El
otro día, leyendo de las locuritas del publishing, encontré un post de Gabino
Iglesias sobre un tema que lo tiene desanimado, y es que a cualquiera; Para
quien no le conozca, Gabino es un latino que escribe en inglés y no sólo es que
tiene obra publicada con publishers mainstream, es que el man forma parte de
esa nueva camada de la literatura de terror que incluye a Josh Malerman, a Paul
Tremblay, a Adam Cesare y a Gwendolyn Kiste. Su novela más famosa, The Devil Takes You Home, ganó el premio
Stoker del 2022 por mejor novela, el premio más prestigioso de la literatura de
sustos en la actualidad. Gabino tiene lectoría y escribe en columnas, hace
reseñas, está en el mamey.
Y bueno, el pana comentaba que
este año ha sido complicado porque su siguiente novela, House of Bone and Rain, fue muy bien recibida por la crítica, fue
también nominada al Stoker, pero vendió menos que su antecesora. En
consecuencia, Gabino perdió el contrato que tenía con su publisher y es,
actualmente, un “agente libre” como quien dice. La próxima vez que escriba una
novela, tiene que hacer el proceso de venta de los derechos a una editorial
desde cero, sin que haya ya alguien esperando por poner ese libro en el
mercado.
Eso es algo que yo siento que
el público en general no entiende sobre la vida del escritor moderno, y sobre
esto hay una película buenísima con Charlize Theron llamada Young Adult; La gente cree que tú
coronas un libro con un publisher (léase, casa editorial), grande o pequeño, y
ya lo que te viene es entrevistas con el New York Times, cocteles de camarón en
un penthouse lujoso, y consultas de la Warner Bros. para que les digas a quién
ves protagonizando la película. Verbigracia, la gente cree que todos los
escritores publicados son Stephen King o JK Rowling.
La realidad es que la vasta,
vastísima mayoría de los escritores somos una gente que funciona como unos
permanentes freelancers. Todo el mundo tiene el llamado “trabajo diurno”, que
muchas veces no tiene nada qué ver con literatura, pero que paga las cuentas. Mucha
gente escribe ficción (o no) a nombre de otra persona o empresa (el ghost-writing), y mucha gente ya dio el
paso a la publicación independiente y sacan sus libros directamente con el
Kindle Direct Publishing. Mucha gente que incluso la pegó y salió en la lista
de los más vendidos del antedicho Times, cuenta en sus redes que ellos realmente
viven en la casa de siempre, que con la plata que se ganaron del libro
compraron otra computadora o se arreglaron los dientes, y ciertamente aquí no
hay nadie comprando una mansión en Escocia.
La razón está en que si bien
hubo una época en la que un escritor recibía unos avances de publicación bien
generosos y las fiestas de lanzamiento de la novela eran en Manhattan, eso se
acabó a principios de los 90’. La industria moderna existe en una carrera
perpetua por ver quién será el siguiente gran hit, montándose en una ola que
nadie sabe cuál será hasta que las mismas ventas lo revelen, y donde tu acceso
al mercado tradicional, con obra publicada y en los mostradores de
Books-a-Millions, no garantiza que el día de mañana seguirás siendo publicado.
Esto no es un club, pues, donde una vez eres aceptado, serás aceptado para
siempre y formas parte de un Olimpo donde puedes mirar hacia abajo a aquellos
mortales que tienen que arar bien arados esos campos a ver si venden cinco
ejemplares. Aquí todos, salvo una muy privilegiada minoría, somos jornaleros,
contratistas independientes con un libro que esperamos que venda para ver si el
siguiente vende también y entonces así estar más o menos estables en un medio
caracterizado por su inestabilidad. En Hollywood dicen que tú eres tan bueno
como tu más reciente película. Aquí eres tan bueno como las ventas de tu más
reciente obra y cada proyecto nuevo es empezar de cero ese proceso editorial de
ver si tu agente logra que alguna editorial apueste por ti.
* * *
Hoy, lunes primero de
septiembre de 2025, expulsaron a una gente de Dragon Con, quizá la convención
geek más grande del planeta (poniendo de lado a convenciones más corporativas
como la de San Diego), por el pecado capital de vender arte generado por
inteligencia artificial. Parece que los peluches en cuestión burlaron todos los
filtros y montaron su stand ahí con sus afiches y sus cosas, vendiendo algo que
pudiste haber hecho tú o yo con ChatGPT.
