viernes, 13 de junio de 2025

SINNERS: El Arte Os Hará Libres


Hace unos años, después de que salió The VVitch y Hereditary, y Get Out, el fandom de los sustos en el cine empezó a ver una curiosa expresión, “horror elevado”, la forma que tenían los críticos y comentaristas en las esquinas de internet para referirse a películas que tenían un libreto bien formado y que hablaban de mucho más que del monstruo bajo la cama. “Esta es una película inteligente,” exponían, “porque Get Out es realmente sobre todo este asunto racial que al director se le da tan bien.” Entonces The Invisible Man era elevada porque se trata de misoginia y la vida que sufre una mujer con un acosador, y Summer of 84’ era elevada porque bajo ese texto de asesinatos en un vecindario bien está una historia sobre la pérdida de la inocencia y el duelo que deja abandonar la niñez. Esto siempre es con películas nuevas, porque la marca real de una persona que usa la expresión “elevated horror” es su crasa ceguera sobre el género que está comentando, dios los libre de ir al pasado y ver una película en blanco y negro.

 

Porque, hermanazo, películas de terror con texto y subtexto y sendos libretos existen desde que el cine es cine. Ahí tienes Repulsion, Les Diaboliques, Psycho y la mamá de la película de terror social, Night of the Living Dead.

 

Este año salió otra de las “elevadas”, que desde ya te digo que es una de las mejores pelis de terror de la década, un cover muy inteligente de una canción de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino enfocado ahora no a la explotación y la violencia, sino a cómo los terrores fantásticos son realmente metáforas para los ineludibles monstruos de nuestro mundo real—y cómo a veces lo único que necesitas para salvarte es el arte.

 

Nosotros lo vivimos cuando, en pandemia y encerrados, la gente se volvía loca por un nuevo documental, una nueva canción, una peli, libro o juego de video. Un par que está clarísimo sobre la comunión divina entre la vida y la música son los gemelos Smoke y Stack Moore, unos muchachos de cuidado que pelearon en la Gran Guerra y sirvieron después en el ilícito ejército de Capone y Giancana, moviendo licor por Chicago y ajustándole las tuercas a quien se sale del carril.

 

Pero el año es 1932 y estos chicos, que han acumulado unos centavos, quieren dejar todo eso atrás y montar un negocito bien chévere donde la gente pueda ir a tomarse su traguito, bailar y disfrutar de la mejor música del momento—y quizá de hoy—, el blues. Problema número uno: Los hermanos Moore son negros. Problema número dos: están en Mississippi.

 

Contexto porque hay quien no lo sabe, sobre todo entre nosotros latinos que crecimos sin esa tara cultural del racismo: Los Estados Unidos, a diferencia del resto de las Américas, tuvo que esperar a la segunda mitad del siglo XIX para liberar a sus esclavos y esto sólo fue después de una sangrienta guerra que destruyó a la mitad del país. Los antiguos esclavos pasaron de trabajar sin piedad en los campos a una libertad a veces emulada porque sí, tenían independencia, pero no tenían plata ni casa, ni bienes ni aceptación de la mayoría de la sociedad blanca. Muchos terminaron volviendo a las fincas de sus antiguos amos para seguir trabajando en condiciones marginalmente mejores a las que tenían.

 

Esta situación perduró hasta los años 1970’ en el sur de los Estados Unidos, que fue cuando se derogaron las últimas leyes de segregación racial. No me creas a mí, sólo ponle la oreja a los grandes bardos de nuestra era, todos ellos negros y comediantes gringos: Dave Chappelle, Eddie Murphy, Richard Pryor, Chris Rock, Bernie Mac… esa es una sociedad donde, si tú eras negro y estabas en el lugar equivocado, ver mal a una mujer blanca podía ocasionar tu linchamiento, como le pasó a Emmett Till, justamente en Mississippi. Y si tú crees que esas taras ya están superadas, a Rodney King le metieron una pela en 1991 (y en Los Angeles, fuera del sur) y la discusión sigue prendida tras el asesinato de Trayvon Martin y Eric Garner, entre tantos otros.

 

Esto es algo que una persona que no haya caminado en los Estados Unidos y visto la segregación que existe hoy no lo va a entender. Es una vaina que en Latinoamérica no tenemos, acá nuestro pecado original es el clasismo, pero tú no vas a ir caminando de un sector de la ciudad a otro y resulta que ahora todo el mundo a tu alrededor es negro y los blancos no pasan por aquí. Es una cosa tan bizarra que genera muchísimo shock cultural cuando te das cuenta de que cruzaste una frontera invisible.

