Hace un par de
semanas terminé una de mis sesiones diarias de escritura con este feeling raro
de que estás construyendo algo mejor que todo lo que habías hecho antes, y pasé
por instagram para hacer un “hilo” en mis historias sobre ciertas observaciones
y ansiedades que tengo sobre el publishing.
El hilo generó buenas
interacciones y, pues, ¿por qué no hablar de eso en un post hecho y derecho?
Lo que generó esa
reflexión fue ver que aunque estoy orgulloso de lo que estoy escribiendo y
estoy seguro de que tiene un lugar en el mercado, no sé si haya un publisher
que se atreva a sacarlo y esto es porque el publishing es, y siempre ha sido,
muy conservador. Es un negocio kinda driven by fear y por apostar seguro,
“sigue el dinero”. JK Rowling empieza a escribir una serie juvenil de unos
chamos en una academia mágica, la serie vende muy bien y arranca un boom del
mercado juvenil. Luego Suzanne Collins, montada en esa ola, hace una serie que
es prácticamente The Running Man pero con jóvenes en un triángulo amoroso. Los
Juegos del Hambre se vuelven un exitazo y ahora el tema es chamos especiales
con romances. Enter Twilight, Divergent and the hacks from the Lorien Legacies,
que es un cuento para otro día porque ese grupito está dirigido por el
estafador serial James Frey.
Los trends son
importantes porque no hay prácticamente nada que sea “evergreen” y el tema (y
estilo) de lo que estás escribiendo va a incidir en las probabilidades que
tendrás para publicarlo. Zombies, vampiros y triángulos amorosos juveniles se
acabó, y no importa qué tan bueno sea tu libro en estas tres áreas, va a ser
muy difícil que publiques algo con un publisher tradicional de una onda que ya
pasó. No es imposible, pero casi.
El publishing está
buscando siempre dos cosas: Primero, the next new thing, algo que se salga del
patrón y que, teniendo originalidad, pegue con el público y venda, porque este
negocio es como la industria del disco, del cine o cualquier otra—como parte
del show business consta de dos elementos, el show y el business; Segundo y
habiendo descubierto lo anterior, el publishing busca todos los libros que
puedan montarse en esa ola hasta que se agote.
Ahorita estamos en
la era de la ficción de género para voces tradicionalmente excluidas y el
“romantasy”. He visto a mucha gente, muchos autores latinos independientes,
quejarse en redes sociales de que Marvel hizo tal cosa “por inclusión”, y que
tal empresa está haciendo equis cosa “por inclusión” y que qué fastidio la
inclusión, que nadie quiere leer un libro de fantasía africana.
Bueno, querido
amigo, cuando manejas ese discurso, estás jugando contra ti mismo. Esta onda de
inclusión que existe en el publishing ha favorecido muchísimo a un gentío que
proviene de rincones que no estaban explorados, incluyendo a muchos africanos,
asiáticos y latinos, porque este también es un negocio donde el autor se
mercadea con la obra, you’re not selling just your book. Y si tu nombre suena
de tal o cual manera, eso determina lo que el mercado espera que vendas. Lee
esto bien: El mercado anglo es muy provinciano y a los gringos no les gusta
leer fuera de su zona de confort. Si tu apellido suena latino, el publishing
gringo espera que escribas algo latino. Y como retrató el (excelente) libro de
R. F. Kuang “Yellowface”, si no eres asiático y escribes un libro de temas
asiáticos, se te ve muy mal.
Son taras que tiene
el publishing, no digo que esté bien, pero es lo que hay. Y esa tara se está
empezando a romper, permitiendo que muchos latinos (como Silvia Moreno García,
Gabino Iglesias, Rubén Degollado, Verónica Castro y tantísimos otros) puedan
intervenir en el mercado anglo, con ficción en inglés y saliéndose de los
típicos temas que el mercado espera del latino (realismo mágico y dramas sobre
emigración).
