viernes, 9 de mayo de 2025

Lugosi vs Karloff: ROYAL RUMBLE

Ok, pregunta: Bela Lugosi vs Boris Karloff. ¿Quién es el rey de los monstruos?

 

Esa pregunta es muy típica de geek de cine, y especialmente de cine de terror porque siento, y espero equivocarme, que la mayoría de la gente en la calle así normal y corriente nunca ha visto una película con ninguno de los dos actores—y hay gente a la que esos nombres ni siquiera le suenan.

 

Para que todos estemos en la misma página, este es Bela Lugosi:

 

 

Es famoso por su papel de Drácula.

 

Ahora Boris:

 

 

Famoso por hacer de Frankenstein.

 

La rivalidad entre los dos es un tema que ha fascinado al fandom durante décadas porque no sólo eran dos actores icónicos de monstruos mundialmente famosos (gracias justamente a las películas que ellos hicieron), sino que los dos eran europeos, outsiders de Hollywood, trabajaban para el mismo estudio, en la misma época, bajo los mismos equipos de producción y muchas veces cabeza a cabeza en las mismas películas.

 

Es un tema legendario también, popularizado en la mejor película que Tim Burton ha hecho, Ed Wood, donde Johnny Depp interpreta al supuesto “peor director de todos los tiempos”. Ed Wood es realmente una película de fantasía con inspiración en la realidad y si bien la peli es un cuento maravilloso sobre cómo es la vida del artista, del cineasta independiente, y cómo era la vibra del cine serie-B en los años 50’, todos los personajes que salen, incluyendo al propio Wood, son como retratos fantásticos de esas personas, no versiones fieles a quienes fueron en vida.

 

(Y hasta el tema de “el peor director de todos los tiempos” es exagerado; Plan 9 From Outer Space no es tan inepta como se dice y Wood era mucho mejor director que Neil Breen).

 

Uno de esos personajes es un anciano Bela Lugosi, rol que le valió el Oscar a Martin Landau (the irony!). Sí, Bela pasó el ocaso de su carrera haciendo películas malas con Ed Wood y sí, Bela falleció durante el rodaje de Plan 9 y a Wood no se le ocurrió mejor idea que agarrar a otro carajo que no se parecía en nada al vampirezco actor, ponerlo a hacer ese mismo papel y esconderlo detrás de una capa. Pero hay un tema constante en la peli, que es el ácido resentimiento ante el éxito de Boris Karloff:




Veamos: Rivalidad profesional sí había, y ¿cómo no? Lugosi y Karloff protagonizaron películas en la gloria de sus carreras donde Lugosi era el bueno y tenía más tiempo en pantalla (The Black Cat), pero Karloff tuvo top billing, el puesto de estrella, tendencia que se mantendría y sobre la que al menos Boris Karloff habló en público. No hay registro histórico de que alguno de los dos haya tenido ese odio personal que muestra Burton en su película cincuentera, y no se sabe de jugarretas maliciosas entre los dos—como sí ocurrió entre Arnold y Stallone en los 80’ donde Arnold, siendo peor actor que el creador de Rocky, tenía mucho más tino para elegir proyectos y se aprovechaba de las inseguridades de su rival.

 

Para entender bien la dinámica entre estos dos héroes del miedo, hay que entender de dónde venía cada uno, que explica en buena parte a sus carreras.

 

Los dos eran actores de teatro, ¿vale? Pero mientras Boris Karloff, nacido William Henry Pratt, venía de Londres y tenía una extensa carrera sobre las tablas antes de irse a los Estados Unidos y probar con el cine, Lugosi, nombre artístico de Blaskó Béla Ferenc Dezső, era húngaro, país que bien pudo ser Marte en términos de comprensión o accesibilidad hollywoodense. Lugosi empieza casi de niño en la actuación, llega a rango de teniente en la Gran Guerra(!) y huye a occidente como tanta gente de bien le corrió al comunismo a lo que la revolución soviética se expandió a su país natal.

