Muchas veces lo que ocurre en el
trascámaras del cómic es más insólito que lo que ocurre en las hojas y pocas
cosas lo demuestran como el primer gran escándalo de los 2000: El sargento de
los Rangers, Micah Ian Wright, se perfiló como un talento emergente de
contundente mensaje. Pacifista hasta el tuétano, destacó por sus obras de corte
militarista donde se lee a un soldado desilusionado. Prácticamente un héroe, el
sargento promocionó su material hablando con la autoridad de la experiencia.
Y esa experiencia era una mentira.
I.
El Soldado.
El
20 de Diciembre de 1989, las fuerzas del ejército norteamericano invadieron
Panamá, con la meta de deponer a su dictador, Manuel Noriega. Noriega, contacto
de la CIA desde los años 70’, jugaba un doble papel, apoyando a los Estados
Unidos en el teatro centroamericano de la Guerra Fría, mientras pisoteaba
inmisericordemente a sus rivales internos. Para los años 80’, “el hombre del
machete” le sacó jugo a su inmunidad, recibiendo dinero del narcotráfico. Una
operación aparentemente infalible, la DEA no podía tocarlo porque era niño
bonito de la Agencia y si él fungía como traficante, los cocaine cowboys contaban
con un escudo perfecto.
Su
participación en el escándalo Irán-Contra y una represión progresivamente
abominable, provocaron un enfriamiento de relaciones con el país del norte y
una posterior enemistad. Noriega, convencido de que nadie lo extraditaría y que
la URSS saldría a dar la cara en caso de una invasión (debió estudiar mejor el
caso Allende), saboteó unas presidenciales que perdió, se paró en su podio y
retó al nuevo presidente Bush.
La
respuesta de los Estados Unidos fue la Operación Causa Justa y uno de sus
operadores era el sargento Wright, de la fuerza de élite Ranger.
Con
hombres a su mando, Micah Ian Wright fue de los primeros paracaidistas en
plantar cara al enemigo, participando en encarnizados combates contra fuerzas
armadas panameñas.
—Es
el stress de ser oficial en los Rangers. Vi toda una urbanización arrasada por
una bomba perdida nuestra. La gente corría de nuestras balas, mujeres con niños
en brazos.
La
batalla, que representó una catástrofe en víctimas para Ciudad de Panamá, no
era la primera operación en la que Wright participó; Veterano de misiones encubiertas,
conocía bien la zona aunque no estaba autorizado para dar detalles.
—En
Panamá, tuve lo que los alcohólicos llaman “Un momento de claridad” —le contó a
los periodistas—. Era la navidad de 1989 y estaba frente a 80.000 personas
huyendo de nosotros. Convertíamos sus huesos en ceniza. Me detuve, me quité el
casco y me pregunté qué me había llevado a ese momento. ¿Por qué, si yo era de
los buenos, me sentía así?
Un
ansioso periodista preguntó al autor de StormWatch: Team Achilles si en esas
misiones había matado a alguien.
Micah
guardó silencio.
—Esa
es la clase de preguntas que no me gusta contestar —puntuó con otra pausa—. Le
disparas a gente que te está disparando, quieres proteger a tus muchachos y ves
a tus rivales caer. Digamos que nunca he disparado a nadie que no me haya
disparado primero.
Ya
consagrado en el cómic, Oni Press le invitó a que redactara el prólogo de Queen
& Country: Declassified,
de Greg Rucka, que Wright honró con:
—Esto
nos muestra el rostro del horror y de la guerra (…) La razón de por qué sé que
Greg es un genio es porque he vivido las situaciones que narra en su libro.
II. El Escritor.
El
libro no pudo salir en mejor momento: You Back The Attack! We’ll Bomb Who We Want!
es una colección de afiches de la segunda guerra mundial, reeditados para
mostrar, con cinismo, las oscuras maquinaciones que guiaban al complejo
industrial-militar norteamericano. Los combates en Irak estaban empezando, se
sentía la mala leche del Patriot Act y aunque el clusterfuck de DAESH estaba
muy lejos, Al Qaeda gozaba de plena salud. El ambiente se estaba caldeando para
lo que sería una sangrienta batalla en Fallujah y la clara noción de George
Walker Bush, hijo del hombre que depuso a Noriega, quizá mentía.
Wright,
otrora conservador derechista y ahora liberal de izquierda, coronó aquellos
afiches con frases tipo “Me uní al club donde nos disfrazamos de héroes… ¡Igual
que el presidente” y “¡Calla! ¡Preguntar demasiado cuesta vidas!”. Su libro, el
primero de una trilogía, fue descrito entre polémica y debates, como un
“valiente y satírico remix, impresionante, hilarante y políticamente
incendiario”. La cerecita en el pastel de un escritor con reputación. Desde el
2002 era libretista de Team Achilles,
título de Wildstorm (subsidiaria de DC), donde un equipo de fuerzas especiales
altamente preparado se enfrentaba a supervillanos y desconfiaba de los superhéroes.