 

Es por eso que cuando los hermanos Moore están cuadrando su parranda, se sobreentiende que esta es una fiesta segregada. El bar es de negros, con músicos negros, para un público negro que todavía vive en la pobreza y en los márgenes del pueblo, con menos oportunidades que sus pares blancos y dándole duro a esos campos como si aquí no cambió nada. Uno de esos músicos es primo de los Moore, el wunderkind del blues Sammie “Preacher Boy” Moore; mi hermano querido, los terrores afuera de este bar son tantos que sobran, pero a lo que Sammie empieza con esa guitarra y el buen Slim lo acompaña en el piano, el terror ya no importa. Entre la música, estamos salvados.

 

Y tanta es la vida que irradian en el nuevo bar que un personajito siniestro y vomitado por la noche, el irlandés Remmick, se ve atraído por el jolgorio. Su encuentro con los Moore será un duelo sangriento, filosófico y hasta musical.

 

Sinners es una película de Ryan Coogler, el mismo de Pantera Negra, Wakanda Forever y, muy importante, las películas de Creed, que es donde más brilla junto al también protagonista de esta cinta—y uno de los mejores actores que Hollywood tiene hoy—Michael B. Jordan, por acá en el rol doble de los gemelos. Ya hablé de Rodríguez y Tarantino, y quien vaya por la mitad de esta peli podrá ver el paralelismo con una inspiración confesa, la brillante From Dusk Till Dawn, pero donde la epopeya Tex-Mex apuntaba a la explotación, al gore y la violencia, acá el foco está en lo estético y en el contexto social e histórico.

 

Los hermanos Moore, y me quito el sombrero, pana, ante su actor, no son tan diferentes on paper de los hermanos Gecko, pero es como el efecto mariposa, los eventos y el entorno lo cambian todo: Resulta muy curioso cómo empezando la peli, Slim cuenta cómo un talentoso músico que él conocía termina linchado por atreverse a tener un sueño rodeado de imbéciles racistas, y tú sabes que ambos hermanos se ven reflejados en ese cuento, ellos quieren creer (y nosotros con ellos) que el sueño es posible. Los sueños de los Gecko, en contraste, eran rial y las piernazas de Salma Hayek—sueños validísimos, hay que decir.

 

Entonces Sinners no está “elevada” sólo por su libreto, como diría el crítico típico de internet, sino que toda la puesta en escena y la dirección de arte existe para arrastrarte a este poema de sangre donde dar el paso equivocado con la sociedad mainstream tiene graves consecuencias. Pilla esto:

 


Este es el antedicho Remmick (papelazo de Jack O'Connell, que ya destacaba en This is England), que quiere entrar al bar con sus dos compinches. Musicalmente, la escena la saca del estadio y yo quiero ver el trascámaras para ver si esa gente realmente armoniza así. Pero, aparte de que esta es una escena que te trae a esa era de Hollywood donde el cine era realmente de espectáculo y canción, fíjate bien qué es lo que hay debajo. Gente en el grupo de los gemelos está viendo clarito que esto no es tres blanquitos equis que vienen a cantar, aquí hay algo siniestro y depredador; la amenaza está en la iluminación de la escena y en el lenguaje corporal de los histriones, porque la cancioncita es chévere, está ahí para distraerte como distrae incluso a uno de los hermanos, pero esa sonrisa que tiene Remmick y esos hombros agachados con los ojos saltones del pana a la derecha no es la actitud de un amigo.

 

Conforme vamos viendo la peli, comprobamos la naturaleza oscura de estos visitantes, que no quiero arruinar del todo por acá, pero es que lo que nuestros héroes temen es algo muy real, fíjate que la primera pregunta que lanzan es “¿Ustedes son del Klan?”

 

(Y es un detallazo, porque los irlandeses eran marginales en el Reino Unido también).

 

Hay una teoría sobre el cine de terror que reza que debajo de toda gran película de miedo hay realmente un drama ante el cual los personajes reaccionan. Ya, The Exorcist es la historia de una niña poseída pero también es el drama de una mujer cuya hija está enferma, los doctores no saben qué es (sólo esto es aterrador de por sí) y la única salvación está en un cura con crisis de fe. Sinners conecta contigo porque no hay que hacer mucha imaginación para entender a qué se refiere la historia, con un drama que mucha gente vive en todo el mundo.