 

Entonces ya aquí puedes ir viendo los retos que tendría cada uno, y sus ventajas, porque el trayecto de Karloff en el cine de los años 20’ era típico de cualquier actor chambeando en el cine mudo, pero Lugosi llega a Nueva Orleáns sin siquiera saber inglés y cuando empieza a actuar en las tablas americanas, le pedía a sus compañeros que le leyeran sus líneas, que él se memorizaba fonéticamente.

 

Un puto capo, gente.

 

Paralelo a esto, Hollywood se volvía una gran industria y la Universal uno de sus más importantes estudios, ya con estrellas y directores claves, dos de los cuales eran el director Tod Browining y “El Hombre de las Mil Caras”, Lon Chaney, considerado hoy el primer actor real del horror. Insuperable en el cine mudo, Chaney era también un maestro del maquillaje, que hacía él mismo, y elegía papeles donde el aspecto físico o la desfiguración eran elementos clave, con resultados francamente espectaculares—en The Penalty no tiene piernas, en El Jorobado de Notre Dame está jorobado de verdad y en El Fantasma de la Ópera luce un rostro icónico donde el actor está irreconocible. Hay una película de Lon Chaney, justamente dirigida por Tod Browning, London After Midnight, que está perdida hoy, no existe una copia completa de la película tal y como salió al cine, y ese maquillaje sigue siendo una de las imágenes claves del cine de espantos donde mucha gente lo ha visto y celebrado, sin saber quién es el actor y qué película es.

 

Es una pena, pues, que Chaney muriera tan joven, y una irónica crueldad que cuando el cine con sonido arranca de verdad, la estrella perfecta del cine mudo fallece por una infección en la garganta, año 1930, cuando Universal lo tenía marcado para protagonizar en Drácula.

 

Vaya usted a saber cómo habría sido el vampiro de Chaney y por esa aciaga ausencia es que Lugosi obtiene el famoso papel. Resulta incomprensible que Bela Lugosi no era la primera elección para el personaje, sobre todo porque ya tenía tiempo interpretándolo en el teatro con mucho éxito (y en Broadway, no less), pero es que no hay una gente más pajúa en este mundo que un ejecutivo de Hollywood, y cuando escucharon en el estudio al acento trancao’ del actor, que habría calzado perfecto con un personaje que también es húngaro, dijeron “Ay, no sé qué dice, la gente no lo va a entender”.

 

Estaban, por supuesto, equivocados. Lugosi obtiene el papel tras cierta lucha, Drácula de Tod Browning estrena en 1931 y de inmediato le roba el corazón al público, un performance único en su generación. Lugosi triunfa porque, pues, es un carajo con un carisma en pantalla tremendísimo y cada vez que no está en escena, estás esperando que vuelva a aparecer. Échale un ojo a Island of Lost Souls y a White Zombie. El efecto Lugosi no fue una casualidad.

 

Pero ese indiscutible reinado duró poco y hay varias versiones de qué fue lo que pasó; el cuento más famoso dice que Lugosi rechazó el papel del monstruo en Frankenstein porque era un rol con ocho kilos de maquillaje encima que además carecía de parlamentos, era puro gruñido y expresión corporal. Si eso es cierto, reflejaría algo que es verdad en la carrera de Lugosi, que es la torpeza a la hora de elegir papeles. Yo he leído otra versión que dice que Lugosi en realidad no era considerado una opción y que James Whale tan pronto vio a Karloff, dijo que esa era la fisicalidad que quería darle al monstruo. Punto final. Boris Karloff había hecho 81 películas ya para ese momento, con sus picos y valles, pero lo que logró con la interpretación de la criatura reventó en la cultura popular y aquí estamos. Frankenstein salió también en 1931 y arrancó la competencia.

 

La torpeza de Lugosi para elegir papeles estoy seguro que se debe a muchas cosas; sí, ya mencioné dos buenos personajes suyos, pero en Island of the Lost Souls es un papel secundario que aparecerá diez minutos en total. El rol del brujo Murder Legendre en White Zombie es mucho más sustancioso pero era una película independiente con pobre distribución. Este era un pana que venía de la Europa pobre, sin contactos en la industria y muchas veces sin entender los referentes culturales. No era el caso de Karloff. Cuenta la leyenda que en los años 20’, estaba un joven Boris Karloff en una parada de autobús esperando bajo la lluvia y pasa nada más y nada menos que el fabuloso Lon Chaney, que le da el aventón a casa y un consejo: “En esta industria, chamo, consigue algo diferente qué hacer que te separe de lo que están haciendo todos los demás, y cuando consigas ese algo, hazlo bien.”

