Hey. He pasado mucho tiempo sin publicar porque, pues, he estado ocupado. ¿Recuerdan cuando les dije que iba a estar dedicado a una plataforma distinta para mostrar mi trabajo? Bueno, he estado en eso y en la redacción de una pieza larga de ficción que, por supuesto, no he mostrado porque no está terminada. También, he estado pensado cambiar el blog, mudarme a otro hosting y hacerlo una cosa más minimalista. Probablemente estoy hablando con mucha gente de otros países y oyendo mucha radio gringa, que me meten estas ideas en la cabeza.
Supongo que el tema de mi ausencia "in the scene" está en contraste con un fenómeno que he notado que ocurre con los escritores nacionales: Aunque escriben ficción, están siempre muy enfocados en lo que está pasando en el país, lo comentan, lo suben a blogs o a revistas de internet y así se mantienen activos, se mantienen a la vista de la audiencia. Sería injusto decir que todos lo hacen por ese motivo, seguramente está el que lo hace porque le gusta tanto escribir, que escribe del tema también y, ya que está escrito, ¿por qué no mostrarlo? Fair enough, no hay rollo. Yo, personalmente, no me enfoco en escribir largos textos al respecto porque, por un lado, tengo una cuenta de twitter donde aprovecho para emitir mis opiniones. Por otro, vamos. Me gusta escribir de género, de fantasía, de terror y si tengo algo que decir sobre la realidad que me envuelve, lo más probable es que use ese medio para transmitirlo.
Pero ya que estamos en el tema, aprovecharé para desahogarme. Porque el 2013 ha sido el año más disparatado de nuestra historia.
Héctor Torres ya escribió un excelente artículo detallando sólo al mes de enero que, si no has leído, échale un ojo, yo espero. Ahora que estamos entrando a Julio, creo que hemos visto, inequívocamente, lo tóxica que se ha vuelto la sociedad venezolana. Sí, antes vivíamos estresados en la calle, con la hostilidad de nuestras Calcutas tropicales, pero de un tiempo para acá, la cosa se ha ido derramando sobre nuestras vidas, siguiéndonos a la casa. Dicho de otro modo, antes teníamos el problema de la inseguridad y tú asumías que cuando estabas en tu casa, estabas a salvo, pero ahora tenemos también la profunda crisis económica. Después de una devaluación expresa (y una tácita), el valor de las cosas no se ha duplicado, sino se ha triplicado en el mejor de los casos. Un frasco de Nutella costaba 70 lucas en diciembre. Hoy, cuesta 650 bolos.
Y como las cosas están afectando a nuestro estilo de vida de un modo más directo, temas que no eran políticos (que no estaban abiertas a debate), ahora están politizados. En la "Cuarta República", todos estábamos de acuerdo en puntos fundamentales: los políticos son unos idiotas, la Radio Rochela es genial y la escasez es mala. Si yo no tengo comida en mi casa y no puedo comprar papel higiénico en el supermercado, hey, alguien no está haciendo su trabajo. La gente en el gobierno, cuyo principal rol consiste en mejorar mi calidad de vida, está como que fracasando. Ahora, en el gobierno de Nicolás Maduro, tenemos a dos corrientes de pensamiento: 1) Los que dicen que ir a comprar pollo y no conseguir, es una de las cosas más tercermundistas a las que se puede someter a un pueblo y 2) Los que dicen que las cosas no se consiguen porque hay un golpe económico y los patrones de las empresas quieren aprovecharse de la gente.
Tengo a un conocido. El tipo es full-on chavista, de los que hablan de Chávez en sus redes sociales y le compone canciones y tal. Hace un tiempo publicó un estado en Facebook quejándose de que todo estaba caro (y detalló, "Los alquileres, los carros, la comida") y lo culminó con "Todos esos explotadores quieren abusar". O sea que él sabe que hubo un control cambiario, sabe que Venezuela importa la mayor parte de lo que consume, sabe que el acceso a las divisas está restringido y, sin embargo, no logra hacer la conexión entre ello y la administración de la hacienda pública. Para este tipo, es mucho más fácil creer que todos los comerciantes de Venezuela se han confabulado en una gran conspiración para que él no tenga billete, que creer que el gobierno nacional es inepto, lo ha sido desde hace mucho tiempo y son responsables directos del entorno en el que vive.
Y ese es el problema fundamental: los chavistas creen fervorosamente en quienes los pisa y los opositores no creen en quienes luchan por una senda distinta.
Consideremos esto: Nicolás Maduro ganó las elecciones en circunstancias particularmente dudosas. Una brecha muy cerrada, sale diciendo después de los resultados que estaba de acuerdo con una auditoría para cambiar al día siguiente la seña. Se le juramenta antes de tiempo por un Consejo Nacional Electoral criticado por los observadores internacionales (igual que al Tribunal Supremo de Justicia, tras haber verificado numerosas irregularidades que afectan la transparencia del proceso). Henrique Capriles, líder de la oposición, denuncia las irregularidades y, en vez de llamar a la calle, pide a sus seguidores que "toquen cacerolas con arrechera". Maduro le da la vuelta al discurso y dice que Capriles llamó a la gente a "salir a la calle con arrechera". Indiferentes a la crítica internacional (y a cualquier sentimiento de decencia), el gobierno de los rojos sigue, porque sí. Los chavistas, que criticaban a George W. Bush por haber obtenido la presidencia en circunstancias disputadas, dicen que "MADURO GANÓ Y LISTO". ¿Alguien tendría la bondad de explicarme esa disonancia cognitiva?
