viernes, 25 de abril de 2025

WORST POST EVER


I

Considere usted la siguiente carta del lector a Starlog Magazine, número 125, Diciembre de 1987:


 

Aliens fue muy deprimente por la forma en que mostraba a la humanidad degenerándose en vez de expandiendo sus horizontes como especie.

 

En vez de enviar a hombres inteligentes al espacio con la inteligencia y moral para lidiar con un hermoso y optimista primer contacto con vida alienígena, enviamos a unos marines cabeza e’ tronco a que se caigan a tiros con monstruos babosos.

 

En primer lugar, los militares no tienen nada qué ir a buscar en el espacio. Merecemos darle al botón y explotar a nuestro planeta si es que alcanzamos ese nivel de estupidez. Nunca evolucionaremos al nivel de los Organians (Star Trek) a este paso. Si hay alguna vida inteligente en el espacio mirándonos en secreto y pillan esta película, no harán contacto con nosotros por otros mil años hasta que maduremos de la edad de piedra.

 

En ese mismo número, página 34, el propio James Cameron tiene un artículo donde se dedica a responder críticas y cuestionamientos a su espectacular peli del año anterior. “Como escritor y director de Aliens,” abre el texto, “prefiero el tipo de crítica concreta que hace Lisa Snyder en su carta a Starlog #116, donde dice ‘¡¡¡Aliens es perfecta!!!’ Sin embargo, había otras once cartas en esa edición quejándose de problemas de lógica, precisión y ejecución estética, así que tomaré esta oportunidad para replicar en masa”.

 

II

Vámonos a ese Starlog #116, Marzo de 1987.

 

Peter Briggs de Kentish Town, Londres, escribe:

 

Estoy muy decepcionado con Aliens. El set de exteriores de Acheron se ve muy pirata; los efectos se ven baratos. En mi opinión la peli no es tanto esa híper montaña rusa, sino un baile disco mal planeado.

 

Tiene sus buenos momentos. La fotografía de modelos a escala es genial, junto a la tecnología. El power-loader debe ser una de las cosas más fantásticas vistas en toda la ciencia ficción. Hay cosas inteligentes (…) pero por cada punto bueno hay un defecto técnico o narrativo. En Alien, LV-426 era un planeta con anillos, en Aliens ya no tiene anillos. ¿Y por qué los colonos nunca pillaron el SOS de la nave alienígena? Hay toda una sub-trama ausente sobre qué ha hecho La Compañía en los 57 años desde que desapareció la Nostromo y la formación de la colonia en Acheron. ¿Recuerdan que la Orden Especial 937 señala que el envío del Alien a la Tierra era prioritario? Como mínimo, La Compañía hubiese enviado a un equipo especial para investigar qué pasó. La única explicación es que la colonia llegó a la nave abandonada, desactivó el SOS, y creó la colonia a propósito para examinar los efectos de esta arma biológica a gran escala. La compañía bien puede tener ya varios huevos bajo su control en la Tierra.

 

El problema principal es la Reina Alien. Destruye la intención original de la escena eliminada de Alien en que Brett y Dallas se están transformando en huevos para que comience el ciclo otra vez. Según Aliens, ese alien de la Nostromo era incapaz de reproducirse y, una vez eliminado, ya no es amenaza. Incluso si tomas la novelización de Alan Dean Foster como evangelio (el Alien le da nutrientes a los huevos para transformarlos en una reina), quiere decir que los aliens tenían acceso a la cámara con los huevos en la nave abandonada. ¿Confundido? ¡Deberías!

 

III

Abbas Rezvi, de Bruselas, es más directo:

 

La gente dice que Aliens es una película de miedo. No estoy de acuerdo porque la gente sabe qué criatura te espera en la base. Alien daba miedo porque uno no sabía cuán poderoso o inteligente este extraterrestre era.

 

Lo otro que me molesto de Aliens fue la facilidad con la que Ripley se ajustó a su hibernación. En 57 años, las cosas cambian; Las máquinas y la tecnología se desarrollan y pareciera que esa “evolución” no afecta a Ripley para nada.

 

IV

En esto podemos estar todo el día, pero cualquiera que haya leído una Starlog, una Fangoria o una revista de lo que sea, sabe por dónde van los tiros—basta un vistazo a las cartas del lector en Wizard para leer ooootra repetición de las quejas sobre si Rob Liefeld sabe dibujar o no, y si su puesto en el panteón de los grandes creadores es merecido.

 

Discusión que sigue viva hoy en twitter.

 

Mira, ve: Es claro que esas cartas no son propias de un espectador común y corriente. Quien va al cine y queda insatisfecho dice lo que enunció el pelmazo sentado atrás de mí en Nosferatu, “¡Nojoda, perdimos esos riales!”

 

No, estas son cartas de geeks, de gente que está no sólo en contexto de lo que es la vanguardia, sino que además conocen detalles súper específicos de una película estrenada diez años antes. Somos la misma gente que en una conversación casual te suelta un “Mira, güevón: Tu personajito level 14 igualito se va a morir en la Tomb of Horrors porque por lo menos la mitad de las trampas en ese dungeon son vainas al azar, tendrías que memorizarte el dungeon completo para saber por dónde meterte y sacar buenos números en las tiradas, todo eso para que igual Acererak te mate al final. ¡Pareciera que tú nunca has jugado Dungeons & Dragons, hermanazo!”