El romantasy es
como suena. Una mezcla de “romance” con “fantasy”. It’s the real rage right
now.
Estoy hablando de
todo esto porque mi libro no tiene un parecido en el publishing actual. Es una
mezcla de crime fiction con ciencia ficción, con un gran elemento de police
procedural; lo que más se le parece es The Expanse, pero ellos se van por un
lado y yo por otro, se parecen en que ambos universos comparten un setting
similar pero eso es porque ambas obras derivan de influencias en común (Alien).
Estas cosas
importan si lo que tú quieres es, como yo, llegarle a la mayor cantidad de
lectores posibles. Cuando uno habla de esto, la crítica directa es “Ah, pero
eso te importa si lo que tú quieres es vender”. Querer vender no es malo, hay
que sacarse eso de la cabeza, porque escribir una novela es bien difícil
y todos los artistas del mundo merecemos ganarnos el pan haciendo lo que nos
gusta. ¿Es criticable que tú pretendas vivir de algo a lo que le pones tanto
esfuerzo?
Que dicho sea,
tampoco hay mucho dinero con la literatura, ni te vas a volver famoso. La gente
piensa en “escritor” y se imagina a Stephen King, a Michael Crichton, a
Murakami, a Pérez Reverte. Se imaginan que tú publicas un libro y listo,
bienvenido al club de los exclusivos, donde te invitan a cenas de coctel en un
penthouse de Manhattan, todo el mundo va de gala y suena un pianito elegante. I know it’s shitty
that I break your bubble but this is for your own good: Esas cosas pasan en el
1% de los casos. De hecho hay
montañas de cuentos de gente que ha llegado a la lista de bestsellers del New
York Times y todavía tienen que chambear con un trabajo formal, porque no
aguantan sólo con las ventas de libros.
Hace un par de
años Penguin Random House, una de las cinco grandes editoras de los Estados
Unidos, intentó comprar a otra de las grandes, Simon & Schuster. El
gobierno americano vio la jugada y calculó que, de concretarse ese negocio, PRH
iba a quedarse con el 48% del market share, así que intervino para bloquear la
venta on grounds of monopoly. Una venta de $2.2 billones, mind you.
Y en las
declaraciones que fueron saliendo de ese juicio, ejecutivos grandes de Random
House soltaron unas perlas que sacudieron a todo el sector y todavía corren hoy
entre pasillos, como los más escalofriantes cuentos de la cripta. Se dijo, por
ejemplo, que en el 2020, de todo lo que se publicó ese año, sólo 268 libros
vendieron más de 100.000 ejemplares y el 96% vendió menos de 1000. Eso llevó a
un gentío a decir que buena suerte vendiendo 100 copias de tu novela debut,
porque la mayoría de los debuts no venden.
Ese cuento tiene
muchas aristas y no puedes tomarlo así, sin contexto. Te lo digo para que sepas
qué se comenta, y para que también veas la realidad del negocio por si tú estás
poniendo a escribir bajo la fantasía de que te espera una olla de oro al final
del arcoíris.
Sobre la fama, me
impresiona que haya gente que escriba para volverse famoso en un mundo donde
leer es cosa de nicho. Por cada Anne Rice que tú conoces, ¿cuántos millones de
autores no conoces? ¿Cuántos de esos anónimos serán latinos?
Así que sí, mi
meta es entretener a la mayor cantidad de gente posible sin preocuparme mucho por cosas que no puedo controlar (como publicar tradicional o no, y cuánto venda). Si tu meta es
perseguir cimas estéticas más elevadas independiente del tiraje de tu novela y
su exposición (o éxito comercial), eso es validísimo, una lucha tan honorable
como la de cualquiera porque además es importante que sepas, cuando estás
escribiendo, por qué escribes. La respuesta a esa pregunta determinará el tipo
de carrera que deberías buscar y aunque no hay realmente una respuesta “mala”, quien
lo hace buscando plata, fama o invitación a las cenas de cocteles en Manhattan
sepa que está persiguiendo a una quimera.