En la Asamblea Nacional, los diputados de la bancada opositora deciden no reconocer los resultados de las elecciones. El presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello, les dice que si no lo reconocen, no tendrán derecho de palabra. La discusión se convierte en los juicios de Salem: Diosdado, en su papel de cazador de brujas, le pregunta a los infieles si creen o no -algo por demás apropiado, porque de eso se trata el chavismo: la fe. Y la fe consiste en suspender tu pensamiento crítico y aceptar lo que se te dice como verdad.
El clima en el parlamento se deteriora tan rápido que llega a la violencia y a dos diputados les parten la cara y a una diputada la agreden y la tiran contra el suelo. Por esto, nadie va preso. Al tiempo, salen grabaciones del principal propagandista del gobierno, reconociendo la profunda corrupción que se nutre en el seno del chavismo y, aunque el chivato, Mario Silva, pierde sus privilegios, nadie va a la cárcel, ninguna acusación formal se eleva y, en fin, la justicia no fluye (parece que los chavistas trataron al tema como "Sí, sabíamos que el tipo era escoria, pero era nuestra escoria").
Partidarios del gobierno compran al canal abanderado de la oposición, Globovisión, y los despidos ocurren casi de inmediato. Los medios de comunicación que están en manos privadas, se autocensuran (como Venevisión), en pro de la supervivencia. Antes de esto, una actriz anti-gobierno sufre un ataque durante una presentación teatral cuando lanzan una bomba lacrimógena en el recinto. Recientemente, partidarios del gobierno vandalizaron a la Universidad Central de Venezuela, que se ha ido a protestas porque el gobierno considera que es más importante subirle los sueldos a los militares, que a los profesores.
Y, como dije antes, no hay papel de baño.
Viéndolo todo, ¿qué más tiene que ocurrir para que un chavista se quite la camisa roja y diga "Es que me da demasiada vergüenza apoyar a esta gente"?
Los ciudadanos opositores no son, lamentablemente, mejores.
Si has estado leyendo con atención, puede que hayas notado que la lucha de los líderes de oposición ha sido pacífica. Ha sido siempre apelando a los canales democráticos. Y, ante un gobierno sin legitimidad de orígen y con vaga legitimidad de ejercicio, ¿Cómo haces para llevar la lucha sin que se derrame sangre? Entonces lo que quieren, es que Capriles llame a la gente a la calle. ¿Quién está dispuesto a asumir la responsabilidad de lo que pueda ocurrir? En los días inmediatos a las elecciones presidenciales, Nicolás Maduro dijo que lo que quería Capriles (a quien, afectivamente, llama "El Caprichito", porque, sabes, hacer valer la carta democrática es lo más caprichoso ever) era desatar la violencia. Pero, oh, snap, Capriles no llamó a la calle. Capriles no pisó ese peine y no se prestó para la violencia. Y no obstante, tenemos a gente de oposición diciendo "¡Es que hay que salir a agarrarnos a carajazos!"
Hijo, crece.
¿Quién va a poner la sangre para que se nutra la libertad? ¿Quiénes van tomar las armas y asumir una resistencia armada? Dicho de otra forma, ¿Tú estás dispuesto a abandonar tu teléfono android, tu Playstation 3 y tus fines de semana de marihuana con tus amiguitos para coger un rifle -con el que no tienes ningún entrenamiento- y lanzarte a la guerrilla hasta que te maten, o caiga el gobierno? Es una de las cosas que el periodista Vladimir Villegas estaba diciendo, "Hay que tener cuidado con cómo se ejerce la oposición (desde el liderazgo), porque si tú renuncias a los métodos democráticos, entonces la lucha toma otro contexto". ¿Quién está dispuesto a asumir esos sacrificios?
Y está el verbo que más me molesta de todos: "Hey, Capriles, hippie pendejo: Te dejaste joder".
Esa actitud demuestra, en mi opinión, la crasa, profunda, supina ignorancia que también existe del lado de los opositores. Déjame explicarte: Si tú votaste por Capriles y la gente en el poder le robó las elecciones, se robaron también tu voto. Por eso se llama "Democracia Representativa", porque el líder que tú eliges representa tu voz, tu voluntad. ¿Dónde queda la responsabilidad personal? Es muy cómodo echarse en el sillón y decir "Ese carajo sí es perdedor, mira cómo se dejó joder" y esperar que Capriles (u otro dirigente opositor) ponga el pecho por ti y vaya preso por ti. Hay mucha, muchísima gente en la oposición que piensa que Capriles "es un politicazo" solamente cuando levanta la esperanza, pero es "un pendejo comeflor" cuando insiste en sus métodos de lucha pacífica y democrática. ¿No ves que tenemos a diputados llevando coñazos en la Asamblea por ti, lidiando con gente con la que tú no quieres lidiar, para que les quites tu apoyo porque "Ay, qué ladilla es la democracia"?
Huelga decir los paralíticos mentales que no quieren que Capriles sea presidente porque "ay, no, es homosexual". Porque no hay otra cosa que simbolize mejor el pensamiento progresista que la discriminación.
Sólo miren este tweet. Una observación (que no pasa de ser eso, una opinión) se volvió una excusa para que la gente de oposición diga "MÁS SALVAJE SERÁS TÚ, MIJO". El perfecto ejemplo del idiota que mira al dedo y no a lo que señala.
Es descorazonador. La versión tl;dr (la versión express): El tercermundismo se lleva dentro del cerebro y aqueja a chavistas y opositores -a unos más que a otros, pero a todos en fin. ¿Cuál es la solución? Cuando surja, estaré encantando de publicarla.
Adieu.