lunes, 28 de agosto de 2023

Un Evil Dead mejor que la nueva Evil Dead que estuvo bien pero este es mejor: Deadstream


Una de las prácticas que tenemos aquí en la casa es ponerle el ojo a lo que esté en la palestra en cuanto a cine de terror, pero sin ver tráiler ni reseñas ni nada de nada, sólo el nombre de la peli y si acaso el afiche.

 

Con eso, nos hemos llevado bastantes culazos que no sé si alguna vez comente en este blog porqué dígame usted, ¿qué se puede escribir sobre Skinamarink? Una película con 15 minutos interesantes y 75 de creepypastas y boludeces que se ven en TikToks “de miedo”. Siendo fan acérrimo del euro y particularmente del horror italiano, me llevo muy bien con películas que parecen poemas donde lo principal es lo estético, pero al menos Lucio Fulci rodaba con un libreto. Que se lo supiera explicar a sus actores es otra cosa, pero tenía a un señor llamado Dardano Sacchetti que salía al final como “libretista”. Skinamarink prácticamente no tiene trama y, por ende, hay muy poca película. De lo peor que he visto.

 

Nos pasó también con Speak no Evil, que estaba recomendadísima por algunas voces en las que generalmente no confío y mardición que debí guiarme por mi instinto. Yo me imagino que hay gringos (y daneses) a los que eso les da miedo, pero acá estuvimos los 90 minutos gritándole a la pantalla, a ver si los personajes usaban la cabeza. Un latino jamás caería en lo que le pasó a esa gente porque a la primera de cambio asumiríamos lo peor—quizá por esto mismo es que no hay latinos en una docena de Viernes 13, sabemos que si un bosque está maldito, allá tú si vas al Crystal Lake a fumar mota y a que te enchurre El Cucui.

 

A Dreadstream también le entramos a ciegas, y esta es una peli que te captura desde que arranca. La historia versa sobre un pelmazo de esos que florecen únicamente en algunas esquinas de internet; en los años 90’ teníamos programas de Laura Bozzo y Jerry Springer para mostrarnos la letrina de la humanidad, y hoy en día tenemos a influencers y YouTubers de diversa índole, gente que hace jueguitos y bromas queriendo llamar la atención. Shawn Ruddy era de los más populares, hasta que una desgracia ocurrió y lo cancelaron. El pana hizo su mea culpa obligatorio, pero no fue suficiente así que para Halloween tiene un plan con el que revivir su “carrera” y audiencia:

 

Shawn va a pasar una noche entera en una casa embrujada, grabando todo sin escapatoria posible, y con la regla de que si ve algo raro, tiene que investigar.

 

La peli no es una grabación descubierta tipo Bruja de Blair o Paranormal Activity; acá todo transcurre tal cual como un livestream en Twitch, incluyendo comentarios de la audiencia y Shawn hablándole a la cámara y dejando registro de todo en primera y tercera persona. El truquito está bien logrado desde todo punto de vista, porque lo que hace parece real y la misma personalidad del tipo se la has visto a un gentío en YouTube.

 

Hay gente que por un like, es capaz de venderle la mamá a unos traficantes de órganos.

 

Egocéntrico, ridículo, attention whore y moralmente indigente, Shawn es arquetípico y si estás esperando que el tipo entre a la casa y consiga espantos de verdad, pues sí, es una trama que no luce demasiado original—hay un capítulo de Cuentos de la Cripta, segunda temporada, si no me equivoco, donde a Morton Downey Jr. le pasa exactamente lo mismo.

 

Pero lo que diferencia a Deadstream de, digamos, 1408 (el excelente cuento de Stephen King), es que, aparte del formato, acá manejan la comedia maravillosamente. La peli pareciera cabalgar a medio camino entre la primera Evil Dead y la segunda, y por eso elegí el poster de la peli que tiene este post, porque a veces pareciera un homenaje a la cabañita diabólica de Sam Raimi. Esto lo digo en el mejor de los sentidos, porque ni lo sobrenatural es un fusil ni Shawn es una copia de Ash; es más bien un personaje con un arco bien definido que brilla gracias al excelente performance de su intérprete (y co-director de la cinta), Joseph Winter.

 

Lo otro es que esta es una comedia terrorífica que funciona porque el libreto de verdad da risa. Escrito por Joseph y su esposa y co-directora Vanessa, acá hay extensísimas referencias a la cultura de internet y al cine de terror; de hecho, esta es una película que solamente funciona por cómo nosotros conocemos a las redes sociales y a los memes. Es un elemento fundamental de la trama y hay un comentario ahí sobre quiénes y por qué gravitan a estos espectáculos de llamar la atención a toda costa, pero el subtexto solamente funciona si no se entromete con la diversión, y los Winter lo saben. Acá vinimos a asustarnos y reírnos, los regaños y el sermoneo guárdalos para después.

 

Estamos en presencia, pues, de un clásico instantáneo en esta excelente era que está viviendo el cine de miedo. No sé con cuánto habrán rodado la peli, pero no creo que haya sido mucho dinero a juzgar por la locación, el diminuto elenco y algunos momentos que se ven demasiado baratos, pero como es una película sin pretensiones, que sabe exactamente qué es, la vaina fluye.

 

Deja de picarle una torta y darle besitos en las patas a una estafa como Skinamarink. Aquí está una peli que usa a la internet como debe ser, tan bien llevada que te lamentas que sea una obra de ficción. Deadstream es de lo que hablamos cuando hablamos de comedia de horror.


domingo, 19 de marzo de 2023

Steven Seagal No Siempre Fue Un Gordo Repulsivo: Out for Justice

Imagínate la vergüenza de ver alguna de esas tempranas películas de Steven Seagal y pensar “Oye, pero él es diferente porque él de verdad fue un comando de operaciones especiales”.

 

Si no sabes de quién estamos hablando, te invito a que releas esa última oración y ahora googlees “Steven Seagal”. Ve una foto del tipo.