 

Un geek es capaz de agarrar el funcionamiento exacto del Millenium Falcon, que es algo que no sale en ninguna película, y usarlo como argumento de debate por dos horas, para terminar enemistado con su contertulio que claramente está menos informado, exhibe opiniones censurables y tiene que sentirse mal por decir que su favorita de la trilogía es Return of the Jedi.


Preparados para conversar sobre "Alien vs Predator"

 

V

Y hablando de Star Wars quiero pararme un rato, porque tú sabes que yo estoy en un grupo de whatsapp con varios amigos cercanos y somos todos una catajarra de geeks así tipo lo que leíste más arriba—una gente que sabe quién es Dash Rendar está operando en otro estado de consciencia en lo referente a Star Wars.

 

Y bueno, que hace poquito salió algo de la segunda temporada de Andor (que ya estrenó) y se ha prendido en ese chat el debate sempiterno de si Star Wars tiene algo salvable o si es a stupid piece of shit que tiene que morirse ya de una vez. Un bando de la discusión decía que todo lo que Disney ha hecho, bajo la dirección de “la Kennedy”, no ha hecho sino manchar lo que alguna vez fue una ilustre saga, que Star Wars está politizada, que no hay nada que despierte interés. El otro bando dice que una saga que tiene una revista en publicación dedicada solamente a cosas de ese universo y que es vista como una religión por millones de personas tendría que llevar carajazo incesante durante décadas para morir, y quizá ni siquiera así porque mira tú a Star Trek, a veces rozagante y a veces de capa caída, pero nunca derrotada.

 

Con Star Wars, yo llegué a la fiesta tarde. Mi infancia y adolescencia fue bajo el manto de la ciencia ficción ochentera de James Cameron y Paul Verhoeven y no le entré de verdad a la Guerra de las Galaxias sino en la segunda mitad de mis 20, que me dediqué a verlas en el orden en el que se estrenaron y ahí fue que me enganché. Cuando tú ves que se estrena una serie nueva de esta vaina y te preguntas a quién va dirigida, va dirigida a mí. Y mira, si bien es innegable que entre todo lo que ha salido hay cosas indigeribles (The Last Jedi), mediocres (Rise of Skywalker) y misguided (The Acolyte), es también innegable que la mayoría de lo que ha salido es dignísimo, empezando por el propio Andor hasta la serie de Obi Wan, que tendrás tus opiniones sobre cómo se desarrolló, pero mala lo que es mala, tipo Robocop 3, no es.

 

Acuérdate de dónde venimos. Nosotros nos jalamos SeaQuest y Stargate y la serie esta de Mortal Kombat, y te tenía que gustar porque es lo que había, todo muy, pero muy por debajo de estos estándares modernos. Es tan sencillo como que Star Wars ha sacado un vainero de contenido y es inevitable que parte de ello sea desaciertos, lo mismo que con todo lo de Marvel; un lector de cómics en el 2007 habría venido un riñón para ver una serie de películas sobre el Capitán América, que vengan además con serie de televisión y contenido animado (sobre todo en el 2007, que estaba candente el tema de Civil War); en el 2025, hermano, uno lo que está es saturado. No es que lo que están sacando es malo o está mal hecho, es que es tanta vaina que cuesta seguirle el ritmo y se mezcla todo como una acuarela fresca a la que le pasas la palma.

 

He evidenciado que esta percepción de que “Todo es una cagada” no es para nada nueva—en todo caso amplificada por el megáfono tetánico, con e, de las redes sociales—, pero si no me crees solamente tienes que leer al propio George Lucas, respondiendo a las críticas sobre Jar Jar: “Esto yo lo he escuchado desde que empezamos, hay un segmento del fandom que no puede aceptar que estas películas tienen un aspecto infantil. Primero era por C3PO, después fueron los ewoks y ahora es esto”.

 

Somos gente que se toma muy a pecho el objeto de nuestras pasiones y eso se mezcla con quien es un bicho normal que se mete en redes a opinar y no tiene la menor idea de que esa película de Nosferatu es una versión modernizada (y fabulosamente hecha) de una película alemana de 1922. La queja del geek hace que todo sea lo peor que existe en la creación humana porque “ya no hacen películas como la obra maestra que fue Aliens”, aunque ya en ese momento la gente se quejaba a tal nivel que el director tuvo que salir a defender su obra en un medio impreso.

 

And this is what happens when you have passionate fans of stuff, hay gente que se agarra a carajazos por equipos deportivos. Hay gente que denuncia todavía hoy los esfuerzos de “modernización” que Metallica ha tenido a lo largo de su carrera. Hay gente que dice que el punk se volvió techno cuando Fugazi empezó a hacer ruido musical. Y entrar en foros reddit de videojuegos es pelear todo el día.

