viernes, 9 de mayo de 2025

Lugosi vs Karloff: ROYAL RUMBLE

Ok, pregunta: Bela Lugosi vs Boris Karloff. ¿Quién es el rey de los monstruos?

 

Esa pregunta es muy típica de geek de cine, y especialmente de cine de terror porque siento, y espero equivocarme, que la mayoría de la gente en la calle así normal y corriente nunca ha visto una película con ninguno de los dos actores—y hay gente a la que esos nombres ni siquiera le suenan.

 

Para que todos estemos en la misma página, este es Bela Lugosi:

 

 

Es famoso por su papel de Drácula.

 

Ahora Boris:

 

 

Famoso por hacer de Frankenstein.

 

La rivalidad entre los dos es un tema que ha fascinado al fandom durante décadas porque no sólo eran dos actores icónicos de monstruos mundialmente famosos (gracias justamente a las películas que ellos hicieron), sino que los dos eran europeos, outsiders de Hollywood, trabajaban para el mismo estudio, en la misma época, bajo los mismos equipos de producción y muchas veces cabeza a cabeza en las mismas películas.

 

Es un tema legendario también, popularizado en la mejor película que Tim Burton ha hecho, Ed Wood, donde Johnny Depp interpreta al supuesto “peor director de todos los tiempos”. Ed Wood es realmente una película de fantasía con inspiración en la realidad y si bien la peli es un cuento maravilloso sobre cómo es la vida del artista, del cineasta independiente, y cómo era la vibra del cine serie-B en los años 50’, todos los personajes que salen, incluyendo al propio Wood, son como retratos fantásticos de esas personas, no versiones fieles a quienes fueron en vida.

 

(Y hasta el tema de “el peor director de todos los tiempos” es exagerado; Plan 9 From Outer Space no es tan inepta como se dice y Wood era mucho mejor director que Neil Breen).

 

Uno de esos personajes es un anciano Bela Lugosi, rol que le valió el Oscar a Martin Landau (the irony!). Sí, Bela pasó el ocaso de su carrera haciendo películas malas con Ed Wood y sí, Bela falleció durante el rodaje de Plan 9 y a Wood no se le ocurrió mejor idea que agarrar a otro carajo que no se parecía en nada al vampirezco actor, ponerlo a hacer ese mismo papel y esconderlo detrás de una capa. Pero hay un tema constante en la peli, que es el ácido resentimiento ante el éxito de Boris Karloff:




Veamos: Rivalidad profesional sí había, y ¿cómo no? Lugosi y Karloff protagonizaron películas en la gloria de sus carreras donde Lugosi era el bueno y tenía más tiempo en pantalla (The Black Cat), pero Karloff tuvo top billing, el puesto de estrella, tendencia que se mantendría y sobre la que al menos Boris Karloff habló en público. No hay registro histórico de que alguno de los dos haya tenido ese odio personal que muestra Burton en su película cincuentera, y no se sabe de jugarretas maliciosas entre los dos—como sí ocurrió entre Arnold y Stallone en los 80’ donde Arnold, siendo peor actor que el creador de Rocky, tenía mucho más tino para elegir proyectos y se aprovechaba de las inseguridades de su rival.

 

Para entender bien la dinámica entre estos dos héroes del miedo, hay que entender de dónde venía cada uno, que explica en buena parte a sus carreras.

 

Los dos eran actores de teatro, ¿vale? Pero mientras Boris Karloff, nacido William Henry Pratt, venía de Londres y tenía una extensa carrera sobre las tablas antes de irse a los Estados Unidos y probar con el cine, Lugosi, nombre artístico de Blaskó Béla Ferenc Dezső, era húngaro, país que bien pudo ser Marte en términos de comprensión o accesibilidad hollywoodense. Lugosi empieza casi de niño en la actuación, llega a rango de teniente en la Gran Guerra(!) y huye a occidente como tanta gente de bien le corrió al comunismo a lo que la revolución soviética se expandió a su país natal.

 

Entonces ya aquí puedes ir viendo los retos que tendría cada uno, y sus ventajas, porque el trayecto de Karloff en el cine de los años 20’ era típico de cualquier actor chambeando en el cine mudo, pero Lugosi llega a Nueva Orleáns sin siquiera saber inglés y cuando empieza a actuar en las tablas americanas, le pedía a sus compañeros que le leyeran sus líneas, que él se memorizaba fonéticamente.

 

Un puto capo, gente.

