época donde se consideraba que tú podías resolver un altercado político matando a la otra persona. El rock and roll que ya se veía atrevido con Elvis meneando la cintura, se convierte en una verdadera fuerza contra-cultural, primero con los Beatles pero luego con bandas más agresivas y con un contenido político más pesado, muchas de las cuales tomarán directamente al tema de Vietnam con rechazo. Es la década de la mini-falda y una generación de mujeres que dicen, por primera vez (de esa manera), que ellas no son apéndice del hombre, que tienen el derecho a controlar su futuro sexual y reproductivo y que si no les da la gana ponerse sostén, pues no se lo ponen.

 

La recluta, que se supone que va para todos los jovencitos americanos en edad de matar (pero no de votar), tiene privilegios: Tú podías obtener un diferimiento si demostrabas que estabas empleado en una vaina calificada o si estabas en la universidad, es decir que la recluta, esa supuesta lotería que mandó a una generación a la trituradora de Vietnam, se afincó especialmente en chamos pobres y principalmente negros. Martin Luther King dijo, con dos bolas, que qué bonito es que los jóvenes de color de los Estados Unidos tenían que ir al sureste asiático a defender libertades que ellos mismos no tendrían en el sur de Georgia. De la mano con esto, el atleta más famoso de la década, Muhammad Ali, sería objeto de esta recluta a la que se negaría, diciendo ante los medios que el enemigo suyo no era ningún Viet Cong sino los opresores blancos que lo jodían en su país y que no tenía sentido ir a arriesgar el pellejo cuando ningún comunista lo había llamado a él nigger.

 

Se desata una ola de protestas contra la guerra, que era realmente una ola de protestas contra el establishment. Manifestaciones importantes fueron lideradas por Martin Luther King, hasta que lo asesinaron en 1968—y dos meses después, el candidato demócrata que estaba casi en la Casa Blanca, Bobby Kennedy, es asesinado también. Los soldados que llegaban del frente venían súper desilusionados y le decían a la televisión que el gobierno mentía, que fueron a la guerra para nada y que todas estas medallas no tenían ningún valor. Estas manifestaciones pacifistas se replican en todo el mundo.

 

Se radicalizan los movimientos políticos y raciales, estos últimos con los Black Panthers (principal pero no únicamente), teniendo su expresión más extrema en el Ejército Simbionista de Liberación, que mataba gente y secuestraría en 1974 a la heredera millonaria Patty Hearst y la pondría a robar bancos. No hubo ciudad grande en la unión que no se volviera terreno de enardecidas protestas, muchas veces con la guardia nacional tomando la calle y llevándose gente presa sin ton ni son. Desde Chicago y Detroit hasta los disturbios de Watts en la costa oeste, la meta era prender al país en candela. Las universidades parecen santuario seguro de protesta hasta que en 1970 la guardia nacional agarra a tiros a una manifestación en Kent State, Ohio, matando a cuatro estudiantes e hiriendo a nueve. No sería el único evento de armas en una universidad.

 

En 1969 se descubre que el año anterior, un grupo de soldados americanos, supuestos defensores de la libertad y la justicia, masacraron a todo un pueblo llamado My Lai. Se habla abiertamente de que la guerra se perdió. En 1967, The Velvet Underground saca la canción Heroin, y ese reventón tendrá su apogeo en Woodstock, también en el 69’, año en el que Sharon Tate es asesinada por un culto de hippies diabólicos.

 

En 1974, el presidente de los Estados Unidos renuncia a su cargo al enfrentarse a la realidad (que era un bandido) y en 1975 cae Saigón.

 

Todo esto es muy a vuelo de pájaro. Pasaron otras cosas, pero esto es lo que me viene a la mente ahorita.

 

Y uno ve todo eso y lo contrasta con quienes dicen ahora que hay “una guerra cultural”, con la osadía propia del ignorante, porque hubo una cosa llamada Black Lives Matter y una gente quería cambiarse el género. Un bando dice que como esta serie de televisión no tiene suficientes actores de color, hay que boicotearla y acosar a los productores y asegurarse de que no vuelvan a trabajar más nunca en la vida, que paguen por sus pecados para siempre. El otro bando dice que como esta serie de Disney tiene muchas mujeres y actores de color, hay que boicotearla y acosar a los actores y productores, hasta que paren en la indigencia.

