La mitad de este capítulo ya lo
habíamos visto.
Bueno, llegamos al final. ¿El
juicio de verdad fue así?
En parte; las exposiciones no las hicieron Legasov ni Shcherbina, aunque
todo lo referente a ellos está bien retratado.
What the fuck does that means?
La salud de Shcherbina sí
se vio afectada de manera significativa. De hecho, durante la liquidación, tuvo
que hacer pausas para recuperarse en un hospital.
El cuento de Legasov es
incluso más interesante.
Después de que la
liquidación “terminó” en su aspecto más urgente, en diciembre del 86’ (y las
comillas son porque hubo trabajos que siguieron hasta los 90’), Legasov pensaba
que he was getting what was coming to him. El carajo sí fue a Viena a dar un
discurso sobre el accidente que supuestamente era sincero, y todos los medios y
científicos de la comunidad internacional se sorprendieron gratamente con “esa
muestra de sinceridad soviética”, hasta que uno de ellos llamó la atención
sobre el reporte escrito: varias cifras no tenían sentido.
Efectivamente, la KGB
había eliminado hojas del documento. Legasov lo sabía y, cuando todos se dan
cuenta, ya estaba de vuelta en Moscú. La jugada de Viena se vio como un éxito
de relaciones públicas.
¿O
sea que el carajo todavía era comunista?
Por supuesto, eso que
dicen de él, y que vimos en la entrega de hace unos días, es así mismo: él era
parte del sistema. Había vivido toda su vida bajo el régimen soviético y supo
florecer en él.
Los problemas vinieron por
el glasnost.
Habla
bien.
“Glasnost” es la política
de apertura de Gorbachev, particularmente en lo referente a libertad de
expresión. En una nación que nunca
había experimentado libertad de prensa, ahora había gente criticando
ampliamente al gobierno en los medios. No como lo haríamos en occidente (ni
como lo hacíamos en Venezuela antes de que Chávez tomara el poder), pero sí se
decían cosas y el Estado lo permitía.
Viendo aquello, y quizá
acosado por la culpa, Legasov empezó a escribir artículos sobre la verdad del
accidente.
¿Cuál
verdad?
Que los tres ahí sentados,
en el juicio, eran chivos expiatorios. Que si tú quieres buscar al verdadero
culpable, tendrías que irte a quienes diseñaron a un sistema paternalista donde
se supone que el Estado sabe qué es lo mejor para los ciudadanos y contradecir
a las políticas oficiales equivale a contradecir al pueblo. Es ese problema de
secretismo y orgullo lo que condujo a problemas técnicos que eran conocidos,
pero nadie le metió mano porque el Partido no se equivoca. Siempre es sabotaje,
injerencia extranjera, nunca es culpa de los funcionarios nacionales.
Esto radica en el corazón
del Marxismo: se supone que el Partido es el agente de la voluntad del pueblo,
y el pueblo no se equivoca.
Pero
el pueblo no hizo esto.
No; esa es la excusa
ideológica. Si tú quieres responsables, ¿a quiénes arrestas, a todos los chivos
del Instituto Kurchatov, que sabían de esto y se hicieron los locos? ¿A la
Academia de Ciencias de la Unión, que trató de barrer el problema bajo la
alfombra? ¿Al propio Gorbachev, que se esmeró en seguir como si nada, ya
sabiendo los efectos del desastre? Era mucho más fácil echarle la culpa a tres
pendejos.
Viktor Bryukhanov estaba
entregado a su destino. Era un tipo que conocía bien la burocracia comunista
(por eso llegó tan lejos, tan joven) y sabía que nada de lo que hiciera lo iba
a ayudar. De hecho, tratar de defenderse podía empeorarlo todo. Cuando le
preguntaron durante el juicio quién creía él que era responsable de lo que
pasó, Bryukhanov dijo “El gerente de la planta. Todo lo que pasa es
conocimiento y responsabilidad del gerente”.
Suicida.
No tenía de otra. Después
de salir de la cárcel, se consiguió otro puesto gerencial y ahí fue dándole,
lejos del ojo público.
El cuento de Fomin es más
loco aún: estando preso, rompió los cristales de sus lentes y trató de cortarse
las venas con ellos.