 

Paralelo a esto, Hollywood se volvía una gran industria y la Universal uno de sus más importantes estudios, ya con estrellas y directores claves, dos de los cuales eran el director Tod Browining y “El Hombre de las Mil Caras”, Lon Chaney, considerado hoy el primer actor real del horror. Insuperable en el cine mudo, Chaney era también un maestro del maquillaje, que hacía él mismo, y elegía papeles donde el aspecto físico o la desfiguración eran elementos clave, con resultados francamente espectaculares—en The Penalty no tiene piernas, en El Jorobado de Notre Dame está jorobado de verdad y en El Fantasma de la Ópera luce un rostro icónico donde el actor está irreconocible. Hay una película de Lon Chaney, justamente dirigida por Tod Browning, London After Midnight, que está perdida hoy, no existe una copia completa de la película tal y como salió al cine, y ese maquillaje sigue siendo una de las imágenes claves del cine de espantos donde mucha gente lo ha visto y celebrado, sin saber quién es el actor y qué película es.

 

Es una pena, pues, que Chaney muriera tan joven, y una irónica crueldad que cuando el cine con sonido arranca de verdad, la estrella perfecta del cine mudo fallece por una infección en la garganta, año 1930, cuando Universal lo tenía marcado para protagonizar en Drácula.

 

Vaya usted a saber cómo habría sido el vampiro de Chaney y por esa aciaga ausencia es que Lugosi obtiene el famoso papel. Resulta incomprensible que Bela Lugosi no era la primera elección para el personaje, sobre todo porque ya tenía tiempo interpretándolo en el teatro con mucho éxito (y en Broadway, no less), pero es que no hay una gente más pajúa en este mundo que un ejecutivo de Hollywood, y cuando escucharon en el estudio al acento trancao’ del actor, que habría calzado perfecto con un personaje que también es húngaro, dijeron “Ay, no sé qué dice, la gente no lo va a entender”.

 

Estaban, por supuesto, equivocados. Lugosi obtiene el papel tras cierta lucha, Drácula de Tod Browning estrena en 1931 y de inmediato le roba el corazón al público, un performance único en su generación. Lugosi triunfa porque, pues, es un carajo con un carisma en pantalla tremendísimo y cada vez que no está en escena, estás esperando que vuelva a aparecer. Échale un ojo a Island of Lost Souls y a White Zombie. El efecto Lugosi no fue una casualidad.

 

Pero ese indiscutible reinado duró poco y hay varias versiones de qué fue lo que pasó; el cuento más famoso dice que Lugosi rechazó el papel del monstruo en Frankenstein porque era un rol con ocho kilos de maquillaje encima que además carecía de parlamentos, era puro gruñido y expresión corporal. Si eso es cierto, reflejaría algo que es verdad en la carrera de Lugosi, que es la torpeza a la hora de elegir papeles. Yo he leído otra versión que dice que Lugosi en realidad no era considerado una opción y que James Whale tan pronto vio a Karloff, dijo que esa era la fisicalidad que quería darle al monstruo. Punto final. Boris Karloff había hecho 81 películas ya para ese momento, con sus picos y valles, pero lo que logró con la interpretación de la criatura reventó en la cultura popular y aquí estamos. Frankenstein salió también en 1931 y arrancó la competencia.

 

La torpeza de Lugosi para elegir papeles estoy seguro que se debe a muchas cosas; sí, ya mencioné dos buenos personajes suyos, pero en Island of the Lost Souls es un papel secundario que aparecerá diez minutos en total. El rol del brujo Murder Legendre en White Zombie es mucho más sustancioso pero era una película independiente con pobre distribución. Este era un pana que venía de la Europa pobre, sin contactos en la industria y muchas veces sin entender los referentes culturales. No era el caso de Karloff. Cuenta la leyenda que en los años 20’, estaba un joven Boris Karloff en una parada de autobús esperando bajo la lluvia y pasa nada más y nada menos que el fabuloso Lon Chaney, que le da el aventón a casa y un consejo: “En esta industria, chamo, consigue algo diferente qué hacer que te separe de lo que están haciendo todos los demás, y cuando consigas ese algo, hazlo bien.”

 

Boris se lo tomó a pecho y abrazó ese estrellato mórbido con sendos papeles en The Old Dark House, The Mask of Fu Manchu (ahí recibió el protagónico) y The Mummy, haciendo de la famosa momia Imhotep en un rol que si bien es menos fascinante que Drácula y el monstruo, sí tiene rango histriónico, líneas y emotividad—The Mummy es más un romance sobrenatural que una peli típica de monstruos.

 

Y por supuesto, Karloff reinterpretaría a la criatura de Henry Frankenstein en la legendaria The Bride of Frankenstein, donde resulta que el monstruo tiene pensamientos elocuentes y habla, así como en el libro. De todas esas películas de monstruos de la Universal, Bride puede ser la mejor. Y Karloff le sacó el jugo.

 

De manera que no sorprende, pues, que esa dinámica se haya generado entre los dos europeos. La primera colaboración entre los dos sucede, si no me equivoco, en The Black Cat, y la más gloriosa está en Son of Frankenstein, que tiene a Karloff por última vez en el papel del monstruo y a Bela haciendo del maligno jorobado Ygor, un peliculón de horror y aventura donde quien sale ganando somos nosotros, la audiencia.