 

We’re just a bunch of rabid geeks, pelear por estas cosas es seguir un legado más viejo que nosotros. It's all in good fun hasta que pasaste 30 minutos discutiendo con alguien que no tiene noción de sí mismo, o el que viene con mala fe. Y eso es... 


jueves, 17 de abril de 2025

Teoría de la Bazofia


Pregunta: ¿Es The Room la peor película en la vida?

 

La respuesta corta es “No”.

 

La respuesta larga es “Ni de vaina”.

 

Esto no es una expiación de los pecados de Tommy Wiseau, porque la ineptitud de su ópera prima es clara, evidente, innegable, la película es un drama que de película tiene poco y de drama nada, un PQC hecho cine.

 

Pero ya va.

 

Porque estamos en semana santa y que alguien lance la primera piedra.

 

Vamos a tomar, por ejemplo, a Independence Day, el esfuerzo noventero más famoso de Roland Emmerich (pero no el mejor, que es claramente Universal Soldier). “El Día de la Independencia” está protagonizada por Will Smith y Bill Pullman, producida por la 20th Century Fox, 145 minutos de extensión y 75 palos de presupuesto que recuperó y con sobradas ganancias, porque parece que recaudó más de 800 millones.

 

Y yo te invito a que tú veas Independence Day, que tengas la fortaleza de aguantar de principio a fin sin bostezar, sin voltear los ojos, sin preguntarte por qué carajo me hiciste caso y te estás flagelando el cerebro.

 

Te pongo otro ejemplo, también de los 90’ y también de Roland Emmerich: Godzilla. Banda sonora de Puff Daddy con Jimmy Page (insert mandatory rapey joke). Afiches, juguetes arrechísimos, distribución mundial y una promoción salvaje, Matthew Broderick con Jean Reno, cabrón. 150 millones de presupuesto, el doble de recaudación.

 

Pero no hay una sola persona en esta galaxia que esté aburrido pendiente de ver una peli dominguera en la tarde y diga “Oye, chico, ¿por qué no ponemos Godzilla, pero no la de Toho ni las nuevas americanas, ni la excelente Minus One? ¡Vamos a ver la del 98’, mi favorita!”

 

Este punto al que quiero llegar me viene de la esclarecedora perspectiva de Roger Ebert reseñando la épica zombie Dawn of the Dead de 1978, diciendo que era arrecho que Richard Donner hizo The Omen dos años antes por 60 millones de dólares que parecen 600 mil, y George Romero hizo Dawn of the Dead por 600 mil que parecen 60 millones. Porque en esta vida, las películas tienen una de dos madres: O es una producción independiente—tú te reuniste con tus amigos y financiaste la vaina de tu propio bolsillo y buscando los inversores tú mismo, a veces rodando los fines de semana con el talento que hubiese disponible—o la película proviene del “sistema de los estudios”, que es que ellos te ofrecen una película que ya ha pasado por muchos productores y ejecutivos y analistas y escritores y et céteras, porque tú también ya formas parte de ese círculo.

 

En términos prácticos, a Richard Donner lo contrató la Fox para que hiciera su profecía satánica y George Romero produjo la película y la distribuyó él con sus panas.

 

Estas cosas importan porque, dicho lo dicho, es injustificable que Warner Bros saque It: Chapter Two por 79 millones de dólares, talento de primera y distribución mundial, y la película sea infumable, con efectos harto inferiores a cosas que se veían en 1987 y con un final fusiladísimo de A Nightmare on Elm Street. Es imperdonable que un carajo con el historial y la casta de Shane Black nos presente The Predator, 160 millones por ese hocico, y sea uno de los peores libretos que has visto en tu vida. Cientos de personas echándole bolas para sacar esa película, con actores millonarios y un director de primera, y el resultado me da más sueño que la infame película de Wiseau—hecha por seis millones y apenas con distribución y ninguna promoción.

 

Ese, ese, es el peor pecado que una película puede tener.

 

The Room no es mala por la torpeza de su talento, sino porque da sueño, pero no tanto como The Predator, o Independence Day, porque por algo la gente se disfraza de Tommy y repite las frases y hacen colas para tomarse una foto con él. Nadie nunca se ha querido tomar una foto con Shane Black porque “¡Verga, es que tú hiciste The Predator!” ¿Tú sabes lo que cuesta hacer una película estúpida y aburrida con el fucking Depredador?

 

Muchas veces ya me he reconocido como un amante y conocedor de la bazofia, y recupero la oportunidad para declararme su defensor—lectores de larga data en este blog conocerán el historial y terreno en que nos desenvolvemos. Pero es que ven acá, yo quiero que tú te acuerdes de una película que Charles Bronson hizo en su ocaso, película que, según, él mismo lamentó en el set como indicativo del paupérrimo estado de su carrera, película que es, sin que me quede nada por dentro, una de las mejores cosas que yo he visto en esta vida: Death Wish 3, que salió por nuestras tierras bajo el titulazo de El Vengador Anónimo parte 3.