Es bueno
mencionar, también, que todo lo que acabo de describir pertenece al sistema anglo,
libros escritos en inglés para el público angloparlante. ¿Por qué escribí lo
mío en otro idioma? Esa pregunta amerita su propio post, pero la respuesta más
sencilla es, “porque ese es el mercado en el que quiero intervenir”.
Así que, bueno,
para cerrar el cuento quiero decir que aunque no estoy claro de cuál es el
espacio de mi libro en el mercado con un publisher tradicional, tampoco me
atormento mucho por eso. Históricamente en el publishing tú tenías que entrar
por una casa editorial de las cinco grandes, y esa gente era dueña de tu
carrera. La auto-publicación siempre existió, pero era una cosa muy limitada
porque implicaba que tú hicieras todo lo que hace una editorial (diseño
gráfico, diagramación, imprenta y distribución), quedando al final tú con seis
cajas de libros en tu casa que sales a vender que si en ferias y tal.
Eso cambió ya. Hoy
existe lo que se llama “indie publishing” y hay una chorrera de recursos para
que autores indies hagan sus obras con calidad profesional, sin que te
preocupes por la distribución de la obra porque sales en la librería más grande
del mundo (Amazon). Muchos autores de la talla de Brandon Sanderson y
Christopher Ruocchio manejan un sistema de publicación mixto, donde parte de lo
que sacan es trad pub y parte es indie. Y ha habido muchos casos (Andy Weir y
Hugh Howey, por decir un par) de gente que publicó indie y la industria del
publishing los llamó para que trabajaran con ellos. Hace quince años, auto-publicar
era un callejón sin salida. Hoy en día, un autor indie puede vivir de escribir
(si se faja, pero es posible). Colleen Hoover sacó su primera novela, Slammed,
independiente. Hoy es uno de los nombres más grandes de toda la industria, y la
autora más popular de Simon & Schuster.
Hace 15 años era
impensable una cosa así, auto-publicar era el beso de la muerte.
Lo que quiere
decir que hoy hay opciones versátiles para el autor, cada una con ventajas y
sus desventajas—lo que nunca será opción es pagar para que te publiquen, un
sistema conocido como “vanity press” ya que
hacen su negocio del deseo que tiene el autor de ver su obra impresa. Yo no me
atrevo a llamarlo “vanidad” porque una persona puede caer ahí por ignorancia y
aunque ya haré un post sobre eso, estas son editoriales que te venden un “paquete”.
Te editan, hacen el diseño gráfico, lo suben a amazon, blah-blah, y por eso
cobran un buen billete. ¿Por qué es anti-ético? Porque todo eso lo puedes hacer
tú mismo, sin tener que pagarle a un intermediario. Si quieres pagar, págale tú
a un editor y a un diseñador gráfico de tu elección; subir el libro a amazon es
gratis y no tienes que pagar ningún paquete extra de “publicidad” a una
editorial porque si eres indie eso te lo pagas tú mismo y si eres publicado
tradicional, de eso se encarga la editorial sin que tú pongas un centavo. Las
vanity presses también se vanaglorian de “no cobrar regalías” y las letras
pequeñas es porque el negocio de una editorial normal es vender libros, de los
cuales saldrán regalías para el autor. La vanity press hace su dinero del autor
que paga alante y si vende el libro o no ya eso no es problema de la editorial.
Te dirán algo como “el éxito del libro depende de cómo se esfuerce el autor”,
que en parte es cierto y siempre lo será, pero no menciona que ese autor ya
pagó un platal a una editorial cuyo trabajo normal sería fajarse para que sus
libros vendan. Se desligan del performance comercial de sus autores.
Muchísimo cuidado
con eso. En el mundo editorial, el dinero fluye del publisher al autor, nunca
al revés.
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