 

Lo mismo con las películas, lo mismo con los video juegos y lo que tú te imagines. Es, básicamente, una pelea de internet, sobre la que predica gente que vive conectada todos los días, con prácticamente ningún efecto en tu vida real. Y todo está enfocado en la cultura pop, es una pelea para controlar series de televisión que no me gustan y perseguir a gente que me cae mal por cómo se ve y cómo habla. Tienen el atrevimiento de decir que esto es el acabose, lo más bajo que hemos caído como cultura. La guerra cultural empieza con las películas y terminará en tu casa, una cosa que estoy escuchando desde algo así como el 2016 y que, en diez años, no termina de darse.

 

No, the western world isn’t ending; you’re just too ignorant to tell.

domingo, 3 de agosto de 2025

Vampires Suck!

Pregunta: ¿Existe la película de vampiros que asuste?

EC —Instagram.

 

Sí, pero antes de responder eso me excuso porque mi idea es una columna semanal y la verdad es que entre el trabajo y mis labores literarias personales, hermano mío, time is short.

 

Vamos con los muertos vivos: Esa pregunta que EC hace existe desde que nuestro querido Bela andaba seduciendo señoritas con su capa, su medalla y su acento extranjero; a decir verdad, esto está en el corazón del arquetipo del vampiro desde su génesis. ¿Cuál es el subtexto de Drácula? Que en la Londres victoriana todo el mundo es gente decente y las mujeres son muy formales y bien portadas, hasta que llega un extranjero a seducirlas con un beso que las vuelve locas. Solución: Los rectos señoritos deben cazar a este pervertido transilvano (y sus tres esposas pelvelsas).

 

Es difícil, pues, un vampiro que seduzca señoritas y que luzca como los mostrencos grotescos de From Dusk Till Dawn. Ya antes de Drácula hubo dos vampiros repulsivos: El famoso Conde Orlok, interpretado por Max Schreck en Nosferatu, y el tremebundo Profesor de London After Midnight, hecho por Lon Chaney en quizá la película perdida más famosa que hay. No sabemos a ciencia cierta qué tan aterradores resultaron a las audiencias contemporáneas, pero pocos años después, cuando Lugosi se puso la capa, ya estaba bien firme en la consciencia popular que los colmillos del vampiro entran realmente por los ojos y el corazón.

 

Supuestamente cuando el rol cayó en manos de Christopher Lee, esto cambió porque el Drácula de Hammer, bajo la dirección de Terrence Fisher, es un personaje más siniestro. Sus pasos no suenan y aunque es muy educado cuando nos habla por primera vez, a lo que se le cruza el apellido se le inyectan los ojos de sangre y toma un lenguaje corporal propio de un lobo. Se supone, amigo mío, se supone que cuando estrena en los años 1950s, la gente se asustaba porque la peli era además gótica y tenía sangre en technicolor.

 

Otra cosa que tenía era escotes interesantísimos. Y let’s face it, Christopher Lee was a hot piece of ass in his time. Alto, oscuro y misterioso, y además con dinero, con sangre azul (fuera de chiste), no sorprende que el tipo pronto tuviera chorropotocientas fans preguntándole en cartas si es verdad que el vampiro chupa.

 

Aquí donde estoy, y echando memoria, creo que el vampiro más “espuki” que me viene a la mente es, otra vez, Nosferatu pero esta vez en la piel de Klaus Kinski—pero eso es porque Klaus Kinski was a scary motherfucker himself—y para que veas cómo son las cosas, en ese mismo año en que Herzog dirige la nueva versión del vampiro alemán, tenemos a Frank Langella como un Drácula romántico y seductor.

 

La cosa no se pondrá tenebrosa sino hasta los 80’, con dos pelis en particular. Primero, The Hunger, en 1983, donde los hematófagos principales son Catherine Deneuve y David Bowie, two of the fucking sexiest people ever. La peli abre con una secuencia que servirá de inspiración para 90 libros de Vampiro, La Mascarada (y con música de Bauhaus, no less) en un vampireo delicioso, perfecto y violento. El resto de la película se disuelve in some arthouse stuff, pero al menos aquí ya hay un par de vampiros con quienes no quieres irte a casa.

 

Hay un aspecto muy interesante del vampirismo que aparece justamente en la tercera edición de Vampiro, la Mascarada (que incluso si no te gustan los juegos de rol, sigue siendo una excelente obra de referencia sobre los no-muertos) que explica cómo debe ser la realidad de una persona que debe vivir de noche y alimentarse de sus congéneres para vivir. El libro detalla que el vampirismo es realmente una puerta hacia la degeneración donde entre más tiempo ha vivido la persona, más separado se siente de todo lo que le volvía mortal. Algo así como el Doctor Manhattan pero con Depeche Mode de fondo.