 

Pero ahí estuvimos durante muchos años, incluso después de aquellas abominaciones pro-naturaleza donde Steven decidió que iba a usar sus poderes para el bien porque ahora era mitad indio, cosa que chocaba con su trasfondo establecido—el elemento más notable de esas primeras cinco películas que este man hizo es que, a diferencia de Arnold y Van Damme, que hacían personajes, Seagal juraba y perjuraba que estaba haciendo de sí mismo. El tipo llegó a la esfera pública mundial como un héroe ya formado y la promoción de su primera cinta, Above the Law, que llegó a nuestras tierras bajo el título de Nico (1988), tenía al propio protagonista diciendo que esto era mucho más que una película de acción y un drama policial; esto era una película autobiográfica donde tú tenías que afinar bien el ojo para separar qué era verdad y qué era ficción.

 

Si no te acuerdas de la trama de Above the Law, no pasa nada, ni el propio Seagal se acuerda—aunque yo sí, que el Señor se apiade de mi alma. Era la historia de un policía de Chicago llamado Nico Toscani que fue soldado de operaciones especiales en Vietnam y que le dio la espalda a su pelotón cuando descubrió que los carajos estaban traficando heroína. Nico tiene un pasado misterioso en Asia, donde aprendió el arte milenario del aikido, y tiene raíces tan italianas que parte de su familia está en la mafia.

 

Este personaje, palabras más, palabras menos, será el mismo que Seagal hará el resto de su carrera, y es ciertamente el personaje que nos presenta en el esfuerzo de 1991, Out For Justice.

 

Ahora la cosa es en Nueva York y vas a jalarte 90 minutos de Steven imitando a un acento de Brooklyn. Para que tengas una noción sobre el tipo de persona de la que estamos hablando, la co-estrella de Steven aquí es nuestro querido William Forsythe, un verdadero nativo de Brooklyn a quien Seagal tuvo el atrevimiento de decirle “tienes que practicar tu acento, no suena legítimo”.

 

El personaje en cuestión ya no se llama Nico Toscani, sino Gino Felino, that’s his real fucking name, y también tiene un pasado misterioso en Asia y es mitad italiano y tiene familia en la mafia. Un elemento que separa a las películas de Seagal de las de sus colegas es el siempre presente aspecto político; acá, hablamos de un rollo de corrupción institucional, otra vez, y el mismo Gino camina la delgada línea entre ser un buen policía y ser un malandro con placa suelto furioso en la ciudad, porque su mejor amigo y compañero, Bobby Lupo, ha sido asesinado por Richie Madano, un maniático mafioso local adicto a las drogas, tan fuera de control que el resto de los mafiosos lo están cazando para darle matarile.

 

Gino debe encontrar a Richie antes que la policía y antes que la mafia para darle una lección sobre fraternidad italiana.

 

Por si acaso: Steven Seagal nació en Michigan y no tiene una gota de sangre italiana. Tampoco japonesa, aunque pasó años diciendo que era prácticamente asiático después de vivir por años en Japón. Tampoco es mitad indio, ni mitad negro, ni conoció a Bruce Lee, ni fue policía de Louisiana, ni ninguna de las reboludeces que le dio por inventar con los años. Paciencia.

 

Todo acá está sucediendo porque, en su montaña rusa de locura y adicción a la piedra, Richie inventó un maravilloso plan reuniendo a varios Pedro Locura como él, a quienes mostró una bóveda llena de billetes y les dijo “Amistades, la misión de ustedes es protegerme el día de hoy. Si llego vivo a mañana, toda esta plata es vuestra”, lo que personalmente me haría cuestionarme la vida, si este es el tipo de gente con la que ando. A ver, Richie, ¿todo este dinero sería para mí, y me lo pagas en el momento o a plazos? ¿Qué pasa si yo me agarro a tiros con la policía y los demás se quedan mirando solamente, no debería tocarme más? ¿Tú me puedes poner esa promesa por escrito, en caso de que se te olvide en la mañana, considerando lo de la piedra? ¿Y ya va, qué tanto estás pensando hacer, que el reto para nosotros es mantenerte vivo por 24 horas?

 

Preguntas necesarias que ninguno de estos pelmazos se hace. Pero equis. Vivimos en un mundo donde hay gente que gasta $500 comprando un NFT; por supuesto que existe gente que al oír esa propuesta va a decir “yo soy el tipo, claro que sí”.

 

Y gracias a dios, porque ese aspecto de la trama es lo que impulsa y mantiene viva a la película. William Forsythe hace buenísimo esos papeles de maniáticos frenéticos y acá se roba no sólo todas las escenas en las que sale, sino la película en sí, a tal punto que Seagal terminó cortándole tiempo en pantalla. Porque Gino, en comparación, es literalmente un bully narciso atorrante y chocante (recuerda, Seagal está haciendo de él mismo). Ahora, no sé si esto fue a propósito, pero hay una relación comparativa interesante entre Richie y Gino, porque nuestro héroe se va a pasar todo el metraje partiéndole la crisma a la gente, y rompiendo la ley, y poniendo a Brooklyn patas pa’ arriba en su gesta de venganza, que es exactamente lo mismo que está haciendo Richie Madano al otro lado del cuadrilátero. Sí, la locura de Richie tiene un por qué, lo que pasa es que está ayudado también por toda la droga, que no para de fumarse. El “héroe” no tiene esa excusa.

 

La fanfarronería cretina de Gino está en perfecto despliegue durante la famosa escena del bar, que es la causa de por qué tienes que ver esta película y por qué esa primera pentalogía que grabó Seagal es tan entretenida. Gino llega a un bar propiedad del hermano de Richie, Vinnie (un buen Anthony DeSando fresquito de New Jack City), y se entrega a carajear a todos los presentes. A la única mujer la llama “mujerzuela”, echa unos tiros al aire y le da un poco de coñazos a todo el que esté mal parado. Uno de los presentes dice no una, sino tres veces que toda esa patanería se debe a que Gino tiene una pistola y una placa colgándole del pescuezo, a lo que Gino dice que muy bien, me quito la placa y a la pistola le saco las balas.

 

Empieza una coñaza gloriosa, donde Gino pone una bola de billar dentro de un pañuelo y le saca los dientes a la gente, les parte la jeta y los impulsa a llevar una vida cristiana. Uno de estos gamberros es Dan Inosanto, una de las pocas personas autorizadas por el propio Bruce Lee para instruir el arte marcial del Jeet Kune Do, y que acá hace unos trucos bien chéveres con unos palos de billar y tal. Igual se lleva sus madrazos porque Seagal nunca pierde.

