LA
CASA DEL DRAGÓN, PRIMERA TEMPORADA
Ep. 10: “La Reina Negra”
El término correcto es “Reina
Afro-Descendiente.” Tengo a la gente harta en la casa con ese chistecito.
Ya en serio, me parece
fabuloso que tuvimos tan buena temporada y que revivió la GoTmanía. La gente
anda comprando los libros como locos, comentando en redes como locos y pidiendo
a gritos esa segunda temporada que, sí, la veremos en el 2024. Todo eso está
perfecto, aquí no me anoto con eso de que “Uy, yo era fan antes que todos
ustedes, posers, si no sabes quién es Vargo Hoat y Satin, entonces eres un
franelero de Gay Mostrón”.
Nah. Si te gusta, te
gusta, y bienvenido. El crecimiento de este fandom beneficia a todos los fans,
nuevos y viejos, de los libros y de la serie. And if you’re new, you’re in for some great fantasy.
Plomo entonces.
EN DRAGONSTONE
El fin de semana pasado
sucedió algo interesantísimo, y es que tanto Daemon Targaryen como Lestat de
Lioncourt, en la serie de Entrevista con el Vampiro, se demostraron como los
cretinos abusivos que realmente son, después de un tiempo creando buena
voluntad. Eso, a los stans, les dio
en la madre. Que es imposible, dicen, es mal desarrollo de personaje, un hombre
que ama a Rhaenyra, porque ese hombre la ama, jamás sería capaz de levantarle
la mano, la serie iba bien pero quisieron meter drama a juro dañando a un buen
personaje.
Se les olvidó que Daemon
mató a su primera esposa rompiéndole la
cabeza con una roca. Se burló de la muerte de su sobrino, prácticamente en
la víspera del funeral, y tiene a la capital infiltrada con sus hombres para el
momento en el que tome el poder. Un carajo que no lo ha soportado ni su amante
de vieja data—a quien usó, y sigue usando con fines políticos—y que se inventó
una tramoya con la simulación de la muerte de alguien, indiferente al
sufrimiento de una gente que, por cierto, son sus aliados.
No ver la personalidad
detrás de la carismática cara explica por qué hay gente en este mundo que se
mete en relaciones horrorosas, donde les insultan y abusan y humillan, pero
ell@s se quedan “por los niños, porque divorciarse es peor”. En el caso de
Entrevista con el Vampiro, Lestat es una de las criaturas más tóxicas de toda
la literatura mundial (por lo menos en el primer libro), muuucho peor que
Daemon. Pero esta es la gente que habita en Westeros, y siempre ha sido así. ¿Que
Daemon es capaz de gran crueldad pero también de casi heróica bondad? Sí. Como
todos. ¿Recuerdan cuando odiaban a Jaime Lannister y lo querían ver muerto, y
resulta que a puertas cerradas resultó ser un tipazo?
Hace poco conversaba con
alguien que me dijo “Admiro lo que George R. R. Martin creó, pero no me leo sus
libros ni veo la serie porque tiene una visión demasiado cínica de la fantasía heroica”.
Y, vale. A mí no me parece cínica, pero entiendo a qué se refiere este man, hay
gente que se vacila su fantasía clásica, los malos son claramente malos y los buenos
son claramente buenos.
Uno de los motivos de por
qué amo a Una Canción de Hielo y Fuego es justamente porque agarra a la
fantasía medieval y le mete realismo histórico. Y la gente, pues, es chimba. El
valiente caballero de honor que iba a pelear en Francia, mataba viejos y niños
y violaba mujeres, y volvía luego a casa, a criar a sus hijos y a honrar a su
esposa. Heh, sin ir muy lejos, hay soldados así hoy en día. Es la naturaleza de
la bestia.
Luke está muerto.
