Hace un par de semanas hablamos sobre cosas básicas del publishing y hoy
vamos a conversar sobre el método tradicional de publicación, y por “conversar”
quiero decir que soy yo echando cuentos acá en unas cuatro o cinco cuartillas.
So, el publishing anglo se maneja a través de las “Big Five Publishers”,
que son:
1-
Hachette;
2-
Simon
& Schuster;
3-
HarperCollins;
4-
Penguin
Random House, y;
5-
Macmillan.
Todo, pero absolutamente todo lo que sucede en el mundo editorial
angloparlante sucede a través de esa gente. O mejor dicho, todo lo de peso,
porque existe una multitud de publishers más pequeños que están dando la
batalla, pero obviamente no pueden competir en términos de negocios con estas
transnacionales. También podemos hablar hoy en día de una sexta Big, que sería
Amazon, but more on that on a future post.
Una de las formas que tienen estas cinco grandes de dominar el mercado es a
través de una cosa que se llama “imprints” o “prints”, que es una casa dentro
de la gran editorial que está dedicada a un tipo específico de ficción. Por ejemplo,
Del Rey, una de mis favoritas por no decir la gran querida, es un sello de
Random House dedicado exclusivamente a ciencia ficción y fantasía. Tor, otra
buenarda, pertenece a Macmillan, Harper Voyager obviamente pertenece a Harper y
así.
Esto es importante porque si tu meta es publicar con una casa editorial
grande, tu obra va a pasar por uno de esos sellos—empero, hay muchos otros
smaller press que aunque no tienen el prestigio de las antedichas ni sus
capacidades de distribución, pueden darte un mejor trato al manejar una cartera
más reducida de clientes. Es un puente que tendrás que cruzar cuando estés ahí.
Pero antes de todo esto, vas a necesitar a un agente. En el publishing
anglo, tú no vas con el libro a la editorial ni ellos te contactan a ti; tú te
buscas a un agente con tu obra ya lista y es el agente el que les vende el
libro a las editoriales que conoce, por un porcentaje de la venta final. El agente
es alguien que trabaja para ti y que servirá de puente entre el autor y el Publisher.
Ese es el primer tamiz de la industria. O bueno, ya va: el primer tamiz es
el autor mismo, porque terminar una novela es bien difícil y mucha gente
sencillamente no alcanza. Porque cuando ese manuscrito llega a manos de un
agente, debe estar para publicarse ya.
Déjame barajear esa otra vez: La idea de que tú escribes una novela y esa
novela ahora pasa a un editor o a un agente que te ayudan a pulirla para que
pueda pasar a publicación es una
fantasía. Si eso alguna vez existió, dejó de pasar por lo menos hace veinte
años. Actualmente, un agente no se va a molestar siquiera a revisar tu
manuscrito si no se ajusta a cánones de formato establecidos y si no está
pepito, al pelo, perfecta. Esto quiere decir, si eres un autor hispanoparlante,
que la obra tiene que venir de una vez en inglés. ¿Ves a lo que me refiero
cuando digo que el propio autor es el primer tamiz?
Ese inglés tiene que estar a tal nivel que lo normal es que un autor que es
angloparlante nativo contrata a un editor por su lado para pulir la obra y
asegurarse de que está gramatical y estilísticamente perfecta, antes de buscar agente
(ese proceso de búsqueda se llama “querying”). Olvídate de que te vas a llegar
con una obra en español, por muy perfecta que esté, y ellos van a hacer la
tarea de traducir. Debo decir que cuando participé en la antología de
Planetoide, ellos sí tradujeron el cuento (de inglés a francés) y que durante
mi breve paso como slushpile reader en Clarkesworld, ya se estaban aceptando
textos en otros idiomas que iban a ser traducidos después. Ese sistema sí se ve
a nivel de publicaciones pequeñas o revistas de ficción. Pero una novela así,
completa, no.
Es decir que tu libro, mucho antes de entrar en el carril de la
publicación, ya debe tener calidad profesional. Sobre la búsqueda de agentes,
hay páginas con listas de agentes y qué tipo de material están aceptando—no es
que le vas a hacer querying a toda una lista bajo la impresión de que todos
trabajan con lo mismo. Este tema del agente confirma que esta es una profesión
donde el rechazo es la señal de costumbre. Lo normal es que tú hagas query con
cien agentes y recibas menos de diez (o de cinco) solicitudes para leer el
resto del texto. Y de ahí puede surgir, o no, una oferta de representación. Es tu
deber averiguar a priori qué agente te conviene.
Ahora supongamos que todo marcha bien. Te llegó tu oferta de un agente y el
libro está en el circuito, pasando por las oficinas de acquisitions de los
distintos publishers. De ahí puede que recibas una oferta o no, y en caso
positivo te conviene ver quién te está haciendo esa oferta. Es muy, pero que
muy, muy, muy raro que un autor que nunca ha publicado en ningún lado y que no
lo conoce nadie consiga una oportunidad con uno de los cinco grandes. Lo más
probable es que un small press te tienda la mano y queda de ti ver qué otros
títulos han publicado y quiénes son, qué se dice de ellos. En este negocio,
como en cualquier otro, hay gente que existe para aprovecharse de los demás, y
existen cuentos de terror sobre publishers que aceptan tu libro, te hacen
firmar el contrato de exclusividad y ahora no te publican, o no te publican
como dijeron, o no les da la gana de pagarte.