 

En fin, anda a ver Sinners. Te espera un soundtrack que vas a ir a escuchar a lo que rueden los créditos (pendiente, que hay una secuencia después de los créditos iniciales) y unas escenas sobre las que seguiremos hablando dentro de 10 años. Una sensacional historia sobre la verdad de ser marginado y cómo las pequeñas victorias son amaneceres que rescatan de tan oscuras noches que nos tocan…

domingo, 1 de junio de 2025

La Funcional Disfunción de Puppet Master


Te reto a que expliques con lógica a Puppet Master.

 

Ese es un reto que ni los productores de esas películas pueden cumplir, pero acá haré el esfuerzo metiéndome en el subsuelo, en la cloaca, en las alcantarillas del cine que es donde toca hacer vida. Porque te quiero.

 

Puppet Master, hecha directo-a-video y que nosotros en Venezuela disfrutamos gracias al mal gusto o la necesidad de alguien en RCTV, es una franquicia que consta, mi hermano en Cristo, de quince películas a la fecha de redacción, quince, eso es un uno con un cinco, donde la mejor del montón (o la peor, depending on how you’re wired inside) se llama The Littlest Reich, la peli donde las marionetas son herederas del imperio nazi y van por ahí cometiendo crímenes de odio.

 

Pero para hablar del choque con muelto que es Puppet Master como franquicia, hay primero que hablar de Dolls, pero no puedes hablar de Dolls sin primero tocar Ghoulies, es decir que hay que hablar de Gremlins.

 

Y de un man cuyo nombre no le va a sonar a nadie y sin embargo es una de las personas claves en la configuración del cine barato por algo así como dos décadas: Charles Band, auto-reconocido buhonero del cine.

 

Cuando a Band se le ocurre la idea para Puppet Master, él ya tenía años de años haciendo cine insultante y barato, pero muy creativo, y aún hoy presume de haber vendido una película de Linda Blair donde la famosa actriz apenas sale—Savage Island, de 1985. Por esa película, que Band y Ted Nicolau hicieron con recortes de otras dos películas, Linda Blair se ganó el Golden Raspberry a peor actriz, distinción que comparte con la ganadora del Oscar Halle Berry, también ganando $50 mil por una sola noche de rodaje y Savage Island terminó haciendo un 400% sobre la inversión en el mercado de video para Charles Band y su empresa de ese momento, Empire Pictures. So you tell me who’s the fool here.

 

But I digress; Mientras Steven Spielberg, Chris Columbus y Joe Dante calentaban motores para Gremlins, una peli de monstruitos que se apoderan de un pueblito en navidad, Charles Band tenía por su lado una idea para un afiche de un monstruito grotesco que sale de un retrete con un tagline irresistible: “Ghoulies: THEY’LL EAT YOUR ASS.”

 

Ambas películas son bastante diferentes entre sí, la verdad, pero aunque Ghoulies entró a producción primero, se quedó sin plata a mitad de camino, permitiéndole a Dante ganar con Gremlins la carrera al estreno.

 

Los gremlins como concepto y artilugio narrativo no dan para mucho más que esa película (el propio Dante lo sabía cuando hizo la secuela, y se nota), pero Gremlins demostró que había negocio para películas de bichitos feos y de ahí vienen Critters, Troll, Hobgoblins, una vaina que la conocerán en su casa que se llama Munchies y vaya usted a saber qué cantidad de títulos hechos todos con un cupón de mercado y una caje’ cigarros. Muchas de esas películas tienen sus méritos—Critters es una de esas raras sagas donde la segunda película es mejor que la primera—y aunque la mayoría es totalmente olvidable, todas hicieron plata para sus creadores porque salieron directo-a-video.

 

¿Y sabes qué película sí salió en el cine y resultó un éxito en taquilla?

 

Ghoulies.

 

A diferencia de las pelis de los grandes estudios con las grandes estrellas, una direct-to-video está hecha desde el inicio bajo la premisa de que esto será de bajo presupuesto, con actores desconocidos, explotando algún elemento de la trama como el sexo, o los carros, o la acción, o el horror, y la idea es que tú inventes un arte para la portada que se vea interesante en los anaqueles de la tienda de video, para que la gente rente la película bajo la impresión de que hay algo qué rescatar ahí. Esto es Roger-Cormaniano de librito. Para el momento en que la gente se da cuenta de que rentaron fucking Hobgoblins 2, ya es tarde, ya pagaron, ya ahí te toca tu platica y como la inversión fue tan baja, vas a tener ganancias. Es el mismo modelo de negocios del drive-in de los años 50’, el grindhouses de los 60’ y 70’, y el “directo-a-streaming” de hoy en día.

