Título
original: Hellraiser
Director: Clive Barker
Guion: Clive Barker
Elenco: Ashley Laurence, Clare Higgins, Andrew Robinson, Doug
Bradley
Cinematógrafo: Robin
Vidgeon
País: Reino
Unido
Año: 1987
Tópicos: Sadomasoquismo,
terror corporal, demonios
Canción recomendada: No
tiene nada qué ver, pero Ozzy siempre es pertinente.
Durante los 90’, el nombre “Clive Barker” representaba
terror en su vena más salvaje y pervertida. Oriundo de una interesante vida,
publicó en los 80’ una colección de historias que golpeó al género fantástico
como Mike Tyson en esteroides, “Los
Libros de Sangre”, causa de la cita de Stephen King que figura en todo lo
que Barker ha hecho desde entonces (y que no voy a replicar aquí, porque ya
basta). Una de sus historias más
feroces, Rawhead Rex, un verdadero
cuento de terror y depravación that takes no prisoners, fue adaptada en una
película súper ridícula con un monstruo de goma—fue John LeCarré el que dijo
“Ver a tu libro convertido en película es como tener una vaca y verla como
jamón endiablado”. Para la segunda adaptación, Barker asumió las riendas y nos entregó un film que afianzaría su
status en el terror para siempre.
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El primer malentendido cuando uno habla de Hellraiser está centrado en el papel que
los monjes infernales juegan. Tanto acá como en la novela original (aún si no
te gusta el terror, la prosa de ese hombre paga la entrada), los monjes, llamados “Cenobitas”, tienen
una función periférica. El foco está en Frank, en su complot enfermo, y en cómo
afecta a Larry y a Kirsty. Ya Barker se quejaría de cómo Hollywood
manejaría las secuelas, “Pusieron al Cenobita principal en pleno poster. ¿Cómo esperan que dé miedo si la gente lo
ve directo en la portada?”
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Y en general la fortaleza principal de esta película
radica ahí, en su aspecto visual (la escena en que Frank “regresa” es un tour de force que mantiene su impacto). Es
igual de impresionante cómo la película resulta en coherencia, con la ineptitud
total del director (“No tenía idea de lo que estaba haciendo, no conocía las
diferencias entre los lentes ni las funciones de todo el equipo de producción”),
quizá porque Barker sabía exactamente qué quería alcanzar y qué puntos tocarle
a los actores; un ejemplo afortunado en
que todo salió bien y una bendición y maldición para el autor. “He hablado
tanto sobre Hellraiser que creo que
ya no me queda nada más qué decir” dice en la última versión del DVD. Aunque
dirigió la interesantísima pero accidentada Nightbreed
en 1990 (¡David Cronenberg interpreta al malo!), parece que todo lo que Barker ha hecho desde entonces referencia a la
caja maligna y sus avatares de corrupción. El tipo es un autor súper
versátil, más de fantasía que de terror, y siento que mucho de su tardanza con The Scarlet Gospels (secuela y
conclusión) se debe a que no quería volver a ese mundo. Como dijo Arthur Conan
Doyle, “Matar a Sherlock Holmes no fue asesinato sino defensa propia”.
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Otra
por el estilo:
Eterna influencia de Barker, La Novia de Frankenstein.
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