 

Lo de la pelea en el bar es una cosa muy seagalística, es algo que a él como que le encanta y es un elemento frecuente en sus películas; lo otro que es bien característico es el sadismo. Gino no sólo despacha a sus rivales sino que juega con ellos, primero. Nadie se imaginaría, viendo esto, que años después Seagal subiría dramáticamente de peso y se pondría una alfombra en la cabeza para que la gente piense que tiene pelo (y negrito). Hace poco se reunió con Maduro, el presidente de Venezuela, y le entregó una espada a nombre del gobierno de Rusia, porque Steven Seagal es en la vida real los carajos a los que les da coñazo en sus películas. Imagínate aquella reunión. Uno es un gordo inepto e insoportable a quien la gente tolera porque tiene dinero, y el otro es… oh, wow.

 

Total que en la batalla final Seagal le arranca la pata a un man de un escopetazo y le da una patada en el pecho a otro carajo tan fuerte que lo mata. A Richie le da una zaparapanda que han pasado cinco segundos de pelea y ya Richie parece un Cristo, y por cierto que Steven realmente le partió unos dientes a William Forsythe en el rodaje de esa escena porque, encima de todo, Seagal es infame en el mundillo por pegarle de verdad a sus co-estrellas y a los dobles.

 

Muy a pesar de todo, Out For Justice es una película que tienes que ver. Esos cinco filmes que Steven Seagal hizo desde 1988 hasta cerrar en 1992 con Under Siege, son dignísimas películas de acción donde el protagonista estaba en la mejor forma física de su vida, tenía todavía carisma en pantalla, y estaba balanceado por un muy buen elenco de reparto—en Under Siege está con Gary Busey Y con Tommy Lee Jones. Son películas de acción típicas de su época, pero también cuentan con elementos que no ves en las aventuras de otros héroes, y las peleas son originales y vistosas. Mi favorita de Seagal es Marked for Death (1990, tiene todos los elementos del basurómetro que calientan mi reseco corazón), pero la mejor, francamente, es Out For Justice, un cuento de corrupción, mafiosos, violencia y amor a los perritos que vale cada dólar que hizo en taquilla, en una época donde nos creíamos las patrañas del Seagal.

miércoles, 28 de diciembre de 2022

Feliz Navidad, Muchachos: Silent Night, Deadly Night


Estaba viendo el otro día al poster de esta película de terror navideña sobre el Grinch que iba a salir, o quizá ya salió, y eso me recordó que hay dos películas nuevas sobre un Santa diabólico, una de ellas con el tipo de Stranger Things, que se suman a otras películas navideñas de asesinatos que hemos tenido estos últimos años, y que viene una película de terror sobre Winnie the Pooh que si bien no es navideña, tiene su tumbao’ y se puede poner en las fiestas así como El Día de la Marmota tampoco es navideña pero hay nieve y magia y sale Bill Murray.

 

Y viendo la sufridera de la gente en twitter, el pozo de toxicidad más grande que tiene la humanidad actualmente, me acordé de la película escandalizante de navidad por excelencia, una cinta de la que todo el mundo habla llevándose las manos a la cabeza, pero que parece que sólo los goblins del terror hemos visto. Cuando esta película estrenó, hubo grupos de protestas afuera de los cines, la productora tuvo que retirarla de exhibición. En el Reino Unido no fue autorizada y sólo salió en formato casero y sin censura en el año 2009, casi 30 años después de que salió al cine. Roger Ebert y Gene Siskel hicieron un dramón en su programa tras ver esta película, que ya todos sabemos que no eran partidarios del cine slasher, pero en este caso se afincaron, acusando a los cineastas de ser unos mercenarios inmorales con las manos manchadas de sangre (“you’re making blood money”) y Gene llegó a leer una lista con los nombres del equipo de producción, para decirles “Debería darles vergüenza”.

 

La película de la que hablo es Silent Night, Deadly Night.

 

Recuerdo que un pana del liceo, Omid, me hablaba de esta película cuando éramos chamos porque cuando tienes 13 años quieres ser atrevido y darks y especial, y Omid me decía que, mientras yo estaba obsesionado con Night of the Living Dead y The Texas Chain Saw Massacre, nada iba a superar nunca a Holocausto Caníbal y Noche de Paz, Noche de Muerte.

 

Y ese es el tono con el que se habla de esta película. Una cosa prohibida que raya en leyenda urbana.

 

Silent Night, Deadly Night es una slasher bastante normalita. A diferencia de otras películas como Halloween, The Burning o A Nightmare on Elm Street, que echan el cuento desde el punto de vista de jóvenes y potenciales víctimas, acá seguimos al traumatizado Billy, que perdió a sus padres a manos de un malandro vestido de Santa Claus, paró en un orfanato repleto de monjas sádicas (because there ain’t not hate like Christian love), y ahora lo explota su jefe, no tiene novia y tiene que calarse el invierno en las mismas condiciones que tú o yo. Sólo que mientras nosotros pensamos en agarrar un hacha y liberar tensión, Billy de verdad lo hace.

 

Es un hilo narrativo bastante frágil. La película se echa media hora en mostrar el cuento de Billy desde que era chiquito, me imagino que para despertarnos lástima, pero el libreto no tiene la fortaleza para movernos la fibra interna. No quiero compararlo con otras películas que sí lo logran (Psycho 2, Repulsion, la antedicha Texas Chain Saw) porque es como esos idiotas que lanzan libros de fantasía a la basura porque “es que es inferior a El Señor de los Anillos”. Acá, sin embargo, faltó un personaje de ancla sólido que no fuera Billy y con el que nos pudiéramos identificar así como uno se identifica con Nancy Thompson o con Laurie Strode.