 

Puppet Master trae en el ADN lo que Band empezó con Ghoulies y que continuó con Dolls, de 1986, una cinta con la misma premisa exacta del tema del día. Puppet Master, de 1989, tendrá poco qué ver con su secuela, que tendrá casi nada qué ver con la tercera, la película donde las marionetas son buenas y su artífice, el marionetero André Toulon, las usa para pelear contra nazis en la Francia invadida. Puppet Master III: Toulon’s Revenge está muy bien ya fuera de joda y fue rodada casi que en tres semanas(!!!) en el backlot studio de la Universal, que esta gente logró alquilar—o sea que hay una película de Puppet Master que tiene los mismos escenarios de aquellos clasicazos, así que no se puede decir que esta gente no tiene inventiva, creatividad y capacidad de resolver. Esa peli, por cierto, fue dirigida por un man llamado David DeCoteau, que es un carajo que siempre se las ingenia para meter una vaina homoerótica en sus trabajos, generalmente en la forma de un chamo bien formado que va por ahí en interiores. David DeCoteau está ahorita haciendo películas malísimas con Vivica A. Fox.

 

Vivica A. Fox, dog, she was in fucking Kill Bill. She’s working with David DeCoteau now.

 

Puppet Master, la primera, es un refinamiento de Dolls porque el diseño de los muñecos es un éxito innegable, a tal punto que eso es todo lo que la película ofrece. La trama más o menos: El titiritero André Toulon es capaz de darle vida a objetos inanimados, así que los nazis le montan cacería para robarse el secreto. No en Francia, sino en California. Justo cuando los nazis dan con el hombre, Toulon se vuela los sesos y 50 años después, hay una convención de psíquicos en el mismo hotel donde Toulon se mató y en medio de todo eso están los títeres malignos echándoles cuchillo para revivir a un bicho ahí.

 

Ese atisbo de trama da para una y solo una película con un metraje que puedes estirar con muertes estúpidas, erotismo, mucho rodaje reciclado (hay una secuencia onírica que se repite al menos una vez) y secuencias de titirestismo real, que en verdad sí está muy bien logrado. Los títeres, a saber, son:


·       Blade: El más famoso y el rostro de la franquicia, es el que parece un oficial de la Gestapo con cara de Klaus Kinski. Porta un cuchillo por mano y un garfio por otra. Las cuelas expanden su origen, pero no lo pienses mucho porque no tendrá sentido. Lo de Kinski es a propósito.

 

·       Pinhead: No confundir con el sacerdote infernal de Clive Barker. Un nombre más apropiado para este sería “El Manotas”, es el que es todo fortachón pero tiene manos tamaño real. Es entretenido ver cómo la producción se las ingenia para unir al títere y lo que es claramente las manos de un técnico (una actriz enana).

 

·       Tunneler: Es el que parece un oficial alemán con ojos negros y un taladro en la cabeza que da para interesantes secuencias gore. Una de las secuencias le pondrá el más creativo nombre de “Drill Sergeant.”

 

·       Leech Woman: La realmente grotesca y creepy del grupo, es la muñeca que vomita sanguijuelas que se comen a la gente, supongo. La secuencia de esta marioneta es la que recuerdas si viste esa primera película.

 

·       Jester: Un arlequín que no hace nada, pero que tiene un ingenioso método para cambiar caras. Visualmente interesante, no como para diez películas, pero sí para llenar espacio en la película.

 

Todas esas marionetas tienen su historia y se supone que contienen las almas de amigos y enemigos de Toulon, pero no lo pienses mucho ni trates de sacarle mucha lógica porque, y este es realmente el beta de Puppet Master, estas son películas que se hicieron en una era previa al concepto moderno de “franquicia”; Con cada secuela que produjo Band, entró un equipo de producción nuevo que hacía de la trama lo que le daba la gana, así que el lore realmente es lo que tú quieras. Ve:

 

En Puppet Master II, André Toulon revive como un cadáver supurante que se disfraza de El Hombre Invisible e invita a otros psíquicos a otra convención para tratar de seducir a una de ellas, que es la reencarnación, creo, de un amor perdido. Esta película es mejor que la anterior desde la calidad de la fotografía a los efectos, diseño de producción y creatividad—la secuencia final es tenebrosa de verdad con esos rostros plásticos raros. Una peli competente, no una vaina milagrosa, pero sí la mejor aplicación del concepto original con una estructura de slasher y excelente efectos de stop-motion. Al team de marionetas se suma:

 

·       Torch: Este también parece un soldado nazi y hace las veces de lanzallamas.