 

Pero ya en esa peli de 1939 se empieza a ver algo que Karloff sabría surfear pero que para Lugosi fue un castigo: los Estudios Universal tuvieron problemas económicos y cambiaron de dueños, una gente que no tenía qué ver con el buen Carl Laemmle, mecenas del cine de monstruos. El testa di cazzo supremo en este caso era J. Cheever Cowdin, un carajo que si no me falla la memoria, and I’m recalling all of this from stuff I’ve read over the years, era un businessman y acreedor de Laemmle, un tipo que no tenía sensibilidades artísticas particulares y que veía a esto como un tema de hacer plata. En su infinita sabiduría, el cine de monstruos era causa de los problemas económicos de la Universal. Se acabó.

 

A Lugosi le tocaría luchar para ganarse algún papel con buen sueldo que además le ayudara a financiar una adicción a la morfina que ya se estaba incubando en los años 30’, a causa de heridas que sufrió en la guerra. Son of Frankenstein le ayudó, pero sería un caso aislado; Bela terminaría aceptando el papel que le ofrecieran, haciendo incluso del monstruo de Frankenstein y luego de vampiro envejecido aquí y allá.

 

Llega a los años 50’ como una muy golpeada vieja gloria, al punto que un perrocalentero del cine como Ed Wood lo pudo firmar para sus producciones, mientras que Karloff era un actor todavía en ejercicio—en 1963 saldría en The Terror junto a un joven Jack Nicholson y ese mismo año estuvo en la italiana Black Sabbath, del legendario Mario Bava.

 

Hablando de Lugosi y esa rivalidad, el inglés llegó a decir que “mira, cuando empezamos a trabajar juntos, yo siento que él me tenía mucha desconfianza porque era como que él creía que yo venía a robarle cámara y a dejarlo sin trabajo. Cuando se dio cuenta de que yo estaba era para colaborar con él y para dejarlo hacer su papel con tranquilidad, nos llevamos mucho mejor”.

 

Habría que viajar al pasado para preguntarle al Lugosi de 1950 cuál era su opinión (dudosamente personal, porque a fin de cuentas nada fue culpa de Boris). Lo que se evidencia es que para triunfar en el arte y en el cine hace falta mucho más que talento y que si bien Lugosi se habría encantado con el estatus legendario que tiene hoy, es una pena que ese estatus le llegó unos 15 años después de morir, lo habría disfrutado mucho más estando vivo.

 

¿El rey de los monstruos? Karloff era mejor profesional y era mucho más estable.

 

Pero mi voto es para el buen Bela.

viernes, 25 de abril de 2025

WORST POST EVER


I

Considere usted la siguiente carta del lector a Starlog Magazine, número 125, Diciembre de 1987:


 

Aliens fue muy deprimente por la forma en que mostraba a la humanidad degenerándose en vez de expandiendo sus horizontes como especie.

 

En vez de enviar a hombres inteligentes al espacio con la inteligencia y moral para lidiar con un hermoso y optimista primer contacto con vida alienígena, enviamos a unos marines cabeza e’ tronco a que se caigan a tiros con monstruos babosos.

 

En primer lugar, los militares no tienen nada qué ir a buscar en el espacio. Merecemos darle al botón y explotar a nuestro planeta si es que alcanzamos ese nivel de estupidez. Nunca evolucionaremos al nivel de los Organians (Star Trek) a este paso. Si hay alguna vida inteligente en el espacio mirándonos en secreto y pillan esta película, no harán contacto con nosotros por otros mil años hasta que maduremos de la edad de piedra.

 

En ese mismo número, página 34, el propio James Cameron tiene un artículo donde se dedica a responder críticas y cuestionamientos a su espectacular peli del año anterior. “Como escritor y director de Aliens,” abre el texto, “prefiero el tipo de crítica concreta que hace Lisa Snyder en su carta a Starlog #116, donde dice ‘¡¡¡Aliens es perfecta!!!’ Sin embargo, había otras once cartas en esa edición quejándose de problemas de lógica, precisión y ejecución estética, así que tomaré esta oportunidad para replicar en masa”.

 

II

Vámonos a ese Starlog #116, Marzo de 1987.

 

Peter Briggs de Kentish Town, Londres, escribe:

 

Estoy muy decepcionado con Aliens. El set de exteriores de Acheron se ve muy pirata; los efectos se ven baratos. En mi opinión la peli no es tanto esa híper montaña rusa, sino un baile disco mal planeado.