 

Ya hemos visto películas narradas desde el punto de vista del asesino, siendo Maniac (2013) indudablemente la mejor, pero acá Billy no es un personaje tridimensional ni corre con la suerte de estar interpretado por Frodo; SD, DN salió en 1984, el mismo año en que salió Friday the 13th part IV, la película que marcó el final del ciclo slasher clásico. Para ese momento, ya los clichés eran reconocidos y había una legión de películas sobre asesinos en trajes especiales con equipos de producción amateurs y bajo presupuesto. Las cosas proceden by the numbers: Billy va por aquí y por allá cazando gente de formas creativas, hay una dosis de tetitas para  subir el nivel de explotación, y eventualmente llegamos al tercer acto donde se confronta al asesino.

 

La gran diferencia es que acá el asesino va disfrazado de Santa, la película salió en navidad y tuvo una promoción fuerte que recuperó la inversión, con creces, del bajo presupuesto. SN, DN no es ni de vaina la primera película con un Santa diabólico y si ves la Black Christmas original, esa es una película mucho más oscura y realmente terrorífica que esta. Pero ninguna de esas tenía a un comercial corriendo a toda hora por la tele, para que las doñas y los ajenos al terror se escandalizaran. La gran queja era que “tú, como productor, eres un inmoral por mostrar a Papá Noel de esa manera ante niños, que no saben diferenciar a un Santa bueno del malo y tú les estás dañando sus inocentes mentes. Would somebody please think of the childreeeen???”

 

Which is fucking hogwash, porque los niños no son tan tontos y los chamos, sobre todo en esa época, nos deleitábamos con contenido violento. Había una comiquita de Rambo, una comiquita de Robocop, había juguetes de Freddy Krueger y Depredador: Fue la época dorada de películas hechas para adultos pero mercadeadas a niños, y era la gloria. Este es el tráiler que salió en la televisión y arruinó todo:

 


 Y cualquiera que vea Silent Night, Deadly Night concluirá que es más bulla que la cabuya, una exageración de parte de los despistados de siempre.

 

¿Recomiendo, entonces, Noche de Paz, Noche de Muerte? Hell yeah. Está buena para pasar el rato y ahorita la versión que está circulando es restaurada por Arrow Video, con las escenas eliminadas integradas a la cinta. Puro gore, pura sangre y pura bazofia de esa que nos encanta, esto es como Boyhood pero más corta, hecha en menos tiempo, por muchísimo menos dinero, y mucho, mucho más entretenida.


sábado, 26 de noviembre de 2022

Blizzard Entertainment: Imperio, Auge y Caida

La primera vez que supe de Blizzard fue gracias a mi amigo David, un tipo avanzado que siempre supo que PC gaming was the way to go, y tenía su colección envidiable de juegos. Ir a la casa de este man era como pasar un portal a otra dimensión mágica. Sus juguetes eran bestiales, las chucherías eran importadas, su PC tenía King’s Quest, Monster Truck Madness, Cybermage, SWAT y a todos los Doom—que merecen su propia entrada.

 

Y un día, llega David al colegio con el manual de Warcraft II, que el que nunca haya leído un manual de la vieja Blizzard, bájese eso para que vea rostro.

 

En una mente geek de quinto grado de primaria, amistades, ese mero manual daba para incesantes aventuras y juegos, sin un solo componente electrónico, pura imaginación. Esto es mucho antes de que Peter Jackson adaptara las películas de El Señor de los Anillos y todo el mundo se familiarizara con los conceptos de fantasía clásica. Estamos hablando de 1995, y nadie sabía lo que era un elfo o un orco. Mi noción personal de la fantasía era la arturiana, estábamos a un par de años de descubrir al Dungeons & Dragons, y acá veíamos a una guerra entre humanos, elfos y enanos contra orcos, trolls y ogros. Cuando vi el juego al fin, mind blown, porque era una cosa que se veía como un dibujo animado (en una época donde los 16 bits del Super Nintendo reinaban impunes), y además eras tú como general de un ejército moviendo a tus soldados. Administrabas la base. Un concepto que destrozó, desde todo punto de vista, a nuestra niñata imaginación.

 

Conocimos a Uther the Lighbringer y a Doomhammer, al troll Zuljin, a los elfos de Quel'Thalas. Por allá por 1997, otro buen amigo mío, Fel, compró Diablo y es imposible exagerar el impacto que este juego tuvo en nuestro grupo. A mí personalmente lo que me impactó fue la unión del juego con la literatura; Diablo venía con un manual espectacular donde por lo menos el 60% estaba dedicado a explicarte ese mundo y la mitología detrás de la vaina. El cuento era increíble, una historia de ángeles luchando contra demonios y un noble rey que va cediendo ante la corrupción del Señor del Terror, hasta hundir a toda su gente en una catastrófica era de oscuridad.

 

Todo eso que tú veías en ese manual, que nosotros memorizamos, luego se veía replicado en el juego. No sé cómo explicarte la emoción de haber leído sobre Bartuc el Sangriento, y luego estar en la mazmorra infernal de Diablo sabiendo que lo estamos cazando y que el encuentro sólo terminará con la muerte de uno de los dos.

 

Ambas experiencias se solidificaron con la salida de StarCraft, un juego de estrategia similar a Warcraft II, pero en esteroides. Ya no eran dos razas en juego, sino 3, súper diferentes entre sí y cada una con su propia mitología. Influenciados por Warhammer, como siempre, pero también por la forma en que las cartas de Magic the Gathering tenían facciones de clara identidad en un perfecto balance, acá los muchachos de Blizzard crearon también a una experiencia donde las misiones estaban unidas por personajes. Nunca antes se había visto que en un juego de estrategia tú tuvieras tenientes que además afectaban directamente la trama. El impacto que una generación de geeks sufrió una década antes cuando Jean Grey sucumbió ante el poder de Fénix, nosotros lo sentimos replicado al ver a la valiente Sarah Kerrigan caer en las manos del enjambre insectóide zerg, convertida en una monstruosa criatura dedicada a la erradicación de sus antiguos amigos.

 

Y una vez más, el manual, muchachos, el manual. Esta gente te explicaba en detalle lo que tú veías en el juego, desde qué tipo de arma usaban los soldados hasta cuál es la historia detrás del desarrollo del tanque, de dónde venían las especias zerg originales y cómo eran todos esos planetas que tú visitabas. De nuevo, esto es previo a una época donde tú tenías al alcance de la mano información detallada sobre Star Wars u otras sagas de ciencia ficción; esta fue nuestra primera exposición seria a la space opera.