 

Puedes ignorar la primera y empezar en esta.

 

O en la tercera, haz lo que tú quieras, aquí se vino a joder y demenciar, ahora Toulon es bueno y los títeres luchan contra el tercer Reich, mano. Si tú viste esta película cuando salió en la tele en los años 90’, la película es arrechísima y el diseño de producción, para el presupuesto marginal que tenía esta gente, is nothing short of sensational, David DeCoteau merece todos los elogios porque además y por primera vez en la serie, aquí hay un libreto real, una historia. PM II termina con una promesa bien interesante, títeres humanos que van a un manicomio a picar gente, pero olvídalo, ahora esto es fantasía histórica. El libreto tiene ciertas similitudes con otra película de la factoría de Band, el espectacular y gotesco clasicazo Re-Animator.

 

Mira, la elección te la dejo a ti, ¿te gustan más los títeres asesinos? Puedes ver Puppet Master II y Littlest Reich. ¿Prefieres títeres fantásticos matando nazis? Arranca con la tercera y, uh, varias otras secuelas, son como dos conceptos aplicados a los mismos personajes con una continuidad prácticamente inexistente. Puppet Master III: Toulon’s Revenge es también la peli donde las marionetas se empiezan a mercadear con todo y comercial orientado a chamos, derivado de una peli cargada de terror, tripas y tetas, las tres Ts de la victoria.

 

Al equipo asesino se une:

 

·       Six-Shooter: El vaquero. Los efectos de cómo se mueve este personaje en la época era increíble porque no teníamos alta definición, ahorita tú ves varias secuencias de esta peli y se ven clarito los hilos. Nadie haciendo estas películas para VHS en 1991 pensó que estaríamos hablando de ellas en el 2025. Lo que sí se conserva perfecto son los efectos de stop motion.

 

Puppet Master III is legit fine. Para un nerd como yo, it ticks all the boxes y además cierra con la promesa de que vamos ahora a aventuras anti-fascistas por Europaaaaa…

 

Puppet Master IV ignora todo lo anterior y ahora, mi hermano, las marionetas son parte de una maldición egipcia promovida por un malo de los Power Rangers y hay marionetas malas. No sé qué decirte, supongo que un buen director con buena visión puede sacarle mucho jugo a un presupuesto infame, pero eso no es lo que tenemos aquí y agárrate, porque no lo será por mucho tiempo, las secuelas van bajando la calidad. Por regla general, tú puedes señalar al bajo presupuesto de una película si toda la banda sonora se puede hacer con un solo sintetizador (píllate el soundtrack de Universal Soldier), pero el director de esta peli es Jeff Burr, director de Masacre en Texas 3, de las mejorcitas del montón. Inexplicable. PM 4 y 5 son para el olvido.

 

La 6 es las cavidades del mamarrachismo. DeCoteau vuelve a las andadas pero sin libreto, plata y ni siquiera rodaje, porque muchas secciones son recortadas de películas anteriores. Hay una escena lamentable, que tiene a los personajes conversando en una cena, y hablan de las marionetas y el prota hace como que las mira. La peli, mano, corta a escenas de otras películas o a clips que se nota que la marioneta no estaba realmente ahí. Patético.

 

Lo que sí hay es tipos en interiores, ya te expliqué a David DeCoteau.

 

De aquí en adelante lógica hay, pero la de la plata; Retro Puppet Master, que sería la 7, es indigna de comentario; Puppet Master vs Demonic Toys tiene un título mucho más interesante que la película en sí; Puppet Master: Axis of Evil es un blip de vida porque al menos volvemos a la segunda guerra mundial, pero hasta ahí, esto es un somnífero total.

 

Y mira, hermano, yo he tratado de verlas todas e incluso con mi gusto en bazofia, la vasta mayoría de entregas aquí son infumables. Charles Band lo ha dicho: Hubo momentos en que su productora del momento (ha sido varias) tenía problemas graves de caja, así que cedió el nombre y los derechos de Puppet Master que si al SyFy Channel, los resultados son lo que te imaginas.