Y ya que hablamos de pagos, hablemos de dinero. Cuando un publisher te hace
una oferta para comprar tu libro, te la hace ofreciéndote un avance (pon
cuidado que esto es importante); el avance es un dinero calculado en base a lo
que la editorial cree que tú puedes vender. Stephen King cuenta en su Mientras Escribo que él vendió Carrie por un avance absurdo, cientos de
miles de dólares pero eso es algo que ya no se ve. Si Stevie tuvo un avance en
1973 de $400.000, hoy los avances son que si de $15.000, $10.000 o menos. Eso
depende del autor, no es lo mismo publicar a alguien que nadie lo conoce que a
alguien que ya viene con un following (angloparlante, obvio).
El avance tampoco te lo van a pagar todo de una vez. Cada contrato varía
depende de la casa, pero lo normal es que te paguen primero entre el 30% al 40%
y el resto va a venir en pequeños instalments a lo largo del tiempo. Lo bueno
de eso es que ese dinero es tuyo para hacer lo que tú quieras. Lo malo es que
las regalías dependen de ese avance. Ve: como su nombre indica, el avance es
una plata que te están dando alante, antes de que se produzca la primera venta.
Cuando el libro llega a las librerías, depende tanto de la editorial como de
ti, el autor, hacer toda la promoción posible para que ese libro tenga éxito
comercial y produzca ventas iguales al avance que tú recibiste. Mientras eso no
pase, tú no recibes dinero por regalías.
¿Ves el beta?
Dicen que la mayoría de los libros que se publican hoy en día, no superan
ese avance. Eso es malo porque si tú no le demuestras al mundo editorial que
puedes vender, que eres rentable, el avance de tu siguiente obra será más reducido
y el tiraje también. Este es el camino por el que muchos autores se
extinguen—George R. R. Martin, de hecho, fue uno. Él cuenta que cuando empezó a
publicar en los años 70’, era una promesa de la literatura de género, pero cerrando
la década publicó The Armaggedon Rag, un
libro que él creía que iba a ser el batacazo épico que coronaría su carrera, y
el libro no vendió. El fracaso fue tal que la carrera de George murió, igualito
que le pasa a directores cuyas películas no lo logran o músicos cuyos discos se
quedan en los anaqueles. Nuestro querido GRRM asumió la cosa con estoicismo y
se puso a escribir para televisión hasta que, empezando los 90’, tuvo una idea
para una serie de novelas de fantasía épica, pero con sabor a fantasía
histórica y con un pie en el mundo medieval real. De ahí nació Juego de Tronos y el resto es historia.
El cuento sirve para demostrar que acá no hay nada seguro, escribir es una
carrera para apostadores. Si eres un caso de éxito y tu libro supera en ventas
a su avance, empiezas a ganar un porcentaje de regalías sobre las ventas que
hagas. Ese porcentaje empieza bajito, pero va aumentando conforme sigas
vendiendo.
Por eso es importante que, aunque tengas a Sanderson o a Rothfuss como
modelos a seguir, no te compares con ellos a nivel de negocios porque esa es
gente que ya tiene un puesto en el mercado y es capaz de manipular las
condiciones, de romper las reglas.
Ante todo esto, tú dirás “Pero marico, esta vaina es una perpetua carrera
de obstáculos donde el éxito es casi que casual”. Y estarías en lo cierto, él
publishing tradicional depende de mil cosas que tú no podrás controlar. Como dije
en aquel post de instagram, el gran beneficio del trad pub es que esas cinco
grandes siguen siendo los papaúpas a la hora de poner libros en las librerías. Nadie
les gana a métodos de distribución que tienen décadas funcionando ya, así que
si tú objetivo es ese—ver tu libro en físico en todas las librerías del
mundo—ningún otro método lo logra mejor que este. Es tan difícil que eso pase
que bordea en la fantasía, pero es posible.
Hace poco oía un podcast con el agente de Liu Cixin donde él decía que
cuando tú empieces a escribir tu proyecto, ten en mente qué es lo que quieres
lograr porque es posible que el camino indie te ofrezca mayores ventajas que
las que vas a conseguir con un publisher tradicional. Contundentes
declaraciones, lo sé. Publicar con Harper o con Random House inmediatamente te
recubre de prestigio y, vamos a estar claros, es una inyección de esteroides al
ego, no hay un solo autor nuevo en este planeta que no quisiera verse en esa
película. Pero, como decía este agente, “Tienes que ver qué condiciones te
ofrecen, y eso requiere que el autor sea artista pero también que sepa del
negocio, una propuesta injusta pero las cosas son como son”.
La semana que viene vamos a hablar de cuál es esa alternativa, el
publishing indie.