 

Y qué historia. El cuento de cómo la humanidad para en las estrellas, colonizando a planetas lejanos y generando sus propias costumbres y odios, es algo que influye en mi ficción al día de hoy, un cuento maravilloso que nunca me cansaré de elogiar. Ese mardecío manual es una obra de arte.

 

Huelga decir que cuando salió Diablo 2, nos obsesionó y ya aquí éramos capaces de identificar el simbolito este que salía al inicio de cada juego. Ya sabíamos que “Blizzard” era señal de calidad, confirmado con la salida de Warcraft 3, una era en la que Blizzard se echaba cuatro o cinco años desarrollando un juego que, cuando salía, volvía inmediatamente obsoleto a todo lo que vino antes y, a veces, hasta a sus propios contemporáneos.

 

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Mike Morhaime, fundador de la empresa, comentó una vez que la meta de Blizzard era volverse el Disney del gaming. World of Warcraft volvió esa ambición una realidad y ya las cosas no volverían a ser iguales.

 

Yo nunca jugué World of Warcraft porque el modelo me era inaceptable; WoW era un juego multijugador online, algo como un Calabozos y Dragones por internet ambientado en el querido mundo de Warcraft. Pero para entrarle a WoW tenías que, primero, comprar el juego, por supuesto, y tenías que pagar una suscripción.

 

Cuando sacaron WoW yo era un chamo entrando a la universidad, muy blue collar, muy clase trabajadora, y si le hubiese dicho a mi vieja que necesitaba pagar una mensualidad en dólares para meterme en un jueguito de computadora, pues puedo adivinar su reacción. Para entonces ya me iba alejando del gaming para desarrollar mi escritura y empeorar mi bibliofilia, cosa que no habría podido hacer si hubiese tenido que pagar tiempo de juego porque no sé en tu caso, pero en el mío siempre nos ha costado mucho ganarnos el pan. Sentir que pago una mensualidad y después no la estoy aprovechando habría destruido mi ansiedad.

 

WoW, sin embargo, atrajo a una legión de personas . Now, I’m not one for online multiplayer games, pero entiendo el beta; tengo amistades muy queridas que sí le dieron duro y describen esos años como de las memorias más bonitas que tienen. Este es un juego donde gente que se conoció online sigue siendo amiga en persona hoy. Es un juego donde gente hizo click, se conocieron en persona y se terminaron casando.

 

World of Warcraft fue también un fenómeno cultural que cambió a la industria y le dijo a todo el mundo que tú podías hacer un juego y “monetizarlo”; en vez de que tus compradores pagaran ese costo único inicial, podías irles sacando plata durante años. Fue con ese dinero que Blizzard pasó a ser la empresita en Irvine a ser un mastodonte digital capaz de hacer su propia convención a la que gente de todo el mundo iba. Ozzy Osbourne tocó en una Blizzcon. Foo Fighters cerró una Blizzcon.

 

Era chimbo ver esto desde las gradas, pero Blizzard no se olvidó del resto de sus fans, anunciando StarCraft 2 a finales de los 2000, y luego a Diablo 3, un anuncio que paralizó a mundo geek.

 

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Ya en ese momento había cosas preocupantes que mucha gente atribuye al cambio de administración en Blizzard; resulta que por esos años, la empresa fue comprada por Activision, la misma gente detrás de los Call of Duty, y se piensa que muchas de las decisiones subsecuentes fueron porque esta empresa matriz influía en los muchachos de Irvine. Yo personalmente difiero de esta percepción.

 

Ya en ese momento Blizzard estaba cobrando dinero aparte de la mensualidad únicamente por ítems dentro del juego. Déjame repetir esto: En World of Warcraft, si tú pagabas el juego y después las expansiones, y después la mensualidad, costos que ascienden al centenar de dólares, eso ya no era suficiente para tener acceso a todo el contenido. Tenías que pagar aparte por ítems especiales o tenías menos privilegios que el gordo asocial que sí pagó al caballito volador para moverse más rápido que tú.

 

Todas las lecciones de WoW, buenas y malas, fueron aplicadas en Diablo 3, un juego que que heredaba una tradición sobre la que los fans éramos profundamente territoriales y apasionados. Y vaya que D3 prendió el debate.

 

Porque Diablo 3 traía dos cosas que mostraban lo que Blizzard iba a ser de ahora en adelante: Primero, el juego iba a ser siempre online. ¿No tienes conexión a internet? Anda a jugar Barbie, no tienes acceso a Diablo 3 ni siquiera en el modo de un solo jugador. Eso fue como por el año 2013 y todavía hoy sigue siendo una práctica cretina y abusiva en un mercado donde muchos juegos se benefician de una conexión a internet, pero no la hacen obligatoria. Esta jugada era Blizzard agarrándose de 20 años de buena voluntad para combatir a la piratería y forzarte a que hagas las cosas a su manera.

 

Pero Diablo 3 venía también con la infame Casa de Subastas. Uno de los grandes motivantes de Diablo es decapitar demonios para recoger los ítems que sueltan y, con eso, mejorar tu personaje. Con Diablo 3, Blizzard dijo que no, ahora si tú querías un ítem especial podías ir a la Casa de Subastas dentro del juego y comprarlo con dinero de verdad. La empresa, por supuesto, se quedaba con un porcentaje.

 

En ese momento casi todo el mundo apoyó esa vaina. Esto es algo que nadie es capaz de admitir hoy, así como en la Venezuela del 2022 resulta que nadie votó nunca por el chavismo. Fuimos muy pocas las voces que nos alzamos y señalamos que esa vaina podía perjudicar la experiencia de juego y esa opinión nos volvió parias. Todo el mundo seguía al razonamiento que dio la empresa; resulta que en los años de Diablo II, existía un mercado secundario de servidores piratas que te vendían ítems tal cual como un mercado negro, con los riesgos que todo esto implica. Blizzard, supuestamente, creó a la Casa de Subastas como una manera de legitimizar a ese mercado secundario y darle seguridad a los consumidores. Qué lindo. Lo que la gente me decía era que si tú no querías usar la Casa de Subastas, pues no había problema, seguías jugando normal y a Fel y a mí nos parecía injusto un contexto donde tenías que hacer click por horas para ganarte orgánicamente lo que otra persona se ganaba de inmediato con dar su tarjeta de crédito.