 

Así que como todo el mundo lo ha hecho, HERE’S MY PITCH FOR A PUPPET MASTER MOVIE:

 

Un grupo neonazi se apodera de un bar de strippers al margen de una carretera texana. Los skinheads de turno vienen a cobrarle a Honcho, el dueño del local (interpretado por Joe Spinell), que tiene años vendiendo anfetamina por ellos y lavándoles la plata. Honcho no tiene la plata, así que Lil’ Adolf (Brent Werzner) le da una paliza y la tropa decide apoderarse del bar y todo el money que produzca, hasta que la deuda esté saldada—¡con intereses!


Pero mientras atormentan a los clientes y a las chicas del local, no saben que una de las bailarinas es Andrea Toulon (Katharine Isabelle), quien ha huido toda la vida de un legado que ahora podrá salvarle la vida...

 

They are lovers…

 

They are killers…

 

THEY ARE MOTHERFUCKING PUPPETS!!!

 

And if you think you’re goose-marching in our streets, THINK AGAIN, BITCH!!!

 

Puppet Master 69: The Passion of the Puppet

 

Primera parte de una historia que terminará en las marionetas cabalgando lobos sanguinarios: Puppet Master 69, part II: 2-Pup, 2 Pet!!!

 

Ya la canté así que no me roben la idea.


viernes, 9 de mayo de 2025

Lugosi vs Karloff: ROYAL RUMBLE

Ok, pregunta: Bela Lugosi vs Boris Karloff. ¿Quién es el rey de los monstruos?

 

Esa pregunta es muy típica de geek de cine, y especialmente de cine de terror porque siento, y espero equivocarme, que la mayoría de la gente en la calle así normal y corriente nunca ha visto una película con ninguno de los dos actores—y hay gente a la que esos nombres ni siquiera le suenan.

 

Para que todos estemos en la misma página, este es Bela Lugosi:

 

 

Es famoso por su papel de Drácula.

 

Ahora Boris:

 

 

Famoso por hacer de Frankenstein.

 

La rivalidad entre los dos es un tema que ha fascinado al fandom durante décadas porque no sólo eran dos actores icónicos de monstruos mundialmente famosos (gracias justamente a las películas que ellos hicieron), sino que los dos eran europeos, outsiders de Hollywood, trabajaban para el mismo estudio, en la misma época, bajo los mismos equipos de producción y muchas veces cabeza a cabeza en las mismas películas.

 

Es un tema legendario también, popularizado en la mejor película que Tim Burton ha hecho, Ed Wood, donde Johnny Depp interpreta al supuesto “peor director de todos los tiempos”. Ed Wood es realmente una película de fantasía con inspiración en la realidad y si bien la peli es un cuento maravilloso sobre cómo es la vida del artista, del cineasta independiente, y cómo era la vibra del cine serie-B en los años 50’, todos los personajes que salen, incluyendo al propio Wood, son como retratos fantásticos de esas personas, no versiones fieles a quienes fueron en vida.

 

(Y hasta el tema de “el peor director de todos los tiempos” es exagerado; Plan 9 From Outer Space no es tan inepta como se dice y Wood era mucho mejor director que Neil Breen).

 

Uno de esos personajes es un anciano Bela Lugosi, rol que le valió el Oscar a Martin Landau (the irony!). Sí, Bela pasó el ocaso de su carrera haciendo películas malas con Ed Wood y sí, Bela falleció durante el rodaje de Plan 9 y a Wood no se le ocurrió mejor idea que agarrar a otro carajo que no se parecía en nada al vampirezco actor, ponerlo a hacer ese mismo papel y esconderlo detrás de una capa. Pero hay un tema constante en la peli, que es el ácido resentimiento ante el éxito de Boris Karloff:




Veamos: Rivalidad profesional sí había, y ¿cómo no? Lugosi y Karloff protagonizaron películas en la gloria de sus carreras donde Lugosi era el bueno y tenía más tiempo en pantalla (The Black Cat), pero Karloff tuvo top billing, el puesto de estrella, tendencia que se mantendría y sobre la que al menos Boris Karloff habló en público. No hay registro histórico de que alguno de los dos haya tenido ese odio personal que muestra Burton en su película cincuentera, y no se sabe de jugarretas maliciosas entre los dos—como sí ocurrió entre Arnold y Stallone en los 80’ donde Arnold, siendo peor actor que el creador de Rocky, tenía mucho más tino para elegir proyectos y se aprovechaba de las inseguridades de su rival.

 

Para entender bien la dinámica entre estos dos héroes del miedo, hay que entender de dónde venía cada uno, que explica en buena parte a sus carreras.