Sólo
un comunista saldría con semejante esfuerzo mediocre por suicidarse.
Me recuerda lo que dijo
Stalin cuando supo que su hijo trató de suicidarse y falló. “Ni eso puede hacer
bien”.
Jajaja,
maldito Stalin.
Ese es un personaje para
otro día.
La cordura de Fomin
siempre fue frágil y, efectivamente, al salir de prisión, volvió a trabajar en
ingeniería nuclear porque, fuck our lives. Durante el juicio lloró y pidió
clemencia. ¿Ese tipo soberbio que vimos en el primer capítulo? No volvería a
serlo el resto de su vida.
De los tres, es cierto que
Dyatlov fue el más respondón y es verdad que dijo que, mientras todo pasaba, él
estaba en el baño.
¿Por
qué no reconocer su parte?
Era su naturaleza. Se pasó
el resto de su vida tratando de defenderse y reivindicar su imagen.
Espero
que sin éxito.
Esperas correctamente.
¿Legasov
sí paró en un cuartico donde le cantaron las cuarenta y lo asesinaron social y
profesionalmente?
No creo que haya sido así
como sale en la serie, pero el Estado sí se esmeró en pisotearlo. Cuando dije
que “he expected what was coming to him” quise decir que este carajo esperaba
ascender más en la cadena, esperaba ser director del Instituto Kurchatov,
esperaba que sus colegas reconocieran su contribución en salvar a Europa.
Pero en vez de ascender,
lo fueron hundiendo. Cuando el Estado vio el tono de sus conferencias y sus
artículos, resulta que más nadie quería escucharlo. En un momento en que se
supone que hay más apertura, a él lo censuraron en todo sentido. Trató de
fundar su propio instituto científico, y no consiguió una sola mano amiga,
recibiendo una negativa rotunda del Estado el 26 de abril de 1988, dos años
exactos después del accidente en Chernóbil. Ese día visitó a su hija y en la
noche, cometió el último (y exitoso) de sus intentos de suicidio.
¿Trató
varias veces?
Estaba muy deprimido,
tanto por lo que vio como por el castigo moral que le cayó. Su muerte sí tuvo
el efecto de apertura sobre el accidente que él buscaba.
¿Ya
pa’ qué?
Sí fue importante porque
la vaina sacudió al mundo: bro, velo otra vez contexto. Este es el carajo que
representó al gobierno en Viena, el tipo que dirigió la liquidación del peor
accidente nuclear en la historia. Si él decía que los putos reactores
soviéticos estaban dañados de fábrica, you better believe him. Hay algo
brillante que sale en la serie, cuando le preguntan por qué las barras de
control tienen una punta que potencia la reactividad, y él responde “Por la
misma razón que todo lo demás es una mamarrachada: es más barato”.
En efecto, todos los
reactores de ese tipo sufrieron modificaciones para hacerlos más seguros, o
fueron retirados definitivamente. Es lo único bueno que podemos decir del
accidente: le hizo ver al mundo lo delicado de este juego.
Eso,
y que jodió a la Unión Soviética.
Of course. Chernóbil fue
una puñalada en el costado del que no se recuperaron, sobre todo
económicamente.
La conclusión se la quiero
dejar a Higginbotham, que lo expresa en su libro mucho mejor que cualquiera. Traduzco:
“Para los últimos
gobernantes de la URSS, las fuerzas destructivas más fuertes liberadas por la
explosión del Reactor Número Cuatro no fueron radiológicas sino políticas y
económicas. La nube de radiación que se fugó por Europa, volviendo a la
catástrofe una cosa imposible de esconder, forzó a la apertura de Gorbachev en
las gargantas de hasta el más conservador político del politburó. El secretario
general entendió que hasta la burocracia nuclear estaba atacada de secretismo,
incompetencia y estancamiento, las mismas cosas que pudrieron a todo el Estado.
Tras el accidente, frustrado y furioso, (Gorbachev) confrontó a la necesidad de
un cambio más profundo y más
perestroika, como la única medida para salvar al experimento Socialista antes
de que fuera demasiado tarde.