 

Hay una peli que refleja eso: Mi favorita del tema y la ópera prima de Kathryn Bigelow, Near Dark.

 

Si tú te pones a ver, aquí están todos los elementos para una peli vampírica adolescente regular. Nuestro prota, un Adrian Pasdar con ojos de venadito perdido, se consigue con una linda rubia en esas eternas carreteras americanas donde lo que sobra son los camiones y estaciones de gasolina. Pasdar, que en la peli se llama Caleb, no sabe que esta chica de quien se ha enamorado es una vampira, que ahora le ha pasado la maldición y lo integra a su grupo de viajeros de la noche, mientras su familia hace la lucha por salvarlo y traerlo al mundo de los vivos.

 

Ese es el mismo argumento de The Lost Boys, que estrenó también en 1987 y es mucho más popular que mi consentida. La dirige Joel Schumacher, protagoniza Jason Patrick (también con ojos de venado perdido), la vampira sensual es Jami Gertz y en la banda de vampiros está Kiefer Sutherland. Salvándole la vida a Patrick tienes a los dos Corey (Feldman y Haim), una vaina invencible en la taquilla de ese año.

 

Pero mientras Boys es una buena peli para la generación MTV, Near Dark es oscura y violenta. La banda de vampiros, liderada por Lance Henriksen y con Bill Paxton y Jenette Goldstein a la cabeza, no van pendientes de enamorar a la audiencia, lo de ellos es la sangre y la van a obtener como sea. Infame es la escena en que pretenden volver un cazador al joven Caleb, metiéndolo en un bar de mala muerte del que nadie saldrá con vida. Acá no hay extranjeros con acentos seductores ni un sexy Kiefer picándole el ojo a la pantalla: La crueldad de estos vampiros es inhumana y realmente impresiona sobre lo lejos que pueden llegar.

 

La música la hace Tangerine Dream, de paso. This is the good stuff, buddy.

 

Pero ya sé qué es lo que estás pensando.

 

Vic, este resumen histórico está muy bonito, pero yo quiero un beta que me perturbe, que me cueste dormir.

 

Vale. Si eres susceptible a la violencia (o sencillamente a las buenas historias), Near Dark es la respuesta, pero si lo que quieres es una cosa perturbadora, grotesca y terrorífica, la peli salió hace pocos años, es francesa y aunque no la conoce nadie, es de lo mejorcito de la década: Le Vourdalak.

 

Acá estamos en el siglo XVIII y nuestro improbable héroe es un marqués de esos a los que Robespierre descabezará años después. Jacques Saturnin, el peluche en cuestión, se pierde por esos bosques góticos donde es mala idea andar sin caballo cuando cae la noche, y desesperado y recién robado, para en la casa de familia de un tal Gorcha.

 

El ambiente en la oscura cabaña está pesadito porque Gorcha se fue a matar turcos, adviertiéndole a su familia, “Si no regreso dentro de seis días es porque me mataron, y si regreso después de esos seis días, no me abran la puerta”. Bueno, mi hermano, los seis días se cumplen justo en esa jornada en que Jacques está de visita y aunque nadie cree en espíritus, una cosa en la que sí cree Jacques con fervor es en las nalgas de la hija de Gorcha, una bella chica llamada Sdenka.

 

Él se queda por ella, subestimando la leyenda. Conocerá a un suegro verdaderamente infernal.

 

Yo no sé con cuánta plata hicieron Le Vourdalak y ni siquiera quiero mostrarte al diseño del vampiro; sí te diré que a Gorcha no lo interpreta un actor sino una marioneta que no esconde su naturaleza. El personaje es un muñeco y punto. Pero el ambiente, la actuación del ensamble y la excelente dirección de Adrien Beau (quien da voz a la criatura) hacen de esta peli una vaina sensacional. Aunque Jacques no es un héroe y más bien es un protagonista antipático, Le Vourdalak da esa sensación de que estás viendo una película prohibida cuyas perversiones van mucho más allá de unos actores interactuando con un muñeco.

