Cuando me pregunto sobre los beneficios de lo que hoy se llama “indie pub”,
pienso en un señor llamado John Deacon. No, no ese, sino este. El género literario del
western es bastante de nicho porque, aunque fue muy popular entre los 1930s y
los 1970s, es muy pero que muy difícil vender un western a una editorial. Es un
mercado muy reducido (hombres, y sólo algunos).
¿Cómo hace un ilustre que quiera publicar su novela de vaqueros, ante una
industria que le cierra las puertas tan pronto ve en ese manuscrito al polvo de
los caballos elevarse en el horizonte?
Antes del 2013, estaba jodido. Le habría tocado publicar a la antigüita y
morir en ese Alamo particular, porque la auto-publicación ha existido desde que
el génesis del publishing, pero siempre fue una cosa inviable porque requería
que el autor hiciese todas las tareas de una editorial—puedes verlo de esta
manera: Cuando aceptas auto-publicar, estás lanzando una pequeña editorial con
un solo cliente (tú). Tú tienes que buscar al editor, encargarte del diseño
gráfico, distribución de la obra, mercadeo y, pues, tener éxito en esas
circunstancias no era imposible pero tú me entiendes.
En una industria que no cambia a menos que la obliguen, Kindle Direct
Publishing cambió todo, y pongo el año 2013 como el watermark (a pesar de que
KDP se lanzó en el 2007) porque ese es el año en el que se empiezan a ver casos
de éxito concretos. Hugh Howey estaba haciendo un platal y una lectoría enorme
con su serie Silo, E.L. James estaba impresionando a un gentío que no
entendíamos como un fanfic podía capitalizarse masivamente y Andy Weir sacó una
de las mejores novelas de ciencia ficción de memoria reciente (The Martian).
Así que alguien que escriba sus buenos libros de vaqueros y bandidos en el
desierto texano hace como el señor Deacon y publica su vaina por KDP y se
adueña de todo ese nicho del mercado y se vuelve otro caso de éxito.
Cuando tú firmas un contrato con una editorial tradicional, tú conservas el
copyright de tu obra, pero estás cediendo los derechos de publicación y
comercialización, lo que quiere decir que el publisher puede sacar tu libro con
el título que ellos crean que mejor funciona, con la portada que ellos quieran,
el mercadeo que les parezca y la estrategia de ventas que les dé su gana y
usted, pana mío, no puede hacer absolutamente nada al respecto. Te puede pasar
como a mucha gente, que te enteras de la portada que tu novela va a tener al
mismo tiempo que se entera el público, porque la editorial no te lo consulta.
“Pero ya va”, te escucho decir, “Fulano y Fulano sí tuvieron voz y voto en
tales aspectos de publicación”. Eso pasa si tienes un agente brutal, o si la
editorial tiene tanto interés en tu libro que te permite manipular al contrato,
o si eres un nombresote de ventas garantizadas—George R. R. Martin, por
ejemplo, puede echarse diez años entre publicaciones y sacar ladrillos de 900k
palabras porque precisamente es un gigante de la industria. Uno, que no lo
conoce nadie y no tiene esa lectoría garantizada, carece de pull en la
industria.
Y lo más importante para mí: Escribir una novela es una de las cosas más
difíciles que hay en esta vida. Es agarrar un concepto que está en tu mente y
partir de cero hasta volverlo interesante y coherente por unas 120k palabras.
Es no menos de un año fajado ante el monitor, jalándote los pelos por todas las
secciones que funcionaban bien en tu cabeza pero que en la página Rick, parece falso.
Tener una obra pulidita, linda y bella y que no la agarre ningún publisher
porque no ven cómo meterla en el mercado, es un dolor. Pasa lo de Deacon con
los westerns, o lo que le pasó a Andy Weir cuando, con su Marciano, tocó todas
las puertas posibles y todas le dijeron que no. Antes, esa obra se iba al
cajón. Fatality, Status-Quo wins—flawless
victory.
Hoy, existe una vía para que tu obra sea expuesta y gane lectoría. That’s all you can really aspire to. Fame and riches
are fool’s gold, and shit you can’t control anyhow.
¿Cuál es el problema,
entonces, si todo suena tan maravilloso?
Que para que el camino
indie funcione, tienes que ponerle. Como he dicho ya, ese libro que estás sacando por tu cuenta lo tienes que sacar
con la mente de que va a competir de tú a tú con lo que publica Hachette y
Random House, la gente no lo va a comprar por lástima. Todos hemos visto esas
portadas cutres y esos textos que se nota que jamás pasaron por las manos de un
editor, todos conocemos la calidad estándar wattpadera.
Tu libro, para aspirar a ser un éxito, tiene que estar por encima de eso.
O sea que tienes tú que
encargarte de:
· El diseño gráfico del libro. A menos que
seas un artista gráfico que alguien contrataría para que diseñe una portada, ni
lo intentes; búscate a un diseñador profesional, que hay muchísimos en
internet, y muchos ya trabajan para autores y saben qué entregarte y en qué
formatos, con tasas de pago accesibles. No lo hagas con inteligencia
artificial, no robes arte de por ahí, no le digas al pana tuyo que dibuja
bestial. Ve con la opción más profesional posible y cambia todo lo que no te
guste del diseño porque a fin de cuentas es tu libro, que saldrá con tu nombre.