Este es uno de los tantos
golpes que Rhaenyra sufrirá, que cambiarán y trastornarán su personalidad. Ya he
comentado en este blog cómo las guerras civiles son básicamente un ajuste de
cuenta entre hermanos, donde existe un bando agredido y un bando agresor, pero
que una vez arranca la violencia, la guerra tiene su propio deseo, personalidad
y apetitos, una vorágine que consume a su gusto, y que existe muy poca
diferencia entre Serbios y Croatas cuando estás en la casita del campo a la que
un bando pasó por las armas meramente por vivir en el lugar equivocado.
Eso es lo que viene. Lo
que empezó como un problema familiar, ahora llama a partidarios que se anotan
por sus propios intereses. Si tú crees que en Venezuela se luchó por la
independencia porque “es que el yugo español suprimía nuestros sueños de
libertad”, pues esa es una fantasía muy bonita. La verdad es que la guerra de
independencia, lo he dicho también, fue una guerra civil que arrancó porque una
gente con cobres en Caracas decidió aprovechar un momento histórico para tener
más beneficios, y a eso se sumó el resto del país por diversas razones. ¿Por
qué un tipo como el legendario Negro Primero se unió al bando patriota? Los
patriotas le ofrecieron más plata.
Y así es el corazón
humano. Acá vas a ver a gente anotándose a un bando y al otro, pero preguntando
primero “¿Qué hay pa’ mí?” y cuando salgan a caerse a puñaladas en el campo,
van a crear rencores propios y resentimientos, y eso lo va a sufrir pues los
más inocentes, los civiles de todos esos pueblos donde se luchará la guerra.
La muerte de Luke es también
el segundo hijo que Rhaenyra pierde
gracias a esta guerra; en el libro, esa hija que le nace cuando ella recibe
noticias de la coronación, nace deforme, un híbrido entre humano y reptil, y
Rhaenyra le atribuye la muerte de ese bebé directamente a las acciones de
Alicent. “Me han quitado dos hijos” dirá después.
Ustedes van a decir que yo
soy un vulgar apologista de los Verdes, pero los términos que ofrece Otto
Hightower son generosos. Claro, no quita que esto es un vulgar golpe de estado
y que esta gente está haciendo dibujo libre con lo que se había acordado, y hay
gente del lado de Rhaenyra (Daemon, principalmente) que quiere una guerra, porque siempre hay gente irresponsable en todas
las guerras civiles.
EN STORM’S END
Esto pasa un poco
diferente en el libro; cuando Aemond se consigue a Lucerys Velaryon en el salón
de Borros Baratheon, él casi que provoca una pelea, él quiere que haya sangre.
Me parece genial que la
serie retrate que cuando se produce la horrorosa muerte de Luke, fue casi que
por accidente y que Aemond tiene sentimientos encontrados. He escuchado por ahí
que “La danza de los dragones la va a ganar el que tenga más dragones” y a esto
respondo con una frase que usa el Archi-maester Gyldayn en Fire & Blood: “Los
dragones no son caballos”.
Los dragones son bestias
impredecibles (al igual que la magia de Westeros) y ni siquiera los Targaryen
entienden bien por qué les obedecen.
Quiero dejarlos con algo,
para que se agarren y se preparen para lo que viene. Esto es de Manuel Chaves
Nogales, periodista español, genio, que huye de España con la guerra civil,
palabras que me atrevo a aplicar para nuestra serie de fantasía, y que tú
puedes aplicar a todas las guerras civiles. Poca gente se ha expresado con
mayor lucidez sobre la guerra que este señor en su casualmente titulado, y te juro
que de verdad se llama así, “A Sangre y Fuego: Héroes, bestias y mártires de
España”:
“Cuando estalló la guerra
civil, me quedé en mi puesto cumpliendo mi deber profesional. Un consejo
obrero, formado por delegados de los talleres, desposeyó al propietario de la
empresa periodística en que yo trabajaba y se atribuyó sus funciones. Yo, que
no había sido en mi vida revolucionario, ni tengo ninguna simpatía por la
dictadura del proletariado, me encontré en pleno régimen soviético. Me puse
entonces al servicio de los obreros como antes lo había estado a las órdenes
del capitalista, es decir, siendo leal con ellos y conmigo mismo. Hice constar
mi falta de convicción revolucionaria y mi protesta contra todas las
dictaduras, incluso la del proletariado, y me comprometí únicamente a defender
la causa del pueblo contra el fascismo y los militares sublevados. Me convertí
en el «camarada director», y puedo decir que durante los meses de guerra que
estuve en Madrid, al frente de un periódico gubernamental que llegó a alcanzar
la máxima tirada de la prensa republicana, nadie me molestó por mi falta de
espíritu revolucionario, ni por mi condición de «pequeño burgués liberal», de
la que no renegué jamás.