 

Si un vampiro existiera de verdad, y no es que este sea yo manteniendo la mascarada, sería indudablemente como Gorcha: Inmoral, decrépito, cruel y 100% aterrador. No creo que haya alguien que se asuste si se cruza con Robert Pattinson pelando los colmillos en un callejón oscuro, pero a este maligno espectro francés no lo querrás en tus sueños.

viernes, 13 de junio de 2025

SINNERS: El Arte Os Hará Libres


Hace unos años, después de que salió The VVitch y Hereditary, y Get Out, el fandom de los sustos en el cine empezó a ver una curiosa expresión, “horror elevado”, la forma que tenían los críticos y comentaristas en las esquinas de internet para referirse a películas que tenían un libreto bien formado y que hablaban de mucho más que del monstruo bajo la cama. “Esta es una película inteligente,” exponían, “porque Get Out es realmente sobre todo este asunto racial que al director se le da tan bien.” Entonces The Invisible Man era elevada porque se trata de misoginia y la vida que sufre una mujer con un acosador, y Summer of 84’ era elevada porque bajo ese texto de asesinatos en un vecindario bien está una historia sobre la pérdida de la inocencia y el duelo que deja abandonar la niñez. Esto siempre es con películas nuevas, porque la marca real de una persona que usa la expresión “elevated horror” es su crasa ceguera sobre el género que está comentando, dios los libre de ir al pasado y ver una película en blanco y negro.

 

Porque, hermanazo, películas de terror con texto y subtexto y sendos libretos existen desde que el cine es cine. Ahí tienes Repulsion, Les Diaboliques, Psycho y la mamá de la película de terror social, Night of the Living Dead.

 

Este año salió otra de las “elevadas”, que desde ya te digo que es una de las mejores pelis de terror de la década, un cover muy inteligente de una canción de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino enfocado ahora no a la explotación y la violencia, sino a cómo los terrores fantásticos son realmente metáforas para los ineludibles monstruos de nuestro mundo real—y cómo a veces lo único que necesitas para salvarte es el arte.

 

Nosotros lo vivimos cuando, en pandemia y encerrados, la gente se volvía loca por un nuevo documental, una nueva canción, una peli, libro o juego de video. Un par que está clarísimo sobre la comunión divina entre la vida y la música son los gemelos Smoke y Stack Moore, unos muchachos de cuidado que pelearon en la Gran Guerra y sirvieron después en el ilícito ejército de Capone y Giancana, moviendo licor por Chicago y ajustándole las tuercas a quien se sale del carril.

 

Pero el año es 1932 y estos chicos, que han acumulado unos centavos, quieren dejar todo eso atrás y montar un negocito bien chévere donde la gente pueda ir a tomarse su traguito, bailar y disfrutar de la mejor música del momento—y quizá de hoy—, el blues. Problema número uno: Los hermanos Moore son negros. Problema número dos: están en Mississippi.

 

Contexto porque hay quien no lo sabe, sobre todo entre nosotros latinos que crecimos sin esa tara cultural del racismo: Los Estados Unidos, a diferencia del resto de las Américas, tuvo que esperar a la segunda mitad del siglo XIX para liberar a sus esclavos y esto sólo fue después de una sangrienta guerra que destruyó a la mitad del país. Los antiguos esclavos pasaron de trabajar sin piedad en los campos a una libertad a veces emulada porque sí, tenían independencia, pero no tenían plata ni casa, ni bienes ni aceptación de la mayoría de la sociedad blanca. Muchos terminaron volviendo a las fincas de sus antiguos amos para seguir trabajando en condiciones marginalmente mejores a las que tenían.

 

Esta situación perduró hasta los años 1970’ en el sur de los Estados Unidos, que fue cuando se derogaron las últimas leyes de segregación racial. No me creas a mí, sólo ponle la oreja a los grandes bardos de nuestra era, todos ellos negros y comediantes gringos: Dave Chappelle, Eddie Murphy, Richard Pryor, Chris Rock, Bernie Mac… esa es una sociedad donde, si tú eras negro y estabas en el lugar equivocado, ver mal a una mujer blanca podía ocasionar tu linchamiento, como le pasó a Emmett Till, justamente en Mississippi. Y si tú crees que esas taras ya están superadas, a Rodney King le metieron una pela en 1991 (y en Los Angeles, fuera del sur) y la discusión sigue prendida tras el asesinato de Trayvon Martin y Eric Garner, entre tantos otros.

 

Esto es algo que una persona que no haya caminado en los Estados Unidos y visto la segregación que existe hoy no lo va a entender. Es una vaina que en Latinoamérica no tenemos, acá nuestro pecado original es el clasismo, pero tú no vas a ir caminando de un sector de la ciudad a otro y resulta que ahora todo el mundo a tu alrededor es negro y los blancos no pasan por aquí. Es una cosa tan bizarra que genera muchísimo shock cultural cuando te das cuenta de que cruzaste una frontera invisible.