 

Lo que ninguno de nosotros sospechaba era lo traicionera y rastrera que era la medida realmente: Blizzard Entertainment diseñó a Diablo 3 de manera tal que tu avance como jugador era solamente posible si usabas la Casa de Subastas. Sin decirle nada a nadie, diseñaron la itemización del juego de una manera en que los ítems buenos dejaban de aparecerte y tú, que pagaste tu juego y te estás chupando las bolas de la conexión obligatoria, ya no podías seguir jugando competitivamente, a menos que soltaras unos riales.

 

Esto, insisto, permaneció oculto y los jugadores de esa primera generación no nos dimos cuenta sino como al tercer mes de juego. Nos dijeron, en toda clase de foros y entrevistas a la prensa, que era imposible rediseñar al juego y que la Casa de Subastas no se podía remover, que “lo harían si pudieran”.

 

Algo que hoy sabemos que era mentira.

 

Esto señala un cambio fundamental en la actitud de Blizzard Entertainment, que persiste al día de hoy: Blizzard es una empresa que se fundamenta en la explotación al consumidor. Aún cuando quitaron la maldita Casa de Subastas, veríamos todavía cosas abominables, contenido adicional que se vendía por precios ridículos, promesas rotas y jugadas verdaderamente becerras por ejemplo, con StarCraft 2.

 

Yo fui uno de los tantos plebeyos que compró el primer episodio de SC2 (porque sí, eran tres juegos que se vendían por separado). Pagué mi precio completo y un año después, Blizzard decidió que mi juego iba a ser gratis ahora, la “starter edition”. Muy bonito todo, ¿pero qué recibimos entonces los que sí pagamos y no tenemos los otros dos episodios? Pues las gracias.

 

Estoy mencionando solamente las prácticas bastardas en cuanto al consumidor, pero había también una serie de cosas que pasaban tras cámaras que fueron devorando a la identidad de la empresa. En estos años a Blizzard le dio por forzar a sus jugadores a usar sus nombres reales en todos los productos, medida que se vieron forzados a cancelar antes de la implementación dado el contundente rechazo de la comunidad—imagínate que el cretino que te conseguiste en un juego y que se dedicó a trolearte, o el baboso incel que no puede superar que seas una mujer jugando, tiene ahora acceso a tu nombre real.

 

El tono dentro de los juegos también cambió. StarCraft era ciencia ficción militarista cruda y dura, y ahora SC 2 era ficción pulp sin complejidades, fácil de digerir. ¿Recuerdas los manuales bestiales? Cosa del pasado. Diablo, que es un universo oscuro en el que los héroes terminan corrompidos por la oscuridad, terminó con marcados tintes de comedia. Hay un personaje que puede convertir en pollitos a tus enemigos, y tú los ves ahí caminando.

 

Uno de los secretos de World of Warcraft es que era para todo el mundo—así que ahora todo debe ser para todos. Aunque, en el proceso, tus marcas sacrifiquen su identidad.

 

Y la monetización se salió de control. StarCraft tiene misiones separadas del juego principal, que se cobran aparte. Tiene skins, gráficos y hasta narradores que se pagan aparte. El juego base de Diablo 3 costaba $50 y Blizzard sacó una sola clase de juego que costaba $10 y era sólo un muñequito nuevo para que jugaras. Hearthstone tiene paquetes de cartas, en Heroes of the Storm tú podías accesar a todo el contenido de una vez si te atrevías a pagar más de $100 de una… y en World of Warcraft podías pagar, por encima de todos los costos, para llevar a tu personaje a niveles elevados.

 

Ya sabemos que la empresa se atrevió a sacar un remaster de Warcraft 3 que no fue sino un miserable fraude de $30 que sigue dañado a la fecha de redacción y alguien demostró que tú para poder avanzar bien en Diablo Inmortal debes pagar más de $200.

 

Todo esto ha tenido efectos reales. Yo dudo mucho que el escándalo de Blizzard habría explotado si siguiera siendo la consentida de los gamers—hace un par de años trascendió que Blizzard Entertainment ha tenido por más de una década una cultura machista bastarda de gente que se cree los rockstars de la industria y no guardan el menor respeto por sus compañeras, que tienen que soportar toda clase de ultrajes para seguir en sus trabajos soñados.

 

*        *        *

 

Blizzard Entertainment se transformó en OCP. En Weyland-Yutani. La Blizzard de antaño, que querías como si fuesen tus amigos personales, existe ahora como un ente centrado en ganancia, en la plata por encima de todo, aunque se dañe la marca. Es una empresa que despide a centenares de empleados en un año de superávit. Es una empresa que fue capaz de suspender de un evento competitivo a un jugador de Hong Kong que alzó la voz contra los abusos de China. Y todo esto ha sido mintiéndonos. Diciendo mariqueras de control de daños que luego se evidencian falsas.

 

Y ahora viene Diablo 4. ¿En qué quedamos?

 

Pues este año salió un remaster de Diablo 2 y amigos que habían manifestado odio por Blizzard durante años lo compraron el día en que salió—todos terminamos comprando la vaina. Nostalgia is one hell of a drug, I guess, y si bien creo que estamos todos claros en que no vamos a comprar Diablo 4 sino cuando sepamos bien que no es otra estratagema para monetizar vulgarmente, la experiencia me dice que mucha gente verá el nombre de la saga y eso bastará para comprar. ¿Y qué tanto? Estamos hablando básicamente de juguetes digitales, no de tráfico de personas y dictaduras malditas que manipulan al sistema democrático.

 

Pero mi experiencia con Blizzard en general me hizo perder inocencia sobre el mundo. Me hizo entender que existe gente a la que le pagan para aprovecharse de tu buena voluntad como consumidor. Es como descubrir que el restaurante al que te llevaba tu viejo cuando eras chico, donde tienes memorias hermosas, siempre funcionó sobre el sufrimiento de sus empleados y que el gerente se sadiqueaba a las empleadas y les metía mano y se burlaba de sus propios empleados.

