viernes, 1 de abril de 2016

"Batman v Superman" (es "Marvel v DC")

 


Cuando tenía como 17 años, redacté una historia sobre una pareja de adolescentes que tenía un hijo endemoniado. Enlazaba el texto con las ansiedades del embarazo adolescente y me sentí muy sofisticado cuando se la mostré a mi tío Cheo. No sabía yo que Cheo Perroni era editor.

Se sentó con un bolígrafo rojo y yo, que le pasé la historia para que se impresionara, me quedé ansioso, preguntándome por qué estaba rayando el manuscrito que me costó tanto imprimir. Resultó en una de las experiencias más educativas que he tenido, cuando me llamó y me explicó punto por punto qué funcionaba en la historia y qué no. Yo traté de defenderme con los argumentos básicos del escritor, que cree que tiene la razón siempre porque a fin de cuentas es el autor. Él fue pétreo en su exposición. En un punto, subrayó un párrafo completo, escribiendo “P.Q.C.” al margen.
—¿Qué significa “P.Q.C.”?
—Fíjate. El chamo decide quemar la casa. ¿Por qué? Le tiene miedo a lo que piensan en el pueblo —arrugó la cara—. Eso, meh, es una acción muy drástica para una motivación tan superficial. ¿Por qué no se muda o deja a la familia? Entiendo que quieres un desenlace, pero la motivación no cuadra. Por eso el “P.Q.C.”, “Pa’ Que Cuadre”.

¿Por qué Batman quiere matar a Superman sin entrevistarse con él extensamente (como hace en Dark Knight Returns)? Porque necesitamos que los dos peleen al final. Pa’ que cuadre.

¿Por qué la Mujer Maravilla se toma vacaciones del planeta tierra y vuelve en lo que Deadpool llamaría “un aterrizaje heróico”? Porque necesitamos introducir al personaje de forma dramática y mete cualquier excusa. Pa’ que cuadre.

¿Por qué tenemos a un insufrible Lex Luthor con planes nebulosos? Porque necesitamos a un personaje tipo Joker y no lo tenemos, así que pa’ que cuadre, este es el hijo del otro Lex.

¿Por qué salen tantos personajes sin desarrollo? Porque así promocionamos la película de la Liga de la Justicia. Pa’ que cuadre.
 
La película hasta incluye al personaje más PQC en la historia de los cómics, Doomsday, un clon de Randy Savage en body paint y shorts verdes, creado exclusivamente para matar a Superman, ese es su único propósito argumental y el resumen de su caracterización tras veinte años. ¿Por qué? Porque necesitamos matar a Superman porque eso disparará las ventas. Pa’ que cuadre. Ya hablamos de esto.
Sé que DC no es la cuna de la sutileza, pero habría preferido que La Muerte de Superman se hubiese dado como un gran ardid de Lex Luthor, su archienemigo, supongo que porque me gusta la noción de que el hombre más veloz, fuerte e invulnerable del mundo es eliminado por un tipo normal y su intelecto. Quizá por eso Red Son es mi historia favorita de Supes, una novela mucho, pero muuuuuucho mejor narrada que La Muerte de Superman.

Pero el objeto de este post no es hacer un review sobre la película porque para eso está el resto del internet. Lo que yo quiero darte es perspectiva, la razón fundamental de por qué Batman v Superman fracasa y eso no yace ni siquiera en Zack Snyder sino en el complejo en el corazón de DC Comics.

Cuando DC Comics lanzó a Superman al estrellato, se hizo con el control de la industria en la llamada “Era Dorada”, que era medio confusa también porque era un período en que el medio estaba descubriendo empíricamente sus propias reglas. Hemos hablado sobre cómo cuando Fredric Wertham acusó a los tebeos de ser una influencia perversa para los jóvenes, usó a los cómics de EC como ejemplo. DC tomó la situación como una oportunidad: Diluyendo el centro de sus tramas ya diluidas, sobrevivió autocensurándose mientras EC fue incapaz de adaptarse al Comics Code Authority. Para que tengas idea de cómo se conducía DC, era la empresa que le negó los derechos de autor a Siegel y Shuster tras haber creado a Superman y siguió publicando la serie "bajo sus plumas" estando los dos expulsados de la organización (y ni hablemos de la tragedia con Bill Finger).

Y ese monopolio se logró con conceptos muy simples basados en absolutos, el núcleo de DC Cómics. Superman no es sólo un héroe, es el mejor héroe del mundo capaz de hacer lo que sea. Batman no es sólo un detective, es el mejor detective del mundo y de paso es el mejor karateka. Wonder Woman no sólo es una mujer guerrera, es la mejor mujer guerrera. Aquaman es el mejor en el mar, Flash el más rápido del mundo, Green Lantern el mejor soldado y así. Todo está enmarcado en el legado, el otro aspecto distintivo de DC, “somos los pioneros y tenemos tradición histórica”. Y en su defensa, no existen símbolos del cómic más representativos que Batman y Superman.

Todo cambió con la entrada en escena de Stan Lee y Jack Kirby. Últimamente he estado leyendo Spider-Man desde que arrancó con su propia serie y lo que impresiona de entrada es cuán sofisticada es la narrativa. Es súper anticuada y simplista si lo comparas con títulos actuales, pero para el momento era como pasar de leer cuentos de hadas a leer Harry Potter. Sabemos que al principio Peter Parker le dedica su atención no al heroísmo sino a los billetes, lo que no sabíamos es que se pasa mucho tiempo en esa aventura, incluso después de la muerte de su tío. Nada le sale bien a Spidey: su jefe es un imbécil, su tía está enferma, es pobre, el bully del colegio no lo deja en paz ni un episodio y la chica que le gusta (que no es ni Mary Jane ni Gwen Stacy) no gusta mucho de él. Parker parece entrampado en un ciclo masoquista. Tiene que salvar a ciudadanos que lo perciben como una amenaza.