 

Hermano, DW3 tiene de director a un carajo llamado Michael Winner, periquero que andaba güelío durante el rodaje y que si bien tuvo en su historial a producciones más distinguidas, incluyendo a la oscura Death Wish original, llega a 1985 en un estado calamitoso donde sus opciones eran traficar droga o hacer películas para la Cannon, la gloriosa Cannon, artífice por excelencia del cine basura de los 80’. Su protagonista era el antedicho Gato, pero de 64 años, un personaje bien distinto a aquel ojos-rallados de Once Upon a Time in the West.

 

Paul Kersey (Bronson) llega a Nueva York por invitación de un amigo suyo, que no sobrevive los quince minutos de metraje. Este Kersey es un personaje al que le violaron y le mataron a la familia en la primera Vengador Anónimo (1974), se muda de ciudad en la segunda para vivir con su hija adoptiva, a la que también raptan, violan y se suicida. En esta parte, aunque quien muere es el amigo, Kersey se encuentra con un viejo amor suyo y, mira tú, también muere horrible, en una secuencia además absurda y espectacular. Ese señor se pasa el resto de la película echando plomo en una NYC que además parece de ciencia ficción, una tierra post-apocalíptica de pandilleros punk donde lo que existe más allá del río Hudson capaz es un desierto radioactivo. Death Wish 3 es una película que te tiene sus 90 minutos pegado a la pantalla, celebrando la masacre de esos malandros hijos de mil putas y los últimos 20 minutos son mejores que toda Batman Forever, una película de la Warner con Val Kilmer, Nicole Kidman, Tommy Lee Jones y Jim Carrey, y dirección de Joel Schumacher por $100 millones y distribución mundial.  

 

El origen de una película, su presupuesto y su talento no están asociados a su capacidad para entretenerte. Los ejemplos de esto están ahí.

 

¿Vacilaste con The Room a pesar de sus carencias? ¿Te reíste con la absoluta mediocridad de Zaat y su monstruo de goma con zapatos deportivos? ¿Te encanta la estética y los efectos especiales de The Incredible Melting Man, a pesar de que apenas es una película?

 

Vas pal’ cielo y vas llorando. Disfrutaste de mejores películas que Independence Day y sus 75 millones.

 

Otros Post de Interés:

* Una de Samurái

* ¿Qué es Mal Cine?: ThanksKilling


jueves, 3 de abril de 2025

Sobre Patrias y Naufragios


 

Últimamente he estado pensando en ese mundo en el que crecí, porque si es cierto que “la verdadera patria del hombre es su infancia” entonces, hermanazo, nosotros tuvimos una metrópolis en la Venezuela de los 90’.

 

Tan distinto a la realidad que debería escribirse en otra lengua; las comodidades de internet pertenecían a la imaginación, un futuro especulativo de carros voladores. Lo que sí teníamos era un robusto sistema mediático, la sagrada trinidad de radio, prensa y televisión, donde había que buscar pero conseguías. Años de revolución geek donde mucho de lo que estaba saliendo era X-tremo, radical e irreverente, precario pero muy nuestro. Yo alcancé consciencia de todo alrededor de 1995 y recuerdo el año porque todo coincidió en una sopa cultural que tenía, por un lado, a un PC gaming en ebullición. Sierra lanzó King’s Quest VII: The Princeless Bride, ready para que tú lo instalaras junto a Final Doom, que era un CD con compilación de todo lo que había salido del grandioso shooter de id Software (la fiebre de Doom estaba candelísima en esos años). Todo ready para que lo jugaras en tu máquina de último modelo y en Windows 95, bebé. Pa’ que sufran.

 

Teníamos tele, también orientada a chamos. Yo llegaba del colegio alrededor de las dos de la tarde y era corriendo a poner MTV porque a esa hora era Superrock—tengo el recuerdo vívido de la primera vez que vi al video de Paradise City y de Lunchbox, vainas de alto impacto para un chamo. Terminaba eso y arranca Zona MTV o uno de esos largos bloques de la mejor fucking música con la que puedes crecer. ¿Qué hay un programa fastidioso o algo que no te gusta? A un canal de distancia estaba la propuesta local, Bravo (que después sería PumaTV), con alto menú. Te pasabas la tarde dibujando, leyendo o escribiendo con ese fondo, compa. Era la gloria, fuck las tareas.

 

Porque si eras de los raritos que gustaban de leer—geek es geek aunque lo fajen chiquito—las propuestas eran sendas, especialmente si eras angloparlante. Primero que había prensa juvenil, vainas orientadas específicamente a chamos, ninguna más representativa que Urbe bajo la distinguida dirección de Adriana Lozada. El semanario salía todos los miércoles y la cita era obligada, material de lectura como hasta el lunes aunque si esa edición estaba muy buena, era sólo un par de días que te duraba. El lunes ya estarías releyendo.

 

Prensa para geeks sí, pero importada. Existía un lugar extraño y maravilloso llamado “librería” donde vendían una cosa que le decíamos “revistas”, impresas en “papel” que tú comprabas con “bolívares” y leías con “dignidad”, y había de todo para todos, generalmente importadas de España. Mi colección tenía las Kerrang! y Heavy Metal, las Dokan porque había que estar enterado del mundo del manga, las PC Gamer y mi favorita, Game Over, revistas que leí a tal punto que las responsabilizo hoy por mi educación. Yo aprendí a redactar imitando todas esas cosas que leía.