 

Lo bueno de Blizzard, una Blizzard que ya no existe, a mí nadie me lo va a quitar nunca. La influencia de esa trilogía maravillosa, Warcraft-Diablo-StarCraft, siempre la llevaré conmigo y es posible que hasta me termine lanzando unas historias ambientadas en el mundo de Diablo porque ¿por qué diablos no?

 

Pero todo eso es más como tributo a mí mismo y a mis buenas memorias que a una empresa que representa todo lo que odiamos de un mercado depredador. Nada de esto es culpa del consumidor y cada quien vota con su dinero como quiere… y el que consiga cómo jugar sin pagar, pues allá él, porque si alguna vez estuvo justificado, pues…

sábado, 29 de octubre de 2022

La Casa del Dragón, Ep. 10: La Reina Negra


LA CASA DEL DRAGÓN, PRIMERA TEMPORADA

Ep. 10: “La Reina Negra”

 

El término correcto es “Reina Afro-Descendiente.” Tengo a la gente harta en la casa con ese chistecito.

 

Ya en serio, me parece fabuloso que tuvimos tan buena temporada y que revivió la GoTmanía. La gente anda comprando los libros como locos, comentando en redes como locos y pidiendo a gritos esa segunda temporada que, sí, la veremos en el 2024. Todo eso está perfecto, aquí no me anoto con eso de que “Uy, yo era fan antes que todos ustedes, posers, si no sabes quién es Vargo Hoat y Satin, entonces eres un franelero de Gay Mostrón”.

 

Nah. Si te gusta, te gusta, y bienvenido. El crecimiento de este fandom beneficia a todos los fans, nuevos y viejos, de los libros y de la serie. And if you’re new, you’re in for some great fantasy.

 

Plomo entonces.

 

EN DRAGONSTONE

 

 

El fin de semana pasado sucedió algo interesantísimo, y es que tanto Daemon Targaryen como Lestat de Lioncourt, en la serie de Entrevista con el Vampiro, se demostraron como los cretinos abusivos que realmente son, después de un tiempo creando buena voluntad. Eso, a los stans, les dio en la madre. Que es imposible, dicen, es mal desarrollo de personaje, un hombre que ama a Rhaenyra, porque ese hombre la ama, jamás sería capaz de levantarle la mano, la serie iba bien pero quisieron meter drama a juro dañando a un buen personaje.

 

Se les olvidó que Daemon mató a su primera esposa rompiéndole la cabeza con una roca. Se burló de la muerte de su sobrino, prácticamente en la víspera del funeral, y tiene a la capital infiltrada con sus hombres para el momento en el que tome el poder. Un carajo que no lo ha soportado ni su amante de vieja data—a quien usó, y sigue usando con fines políticos—y que se inventó una tramoya con la simulación de la muerte de alguien, indiferente al sufrimiento de una gente que, por cierto, son sus aliados.

 

No ver la personalidad detrás de la carismática cara explica por qué hay gente en este mundo que se mete en relaciones horrorosas, donde les insultan y abusan y humillan, pero ell@s se quedan “por los niños, porque divorciarse es peor”. En el caso de Entrevista con el Vampiro, Lestat es una de las criaturas más tóxicas de toda la literatura mundial (por lo menos en el primer libro), muuucho peor que Daemon. Pero esta es la gente que habita en Westeros, y siempre ha sido así. ¿Que Daemon es capaz de gran crueldad pero también de casi heróica bondad? Sí. Como todos. ¿Recuerdan cuando odiaban a Jaime Lannister y lo querían ver muerto, y resulta que a puertas cerradas resultó ser un tipazo?

 

Hace poco conversaba con alguien que me dijo “Admiro lo que George R. R. Martin creó, pero no me leo sus libros ni veo la serie porque tiene una visión demasiado cínica de la fantasía heroica”. Y, vale. A mí no me parece cínica, pero entiendo a qué se refiere este man, hay gente que se vacila su fantasía clásica, los malos son claramente malos y los buenos son claramente buenos.

 

Uno de los motivos de por qué amo a Una Canción de Hielo y Fuego es justamente porque agarra a la fantasía medieval y le mete realismo histórico. Y la gente, pues, es chimba. El valiente caballero de honor que iba a pelear en Francia, mataba viejos y niños y violaba mujeres, y volvía luego a casa, a criar a sus hijos y a honrar a su esposa. Heh, sin ir muy lejos, hay soldados así hoy en día. Es la naturaleza de la bestia.

 

Luke está muerto.

 

Este es uno de los tantos golpes que Rhaenyra sufrirá, que cambiarán y trastornarán su personalidad. Ya he comentado en este blog cómo las guerras civiles son básicamente un ajuste de cuenta entre hermanos, donde existe un bando agredido y un bando agresor, pero que una vez arranca la violencia, la guerra tiene su propio deseo, personalidad y apetitos, una vorágine que consume a su gusto, y que existe muy poca diferencia entre Serbios y Croatas cuando estás en la casita del campo a la que un bando pasó por las armas meramente por vivir en el lugar equivocado.

 

Eso es lo que viene. Lo que empezó como un problema familiar, ahora llama a partidarios que se anotan por sus propios intereses. Si tú crees que en Venezuela se luchó por la independencia porque “es que el yugo español suprimía nuestros sueños de libertad”, pues esa es una fantasía muy bonita. La verdad es que la guerra de independencia, lo he dicho también, fue una guerra civil que arrancó porque una gente con cobres en Caracas decidió aprovechar un momento histórico para tener más beneficios, y a eso se sumó el resto del país por diversas razones. ¿Por qué un tipo como el legendario Negro Primero se unió al bando patriota? Los patriotas le ofrecieron más plata.

 

Y así es el corazón humano. Acá vas a ver a gente anotándose a un bando y al otro, pero preguntando primero “¿Qué hay pa’ mí?” y cuando salgan a caerse a puñaladas en el campo, van a crear rencores propios y resentimientos, y eso lo va a sufrir pues los más inocentes, los civiles de todos esos pueblos donde se luchará la guerra.