 

Tiene sus buenos momentos. La fotografía de modelos a escala es genial, junto a la tecnología. El power-loader debe ser una de las cosas más fantásticas vistas en toda la ciencia ficción. Hay cosas inteligentes (…) pero por cada punto bueno hay un defecto técnico o narrativo. En Alien, LV-426 era un planeta con anillos, en Aliens ya no tiene anillos. ¿Y por qué los colonos nunca pillaron el SOS de la nave alienígena? Hay toda una sub-trama ausente sobre qué ha hecho La Compañía en los 57 años desde que desapareció la Nostromo y la formación de la colonia en Acheron. ¿Recuerdan que la Orden Especial 937 señala que el envío del Alien a la Tierra era prioritario? Como mínimo, La Compañía hubiese enviado a un equipo especial para investigar qué pasó. La única explicación es que la colonia llegó a la nave abandonada, desactivó el SOS, y creó la colonia a propósito para examinar los efectos de esta arma biológica a gran escala. La compañía bien puede tener ya varios huevos bajo su control en la Tierra.

 

El problema principal es la Reina Alien. Destruye la intención original de la escena eliminada de Alien en que Brett y Dallas se están transformando en huevos para que comience el ciclo otra vez. Según Aliens, ese alien de la Nostromo era incapaz de reproducirse y, una vez eliminado, ya no es amenaza. Incluso si tomas la novelización de Alan Dean Foster como evangelio (el Alien le da nutrientes a los huevos para transformarlos en una reina), quiere decir que los aliens tenían acceso a la cámara con los huevos en la nave abandonada. ¿Confundido? ¡Deberías!

 

III

Abbas Rezvi, de Bruselas, es más directo:

 

La gente dice que Aliens es una película de miedo. No estoy de acuerdo porque la gente sabe qué criatura te espera en la base. Alien daba miedo porque uno no sabía cuán poderoso o inteligente este extraterrestre era.

 

Lo otro que me molesto de Aliens fue la facilidad con la que Ripley se ajustó a su hibernación. En 57 años, las cosas cambian; Las máquinas y la tecnología se desarrollan y pareciera que esa “evolución” no afecta a Ripley para nada.

 

IV

En esto podemos estar todo el día, pero cualquiera que haya leído una Starlog, una Fangoria o una revista de lo que sea, sabe por dónde van los tiros—basta un vistazo a las cartas del lector en Wizard para leer ooootra repetición de las quejas sobre si Rob Liefeld sabe dibujar o no, y si su puesto en el panteón de los grandes creadores es merecido.

 

Discusión que sigue viva hoy en twitter.

 

Mira, ve: Es claro que esas cartas no son propias de un espectador común y corriente. Quien va al cine y queda insatisfecho dice lo que enunció el pelmazo sentado atrás de mí en Nosferatu, “¡Nojoda, perdimos esos riales!”

 

No, estas son cartas de geeks, de gente que está no sólo en contexto de lo que es la vanguardia, sino que además conocen detalles súper específicos de una película estrenada diez años antes. Somos la misma gente que en una conversación casual te suelta un “Mira, güevón: Tu personajito level 14 igualito se va a morir en la Tomb of Horrors porque por lo menos la mitad de las trampas en ese dungeon son vainas al azar, tendrías que memorizarte el dungeon completo para saber por dónde meterte y sacar buenos números en las tiradas, todo eso para que igual Acererak te mate al final. ¡Pareciera que tú nunca has jugado Dungeons & Dragons, hermanazo!”

 

Un geek es capaz de agarrar el funcionamiento exacto del Millenium Falcon, que es algo que no sale en ninguna película, y usarlo como argumento de debate por dos horas, para terminar enemistado con su contertulio que claramente está menos informado, exhibe opiniones censurables y tiene que sentirse mal por decir que su favorita de la trilogía es Return of the Jedi.


Preparados para conversar sobre "Alien vs Predator"

 

V

Y hablando de Star Wars quiero pararme un rato, porque tú sabes que yo estoy en un grupo de whatsapp con varios amigos cercanos y somos todos una catajarra de geeks así tipo lo que leíste más arriba—una gente que sabe quién es Dash Rendar está operando en otro estado de consciencia en lo referente a Star Wars.

 

Y bueno, que hace poquito salió algo de la segunda temporada de Andor (que ya estrenó) y se ha prendido en ese chat el debate sempiterno de si Star Wars tiene algo salvable o si es a stupid piece of shit que tiene que morirse ya de una vez. Un bando de la discusión decía que todo lo que Disney ha hecho, bajo la dirección de “la Kennedy”, no ha hecho sino manchar lo que alguna vez fue una ilustre saga, que Star Wars está politizada, que no hay nada que despierte interés. El otro bando dice que una saga que tiene una revista en publicación dedicada solamente a cosas de ese universo y que es vista como una religión por millones de personas tendría que llevar carajazo incesante durante décadas para morir, y quizá ni siquiera así porque mira tú a Star Trek, a veces rozagante y a veces de capa caída, pero nunca derrotada.