 

Recuerdo la primera vez que vi en una vitrina los sets de segunda edición de Dungeons & Dragons (la edición que llevo en mi corazón), la primera vez que agarré una novela de Magic the Gathering, que ya existían en esa época y venían con cartas de regalo, la primera vez que abrí un cómic de Magnus Robot Fighter y de propuestas que en aquella época sonaban durísimo, Bloodshot, Hardware, Witchblade y el cómic rey de los 90’, Spawn. No había plata para tanto, así que comprabas uno o dos títulos y lo acompañabas con la Wizard Magazine de ese mes, que te traía todos los chismes del nerdeo y qué se estaba publicando.

 

Pon cuidado con lo que te estoy diciendo: Era unos años donde tú abrías el manual que venía con StarCraft y era casi incomprensible que una vaina tan brutal pudiera existir, un auténtico portal a otro mundo.

 

Era una Venezuela pre-desilusión.

 

Y en esto último quiero detenerme porque, pues, una de cal y una de arena. Todas esas revistas que acabo de mencionar, en el idioma que fuera, traían las obligatorias “cartas de los lectores” donde veías de todo, desde gente que escribía a Starlog para explicar que Star Wars nunca sería superior a Star Trek, hasta quien escribía en Kerrang que cuál era el problema si Dani Filth quería creerse vampiro.

 

Eran cartas que primero pasaban por un editor, o sea que para publicar, tenías que saber escribir y, segundo, tenías que tener algo qué decir.

 

La internet democratizó todo, para bien y para mal. Ya casi no consigues tiendas donde vendan juegos de PC porque ya el formato físico prácticamente no existe, cualquiera puede comprar cualquier cosa por Steam. Los canales musicales lucen arcaicos comparado con la extensión y comodidad de YouTube. En aquellos años estaba el chisme de OJ Simpson, hoy hay un escándalo farandulero semanal. No existe la 92.9, pero hay podcasts que, algunos, hacen las veces—o sencillamente te lanzas podcasts en el idioma que entiendas y ya estás expuesto a otras voces, otros ámbitos.

 

Y aunque la prensa cambió (y en Venezuela de cajón que no hay prensa libre), cualquiera puede escribir en internet. La maravilla.

 

También el terror. Cualquiera puede escribir en internet.

 

Las redes sociales, y Twitter específicamente, son como una sección de cartas sin editor y sin requisitos, donde además existe un algoritmo diseñado no para generar discurso constructivo o por lo menos combatir la desinformación; está diseñado para generar engagement, clicks, para que tú pierdas el tiempo doomscrolling, leyendo una teoría de conspiración detrás de otra que te conviene creer porque si no eres un “normie”, un conformista. Un entorno donde responder algo con vainas de conocimiento público o sencillamente pedir evidencia sobre una afirmación loca (la base del pensamiento crítico) es visto con desconfianza.

 

Que sí, que YouTube tiene canales fabulosos destinados a lo que tú quieres ver. Y también tiene canales, que no voy a propagar acá, de la gente más tóxica y perniciosa de la actualidad, vomitando ácido y haciéndolo pasar por periodismo (ante una audiencia que también carece de contexto e intuición para procesar lo que está oyendo). Gente que se agarra de cualquier rumor para decirte que sí, que todo está controlado por pedófilos satánicos y que la ausencia de evidencia ¡es evidencia!

 

That’s a real thing I heard, by the by.

 

Es la principal razón de por qué decidí que ya, fuck it, hermano, no tiene sentido seguir publicando (o siquiera leyendo) en Twitter cuando se ha vuelto la plataforma de desinformación por excelencia, la cámara de eco donde personajitos tipo Acquaviva y Leíto Oficial pueden brillar así sea por el rechazo. Lanzas una crítica a un impresentable como Trump y te sale un analfabeta funcional acusándote de chavista porque ¿qué clase de gente puede alzarle la voz al Coloso de Occidente?

 

Todo eso engordándole la cartera a Elon Musk, quizá la persona más coñaceable de todo el gobierno americano, y mira que ese gabinete tiene a RFK y a fucking Donald Trump.

 

La vida es demasiado corta como para amargarse con los brainfarts de Miguelito314. Quien necesite información y noticias, hay medios confiables al alcance de un click, es tu responsabilidad como lector el reconocerlos. Digo esto es sabiendo que dentro de veinte años tendremos al blog holográfico de quien hoy es un chamín, explicando cómo el 2025 fue el mejor año de la existencia humana, especialmente idílico al compararse con los sufrimientos y vanidades del 2045. Hay viejitos que hablan así de 1969—arguably an actual great year.