 

La muerte de Luke es también el segundo hijo que Rhaenyra pierde gracias a esta guerra; en el libro, esa hija que le nace cuando ella recibe noticias de la coronación, nace deforme, un híbrido entre humano y reptil, y Rhaenyra le atribuye la muerte de ese bebé directamente a las acciones de Alicent. “Me han quitado dos hijos” dirá después.

 

Ustedes van a decir que yo soy un vulgar apologista de los Verdes, pero los términos que ofrece Otto Hightower son generosos. Claro, no quita que esto es un vulgar golpe de estado y que esta gente está haciendo dibujo libre con lo que se había acordado, y hay gente del lado de Rhaenyra (Daemon, principalmente) que quiere una guerra, porque siempre hay gente irresponsable en todas las guerras civiles.

 

EN STORM’S END

 

 

Esto pasa un poco diferente en el libro; cuando Aemond se consigue a Lucerys Velaryon en el salón de Borros Baratheon, él casi que provoca una pelea, él quiere que haya sangre.

 

Me parece genial que la serie retrate que cuando se produce la horrorosa muerte de Luke, fue casi que por accidente y que Aemond tiene sentimientos encontrados. He escuchado por ahí que “La danza de los dragones la va a ganar el que tenga más dragones” y a esto respondo con una frase que usa el Archi-maester Gyldayn en Fire & Blood: “Los dragones no son caballos”.

 

Los dragones son bestias impredecibles (al igual que la magia de Westeros) y ni siquiera los Targaryen entienden bien por qué les obedecen.

 

Quiero dejarlos con algo, para que se agarren y se preparen para lo que viene. Esto es de Manuel Chaves Nogales, periodista español, genio, que huye de España con la guerra civil, palabras que me atrevo a aplicar para nuestra serie de fantasía, y que tú puedes aplicar a todas las guerras civiles. Poca gente se ha expresado con mayor lucidez sobre la guerra que este señor en su casualmente titulado, y te juro que de verdad se llama así, “A Sangre y Fuego: Héroes, bestias y mártires de España”:

 

“Cuando estalló la guerra civil, me quedé en mi puesto cumpliendo mi deber profesional. Un consejo obrero, formado por delegados de los talleres, desposeyó al propietario de la empresa periodística en que yo trabajaba y se atribuyó sus funciones. Yo, que no había sido en mi vida revolucionario, ni tengo ninguna simpatía por la dictadura del proletariado, me encontré en pleno régimen soviético. Me puse entonces al servicio de los obreros como antes lo había estado a las órdenes del capitalista, es decir, siendo leal con ellos y conmigo mismo. Hice constar mi falta de convicción revolucionaria y mi protesta contra todas las dictaduras, incluso la del proletariado, y me comprometí únicamente a defender la causa del pueblo contra el fascismo y los militares sublevados. Me convertí en el «camarada director», y puedo decir que durante los meses de guerra que estuve en Madrid, al frente de un periódico gubernamental que llegó a alcanzar la máxima tirada de la prensa republicana, nadie me molestó por mi falta de espíritu revolucionario, ni por mi condición de «pequeño burgués liberal», de la que no renegué jamás.

 

Vi entonces convertirse en comunistas fervorosos a muchos reaccionarios y en anarquistas terribles a muchos burgueses acomodados. La guerra y el miedo lo justificaban todo.

Hombro a hombro con los revolucionarios, yo, que no lo era, luché contra el fascismo con el arma de mi oficio. No me acusa la conciencia de ninguna apostasía. Cuando no estuve conforme con ellos, me dejaron ir en paz.

 

Me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba. ¡Cuidado! En mi deserción pesaba tanto la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que ejercían el terror rojo en Madrid como la que vertían los aviones de Franco, asesinando mujeres y niños inocentes. Y tanto o más miedo tenía a la barbarie de los moros, los bandidos del Tercio y los asesinos de la Falange, que a la de los analfabetos anarquistas o comunistas.

 

Los «espíritus fuertes» dirán seguramente que esta repugnancia por la humana carnicería es un sentimentalismo anacrónico. Es posible. Pero, sin grandes aspavientos, sin dar a la vida humana más valor del que puede y debe tener en nuestro tiempo, ni a la acción de matar más trascendencia de la que la moral al uso pueda darle, yo he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos. Para un español quizá sea éste un lujo excesivo.

 

(…)

 

El resultado final de esta lucha no me preocupa demasiado. No me interesa gran cosa saber que el futuro dictador de España va a salir de un lado u otro de las trincheras. Es igual. El hombre fuerte, el caudillo, el triunfador que al final ha de asentar las posaderas en el charco de sangre de mi país y con el cuchillo entre los dientes va a mantener en servidumbre a los celtíberos supervivientes, puede salir indistintamente de uno u otro lado. Desde luego, no será ninguno de los líderes o caudillos que han provocado con su estupidez y su crueldad monstruosas este gran cataclismo de España. A ésos, a todos, absolutamente a todos, los ahoga ya la sangre vertida. No va a salir tampoco de entre nosotros, los que nos hemos apartado con miedo y con asco de la lucha. Mucho menos hay que pensar en que las aguas vuelvan a remontar la corriente y sea posible la resurrección de ninguno de los personajes monárquicos o republicanos a quienes mató civilmente la guerra.

 

El hombre que encarnará la España superviviente surgirá merced a esa terrible e ininteligente selección de la guerra que hace sucumbir a los mejores. ¿De derechas? ¿De izquierdas? ¿Rojo? ¿Blanco? Es indiferente. Sea el que fuere, para imponerse, para subsistir, tendrá, como primera providencia, que renegar del ideal que hoy lo tiene clavado en un parapeto, con el fusil echado a la cara, dispuesto a morir y a matar. Sea quien fuere, será un traidor a la causa que hoy defiende. Viniendo de un campo o de otro, de uno u otro lado de la trinchera, llegará más tarde o más temprano a la única fórmula concebible de subsistencia, la de organizar un Estado en el que sea posible la humana convivencia entre los ciudadanos de diversas ideas y la normal relación con los demás Estados, que es precisamente a lo que se niegan hoy unánimemente con estupidez y crueldad ilimitadas los que están combatiendo".