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La policía fue a ayudar con el desalojo. |
Esa conversación, que está
encendida ahorita, ya se desvió a un tema que nos es mucho más pertinente, y es
el gentío que está usando a estos programas para generar cuentos y novelas a
los que ellos firman y venden como propios. Hay de todo, en realidad, gente que
se mete en Gemini o en Copilot y les dice que “yo quiero que tú me generes una
novela de fantasía donde los personajes sean mesoamericanos, haya magia y un
ligero tinte de terror, y donde la protagonista tenga un triángulo amoroso con
un noble guerrero y con su rival, un hombre-jaguar. Escríbelo en el estilo de Sanderson”;
Gente que entra con un par de capítulos escritos y quiere que la IA les haga el
resto, gente que deja que la IA les haga la trama de la novela para ellos
escribirla después y gente que escribe de la mano con la inteligencia artificial,
como si fuera una autoría doble.
Los resultados de todo eso
suelen delatarse a sí mismos porque la IA tiende a seguir los mismos patrones
al escribir, porque no es capaz de reconocer el contexto de lo que está
haciendo y porque la gente que la está usando carece de la pericia para
reconocer cuándo el trabajo producido es mediocre. Cualquiera que se haya
puesto a conversar con Gemini sabe que estos programas son mucho más imprecisos
que la Wikipedia en español—hace como dos meses estaba fregando platos y
tratando de entretenerme en una conversa con Copilot sobre asesinos en serie
porque, pues, soy yo, y el programa me ha lanzado una lírica de que por todos
esos crímenes, Jeffrey Dahmer vive en cadena perpetua (contexto: Dahmer no
duró un año vivo entre la población general del penal). Hace un tiempo escuché,
no recuerdo dónde, que el verdadero artista es una persona que tiene que tener
calle, tiene que tener burdel, tiene que haberse dado carajazos con una tarima,
con un público, con un jurado, y que de esa experiencia es que sale aquello que
le ayudará a mejorar su propia destreza. Eso es totalmente cierto, y a la IA, sencillamente, le falta calle.
Pero eso le rebota a los
entusiastas de los atajos. Es una gente que usa IA para meterle un artículo a
una revista sin darse cuenta de que el artículo tiene hechos ficticios (eso
sucedió en verdad) y escriben libros que publican por KDP, y el texto tiene
notas del mal llamado “autor” donde la narrativa se interrumpe para decir “esto
lo reescribí para que se ajuste con el estilo de narración del protagonista,
que es más tenso y emotivo”, como le pasó a Lena McDonald, quien después admitió
que sí, usó IA, pero solamente para
corregir. Esta es la razón de por qué Amazon ha limitado el tiempo en el
que tú puedes publicar con ellos, porque había un pocotón de peluches sacando
libros que hicieron con IA a razón de uno semanal, ritmo imposible en un autor “orgánico”.
El caso de McDonald es
interesante porque, después de pillada, ella sacó una disculpa pública que es
típica de quien usa IA con fines artísticos. De entrada que a mí me parece
repudiable que toda esa gente reconoce que usó inteligencia artificial después de que los descubren, eso te
pone a pensar sobre quien anda por ahí pasando agachado. Pero es que además,
mírame esto, McDonald dice que la escritura es una pasión que ha perseguido
desde hace mucho tiempo y que, “como madre y maestra a tiempo completo, sencillamente
no me puedo costear un editor profesional, y me fui con la IA para refinar mi
texto.” Eso no es lo que se desprende de cuando tú lees el fragmento—aquí lo
que parece es que sencillamente esa nota no es de ella sino de Copilot,
explicándole qué fue lo que hizo, y la “autora” pegó y copió todo el texto sin
tomarse el respeto consigo misma y con su público de revisar esa vaina. Huelga
decir que un editor humano, un corrector, un beta reader, habría detectado este tipo de cosas. Pero ese
victimismo, esa excusa, es inaceptable cuando aquí todos-toditos-todos tenemos
también trabajos a tiempo completo y responsabilidades qué enfrentar, y todos
tenemos que laburar bien duro para pagarle a un editor y a un corrector
profesional, y luego a un ilustrador que haga el arte (en caso de que seas
independiente), y que eso mismo se replica en quien hace cine, música, poesía o
pintura a la antigüita. Tú no eres especial ni más sacrificado porque te
acuestas a las diez de la noche escribiendo después de llegar del trabajo. Eso
lo hacemos todos.
Pero aquí pareciera que
nadamos contracorriente. Tú te metes en cualquier post en redes que hable de
este tema y lo que sobra es gente diciendo que esto que está pasando es
buenísimo porque “ha democratizado” al arte y ahora cualquiera puede ser
novelista. Que “yo no escribo el libro, pero dejo que Copilot me ayude a guiar
la trama”. Son cosas que dice alguien que, siento yo, quiere perseguir ese
espejismo del que hablé en el acápite de este post. Esto es igualito a quien
plagia un texto—la escritura con IA es el primo del plagio, porque a fin de
cuentas eso no lo escribiste tú. Es una persona que quiere ver su nombre
publicado en alguna parte porque quiere decir que es escritor, que le han
publicado aquí y allá, y que vende en Amazon. Es gente que quiere llegar al
tesoro sin haberle echado mano a la pala. No es artista porque tú no eres
artesano de nada, tú te sentaste frente al computador y le diste a un programa
una serie de direcciones sobre lo que querías, pero que tú mismo eres incapaz
de producir.