 

Con Star Wars, yo llegué a la fiesta tarde. Mi infancia y adolescencia fue bajo el manto de la ciencia ficción ochentera de James Cameron y Paul Verhoeven y no le entré de verdad a la Guerra de las Galaxias sino en la segunda mitad de mis 20, que me dediqué a verlas en el orden en el que se estrenaron y ahí fue que me enganché. Cuando tú ves que se estrena una serie nueva de esta vaina y te preguntas a quién va dirigida, va dirigida a mí. Y mira, si bien es innegable que entre todo lo que ha salido hay cosas indigeribles (The Last Jedi), mediocres (Rise of Skywalker) y misguided (The Acolyte), es también innegable que la mayoría de lo que ha salido es dignísimo, empezando por el propio Andor hasta la serie de Obi Wan, que tendrás tus opiniones sobre cómo se desarrolló, pero mala lo que es mala, tipo Robocop 3, no es.

 

Acuérdate de dónde venimos. Nosotros nos jalamos SeaQuest y Stargate y la serie esta de Mortal Kombat, y te tenía que gustar porque es lo que había, todo muy, pero muy por debajo de estos estándares modernos. Es tan sencillo como que Star Wars ha sacado un vainero de contenido y es inevitable que parte de ello sea desaciertos, lo mismo que con todo lo de Marvel; un lector de cómics en el 2007 habría venido un riñón para ver una serie de películas sobre el Capitán América, que vengan además con serie de televisión y contenido animado (sobre todo en el 2007, que estaba candente el tema de Civil War); en el 2025, hermano, uno lo que está es saturado. No es que lo que están sacando es malo o está mal hecho, es que es tanta vaina que cuesta seguirle el ritmo y se mezcla todo como una acuarela fresca a la que le pasas la palma.

 

He evidenciado que esta percepción de que “Todo es una cagada” no es para nada nueva—en todo caso amplificada por el megáfono tetánico, con e, de las redes sociales—, pero si no me crees solamente tienes que leer al propio George Lucas, respondiendo a las críticas sobre Jar Jar: “Esto yo lo he escuchado desde que empezamos, hay un segmento del fandom que no puede aceptar que estas películas tienen un aspecto infantil. Primero era por C3PO, después fueron los ewoks y ahora es esto”.

 

Somos gente que se toma muy a pecho el objeto de nuestras pasiones y eso se mezcla con quien es un bicho normal que se mete en redes a opinar y no tiene la menor idea de que esa película de Nosferatu es una versión modernizada (y fabulosamente hecha) de una película alemana de 1922. La queja del geek hace que todo sea lo peor que existe en la creación humana porque “ya no hacen películas como la obra maestra que fue Aliens”, aunque ya en ese momento la gente se quejaba a tal nivel que el director tuvo que salir a defender su obra en un medio impreso.

 

And this is what happens when you have passionate fans of stuff, hay gente que se agarra a carajazos por equipos deportivos. Hay gente que denuncia todavía hoy los esfuerzos de “modernización” que Metallica ha tenido a lo largo de su carrera. Hay gente que dice que el punk se volvió techno cuando Fugazi empezó a hacer ruido musical. Y entrar en foros reddit de videojuegos es pelear todo el día.

 

We’re just a bunch of rabid geeks, pelear por estas cosas es seguir un legado más viejo que nosotros. It's all in good fun hasta que pasaste 30 minutos discutiendo con alguien que no tiene noción de sí mismo, o el que viene con mala fe. Y eso es... 


jueves, 17 de abril de 2025

Teoría de la Bazofia


Pregunta: ¿Es The Room la peor película en la vida?

 

La respuesta corta es “No”.

 

La respuesta larga es “Ni de vaina”.

 

Esto no es una expiación de los pecados de Tommy Wiseau, porque la ineptitud de su ópera prima es clara, evidente, innegable, la película es un drama que de película tiene poco y de drama nada, un PQC hecho cine.

 

Pero ya va.

 

Porque estamos en semana santa y que alguien lance la primera piedra.

 

Vamos a tomar, por ejemplo, a Independence Day, el esfuerzo noventero más famoso de Roland Emmerich (pero no el mejor, que es claramente Universal Soldier). “El Día de la Independencia” está protagonizada por Will Smith y Bill Pullman, producida por la 20th Century Fox, 145 minutos de extensión y 75 palos de presupuesto que recuperó y con sobradas ganancias, porque parece que recaudó más de 800 millones.

 

Y yo te invito a que tú veas Independence Day, que tengas la fortaleza de aguantar de principio a fin sin bostezar, sin voltear los ojos, sin preguntarte por qué carajo me hiciste caso y te estás flagelando el cerebro.