 

Boris se lo tomó a pecho y abrazó ese estrellato mórbido con sendos papeles en The Old Dark House, The Mask of Fu Manchu (ahí recibió el protagónico) y The Mummy, haciendo de la famosa momia Imhotep en un rol que si bien es menos fascinante que Drácula y el monstruo, sí tiene rango histriónico, líneas y emotividad—The Mummy es más un romance sobrenatural que una peli típica de monstruos.

 

Y por supuesto, Karloff reinterpretaría a la criatura de Henry Frankenstein en la legendaria The Bride of Frankenstein, donde resulta que el monstruo tiene pensamientos elocuentes y habla, así como en el libro. De todas esas películas de monstruos de la Universal, Bride puede ser la mejor. Y Karloff le sacó el jugo.

 

De manera que no sorprende, pues, que esa dinámica se haya generado entre los dos europeos. La primera colaboración entre los dos sucede, si no me equivoco, en The Black Cat, y la más gloriosa está en Son of Frankenstein, que tiene a Karloff por última vez en el papel del monstruo y a Bela haciendo del maligno jorobado Ygor, un peliculón de horror y aventura donde quien sale ganando somos nosotros, la audiencia.

 

Pero ya en esa peli de 1939 se empieza a ver algo que Karloff sabría surfear pero que para Lugosi fue un castigo: los Estudios Universal tuvieron problemas económicos y cambiaron de dueños, una gente que no tenía qué ver con el buen Carl Laemmle, mecenas del cine de monstruos. El testa di cazzo supremo en este caso era J. Cheever Cowdin, un carajo que si no me falla la memoria, and I’m recalling all of this from stuff I’ve read over the years, era un businessman y acreedor de Laemmle, un tipo que no tenía sensibilidades artísticas particulares y que veía a esto como un tema de hacer plata. En su infinita sabiduría, el cine de monstruos era causa de los problemas económicos de la Universal. Se acabó.

 

A Lugosi le tocaría luchar para ganarse algún papel con buen sueldo que además le ayudara a financiar una adicción a la morfina que ya se estaba incubando en los años 30’, a causa de heridas que sufrió en la guerra. Son of Frankenstein le ayudó, pero sería un caso aislado; Bela terminaría aceptando el papel que le ofrecieran, haciendo incluso del monstruo de Frankenstein y luego de vampiro envejecido aquí y allá.

 

Llega a los años 50’ como una muy golpeada vieja gloria, al punto que un perrocalentero del cine como Ed Wood lo pudo firmar para sus producciones, mientras que Karloff era un actor todavía en ejercicio—en 1963 saldría en The Terror junto a un joven Jack Nicholson y ese mismo año estuvo en la italiana Black Sabbath, del legendario Mario Bava.

 

Hablando de Lugosi y esa rivalidad, el inglés llegó a decir que “mira, cuando empezamos a trabajar juntos, yo siento que él me tenía mucha desconfianza porque era como que él creía que yo venía a robarle cámara y a dejarlo sin trabajo. Cuando se dio cuenta de que yo estaba era para colaborar con él y para dejarlo hacer su papel con tranquilidad, nos llevamos mucho mejor”.

 

Habría que viajar al pasado para preguntarle al Lugosi de 1950 cuál era su opinión (dudosamente personal, porque a fin de cuentas nada fue culpa de Boris). Lo que se evidencia es que para triunfar en el arte y en el cine hace falta mucho más que talento y que si bien Lugosi se habría encantado con el estatus legendario que tiene hoy, es una pena que ese estatus le llegó unos 15 años después de morir, lo habría disfrutado mucho más estando vivo.

 

¿El rey de los monstruos? Karloff era mejor profesional y era mucho más estable.

 

Pero mi voto es para el buen Bela.