 

Y ojo, que yo he conocido a gente maravillosa en las redes y, mal que bien, las redes me sirvieron para visibilizar mis cosas—es bastante probable que hayas llegado a este post de alguna red donde publiqué el link. Yo incluso he tenido parejas que conocí por Twitter o Facebook, y fueron relaciones súper constructivas, así que no puedo pararme aquí a decir que todo es malo y que ahora sí es verdad que viene el acabose. Pero al final, pana mío, es un tema personal y de proteger tu paz y tu salud mental. Sencillamente no estoy en un lugar, un momento, en el que ese torrente de negatividad propio de las redes sociales le añada algo a mi vida.


El pasado fue bueno pero es bueno que fue y las redes, al igual que la piratería y la inteligencia artificial, son demonios que ya nadie podrá meter en la caja, una realidad ineludible.

 

But that doesn’t mean we have to be their bitch, ¿capichi?


domingo, 30 de marzo de 2025

Lights in the Sky

 


She’s mostly gone

Some other place

I’m getting by

In other ways

Everything they whispered in our ears

Is coming true

Try to justify the things I used to do:

Believe in you

domingo, 2 de febrero de 2025

Una de Samurái

En fin. Uno de mis temas en la vida es Japón, y específicamente su cultura, y más específicamente todo el tema histórico que va desde el período sengoku hasta el Meiji—léase, todo lo que involucra a los samurái.

 

No voy a hacer un post sobre eso, o por lo menos no todavía, pero si voy a aprovechar esta mañana de domingo para una recomendación de las cinco películas de samurái (en japonés las llaman jidaigeki) que, por una parte, están entre mis favoritas y, por otra, están buenas para entrarle a subgénero por si es algo que te atrae y ni idea de por dónde empezar.

 

Así que, de wan:

 

13 Assassins

十三人の刺客


 

 

Director: Takashi Miike

Año: 2010

Elenco: Koji Yakusho, Gorō Inagaki, Hiroki Matsukata, Yusuke Iseya, Takayuki Yamada.

 

Uno se lamenta que Miike que no haya hecho más pelis de espadas, porque entre esta, Hara-Kiri y Blade of the Inmortal, hermanazo, qué talento tiene este man para el cine de época.

 

Pero eso no sorprende a quien lo conozca. En esta ocasión asistimos a una misión suicida de tintes históricos, porque el gran señor Matsudaira Naritsugu está lo que llamamos los latinos “desacatao’”. El tipo es sádico como pocos, abusa de su poder, tortura gente y nadie lo puede frenar porque es familia del shogun, está protegido por la gente más poderosa del Japón.

 

¿Cómo se mata a un intocable?

 

Aparentemente con lecciones de Los Siete Samurái; esta peli fluye mucho como una versión moderna y muchísimo más sangrienta que ella épica elemental de Kurosawa. Son 13 los desgraciados que reciben el contrato para matar a Naritsugu (Goro Inagaki) durante un viaje y, liderados por Shinzaemon (Koji Yakusho) y Saheita (Hiroki Matsukata), pasan por todos esos pasos de reclutamiento, acoplamiento del equipo, viaje y batalla imposible que resultarán familiares para el que haya visto la antedicha—hay hasta un bandido desadaptado pero carismático en el grupo.

 

Pero esta es una peli con identidad propia que sale adelante gracias al carisma de su elenco, a su excelente ambiente y fotografía y que, pues, que este es Takashi Miike, papá. En manos de un director inferior, la peli se habría ido al garete, pero acá compenetras con el equipo (¡y de qué manera!), tendrás tus favoritos y cada muerte será lamentada. Koji Yakusho está excelente, como siempre, de protagónico y el Naritsugu de Inagaki es un villano que justifica la violencia y la atrocidad, de verdad que es un malo de esos que se quedan contigo después de que la peli terminó.

 

Dicen que hay pocas cosas más japonesas que una misión épica destinada al fracaso y no te diré si acá triunfan o no, porque vale la pena que lo veas por ti mismo. Si no vacilas viendo 13 Assassins, no te va a gustar el cine de samurái. Te sugiero películas de Hello-Kitty.

 

 

Ran

 

 

Director: Akira Kurosawa

Año: 1985

Elenco: Tatsuya Nakadai, Mieko Harada, Mansai Nomura, Akira Terao.

 

Ya que lo mencionamos, vamos a entrarle de una vez a Kurosawa en una de sus películas más bestias, una versión de El Rey Lear mezclado con la vida de Mori Motonari, uno de los daimio más famosos de las guerras samurái.

 

Ve esta premisa y dime si no llama: Hidetora Ichimonji (Tatsuya Nakadai) es un poderoso daimio (señor feudal) entrado en años que quiere heredar a sus hijos en vida, para evitar que estos se agarren a cuchillo para ver quién se queda con las tierras y las riquezas que él ha reunido. Todo va bien por un tiempo, pero cada hijo se va envenenando por diferentes motivos, poniéndose a creer que ellos merecen ya no sólo la supremacía sobre los demás hermanos, sino la propiedad completa del clan por encima de su propio padre.

 

Se desata una sangrienta guerra civil en el clan Ichimonji donde ni siquiera el que empuña la espada sabe quién realmente le manipula.

