He
estado leyendo últimamente sobre una de mis obsesiones, la guerra de Vietnam—el
que tenga interés en lo bélico y no le haya metido, le da la espalda al segundo
conflicto más fascinante del siglo XX—y, viendo todo el descalabro social que
iba en aumento en los años 60’, que reventó en el 68’ pero que sentiría hasta
1973, me vino a la mente el concepto moderno de “guerra cultural”.
Ese
período presidencial que LBJ arranca en 1963 abre nada más y nada menos que con
el asesinato de un presidente, Kennedy. Nuestro hemisferio venía de una época
de crecimiento sostenido y estabilidad con los años 50’, imposible adivinar lo que
se venía. La guerra arranca oficialmente en
1965, año en el que también es asesinado Malcolm X, activista por los Derechos
Humanos y las libertades civiles. Los 60’ en general fueron una época donde se
consideraba que tú podías resolver un altercado político matando a la otra
persona. El rock and roll que ya se veía atrevido con Elvis meneando la
cintura, se convierte en una verdadera fuerza contra-cultural, primero con los
Beatles pero luego con bandas más agresivas y con un contenido político más
pesado, muchas de las cuales tomarán directamente al tema de Vietnam con
rechazo. Es la década de la mini-falda y una generación de mujeres que dicen,
por primera vez (de esa manera), que ellas no son apéndice del hombre, que
tienen el derecho a controlar su futuro sexual y reproductivo y que si no les
da la gana ponerse sostén, pues no se lo ponen.
La recluta,
que se supone que va para todos los jovencitos americanos en edad de matar (pero
no de votar), tiene privilegios: Tú podías obtener un diferimiento si demostrabas
que estabas empleado en una vaina calificada o si estabas en la universidad, es
decir que la recluta, esa supuesta lotería que mandó a una generación a la
trituradora de Vietnam, se afincó especialmente en chamos pobres y
principalmente negros. Martin Luther King dijo, con dos bolas, que qué bonito
es que los jóvenes de color de los Estados Unidos tenían que ir al sureste
asiático a defender libertades que ellos mismos no tendrían en el sur de
Georgia. De la mano con esto, el atleta más famoso de la década, Muhammad
Ali, sería objeto de esta recluta a la que se negaría, diciendo ante los medios
que el enemigo suyo no era ningún Viet Cong sino los opresores blancos que lo
jodían en su país y que no tenía sentido ir a arriesgar el pellejo cuando
ningún comunista lo había llamado a él nigger.
Se desata una ola de protestas
contra la guerra, que era realmente una ola de protestas contra el
establishment. Manifestaciones importantes fueron lideradas por Martin Luther
King, hasta que lo asesinaron en 1968—y dos meses después, el candidato
demócrata que estaba casi en la Casa Blanca, Bobby Kennedy, es asesinado
también. Los soldados que llegaban del frente venían súper desilusionados y le
decían a la televisión que el gobierno mentía, que fueron a la guerra para nada
y que todas estas medallas no tenían ningún valor. Estas manifestaciones
pacifistas se replican en todo el mundo.
Se radicalizan los movimientos
políticos y raciales, estos últimos con los Black Panthers (principal pero no
únicamente), teniendo su expresión más extrema en el Ejército Simbionista de
Liberación, que mataba gente y secuestraría en 1974 a la heredera millonaria
Patty Hearst y la pondría a robar bancos. No hubo ciudad grande en la unión que
no se volviera terreno de enardecidas protestas, muchas veces con la guardia
nacional tomando la calle y llevándose gente presa sin ton ni son. Desde Chicago
y Detroit hasta los disturbios de Watts en la costa oeste, la meta era prender
al país en candela. Las universidades parecen santuario seguro de protesta
hasta que en 1970 la guardia nacional agarra a tiros a una manifestación en
Kent State, Ohio, matando a cuatro estudiantes e hiriendo a nueve. No sería el
único evento de armas en una universidad.
En 1969 se descubre que el año
anterior, un grupo de soldados americanos, supuestos defensores de la libertad
y la justicia, masacraron a todo un pueblo llamado My Lai. Se habla abiertamente
de que la guerra se perdió. En 1967, The Velvet Underground saca la canción Heroin, y ese reventón tendrá su apogeo en
Woodstock, también en el 69’, año en el que Sharon Tate es asesinada por un
culto de hippies diabólicos.
En 1974, el presidente de los
Estados Unidos renuncia a su cargo al enfrentarse a la realidad (que era un
bandido) y en 1975 cae Saigón.
Todo esto es muy a vuelo de
pájaro. Pasaron otras cosas, pero esto es lo que me viene a la mente ahorita.
Y uno ve todo eso y lo
contrasta con quienes dicen ahora que hay “una guerra cultural”, con la osadía
propia del ignorante, porque hubo una cosa llamada Black Lives Matter y una
gente quería cambiarse el género. Un bando dice que como esta serie de
televisión no tiene suficientes actores de color, hay que boicotearla y acosar
a los productores y asegurarse de que no vuelvan a trabajar más nunca en la
vida, que paguen por sus pecados para siempre. El otro bando dice que como esta
serie de Disney tiene muchas mujeres y actores de color, hay que boicotearla y
acosar a los actores y productores, hasta que paren en la indigencia.
Lo mismo con las películas, lo
mismo con los video juegos y lo que tú te imagines. Es, básicamente, una pelea
de internet, sobre la que predica gente que vive conectada todos los días, con
prácticamente ningún efecto en tu vida real. Y todo está enfocado en la cultura
pop, es una pelea para controlar series de televisión que no me gustan y
perseguir a gente que me cae mal por cómo se ve y cómo habla. Tienen el
atrevimiento de decir que esto es el acabose, lo más bajo que hemos caído como
cultura. La guerra cultural empieza con
las películas y terminará en tu casa, una cosa que estoy escuchando desde
algo así como el 2016 y que, en diez años, no termina de darse.
No, the western world isn’t ending; you’re just too ignorant to tell.
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