 

Te pongo otro ejemplo, también de los 90’ y también de Roland Emmerich: Godzilla. Banda sonora de Puff Daddy con Jimmy Page (insert mandatory rapey joke). Afiches, juguetes arrechísimos, distribución mundial y una promoción salvaje, Matthew Broderick con Jean Reno, cabrón. 150 millones de presupuesto, el doble de recaudación.

 

Pero no hay una sola persona en esta galaxia que esté aburrido pendiente de ver una peli dominguera en la tarde y diga “Oye, chico, ¿por qué no ponemos Godzilla, pero no la de Toho ni las nuevas americanas, ni la excelente Minus One? ¡Vamos a ver la del 98’, mi favorita!”

 

Este punto al que quiero llegar me viene de la esclarecedora perspectiva de Roger Ebert reseñando la épica zombie Dawn of the Dead de 1978, diciendo que era arrecho que Richard Donner hizo The Omen dos años antes por 60 millones de dólares que parecen 600 mil, y George Romero hizo Dawn of the Dead por 600 mil que parecen 60 millones. Porque en esta vida, las películas tienen una de dos madres: O es una producción independiente—tú te reuniste con tus amigos y financiaste la vaina de tu propio bolsillo y buscando los inversores tú mismo, a veces rodando los fines de semana con el talento que hubiese disponible—o la película proviene del “sistema de los estudios”, que es que ellos te ofrecen una película que ya ha pasado por muchos productores y ejecutivos y analistas y escritores y et céteras, porque tú también ya formas parte de ese círculo.

 

En términos prácticos, a Richard Donner lo contrató la Fox para que hiciera su profecía satánica y George Romero produjo la película y la distribuyó él con sus panas.

 

Estas cosas importan porque, dicho lo dicho, es injustificable que Warner Bros saque It: Chapter Two por 79 millones de dólares, talento de primera y distribución mundial, y la película sea infumable, con efectos harto inferiores a cosas que se veían en 1987 y con un final fusiladísimo de A Nightmare on Elm Street. Es imperdonable que un carajo con el historial y la casta de Shane Black nos presente The Predator, 160 millones por ese hocico, y sea uno de los peores libretos que has visto en tu vida. Cientos de personas echándole bolas para sacar esa película, con actores millonarios y un director de primera, y el resultado me da más sueño que la infame película de Wiseau—hecha por seis millones y apenas con distribución y ninguna promoción.

 

Ese, ese, es el peor pecado que una película puede tener.

 

The Room no es mala por la torpeza de su talento, sino porque da sueño, pero no tanto como The Predator, o Independence Day, porque por algo la gente se disfraza de Tommy y repite las frases y hacen colas para tomarse una foto con él. Nadie nunca se ha querido tomar una foto con Shane Black porque “¡Verga, es que tú hiciste The Predator!” ¿Tú sabes lo que cuesta hacer una película estúpida y aburrida con el fucking Depredador?

 

Muchas veces ya me he reconocido como un amante y conocedor de la bazofia, y recupero la oportunidad para declararme su defensor—lectores de larga data en este blog conocerán el historial y terreno en que nos desenvolvemos. Pero es que ven acá, yo quiero que tú te acuerdes de una película que Charles Bronson hizo en su ocaso, película que, según, él mismo lamentó en el set como indicativo del paupérrimo estado de su carrera, película que es, sin que me quede nada por dentro, una de las mejores cosas que yo he visto en esta vida: Death Wish 3, que salió por nuestras tierras bajo el titulazo de El Vengador Anónimo parte 3.

 

Hermano, DW3 tiene de director a un carajo llamado Michael Winner, periquero que andaba güelío durante el rodaje y que si bien tuvo en su historial a producciones más distinguidas, incluyendo a la oscura Death Wish original, llega a 1985 en un estado calamitoso donde sus opciones eran traficar droga o hacer películas para la Cannon, la gloriosa Cannon, artífice por excelencia del cine basura de los 80’. Su protagonista era el antedicho Gato, pero de 64 años, un personaje bien distinto a aquel ojos-rallados de Once Upon a Time in the West.

 

Paul Kersey (Bronson) llega a Nueva York por invitación de un amigo suyo, que no sobrevive los quince minutos de metraje. Este Kersey es un personaje al que le violaron y le mataron a la familia en la primera Vengador Anónimo (1974), se muda de ciudad en la segunda para vivir con su hija adoptiva, a la que también raptan, violan y se suicida. En esta parte, aunque quien muere es el amigo, Kersey se encuentra con un viejo amor suyo y, mira tú, también muere horrible, en una secuencia además absurda y espectacular. Ese señor se pasa el resto de la película echando plomo en una NYC que además parece de ciencia ficción, una tierra post-apocalíptica de pandilleros punk donde lo que existe más allá del río Hudson capaz es un desierto radioactivo. Death Wish 3 es una película que te tiene sus 90 minutos pegado a la pantalla, celebrando la masacre de esos malandros hijos de mil putas y los últimos 20 minutos son mejores que toda Batman Forever, una película de la Warner con Val Kilmer, Nicole Kidman, Tommy Lee Jones y Jim Carrey, y dirección de Joel Schumacher por $100 millones y distribución mundial.  