Un thriller que revivía con ímpetu a StormWatch
(originalmente de Image), era reconocido por sus personajes bien elaborados,
sus tramas planeadas y las atractivas ilustraciones de Whilce Portacio. Era
como el Nick Fury de Jim Steranko, pero a la enésima potencia, un título que le
caía como anillo al dedo a un hombre de misterio internacional.
Fue
el Washington Post el primero en caer bajo el hype. En un artículo de Richard
Leiby donde se detallaba al controversial libro pacifista, Micah reiteró su
pasado en las fuerzas especiales y lo repitió más tarde en una entrevista
radial. Claro que, a estas alturas, varias fuentes cuestionaban el cuento. No
fue sino hasta la publicación del Post que la cosa llegó a ojos de otros Rangers.
Llamadas
y correos electrónicos inundaron a la prensa, soldados que solicitaban la hoja
de servicio del sargento Wright, exigiendo a Leiby que contactara al Comando de
Operaciones Especiales para que se liberaran los registros de su participación militar.
El
periodista investigó, se puso en contacto con Seven Stories Press, y en
conjunto, exigieron a Wright documentación de sus alegatos. Wright se negó. Un
par de días después, publicó un texto en su blog que aún hoy es leído.
III. La Confesión.
“Hola.
Me
llamo Micah Wright. Soy Ranger del ejército retirado y les he estado mintiendo.
He guardado el secreto por años, pero las mentiras crecen y se salen de
control. Quiero aclarar mi Gran Mentira. ¿Sobre qué?
Nunca
fui Ranger del ejército. Nunca serví en una división Ranger ni fui al entrenamiento.
Lo más cerca que he estado del ejército es cuando me inscribí como reservista.
Fue
una mentira estúpida cuyas raíces datan de la universidad. Cuando fui
reservista (y de verdad lo fui, créanme), conocí a muchos Rangers, soldados
increíbles. Siempre me impactó su inspiración, su compromiso de equipo. A pesar
de que me gustó mi período de reservista, concluí que ocho años de servicio
militar no eran para mí y lo dejé. Pero habiendo abandonado el curso, la
impresión entre mis amigos de que serví en las fuerzas armadas regulares
persistió.
Años
después invadimos Afganistán. La Guerra Contra el Terror empezó, el Acta
Patriota estaba aceptada, miles de musulmanes fueron arrestados bajo cargos
secretos. Los Estados Unidos empezaban a dar miedo. Ahí decidí hacer mis
posters. Tomé imágenes icónicas de la segunda guerra y cambié el texto para que
el lector viera las mentiras del presidente y de los medios. Tan pronto los
subí al internet, recibí una furiosa respuesta, un odio contundente, amenazas
de muerte acusándome de traidor. Habría que sacarme los ojos, partirme las
piernas y et céteras. Recibí hasta llamadas telefónicas.
En esa atmósfera, la vieja
mentira del Ranger me vino a la mente. Subí una “página hermana” a la de los
posters donde dije que era veterano y quiénes eran estas personas para decirme
lo que puedo hacer. No fui cocinero en la marina ni mecanógrafo en la fuerza
aérea, fui Ranger del Ejército. Quería ver cómo esa información contrastaba en
el público con los posters.
Las amenazas de muerte
prácticamente cesaron. Todavía me mandaban correo furioso, pero era distinto,
me decían que mi opinión era absurda o ingenua. Mis compatriotas parecían creer
que si serviste en el ejército, eso te daba libertad para decir lo que
quisieras, pero si eras veterano, era blasfemo ir contra tu país. ¿Eso
justifica mi mentira? No. Pero la facilitó.
Y entonces me contactaron
para publicar un libro con los afiches. El editor me dijo que eran buenos, pero
que la mejor parte era el autor, un hombre desgarrado por la guerra. Un
tremendo gancho de ventas. Confesar en ese momento habría concluido la mentira
pero, también, mis posibilidades de publicación. Seguí mintiendo. ¿Qué mal
podía hacer? Sólo quise escribir un libro.
Y así la Gran Mentira se
salió de control.
El libro progresó… y mi
editor dijo que quería detallar mis experiencias en Panamá para el prólogo. De
inmediato me puse a investigar, leí todo lo que encontré sobre los Rangers,
hablé con veteranos de Panamá online, leí testimonios de la invasión y varias
fuentes panameñas, para mayor perspectiva del conflicto.
