miércoles, 13 de febrero de 2013

Albert Speer: sobre la tiranía

Albert Speer es el único ministro de Hitler que dijo "Acepto la responsabilidad".

Perdonen mi francés, pero eso requería unas bolas cuadradas.

Para ponerlo en perspectiva, la frase fue emitida durante los Juicios de Nuremberg, cuando los aliados juzgaron a los criminales de guerra nazi por, fundamentalmente, arrastrar al mundo a una matanza. Estudiándolo en perspectiva histórica (es algo que he estado haciendo mucho últimamente), había mucho revanchismo en ese proceso. No lo culpo, ojo; el punto es que si estabas en el banquillo de los acusados, las probabilidades de que te sentenciaran a muerte eran elevadas. De los 24 acusados, la mitad fue al verdugo (teóricamente; Martin Bormann fue juzgado in absentia y Hermann Göring se suicidó el día antes de la ejecución).

Como dice Trevor Roper, "Speer era el nazi inteligente". Sentenciado a 20 años (salvó la vida porque, entre otras razones, saboteó los planes de Hitler para destruir a Berlín, no estuvo involucrado en el Holocausto y consideró asesinar al führer), usó su tiempo tras las rejas como un intelectual monástico. En Inside the Third Reich, su autobiografía y documento fundamental para entender al funcionamiento de la Alemania Nazi, nos advierte sobre los tiranos, sobre no tener educación política y sobre dejarse llevar por las palabras de un encantador de serpientes.

Así, nos explica sobre por qué se unió al Partido Nacionalsocialista Alemán (cualquier parecido entre Hitler y cierto personaje local no es una coincidencia, en realidad):




"Mi pensamiento no era crítico, porque mi educación política era fracasada.

Si yo hubiese querido, me podría haber dado cuenta de que incluso entonces (antes de que Hitler alcanzara el poder), Hitler proclamaba la expansión del Reich hacia el este; de que él era un ardiente antisemita; de que estaba comprometido con un sistema de gobierno autoritario; de que, después de obtener el poder, procuraba eliminar los procedimientos democráticos y sería maleable sólo por la fuerza. El no haberme dado cuenta de esas cosas, dada mi educación, el no haber leído los libros, las revistas y los periódicos con distintas perspectivas; el no haber intentado ver a través de aquel aparato de mistificación, todo eso ya me volvía un criminal. A esta etapa inicial, mi culpa era tan grave como al final, cuando ya trabajaba para Hitler. Porque estar puesto en una posición en que el conocimiento te es disponible, y no obstante rechazarlo, crea una responsabilidad directa por las consecuencias -ahí, desde el propio inicio.

Sí vi detalles en la doctrina de El Partido. Pero asumí que desaparecerían con el tiempo, como ha ocurrido a tantas revoluciones (...). Además, en 1931, yo todavía tenía motivos para creer que Hitler se iría por la moderación. No me di cuenta de que sus razones eran oportunistas. Hitler trataba de parecer respetable para que los demás lo creyeran calificado para gobernar.

Si Hitler hubiera anunciado, antes de 1933, que en unos años quemaría sinagogas, llevaría a Alemania a la guerra y mataría judíos y rivales políticos, me habría perdido a mí y a todos los que lo respaldaron después de 1930. Goebbels se dio cuenta y, en un editorial, advirtió a El Partido sobre la infiltración de intelectuales burgueses que venían de las clases educadas y con propiedades, indignos de la confianza de los viejos luchadores. En carácter y principios, mantuvo, estaban muy por debajo de los camaradas."

Todo lo que se puede prevenir si nos atrevemos a pensar y cuestionar.

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