 

El origen de una película, su presupuesto y su talento no están asociados a su capacidad para entretenerte. Los ejemplos de esto están ahí.

 

¿Vacilaste con The Room a pesar de sus carencias? ¿Te reíste con la absoluta mediocridad de Zaat y su monstruo de goma con zapatos deportivos? ¿Te encanta la estética y los efectos especiales de The Incredible Melting Man, a pesar de que apenas es una película?

 

Vas pal’ cielo y vas llorando. Disfrutaste de mejores películas que Independence Day y sus 75 millones.

 

Otros Post de Interés:

* Una de Samurái

* ¿Qué es Mal Cine?: ThanksKilling


jueves, 3 de abril de 2025

Sobre Patrias y Naufragios


 

Últimamente he estado pensando en ese mundo en el que crecí, porque si es cierto que “la verdadera patria del hombre es su infancia” entonces, hermanazo, nosotros tuvimos una metrópolis en la Venezuela de los 90’.

 

Tan distinto a la realidad que debería escribirse en otra lengua; las comodidades de internet pertenecían a la imaginación, un futuro especulativo de carros voladores. Lo que sí teníamos era un robusto sistema mediático, la sagrada trinidad de radio, prensa y televisión, donde había que buscar pero conseguías. Años de revolución geek donde mucho de lo que estaba saliendo era X-tremo, radical e irreverente, precario pero muy nuestro. Yo alcancé consciencia de todo alrededor de 1995 y recuerdo el año porque todo coincidió en una sopa cultural que tenía, por un lado, a un PC gaming en ebullición. Sierra lanzó King’s Quest VII: The Princeless Bride, ready para que tú lo instalaras junto a Final Doom, que era un CD con compilación de todo lo que había salido del grandioso shooter de id Software (la fiebre de Doom estaba candelísima en esos años). Todo ready para que lo jugaras en tu máquina de último modelo y en Windows 95, bebé. Pa’ que sufran.

 

Teníamos tele, también orientada a chamos. Yo llegaba del colegio alrededor de las dos de la tarde y era corriendo a poner MTV porque a esa hora era Superrock—tengo el recuerdo vívido de la primera vez que vi al video de Paradise City y de Lunchbox, vainas de alto impacto para un chamo. Terminaba eso y arranca Zona MTV o uno de esos largos bloques de la mejor fucking música con la que puedes crecer. ¿Qué hay un programa fastidioso o algo que no te gusta? A un canal de distancia estaba la propuesta local, Bravo (que después sería PumaTV), con alto menú. Te pasabas la tarde dibujando, leyendo o escribiendo con ese fondo, compa. Era la gloria, fuck las tareas.

 

Porque si eras de los raritos que gustaban de leer—geek es geek aunque lo fajen chiquito—las propuestas eran sendas, especialmente si eras angloparlante. Primero que había prensa juvenil, vainas orientadas específicamente a chamos, ninguna más representativa que Urbe bajo la distinguida dirección de Adriana Lozada. El semanario salía todos los miércoles y la cita era obligada, material de lectura como hasta el lunes aunque si esa edición estaba muy buena, era sólo un par de días que te duraba. El lunes ya estarías releyendo.

 

Prensa para geeks sí, pero importada. Existía un lugar extraño y maravilloso llamado “librería” donde vendían una cosa que le decíamos “revistas”, impresas en “papel” que tú comprabas con “bolívares” y leías con “dignidad”, y había de todo para todos, generalmente importadas de España. Mi colección tenía las Kerrang! y Heavy Metal, las Dokan porque había que estar enterado del mundo del manga, las PC Gamer y mi favorita, Game Over, revistas que leí a tal punto que las responsabilizo hoy por mi educación. Yo aprendí a redactar imitando todas esas cosas que leía.

 

Recuerdo la primera vez que vi en una vitrina los sets de segunda edición de Dungeons & Dragons (la edición que llevo en mi corazón), la primera vez que agarré una novela de Magic the Gathering, que ya existían en esa época y venían con cartas de regalo, la primera vez que abrí un cómic de Magnus Robot Fighter y de propuestas que en aquella época sonaban durísimo, Bloodshot, Hardware, Witchblade y el cómic rey de los 90’, Spawn. No había plata para tanto, así que comprabas uno o dos títulos y lo acompañabas con la Wizard Magazine de ese mes, que te traía todos los chismes del nerdeo y qué se estaba publicando.