Pero una vez el Partido
relajó sus riendas en el flujo de información, fue imposible recuperarlas. Lo que
empezó con reportes abiertos sobre Chernóbil—noticias en Pravda e Izvestia (los periódicos de la Unión, NdelT), siguió
con documentales en la televisión y testimonios personales en revistas,
ampliándose para incluir discusiones abiertas sobre asuntos sociales que
durante mucho tiempo estuvieron censurados, incluyendo drogadicción, la
epidemia de abortos, la guerra afgana, y los horrores del estalinismo. Lento al principio, pero ganando fuerza, el
público soviético fue descubriendo las profundidades de los engaños, no sólo
sobre el accidente y sus consecuencias, sino sobre la ideología e identidad que
servía de base a la sociedad. El accidente y la incapacidad gubernamental
para proteger al pueblo finalmente quebrantaron la ilusión de que la URSS era
una potencia global armada con la mejor tecnología del mundo. Y, cuando los
esfuerzos oficiales por esconder la verdad se hicieron públicos, hasta el más
ferviente ciudadano soviético concluyó que sus líderes eran corruptos y el
sueño comunista era una farsa.
Poco después del suicidio
de Valery Legasov, Pravda publicó un extracto editado de sus grabaciones sobre
Chernóbil, donde se describe la desgraciada ausencia de preparación para la
catástrofe y la larga historia de fallos que la causaron. “Después de que
visité a Chernóbil, llegué a la conclusión de que el accidente fue la apoteosis
inevitable del sistema económico diseñado por la URSS durante décadas”, dice el
testamento, publicado como “Es Mi Deber Decirlo”. Para septiembre de 1988, en
evidencia de lo rápido que cambiaban las cosas, el politburó aceptó la petición
de sus ciudadanos para abandonar la construcción de dos plantas nucleares
nuevas, incluso cuando una de ellas, a las afueras de Minsk, estaba casi
completa.
Diez meses después, el
ingeniero nuclear Grigori Medvedev publicó un exposé sensacional del accidente
en Novy Mir. A pesar del glasnost, a Medvedev le tomó dos años publicar el
texto, luchando una clandestina guerra con la KGB y una comisión de censura
sobre Chernóbil, dirigida por Boris Shcherbina, que temía, con razón, que el
recuento de Medvedev revelara sus acciones sobre Prípiat. Una reconstrucción minuto
a minuto de los eventos del 26 de abril, basada en sus visitas a los lugares y
docenas de entrevistas y testigos, el Chernobyl
Notebook de Medvedev fue explosivo. Describe a Viktor Brukhanov como un
tonto manipulable, a los mandarines de la industria nuclear soviética como
mezquinos e incompetentes y muestra a los retrasos de Shcherbina en evacuar a
la desgraciada atomgrad. Una introducción a la historia fue otorgada por el
disidente más famoso de la URSS, Andrei Sakharov, recientemente liberado de su
exilio por Gorbachev.
(…)
Y mientras se acercaba el
tercer aniversario del accidente, Moscow
News reportó sobre una granja comunal en la región ucraniana de Zhitomir,
40km al oeste de la zona prohibida, donde se descubrieron puntos activos de estronio
90 y cesio 137. Granjeros de la zona observaron un acentuado acenso en los
defectos de los animales, describiendo a cerdos que nacían con cráneos deformes
y ojos similares a los de ranas, terneras que nacían sin patas, ojos o cabezas.
Un miembro de la Academia de Ciencias de Ucrania, en Kiev, le dijo a la prensa
que los descubrimientos eran “aterradores” e insistió en la inmediata
evacuación del área. Un representante del Instituto Kurchatov desmeritó la
conexión entre las deformidades y el accidente, culpando a los fertilizantes y
a los granjeros. En octubre de 1989, el periódico Sovietskaya Rossiya, reportó que cientos de toneladas de cerdo y
res contaminadas con cesio radioactivo se mezclaron en secreto dentro de
salchichas y se vendieron a compradores inocentes a lo largo de la Unión en
1986. Aunque los trabajadores de la industria culpable recibieron un bono por
la exposición que recibieron a la radiación, un reporte siguiente al politburó
dijo que la salchicha de Chernóbil era perfectamente apta para consumo y fue
procesada “en estricto respeto a las recomendaciones del Ministerio de Salud de
la URSS”.
Menuda
garantía, ¿eh?