 

Mi pana, la gente que sabe dice que esta es la película que mejor retrata lo que aquellas guerras debieron ser y la verdad es que hay escenas dantescas bélicas dirigidas como sólo Kurosawa sabe, la vaina transcurre como una pesadilla. La tragedia la vemos principalmente por los ojos de Hidetora, interpretado por un Nakadai digno de Oscar (súper envejecido, muy buen maquillaje) y acompañado por su bufón Kyoami (Peter), que se roba cada escena en la que está. Pero a mí quién me sorprendió fue la Dama Kaede (Mieko Harada), que trae una voz femenina regularmente ignorada en este tipo de épicas y que te dice que una cosa es la leyenda de los samurái y sus batallas gloriosas y tal, y otra son las muy reales consecuencias de la guerra, donde la violencia crea enemigos que tú ni sospechas quiénes son y ni sabes por qué duermen a tu lado.

 

Una tragedia bien shakespereana y bien japonesa. Y hablando de sangrero y violencia…

 

Kubi

 

 

Director: Takeshi Kitano

Año: 2023

Elenco: Takeshi Kitano, Hidetoshi Nishijima, Tadanobu Asano, Ryo Kase.

 

El que sepa quién es Beat Takeshi, nombre popular de este director, ya sabe más o menos qué esperar y por qué los fans del período ansiamos el estreno en occidente de esta peli que no decepciona.

 

Kubi (que se traduce a “cuello”, pero yo mejor lo traduzco a “pescuezo”) es una historia bastante realista sobre la caída de Oda Nobunaga y el ascenso de Toyotomi Hideyoshi. Pa’ quien no sepa, esos dos fueron de los grandes unificadores del Japón, pero mientras Hideyoshi era un experto político y negociador, Oda era un bruto sanguinario, un demonio en la tierra a quien sus propios vasallos no se calan más, especialmente Akechi Mitsuhide (Hidetoshi Nishijima) y su alto pana Araki Murashige (Kenichi Endō). La película de hecho abre con la rebelión de Murashige, justificada, contra las atrocidades de Nobunaga y el resto de la historia es consecuencia de esos momentos, con un vasallaje que dice que, ajá, le deben lealtad al señor del clan (algunos, como Hideyoshi, le deben literalmente todo lo que son), pero ¿cuáles son los límites de esa lealtad?

 

Ojo y advertencia con esta película: De todas las que tenemos acá, esta puede ser la más cruda tanto en violencia como en sexualidad. No sé si lo sabes, pero en el Japón feudal las relaciones homosexuales no eran mal vistas y muchos de los grandes daimio tenían sus amantes masculinos con quienes se iban de campaña. En este caso, Nobunaga (Ryo Kase) tenía a Mori Ranmaru (Kanichiro) y la vaina se ve en todo su esplendor, si tus sensibilidades no soportan ese tipo de cosas, stay away from this movie.

 

Pero para el fan histórico, esta película es una joya. Sale Hattori Hanzo Masanari (Kenta Kiritani) entre otros shinobi retratados con un toque de fantasía, a Hideyoshi lo interpreta el propio Kitano muy, pero que muy bien, y Tadanobu Asano, de quien te enamoraste en Shogun, hace acá de uno de los principales tenientes de Hideyoshi (Kuroda Kanbei) en otro papelazo como este man siempre se lanza.

 

Aquí no hay que mirar pa’ los lados, si te interesa el Japón feudal retratado sin glamur y cómo realmente era (quizá), tienes que ver Kubi.

 

 

Sekigahara

関ヶ原

 

 

Director: Masato Harada

Año: 2017

Elenco: Kōji Yakusho, Junichi Okada, Kasumi Arimura, Takehiro Hira, Ayumi Ito.

 

Esta es muy buena para verla después de la anterior, porque echa el cuento de cómo, tras la muerte de viejo de Hideyoshi, sus leales se pelean por el trono, culminando en la fatídica batalla de Sekigahara, que determinaría el curso del país por 400 años.

 

Esta es la historia de una de las grandes rivalidades del período sengoku, aquella entre el noble y leal Ishida Mitsunari (Junichi Okada) y el bribón y complocero Tokugawa Ieyasu (Koji Yakusho otra vez, en el mejor rol de la película, y mi papel favorito suyo). Ya lo he dicho, que no hay una cosa que a los japoneses les guste más que un buen fracaso y esta cinta destaca porque, donde generalmente se ve a Mitsunari como un villano (de hecho es así como es retratado en Shogun, en el personaje de Ishido), acá funge de protagonista, como un tipo que, sí, aspiraba al poder pero también blandía razones más o menos nobles de honor y fidelidad que lo elevaban sobre sus coterráneos en aquella época de traición.

 

Esta peli tiene un problema, que es que si tú entras a verla sin contexto histórico (sin saber quién es quién y por qué esas enemistades tenían años infectándose), es probable que no entiendas por lo menos la mitad de lo que vas a ver. Pero para el iniciado, esto es una maravilla desde que arranca hasta la batalla final, ajustada a lo que realmente pasó.