 

Es por eso que cuando los hermanos Moore están cuadrando su parranda, se sobreentiende que esta es una fiesta segregada. El bar es de negros, con músicos negros, para un público negro que todavía vive en la pobreza y en los márgenes del pueblo, con menos oportunidades que sus pares blancos y dándole duro a esos campos como si aquí no cambió nada. Uno de esos músicos es primo de los Moore, el wunderkind del blues Sammie “Preacher Boy” Moore; mi hermano querido, los terrores afuera de este bar son tantos que sobran, pero a lo que Sammie empieza con esa guitarra y el buen Slim lo acompaña en el piano, el terror ya no importa. Entre la música, estamos salvados.

 

Y tanta es la vida que irradian en el nuevo bar que un personajito siniestro y vomitado por la noche, el irlandés Remmick, se ve atraído por el jolgorio. Su encuentro con los Moore será un duelo sangriento, filosófico y hasta musical.

 

Sinners es una película de Ryan Coogler, el mismo de Pantera Negra, Wakanda Forever y, muy importante, las películas de Creed, que es donde más brilla junto al también protagonista de esta cinta—y uno de los mejores actores que Hollywood tiene hoy—Michael B. Jordan, por acá en el rol doble de los gemelos. Ya hablé de Rodríguez y Tarantino, y quien vaya por la mitad de esta peli podrá ver el paralelismo con una inspiración confesa, la brillante From Dusk Till Dawn, pero donde la epopeya Tex-Mex apuntaba a la explotación, al gore y la violencia, acá el foco está en lo estético y en el contexto social e histórico.

 

Los hermanos Moore, y me quito el sombrero, pana, ante su actor, no son tan diferentes on paper de los hermanos Gecko, pero es como el efecto mariposa, los eventos y el entorno lo cambian todo: Resulta muy curioso cómo empezando la peli, Slim cuenta cómo un talentoso músico que él conocía termina linchado por atreverse a tener un sueño rodeado de imbéciles racistas, y tú sabes que ambos hermanos se ven reflejados en ese cuento, ellos quieren creer (y nosotros con ellos) que el sueño es posible. Los sueños de los Gecko, en contraste, eran rial y las piernazas de Salma Hayek—sueños validísimos, hay que decir.

 

Entonces Sinners no está “elevada” sólo por su libreto, como diría el crítico típico de internet, sino que toda la puesta en escena y la dirección de arte existe para arrastrarte a este poema de sangre donde dar el paso equivocado con la sociedad mainstream tiene graves consecuencias. Pilla esto:

 


Este es el antedicho Remmick (papelazo de Jack O'Connell, que ya destacaba en This is England), que quiere entrar al bar con sus dos compinches. Musicalmente, la escena la saca del estadio y yo quiero ver el trascámaras para ver si esa gente realmente armoniza así. Pero, aparte de que esta es una escena que te trae a esa era de Hollywood donde el cine era realmente de espectáculo y canción, fíjate bien qué es lo que hay debajo. Gente en el grupo de los gemelos está viendo clarito que esto no es tres blanquitos equis que vienen a cantar, aquí hay algo siniestro y depredador; la amenaza está en la iluminación de la escena y en el lenguaje corporal de los histriones, porque la cancioncita es chévere, está ahí para distraerte como distrae incluso a uno de los hermanos, pero esa sonrisa que tiene Remmick y esos hombros agachados con los ojos saltones del pana a la derecha no es la actitud de un amigo.

 

Conforme vamos viendo la peli, comprobamos la naturaleza oscura de estos visitantes, que no quiero arruinar del todo por acá, pero es que lo que nuestros héroes temen es algo muy real, fíjate que la primera pregunta que lanzan es “¿Ustedes son del Klan?”

 

(Y es un detallazo, porque los irlandeses eran marginales en el Reino Unido también).

 

Hay una teoría sobre el cine de terror que reza que debajo de toda gran película de miedo hay realmente un drama ante el cual los personajes reaccionan. Ya, The Exorcist es la historia de una niña poseída pero también es el drama de una mujer cuya hija está enferma, los doctores no saben qué es (sólo esto es aterrador de por sí) y la única salvación está en un cura con crisis de fe. Sinners conecta contigo porque no hay que hacer mucha imaginación para entender a qué se refiere la historia, con un drama que mucha gente vive en todo el mundo.

 

En fin, anda a ver Sinners. Te espera un soundtrack que vas a ir a escuchar a lo que rueden los créditos (pendiente, que hay una secuencia después de los créditos iniciales) y unas escenas sobre las que seguiremos hablando dentro de 10 años. Una sensacional historia sobre la verdad de ser marginado y cómo las pequeñas victorias son amaneceres que rescatan de tan oscuras noches que nos tocan…