Vi entonces convertirse en
comunistas fervorosos a muchos reaccionarios y en anarquistas terribles a
muchos burgueses acomodados. La guerra y el miedo lo justificaban todo.
Hombro a hombro con los
revolucionarios, yo, que no lo era, luché contra el fascismo con el arma de mi
oficio. No me acusa la conciencia de ninguna apostasía. Cuando no estuve
conforme con ellos, me dejaron ir en paz.
Me fui cuando tuve la
íntima convicción de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar,
cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba. ¡Cuidado! En mi
deserción pesaba tanto la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que
ejercían el terror rojo en Madrid como la que vertían los aviones de Franco,
asesinando mujeres y niños inocentes. Y tanto o más miedo tenía a la barbarie
de los moros, los bandidos del Tercio y los asesinos de la Falange, que a la de
los analfabetos anarquistas o comunistas.
Los «espíritus fuertes»
dirán seguramente que esta repugnancia por la humana carnicería es un
sentimentalismo anacrónico. Es posible. Pero, sin grandes aspavientos, sin dar
a la vida humana más valor del que puede y debe tener en nuestro tiempo, ni a
la acción de matar más trascendencia de la que la moral al uso pueda darle, yo
he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos.
Para un español quizá sea éste un lujo excesivo.
(…)
El resultado final de esta
lucha no me preocupa demasiado. No me interesa gran cosa saber que el futuro
dictador de España va a salir de un lado u otro de las trincheras. Es igual. El
hombre fuerte, el caudillo, el triunfador que al final ha de asentar las
posaderas en el charco de sangre de mi país y con el cuchillo entre los dientes
va a mantener en servidumbre a los celtíberos supervivientes, puede salir
indistintamente de uno u otro lado. Desde luego, no será ninguno de los líderes
o caudillos que han provocado con su estupidez y su crueldad monstruosas este
gran cataclismo de España. A ésos, a todos, absolutamente a todos, los ahoga ya
la sangre vertida. No va a salir tampoco de entre nosotros, los que nos hemos
apartado con miedo y con asco de la lucha. Mucho menos hay que pensar en que
las aguas vuelvan a remontar la corriente y sea posible la resurrección de
ninguno de los personajes monárquicos o republicanos a quienes mató civilmente
la guerra.
El hombre que encarnará la España superviviente surgirá merced a esa terrible e ininteligente selección de la guerra que hace sucumbir a los mejores. ¿De derechas? ¿De izquierdas? ¿Rojo? ¿Blanco? Es indiferente. Sea el que fuere, para imponerse, para subsistir, tendrá, como primera providencia, que renegar del ideal que hoy lo tiene clavado en un parapeto, con el fusil echado a la cara, dispuesto a morir y a matar. Sea quien fuere, será un traidor a la causa que hoy defiende. Viniendo de un campo o de otro, de uno u otro lado de la trinchera, llegará más tarde o más temprano a la única fórmula concebible de subsistencia, la de organizar un Estado en el que sea posible la humana convivencia entre los ciudadanos de diversas ideas y la normal relación con los demás Estados, que es precisamente a lo que se niegan hoy unánimemente con estupidez y crueldad ilimitadas los que están combatiendo".