Venezuela es otra. El 28J fue un cruce del Rubicón para todas las fuerzas
que de alguna manera se mueven en la vida pública y los paradigmas bajo los que
tradicionalmente nos manejábamos están ahora invertidos.
Con la elección, todos sabemos qué sucedió.
El rostro de “la oposición” es ahora otro. Cuando uno enuncia en este país
una frase tan esclerótica ya como esa, lo que viene a la mente es un grupito de
personajes mohosos que, ineptamente, dirigieron la política contraria al
chavismo durante años. Estaban desarticulados cuando Hugo Chávez se entronizó,
gracias a un desmérito que ellos mismos se crearon, y su propia incompetencia a
la hora de hacer política y reconocer la naturaleza del rival los invalidó en
los años siguientes. Henry Ramos Allup y Julio Borges, por mencionar un par de
notorios, se condujeron todo este tiempo bajo la ficción de que se oponían a
Jaime Lusinchi y que si existía una ley, una Constitución, el rival iba a
respetarla. Porque lo contrario era inconcebible.
Esa “oposición” ha fenecido, y si estás fuera de Venezuela es bueno que lo
comprendas. Las elecciones primarias que se celebraron en octubre del año
pasado demostraron que esos grupitos no tienen ni hálito ni calle y son más
bien estructuras asociadas tanto al fracaso que ya se ve como colaboracionismo.
Así que cuando hablamos de “oposición” al gobierno que existe hoy en el
país, no debe entenderse esa gente sino los rostros y liderazgos que
orgánicamente se mostraron el lunes 29 de Julio que son, a fin de cuentas, los
que se sudaron la camiseta para impulsar y alcanzar el evento que se dio. Y con
eso incluyo a un gentío de sectores populares, que tradicionalmente apoyaron al
chavismo, y que esta vez no sólo votaron en contra sino que salieron a la calle
a pedir que su decisión se respete. Celebro de todo corazón que volvamos a ser
la misma gente, remando todos en la misma dirección. Ya eso se parece al país
que queremos.
Y ahí vemos el otro rostro que cambió, porque el chavismo tampoco es el
mismo. El 28 de Julio teníamos a un gobierno autoritario, hoy tenemos a un
Estado policial. Se llevan a la gente de sus casas, sin orden legal, sin
procedimientos. Te anulan el pasaporte. Se suspenden las garantías
Constitucionales sin que nadie lo anuncie. Anoche, a fecha de redacción, una
chama que conoce medio mundo y que la conocemos por buena vaina—y por una fiera
defensa de sus ideales libertarios—María Oropeza, fue sacada de su hogar por
funcionarios que primero derribaron su puerta. María grabó todo en un live de
instagram, siete mil observadores. Nadie sabe dónde está.
Edni López, una amiga querida, tuvo más de 48 horas desaparecida. Nadie
sabe ni siquiera el por qué.
Miren, mis amigos queridos. Todo lo que está pasando en Venezuela, que nos
afecta a los que estamos adentro y a ustedes que están afuera, porque no
conozco a algún emigrado que no haya tenido el corazón en la mano todos estos
días, es la imposición de una mentira. El gobierno que tenemos dice que lo que
pasó no es lo que pasó (y que ni siquiera puedo poner en palabras, por el
riesgo que eso me acarrea) sino lo que ellos dicen. Hay gente, gente triste,
que no espera una para agarrar un hilo narrativo gobiernero y asumirlo real
(los Luis Vicente León, Antonio Ecarri y Gloria Pinho de este mundo), pero todo
esfuerzo sincero de quien sea por filtrar un poquito de verdad por ese tamiz es
percibido como una amenaza a la seguridad del Estado y te caen encima con todo.
La verdad es así de peligrosa.
Uno se pregunta, ¿cómo hago yo ahora para seguir con mis cosas? Yo tenía
hobbies, aficiones, estaba escribiendo un libro. ¿Cómo me siento yo ahora a
seguir mi historia de criminales en el espacio, sabiendo que a metros de mí hay
tanto sufrimiento? Preguntándome, mira, ¿cómo tú vas a sacar ese texto de aquí?
Si te toca viajar al exterior, ¿vas a poder? ¿Qué vas a tener que hacer para
poder viajar, aunque tengas pasaporte europeo? Estamos diciendo que, por la
voluntad de un puñado de personas en una oficina, se afecta la vida de 30
millones porque seguro hay alguien en los Estados Unidos, o en Argentina,
leyendo esto y preguntándose “Oye, ¿será que yo podré entrar al país? ¿Y si
entro, podré salir?”
No tengo esas respuestas, creo que nadie las tiene. El final de esta
historia no está cantado y aquí puede pasar de todo. Tengo tiempo diciéndole a
mi gente más cercana que ahorita la misión es permanecer saludables en cuerpo y
mente, y en libertad, pero esa angustia y el sentimiento de opresión, que es
algo que no sabías que podía existir hasta que te pasa, es todopoderoso.
Yo, por ejemplo, me siento culpable publicando en este blog algo de Juego
de Tronos. Por ejemplo. Me siento culpable abriendo el archivo de mi novela y
redactando como lo hacía hace dos semanas. Me siento culpable saliendo a la
calle para algo que no esté relacionado con supervivencia. ¿Cómo carajo soy
capaz yo de salir a hacer tal vaina cuando hay tanta gente metida en un
calabozo y sin que a eso se le halle solución?
Me perturba muchísimo que haya gente que se preste para este horror que
estamos viviendo. No me refiero sólo a la gente que encarcela y enjuicia, o a
quien es capaz de denunciar a sus vecinos, sino gente que observa esto desde la
pantalla de un celular, sonríe y calla, o dice “pero es que el que se alza se
busca lo que le pase”. Esa es gente que nosotros sabíamos que existía, siempre
han estado ahí, pero yo conozco gente que yo los daba como casos perdidos,
ideologizados completamente, y desde hace un par de semanas están desafiantes y
en contra de lo que está pasando. Pero no, no es todo el mundo, y es muy rudo
ver cómo ese supuesto manto de indiferencia lo que esconde es maldad. El gusto
de imponerse y preservar alguna parcelita de bienestar, sobre el sufrimiento de
tantos.
Y sí, yo sé que cuando la pulsión de Tánatos es muy grande, eso sólo se
puede combatir con pulsión de vida—escribiendo, viviendo, imponiéndote. Eso es
algo que tengo que interiorizar. Si no nos permiten decir la verdad, lo que
toca es volvernos nosotros la verdad.
Los lectores de este blog son gente muy chévere que sabe cómo son las cosas
y dudo que haya alguien preguntándose cómo quedan nuestras charlas (o
soliloquios) sobre La Casa del Dragón. Pero yo siento que tengo una deuda con
ustedes. No he visto los últimos dos capítulos, no he tenido cabeza para eso.
Por supuesto que los veré y haré el análisis en algún momento. Yo, al igual que
todos ustedes, estoy reubicándome por dentro.
Cuídense mucho.