Anoche, en todo este tema del funeral a Hugo Chávez, vi a Rosinés, la hija menor del ex-presidente.
Estaba junto al ataúd, entre sus hermanos. Reservada. Si bien los hermanos estaban dolidos, pero estóicos, Rosinés fue la que lloró. Se tomó los últimos segundos de esa pública intimidad para secarse las lágrimas.
Y eso me hizo pensar.
La primera vez que yo la vi, era una criatura. Bueno, lo éramos los dos, sólo que yo era varios años mayor. Era la campaña para aprobar la constituyente (es posible que me equivoque y haya sido la campaña contra Arias Cárdenas, pero fue en esa época). Una propaganda donde salía el presidente con su esposa, Marisabel de Chávez, y su hija. Me acuerdo aún de la canción: "Vamos a votar, vamor a votar, el 10 (¿6? ¿3?) de Diciembre, por el comandante que respeta al pueblo, ese es Hugo Chávez, ese es Hugo Chávez, un buen presidente..." La familia Chávez transmitía un mensaje conservador, tan habitual en la política: el candidato con su amorosa familia.
El tiempo pasó y las cosas cambiaron. Hugo y Marisabel se separaron y la ex-esposa se llevó a su muchacha a su nativo estado Lara. El presidente no tuvo otra amante que se supiera, dedicándose por completo a la política. Le vinieron tiempos difíciles: paros nacionales, un sangriento golpe de estado, radicalismo progresivo en su propia personalidad. La ex-mujer y la hija no tenían demasiado espacio en todo aquello, así que siguieron viviendo su vida, alejadas de la esfera interna del presidente.
Todos sabemos cómo es la gente en este país, de bando y bando. Escuché sopotocientas veces a la gente metiéndose con la hija del presidente, que ya no era una bebé, sino una mujercita. "Ahí está la bastardita, la zafia esa, mira la chusmita, debe estar disfrutando todos los reales que se han robado".
Pana, hasta ahí.
Me tomé el momento de explicar, "¿Cuántas veces has visto tú a esa niña con Chávez? Es probable que ella ni lo vea, que tenga tiempo sin hablar con él". Y es que así es la mayor parte de los hombres venezolanos: hacen al muchacho y se van, que lo críe la madre. Al igual que Rosinés, yo crecí sin un padre. Y es duro. ¿Que odies al tipo? Cool, es tu derecho, pero no creo que el odio de haga extensivo a los hijos. Me figuré que la niña sería inocente de todo lo que estaba ocurriendo. Ingenuidad, es la palabra clave.
Luego, vi las famosas fotos que están rondando por ahí.
De manera que sí, ingenuidad. Mía.
No voy a atacar a Rosinés en este post, porque está fuera de orden, en especial en un momento como este (a lo mejor en otro momento les explico lo que es el "peculado de uso"). Sí, crecimos en circunstancias dramáticamente distintas. Cuando ella contaba con guardaespaldas, yo tenía que elegir bien mis palabras al tener un cuchillo en la garganta y tres carajitos malditos diciéndome que ellos no me estaban robando, me estaban "pidiendo" las cosas. Ella viajaba por el mundo, en mi casa recogíamos el dinero con esfuerzo y sacrificio para poder viajar (mención especial para los dólares limitados y tarjetas que se bloquean cuando estás en el exterior, sin que cadivi te de explicación). Ella se entrevistó con sus ídolos, yo tuve el chance de ver a Trent Reznor en primera fila y hasta ahí.
Los beneficios que ella tiene, no creo que se acaben, ahora que su padre ha fallecido. No creo que se reduzcan ni a la mitad. La sombra de El Comandante la arropará el resto de su vida y a dónde quiera que vaya, le harán preguntas sobre la figura histórica venezolana. Nicolás Maduro le tendrá tratamiento preferencial (porque Nicolás es muy, pero muy capaz de ganar las venideras elecciones, más capáz que la oposición, tal y como están las cosas hoy). A lo mejor, se aleja del escenario público (todo lo que le sea posible, por lo menos), a lo mejor imita a Keiko Fujimori y se lanza como candidata presidencial. El mundo seguirá girando y a lo mejor ella se esmera por comprender el zeitgeist vigente cuando su padre gobernó a nuestra nación. A lo mejor, no.
Lo que sí, es que vivirá para siempre con el desprecio de un sector de la población, que la odiará por los genes que tiene. Otro sector, pondrá en ella sus esperanzas, por los mismos motivos. Y el temor que tenemos todos los librepensantes, ciudadanos y politólogos de cafetín de expresar lo que pensamos, nunca correrá del mismo modo por su corazón, sabiéndose la hija del que fue (y quizá siga siendo) el hombre más poderoso del país.
Creo que lo que estoy queriendo decir es que, como diría
Orwell, en la Venezuela de la Quinta República, todos somos iguales,
pero algunos somos más iguales que otros.
La función debe continuar, Hugo Chávez dixit.