 

Pon cuidado con lo que te estoy diciendo: Era unos años donde tú abrías el manual que venía con StarCraft y era casi incomprensible que una vaina tan brutal pudiera existir, un auténtico portal a otro mundo.

 

Era una Venezuela pre-desilusión.

 

Y en esto último quiero detenerme porque, pues, una de cal y una de arena. Todas esas revistas que acabo de mencionar, en el idioma que fuera, traían las obligatorias “cartas de los lectores” donde veías de todo, desde gente que escribía a Starlog para explicar que Star Wars nunca sería superior a Star Trek, hasta quien escribía en Kerrang que cuál era el problema si Dani Filth quería creerse vampiro.

 

Eran cartas que primero pasaban por un editor, o sea que para publicar, tenías que saber escribir y, segundo, tenías que tener algo qué decir.

 

La internet democratizó todo, para bien y para mal. Ya casi no consigues tiendas donde vendan juegos de PC porque ya el formato físico prácticamente no existe, cualquiera puede comprar cualquier cosa por Steam. Los canales musicales lucen arcaicos comparado con la extensión y comodidad de YouTube. En aquellos años estaba el chisme de OJ Simpson, hoy hay un escándalo farandulero semanal. No existe la 92.9, pero hay podcasts que, algunos, hacen las veces—o sencillamente te lanzas podcasts en el idioma que entiendas y ya estás expuesto a otras voces, otros ámbitos.

 

Y aunque la prensa cambió (y en Venezuela de cajón que no hay prensa libre), cualquiera puede escribir en internet. La maravilla.

 

También el terror. Cualquiera puede escribir en internet.

 

Las redes sociales, y Twitter específicamente, son como una sección de cartas sin editor y sin requisitos, donde además existe un algoritmo diseñado no para generar discurso constructivo o por lo menos combatir la desinformación; está diseñado para generar engagement, clicks, para que tú pierdas el tiempo doomscrolling, leyendo una teoría de conspiración detrás de otra que te conviene creer porque si no eres un “normie”, un conformista. Un entorno donde responder algo con vainas de conocimiento público o sencillamente pedir evidencia sobre una afirmación loca (la base del pensamiento crítico) es visto con desconfianza.

 

Que sí, que YouTube tiene canales fabulosos destinados a lo que tú quieres ver. Y también tiene canales, que no voy a propagar acá, de la gente más tóxica y perniciosa de la actualidad, vomitando ácido y haciéndolo pasar por periodismo (ante una audiencia que también carece de contexto e intuición para procesar lo que está oyendo). Gente que se agarra de cualquier rumor para decirte que sí, que todo está controlado por pedófilos satánicos y que la ausencia de evidencia ¡es evidencia!

 

That’s a real thing I heard, by the by.

 

Es la principal razón de por qué decidí que ya, fuck it, hermano, no tiene sentido seguir publicando (o siquiera leyendo) en Twitter cuando se ha vuelto la plataforma de desinformación por excelencia, la cámara de eco donde personajitos tipo Acquaviva y Leíto Oficial pueden brillar así sea por el rechazo. Lanzas una crítica a un impresentable como Trump y te sale un analfabeta funcional acusándote de chavista porque ¿qué clase de gente puede alzarle la voz al Coloso de Occidente?

 

Todo eso engordándole la cartera a Elon Musk, quizá la persona más coñaceable de todo el gobierno americano, y mira que ese gabinete tiene a RFK y a fucking Donald Trump.

 

La vida es demasiado corta como para amargarse con los brainfarts de Miguelito314. Quien necesite información y noticias, hay medios confiables al alcance de un click, es tu responsabilidad como lector el reconocerlos. Digo esto es sabiendo que dentro de veinte años tendremos al blog holográfico de quien hoy es un chamín, explicando cómo el 2025 fue el mejor año de la existencia humana, especialmente idílico al compararse con los sufrimientos y vanidades del 2045. Hay viejitos que hablan así de 1969—arguably an actual great year.

 

Y ojo, que yo he conocido a gente maravillosa en las redes y, mal que bien, las redes me sirvieron para visibilizar mis cosas—es bastante probable que hayas llegado a este post de alguna red donde publiqué el link. Yo incluso he tenido parejas que conocí por Twitter o Facebook, y fueron relaciones súper constructivas, así que no puedo pararme aquí a decir que todo es malo y que ahora sí es verdad que viene el acabose. Pero al final, pana mío, es un tema personal y de proteger tu paz y tu salud mental. Sencillamente no estoy en un lugar, un momento, en el que ese torrente de negatividad propio de las redes sociales le añada algo a mi vida.


El pasado fue bueno pero es bueno que fue y las redes, al igual que la piratería y la inteligencia artificial, son demonios que ya nadie podrá meter en la caja, una realidad ineludible.

 

But that doesn’t mean we have to be their bitch, ¿capichi?