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Luego se quedó paralizada, pensando. Nunca antes en su vida había sentido una añoranza así. Quería que Mikael Blomkvist llamara a su puerta y... ¿qué? ¿Que la cogiera en sus brazos? ¿Que la llevara apasionadamente al dormitorio y le arrancara la ropa? No, en realidad, sólo quería su compañía. Quería oírle decir que la quería por quien era, que era especial en su mundo, en su vida. Quería que le diera una prueba de amor, no sólo de amistad y compañerismo. 'Me estoy volviendo loca', pensó.
Dudaba de sí misma. Mikael Blomkvist vivía en un mundo poblado de gente con profesiones respetables y vidas ordenadas; todo muy maduro y adulto. Sus amigos hacían cosas, aparecían por la tele y salían en los titulares. '¿Para qué te serviría yo?' El terror más grande de Lisbeth Salander, tan grande y tan negro que había adquirido dimensiones fóbicas, era que la gente se riera de sus sentimientos. Y de repente le pareció que tenía toda su autoestima, la que tanto trabajo le había costado levantar, por los suelos.
Fue entonces cuando tomó una decisión. Le llevó horas reunir todo el coraje necesario, pero tenía que verlo y contarle cómo se sentía. Cualquier otra cosa resultaba insoportable".
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