 

Ficción histórica sabrosa, chamo, porque muchas lagunas históricas se llenan con personajes de los que se sabe poco o que directamente son ficticios, pero que enriquecen mucho la trama (ojo con las mujeres shinobi—ninja—de esta peli). Recomendada de todo corazón, pero eso sí, échate una leidita antes que la peli no explica su contexto.


 

Kagemusha

影武者

 

 

Director: Akira Kurosawa

Año: 1980

Elenco: Tatsuya Nakadai, Tsutomu Yamazaki, Hideo Murota.

 

Esta es otra cuyo concepto sencillamente me encanta, ve: Se sabe que el gran daimio Takeda Shingen usaba varios dobles para huirle a los asesinos. Bueno, Kagemusha establece que Shingen no murió cuando, históricamente, cayó herido de bala sino mucho antes porque uno de sus dobles (un “guerrero sombra”) asumió su papel para preservar la estabilidad del clan y de la sucesión. El problema está en que este doble, que es tan idéntico que Shingen especula que debe ser hermano suyo, es un vulgar campesino pata en el suelo sin la menor idea de cosas de estado o de la corte.

 

Queda en manos de los vasallos de Shingen el sostener la farsa ante los enemigos… pero también ante los amigos, porque al heredero Katsuyori (Kenichi Hagiwara) no le hace ninguna gracia que un recién vestido le quite lo que es suyo…

 

Esta película realmente pertenece a Tatsuya Nakadai, de quien ya hablamos en el segmento sobre Ran, y que acá hace tanto de Takeda Shingen como del impostor, y el contraste entre ambos hombres no podría ser mayor—cuesta creer que sean el mismo actor, de forma que el artificio de la película funciona con uno como audiencia.

 

Pero ojo, que así como he hecho advertencias con otras pelis, acá toca lo propio; Kagemusha tiene un “lenguaje” muy de cine japonés, mucho más que otras películas del mismo director antecesoras de esta. Con eso quiero decir que si estás acostumbrado al cine de Hollywood y nunca has visto una peli europea, no digamos japonesa, es probable que no entiendas esta peli (la primera vez que la vi, tendría yo 21 o 22 años y ni idea, la peli me pasó por encima). No pasa nada, que uno se acostumbra a esas formas de cine y eventualmente les agarras el hilo, pero eres tú el que se tiene que ajustar a la peli, Kagemusha no hace la tarea por ti.

 

Y si le pones, verás una historia sencillamente inolvidable y bien, pero re-bien japonesa, jajaja. Ya verás a qué me refiero.

 

 

UNA ÑAPA: Yojimbo

用心棒


 

 

Director: Akira Kurosawa

Año: 1961

Elenco: Toshiro Mifune, Tatsuya Nakadai, Eijirō Tōno.

 

No se puede hablar de este cine sin mencionar a la grandísima, otra más del sensei y ya puedes ver por qué la huella de Kurosawa es tan grande en el género, por no decir en todo el cine nipón. Diría Kurosawa que Toshiro Mifune no habría sido quien fue si no hubiese salido en sus películas… pero sus películas no habrían existido sin las actuaciones de Toshiro Mifune.

 

Y mira, ya en Los Siete Samurái se veía que el protagonista de esta peli era una estrella nata, pero el rol que hace aquí derrocha carisma y, en efecto, el pana lleva la película sobre sus espaldas en el rol del misterioso ronin Sanjuro, un tipo bien distinto a los demás samurái porque es maleducado, harapiento, desaliñado y lo que le preocupa es el dinero y su propio beneficio (o eso nos quiere hacer creer). Eso sí, nadie le gana con la espada y por eso es tan solicitado entre dos facciones en guerra de este pueblito al que ha llegado. Por un lado está Seibei (y su peligroso matón, Uno—de nuevo Nakadai partiendo la liga) y por otro espera Ushitora (y su esposa y verdadera dueña, Orin), y Sanjuro manipulará a ambas facciones, explotándolas en beneficio propio… mientras se pueda.

 

Chamo, Yojimbo es una película que merece su propio post. Acá ya hablamos de su prota y un poco de la trama, pero es que la fotografía también es espectacular, una peli en blanco y negro donde todos los elementos del escenario (atención con el clima y el uso del viento) representan algo. Quizá más conocida que esta es el remake italiano y vaquero Por un Puñado de Dólares, pero quien ha visto ambas sabe que la palabra “remake” no se ajusta bien al caso; es más bien dos versiones de la misma historia, pero con unos directores tan idiosincráticos que una sabe bastante diferente a la otra.

 

Si Yojimbo fuera birra, sería un elixir. Si fuera comida, sería el mapuei del mondongo. Si fuera música, sería el disco blanco de Los Beatles. Es una obra que, más allá de los trappings de su época, se deja colar (y entretiene) rato largo más que películas del año pasado. Si eres de los que no ve pelis en blanco y negro porque eso es un esfuerzo demasiado grande para tus atrofiadas dendritas, hermanazo, está difícil que alguien te salve. Pero si eres un comando del cine, un legendario del celuloide, un matatán del audiovisual, Yojimbo es una de las mejores películas en la historia, así, en general, de cualquier género.