·
Maquetación. Hay muchísimos recursos en
internet sobre cómo cuadrar la maquetación de un libro y, aunque no es
particularmente difícil, es tricky porque lo que se ve bien en una versión
digital puede salir mal a la hora de imprimirse en físico. Y esto último es un
temazo; actualmente, los autores indie generalmente trabajan para los libros
físicos con un modelo llamado “print on demand”, que quiere decir que tú no
tienes un stock físico de ejemplares (a menos que lo puedas costear y así lo
decidas), sino que cuando alguien paga el libro físico, tú costeas la producción
en ese momento para el ejemplar de esa persona. Hay muchas imprentas que hacen esa labor en los Estados Unidos, pero
ten en cuenta que ellos van a imprimir lo que tú les digas que está bien, no
van a corregir absolutamente nada. Es decir que si el arte de tu libro no se
ajusta bien a las dimensiones del ejemplar impreso y queda descuadrado, no hay
queja que valga, eso va así a las manos del que compró. O sea que el control de
calidad lo tienes que hacer tú mismo antes de poner al libro en venta, pidiendo
algunos ejemplares de prueba (que salen de tu bolsillo), donde te puedas
asegurar de que esas versiones físicas están al pelo.
·
Corrección y estilo. Cuando empecé a
trabajar como editor en medios, hubo algo que me llamó muchísimo la atención de
gente que mandaba textos que habían salido publicados en español ya, y venían “editados”;
eran un desastre. Repeticiones constantes, idas por las ramas, explicaciones de
obviedades, adverbios encima de adverbios… al alzar la voz sobre esto, se me
explicó gentilmente que “edición” se entiende como corrección, y específicamente corrección
ortográfica.
Esto
no lo puedes hacer tú. Búscate a un editor profesional, que los hay en internet
y bastante, y que sea él, o ella, quien le eche un ojo a tu obra y corrija
estilo. El trabajo del editor es hacerte ver mejor, es agarrar tu obra y
pulirla eliminando lo que sobra y sugiriendo trabajar donde haga falta. No todas
las sugerencias que el editor te haga van a ser acertadas, pero sí es
importante que te sientes con alguien que no tiene apego emocional a la obra y
que te diga “Esta sección acá, todo esto es relleno y el capítulo no puede abrir
con relleno, tiene que abrir con trama. Tráete esto de la página seis para el
inicio, para que atrapes al lector de una vez, sin introducciones”. Son cosas
que uno como autor no ve.
Hay
gente que con este tema se pone como una gata boca arriba, ¿qué coño va a saber un tercero de mi libro, va a saber ese “editor” lo
que quiero decir mejor que yo?
Bueno,
saque su libro entonces como a usted le dé su mardita gana. Después no esté
llorando.
·
Marketing. Oh boy. De todos estos puntos, marketing es quizá el único que
amerita un post sólo para él, y será un post terrible y caótico porque la
verdad más verdadera, amigo mío, es que nadie sabe a ciencia cierta cómo se
hace el marketing de libros hoy en día. The internet and the pandemic changed
everything. Random House manda a sus grandes escritores de giras, pero un autor
nuevo no hace gira porque nadie va a hacer colas afuera de una librería en
Fresno para ver a un debut que vaya usted a saber quién es. Hace un par de años
se hablaba mucho del book-tok, los tik-tokers que hablaban solo de libros y
eran LA forma de vender; hoy eso está desmentido, con libros que no vendieron a
pesar de ser consentidos de influencers.
El
marketing siempre ha sido el gran misterio de la industria, y es por eso que
tienes que tener muchísimo cuidado a la hora de pagar publicidad, porque no hay
frutos garantizados para nadie. Amazon tiene un sistema de publicidad que en el
mundillo se llama “Scamazon”, porque es como que un paquete publicitario que te
pone al frente de todas las páginas para darte visibilidad, tú gastas un
dineral loco… y el libro no vende. Este es un mundo de gente que está siempre
tratando de game the system, de manipular las condiciones para obtener ventajas.
Hay gente que se ha echado miles de dólares en publicistas para ventas de cien
ejemplares. Nobody knows.
Does any of this sound attractive to you? Bienvenido al
método indie. Y ante esto, muchísima gente dice “Mira, no, yo lo que quiero es
escribir y no preocuparme por todas esas cosas que corresponden a la editorial”,
cosa que es validísima. Ahí hay un detallazo, que es que hay cosas de lo
antedicho (como la publicidad y la corrección y estilo) que te van a tocar
hacer aunque publiques con una editorial, pero queda claro que lo indie es un
trabajón. Si la pegas, la vas a pegar en grande, ojo, y es muy normal que autores
indie reciban ofertas de las cinco grandes para distribución donde el autor
llega ya con la fortaleza de una fanaticada a sus espaldas—y ya va, hay gente
que uno no conoce ni quiénes son, y viven exclusivamente de su literatura, con
carreras envidiables e indies.
De que es posible, lo es. Pero
tienes que estar claro en lo claro, como decimos en mi tierra, jaja.
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