Los problemas de esto para
quien quiera ser escritor con honestidad son enormes. Definir una trama es
parte de la habilidad de un escritor. Empezar una historia, desarrollarla y
terminarla son habilidades diferentes, cada uno de esos pasos. La voz de los
personajes, hacer eso que hace Irvine Welsh de que su libro lo narran cinco
personajes diferentes y cada uno suena totalmente distinto a los demás, eso es
una habilidad. Y desarrollar todas estas cosas que estoy diciendo toma
muchísimo tiempo y trancazos contra la pared, pero es así como se aprende y es
la única forma, eso es como cuando tú quieres tocar la guitarra; no hay
sustituto para sentarte a tocar el instrumento. Si tú dejas que una computadora
haga estas cosas por ti, podrás llamarte a ti mismo “escritor” después, pero
estás comparativamente lisiado ante quien sí lo hace solo.
No sé si me estoy explicando,
porque yo he conversado esto con gente y hay quien me señala de elitista. Mano,
yo estoy claro que escribir es estresante. Hay gente que se sienta a escribir y
se ríe y disfruta, y canta. No es mi caso y sospecho que eso está relacionado
con mi bajo output de material allá afuera; una vez leí a alguien que decía que
para ellos escribir era como estar en la silla del dentista y, mira, sí,
especialmente si lo que estoy escribiendo está cargado de lenguaje
técnico—porque a ese lenguaje hay que irlo presentando de forma que sea ameno de
leer. Entonces esto que estoy diciendo no proviene de alguien que niega la
ansiedad que da escribir, yo la entiendo y estamos en el mismo barco.
¿Por qué lo hago entonces?
Porque hay algo que ocurre cuando tú estás escribiendo que es como entrar en
trance, y la trama sale prácticamente sola y terminas descubriendo cosas de tu
propia obra que tú no sabías que iban a pasar cuando te sentaste a esa sesión,
y cuando esa vaina pasa es honestamente una de las cosas más satisfactorias
que yo he sentido en la vida. Escribir es tenso, pero haber escrito es post-orgásmico. Es una sensación de bienestar de
haber tenido la escena en la mente y haberla plasmado de modo que a ti mismo te
sorprende. No voy a decir que esto pasa siempre, hay sesiones que te sientas y
llevas 600 palabras y eso ha sido un parto de mediocridad, pero cuando le das a
ese sweet spot, es por eso que uno hace lo que hace. Hace unos días vi a un
gurú de estos de la IA diciendo que “a nadie le gusta hacer arte porque tienes
que aprender cosas y pasar mucho tiempo”. Si eso es lo que tú sientes también,
entonces no hagas arte, métete a productor. A inversionista. Si tú quieres
escribir y te quieres saltar la parte que te desarrolla como escritor, esto no
es lo tuyo, tu propio espíritu te lo está diciendo.
Y no lo hagas por la plata o
por la fama, acuérdate de cómo empezamos este post, hoy en día nadie está forrándose en billete
haciendo literatura. Realmente nadie lo ha hecho nunca, esa es una creencia que
sólo puedes tener si no te has puesto a investigar bien, pero el punto es que
hay maneras mucho más fáciles de hacerse famoso.
* * *
La IA está aquí para quedarse
en las artes, por lo menos por un tiempo. Cada dos videos que me meto a ver en
YouTube me sale una publicidad atorrantísima de un imbécil diciéndome que me
estoy quedando en el pasado si no uso IA. Me acuerda el puje que había con los
NFTs, de los que nadie se acuerda hoy (“¡la inversión del futuro!”). La IA
ciertamente tiene usos que son legitimísimos, y algunos de esos pueden contribuir
a tu desempeño como escritor, como pedirle a ChatGPT que te recomiende una
serie de libros para investigar sobre un tema (investigar tú). Pero la verdad más verdaíta es que ahorita estamos en un boom
de gente que quiere comerse el postre sin tocar el almuerzo, que se
autodenomina “escritor” y que carece de las herramientas para reconocer por qué
su pobre trabajo es rechazado por el filtro más básico. Al arte generado por IA
le están llamado “AI Slop”, algo así
como “bazofia de IA” por los pobres resultados que estas máquinas producen, y
yo me temo que tendremos que pasar unos cuantos años de este slop para que a la gente se le olvide y
pasen al siguiente juguete. Esto generará daños para los legítimos, porque si
tú quieres publicar con KDP por la razón que sea, te tocará competir con el
maremoto de slop, y esto es si
tenemos suerte y la industria no se monta en la ola de la sinvergüenzura.
Que no creo, pero este es el divertido mundo del publishing, donde nada puede malir sal.