 

Los dos eran actores de teatro, ¿vale? Pero mientras Boris Karloff, nacido William Henry Pratt, venía de Londres y tenía una extensa carrera sobre las tablas antes de irse a los Estados Unidos y probar con el cine, Lugosi, nombre artístico de Blaskó Béla Ferenc Dezső, era húngaro, país que bien pudo ser Marte en términos de comprensión o accesibilidad hollywoodense. Lugosi empieza casi de niño en la actuación, llega a rango de teniente en la Gran Guerra(!) y huye a occidente como tanta gente de bien le corrió al comunismo a lo que la revolución soviética se expandió a su país natal.

 

Entonces ya aquí puedes ir viendo los retos que tendría cada uno, y sus ventajas, porque el trayecto de Karloff en el cine de los años 20’ era típico de cualquier actor chambeando en el cine mudo, pero Lugosi llega a Nueva Orleáns sin siquiera saber inglés y cuando empieza a actuar en las tablas americanas, le pedía a sus compañeros que le leyeran sus líneas, que él se memorizaba fonéticamente.

 

Un puto capo, gente.

 

Paralelo a esto, Hollywood se volvía una gran industria y la Universal uno de sus más importantes estudios, ya con estrellas y directores claves, dos de los cuales eran el director Tod Browining y “El Hombre de las Mil Caras”, Lon Chaney, considerado hoy el primer actor real del horror. Insuperable en el cine mudo, Chaney era también un maestro del maquillaje, que hacía él mismo, y elegía papeles donde el aspecto físico o la desfiguración eran elementos clave, con resultados francamente espectaculares—en The Penalty no tiene piernas, en El Jorobado de Notre Dame está jorobado de verdad y en El Fantasma de la Ópera luce un rostro icónico donde el actor está irreconocible. Hay una película de Lon Chaney, justamente dirigida por Tod Browning, London After Midnight, que está perdida hoy, no existe una copia completa de la película tal y como salió al cine, y ese maquillaje sigue siendo una de las imágenes claves del cine de espantos donde mucha gente lo ha visto y celebrado, sin saber quién es el actor y qué película es.

 

Es una pena, pues, que Chaney muriera tan joven, y una irónica crueldad que cuando el cine con sonido arranca de verdad, la estrella perfecta del cine mudo fallece por una infección en la garganta, año 1930, cuando Universal lo tenía marcado para protagonizar en Drácula.

 

Vaya usted a saber cómo habría sido el vampiro de Chaney y por esa aciaga ausencia es que Lugosi obtiene el famoso papel. Resulta incomprensible que Bela Lugosi no era la primera elección para el personaje, sobre todo porque ya tenía tiempo interpretándolo en el teatro con mucho éxito (y en Broadway, no less), pero es que no hay una gente más pajúa en este mundo que un ejecutivo de Hollywood, y cuando escucharon en el estudio al acento trancao’ del actor, que habría calzado perfecto con un personaje que también es húngaro, dijeron “Ay, no sé qué dice, la gente no lo va a entender”.

 

Estaban, por supuesto, equivocados. Lugosi obtiene el papel tras cierta lucha, Drácula de Tod Browning estrena en 1931 y de inmediato le roba el corazón al público, un performance único en su generación. Lugosi triunfa porque, pues, es un carajo con un carisma en pantalla tremendísimo y cada vez que no está en escena, estás esperando que vuelva a aparecer. Échale un ojo a Island of Lost Souls y a White Zombie. El efecto Lugosi no fue una casualidad.

 

Pero ese indiscutible reinado duró poco y hay varias versiones de qué fue lo que pasó; el cuento más famoso dice que Lugosi rechazó el papel del monstruo en Frankenstein porque era un rol con ocho kilos de maquillaje encima que además carecía de parlamentos, era puro gruñido y expresión corporal. Si eso es cierto, reflejaría algo que es verdad en la carrera de Lugosi, que es la torpeza a la hora de elegir papeles. Yo he leído otra versión que dice que Lugosi en realidad no era considerado una opción y que James Whale tan pronto vio a Karloff, dijo que esa era la fisicalidad que quería darle al monstruo. Punto final. Boris Karloff había hecho 81 películas ya para ese momento, con sus picos y valles, pero lo que logró con la interpretación de la criatura reventó en la cultura popular y aquí estamos. Frankenstein salió también en 1931 y arrancó la competencia.