Todo lo que sale en el
prólogo es verdad… excepto que no me pasó a mí. Lo que descubrí de la política
norteamericana en 1989 se me parecía a la América del 2002. El Pentágono
hablaba de la Guerra Contra el Terror y los medios replicaban sin revisar la
información. La rabia que me dio se convirtió en mi justificación para seguir
mintiendo.
¿Quién revisaría la
información? ¿Alguien se tomaría la molestia? Hasta planté evidencia
contradictoria, diciendo aquí que serví en el tercer batallón y allá en el
segundo. ¿Se darían cuenta? Subí una foto de “mi” promoción y me identifiqué
como un negro. ¿Alguien en los medios diría algo? Mencioné un sargento de
pelotón inexistente, ¿lo buscarían?
La respuesta fue un
contundente NO. Miré con maravilla y horror cómo “mi servicio” se derramó de un
mundo pequeño al mainstream. El
Boston Globe, el Christian Science Monitor, el New York Times, el Fox News Channel.
Francamente, estoy harto.
Harto de mentirle a mis amigos, colegas, fans y a mí mismo. No soy un Ranger.
Le he mentido a tanta gente con eso que me da asco. No he dormido bien y me
estoy dando una úlcera. En los últimos años, docenas de soldados han muerto o
sufrido heridas, ¿cómo puedo mentir ante eso? Cuando leí sobre Pat Tillman, que
sacrificó su carrera en el fútbol –y su vida- para meterse en los Rangers, supe
que tenía que parar. Perdón por mentir. Perdón a las familias de los Rangers. Me
ha pesado en el corazón y en la mente por años, matándome el espíritu,
contaminando mis amistades y amenazándome todo. Ojalá todos me puedan perdonar.
Y por favor, no más
amenazas de muerte.
Micah.”
IV.
Crash & Burn.
“Micah
no confesó nada” dijo Richard Leiby. “Publicó el desahogo después de que le
advertí a Oni Press que sacaría el artículo con la verdad, con las evidencias
en la mano”.
Digamos que la gente no se
tomó la revelación con gracia.
El fandom del cómic
levantó armas contra el hijo pródigo y no tardó mucho para que los
profesionales se hicieran eco. Aunque todo el mundo canceló sus proyectos con
Wright –Team Achilles quedó inconclusa estando ya listos los libretos-,
la fama del farsante se disparó, o mejor dicho, su infamia. Los foros se
encendieron no para debatir los pósters, o la futura serie para DC, eternamente
suspendida (Vigilante), sino para comentar el escándalo. El propio Micah
trató de calmar los ánimos, pero ante la virulencia de los ataques, respondió
insultos con insultos, apagando las llamas con gasolina. “Le pedimos este
prólogo por su carrera militar” dijo el editor en jefe de Oni Press, “por su
aparente honestidad a la hora de hablar de las fuerzas armadas. ¿Ahora cómo tú
crees que nos sentimos?”
“Te
sugiero una cosa, Micah” sentenció el legendario Kurt Busiek, “deja de
defenderte”.
“Si
te parece que el modo en que te están tratando los fans es injusto, piensa en
toda la gente que dudó de ti y llamaste ‘mentirosos’ y ‘haters’, piensa en
Carlos D’Anda, que le dedicó meses de su vida a un proyecto contigo que ahora
está manchado, piensa en la gente de Oni, que promocionó y ya tiene inventario
de un producto con tu nombre, nombre que ahora les hará daño. Piensa si eso es
justo y en cómo te estás quejando por cómo la gente se tomó la noticia”.
Dicen
que no existe la mala publicidad, pero para Micah, recordado más por sus
engaños que por sus aciertos, la frase debe sonar amarga. Con los años, ha
seguido activo escribiendo para videojuegos, con tentativos acercamientos al
arte secuencial, pero los pecados lo persiguen como grillete en un medio que no
quiere saber más de él. “No
leo lo que escriben de mi en Internet” dijo en el 2012. “Es demasiado
deprimente. Cada vez que sugiero mi retorno al cómic, surge una legión
quejándose a gritos. Pero ojalá y la gente que me ha perdonado se interese por
mis libros”.
Hoy,
a más de diez años del revés, el jurado no termina de ponerse de acuerdo.
¿Merece otra oportunidad? Probablemente. ¿La gente se la dará? Es dudoso. Y
quizá lo más amargo para aquel talento emergente es que sí, obtuvo la fama como
escritor, pero no se lee de él, sino sobre él.
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Gran historia amigo, no la conocía.
ResponderEliminarImagino que estará escribiendo con algún otro nombre. Pero de seguro el mundo del cómic lo tiene vetado.
Nunca ha dejado de escribir, pero imagínate que se sepa que estuvo escribiendo bajo seudónimo en el cómic, imagina la reacción. No creo que muchas editoriales quieran echarse eso encima, el tipo es la propia "liability".
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