 

La torpeza de Lugosi para elegir papeles estoy seguro que se debe a muchas cosas; sí, ya mencioné dos buenos personajes suyos, pero en Island of the Lost Souls es un papel secundario que aparecerá diez minutos en total. El rol del brujo Murder Legendre en White Zombie es mucho más sustancioso pero era una película independiente con pobre distribución. Este era un pana que venía de la Europa pobre, sin contactos en la industria y muchas veces sin entender los referentes culturales. No era el caso de Karloff. Cuenta la leyenda que en los años 20’, estaba un joven Boris Karloff en una parada de autobús esperando bajo la lluvia y pasa nada más y nada menos que el fabuloso Lon Chaney, que le da el aventón a casa y un consejo: “En esta industria, chamo, consigue algo diferente qué hacer que te separe de lo que están haciendo todos los demás, y cuando consigas ese algo, hazlo bien.”

 

Boris se lo tomó a pecho y abrazó ese estrellato mórbido con sendos papeles en The Old Dark House, The Mask of Fu Manchu (ahí recibió el protagónico) y The Mummy, haciendo de la famosa momia Imhotep en un rol que si bien es menos fascinante que Drácula y el monstruo, sí tiene rango histriónico, líneas y emotividad—The Mummy es más un romance sobrenatural que una peli típica de monstruos.

 

Y por supuesto, Karloff reinterpretaría a la criatura de Henry Frankenstein en la legendaria The Bride of Frankenstein, donde resulta que el monstruo tiene pensamientos elocuentes y habla, así como en el libro. De todas esas películas de monstruos de la Universal, Bride puede ser la mejor. Y Karloff le sacó el jugo.

 

De manera que no sorprende, pues, que esa dinámica se haya generado entre los dos europeos. La primera colaboración entre los dos sucede, si no me equivoco, en The Black Cat, y la más gloriosa está en Son of Frankenstein, que tiene a Karloff por última vez en el papel del monstruo y a Bela haciendo del maligno jorobado Ygor, un peliculón de horror y aventura donde quien sale ganando somos nosotros, la audiencia.

 

Pero ya en esa peli de 1939 se empieza a ver algo que Karloff sabría surfear pero que para Lugosi fue un castigo: los Estudios Universal tuvieron problemas económicos y cambiaron de dueños, una gente que no tenía qué ver con el buen Carl Laemmle, mecenas del cine de monstruos. El testa di cazzo supremo en este caso era J. Cheever Cowdin, un carajo que si no me falla la memoria, and I’m recalling all of this from stuff I’ve read over the years, era un businessman y acreedor de Laemmle, un tipo que no tenía sensibilidades artísticas particulares y que veía a esto como un tema de hacer plata. En su infinita sabiduría, el cine de monstruos era causa de los problemas económicos de la Universal. Se acabó.

 

A Lugosi le tocaría luchar para ganarse algún papel con buen sueldo que además le ayudara a financiar una adicción a la morfina que ya se estaba incubando en los años 30’, a causa de heridas que sufrió en la guerra. Son of Frankenstein le ayudó, pero sería un caso aislado; Bela terminaría aceptando el papel que le ofrecieran, haciendo incluso del monstruo de Frankenstein y luego de vampiro envejecido aquí y allá.

 

Llega a los años 50’ como una muy golpeada vieja gloria, al punto que un perrocalentero del cine como Ed Wood lo pudo firmar para sus producciones, mientras que Karloff era un actor todavía en ejercicio—en 1963 saldría en The Terror junto a un joven Jack Nicholson y ese mismo año estuvo en la italiana Black Sabbath, del legendario Mario Bava.

 

Hablando de Lugosi y esa rivalidad, el inglés llegó a decir que “mira, cuando empezamos a trabajar juntos, yo siento que él me tenía mucha desconfianza porque era como que él creía que yo venía a robarle cámara y a dejarlo sin trabajo. Cuando se dio cuenta de que yo estaba era para colaborar con él y para dejarlo hacer su papel con tranquilidad, nos llevamos mucho mejor”.

 

Habría que viajar al pasado para preguntarle al Lugosi de 1950 cuál era su opinión (dudosamente personal, porque a fin de cuentas nada fue culpa de Boris). Lo que se evidencia es que para triunfar en el arte y en el cine hace falta mucho más que talento y que si bien Lugosi se habría encantado con el estatus legendario que tiene hoy, es una pena que ese estatus le llegó unos 15 años después de morir, lo habría disfrutado mucho más estando vivo.

 

¿El rey de los monstruos? Karloff era mejor profesional y era mucho más estable.

 

Pero mi voto es para el buen Bela.