Batman no va a permitir que ningún matón de liceo se burle de él, le dé un puntapié y se lleve a su chica. Jamás hemos visto a Green Lantern con facturas en la mano pensando “Tengo plata para pagar sólo una”. Es por eso, porque los problemas de Spider-Man se parecen a los nuestros, que toda la línea de Marvel superó en popularidad a la competencia, porque donde DC parte de absolutos, Marvel parte de limitaciones.
No recuerdo quién fue el autor que dijo que durante años pensó que la forma correcta de crear un personaje era hacerlo bestial en todo, pero darle una pierna coja. Todos los personajes del tiraje inicial de Marvel son así, héroes bestiales con un defecto que les arruina la vida. Los X-Men son incomprendidos y execrados, Iron Man ama el trago y tiene problemas del corazón, Hank Pym es un imbécil, el Capitán América vive en un mundo que no comprende, Daredevil es ciego y en cuanto a Spidey, that's a bag of tarantulas right there.

Y ahí es donde se nos complica la historia, porque cuando DC vio lo que el mercado le estaba diciendo, no concluyó que debía desarrollar sus tramas mejor, concluyó que debía hacer lo mismo que estaba haciendo Marvel. Literalmente.

Puedo ver desde aquí a los fanboys de DC sacando las antorchas, pero déjeme alegar mi caso, señor juez: Mientras el medio impreso experimentaba una auténtica revolución, DC tenía dominio cómodo sobre la cultura popular, con una serie de televisión en la que Batman bailaba twist. Pero con las ventas del material base bajando, el imperio estaba en riesgo por primera vez en treinta años. DC imitó los arcos de Marvel y hasta les imitó las portadas —no sé si lo he dicho, pero Stan Lee tiene un cuento de cómo alguien en DC le fue con el dato de que iban a incluir texto en las portadas porque Marvel lo hacía y sólo por molestar (Stan amaba molestar a DC), para el mes siguiente ordenó cero texto en las portadas, superando todavía en ventas a la competencia.
La cosa tardó más de diez años (imagínate, enlistaron a Denny O’Neil y Neil Adams, de Marvel y después de que Spider-Man tuvo un exitosísimo arco sobre las drogas, Green Lantern y Green Arrow hacen lo propio con el mismo tema), pero DC alcanzó el objetivo por primera vez con Teen Titans, de Marv Wolfman (nada más y nada menos que ex editor en jefe de Marvel) y George Perez (otro Marvelita). Lo que empezó como un esfuerzo por crear un equipo de superhéroes adolescentes parecido a la serie más popular de esos tiempos, X-Men, terminó como una excelente serie con sus propio estilo, mitología y éxitos narrativos —yo disfruto más The Judas Contract que The Dark Phoenix Saga. And I like The Phoenix Saga a whole fucking lot.

Pero seguían por debajo de Marvel y sus mutantes en una era en que Jim Shooter se dio el lujo de publicar un absurdo de historia (Secret Wars... la primera) sin que hubiese consecuencias económicas (¿suena familiar?). ¿Qué pasó entonces, cuando la pionera pasaba esos éxitos agridulces? Pues reseteó su continuidad para parecerse a un universo más Marvel (Todo lo que ha pasado antes no importa porque arrancamos de nuevo”) y coronó la apuesta con The Man of Steel, de John Byrne (una superestrella de Marvel) y Batman: Year One, de Frank Miller (otra).

Boom.

Es aquí donde le rendimos tributo a DC Comics, porque ese puje nos ha brindado a varias de las mejores historias desde el nacimiento del arte secuencial. Me llama la atención como Marvel rockeaba con sus series regulares y se confundía con las novelas gráficas y DC se confundía con las series regulares y rockeaba las novelas gráficas. Hablamos de una empresa que nos dio The Killing Joke, Watchmen (la mejor historia de superhéroes alguna vez contada) y sustituyó al Flash de Barry Allen con Wally West, mucho más interesante en los 90’ que un Spider-Man innecesariamente complejo.

Otro detallazo, Vertigo, la línea de cómics para adolescentes y adultos que nos ha brindado puro lomito, es un sello de DC. Y ha sido imitado por todo el mundo, incluyendo Marvel (MAX), so there’s always that.

¿Pero qué es lo que pasa cuando DC reinventa la rueda y al fin le asienta ese puñetazo en la barbilla al nuevo campeón? Lo mismo que le pasa al coyote cuando captura al correcaminos: No sabe qué hacer después.

Tengamos en perspectiva una cosa: El Batman que tú conoces hoy ha existido realmente por treinta años. Se llama igual que el personaje de 1939, tiene el mismo traje y trasfondo, pero su actitud y personalidad es drásticamente distinta y eso yace en las manos de Frank Miller. ¿Cuál era su versión de Batman? Pues Daredevil con traje de murciélago y ahí se configuró una tormenta perfecta porque con el éxito de la crítica, alguien en DC concluyó que el exitazo era por el tono (lo que explica en cierta medida a la maravilla que es Batman: The Animated Series). Los medios mainstream tomaban a los cómics en serio porque, fíjate, ya no son para niños, este ya no es tu Batman colorido de los 60’, sino un tipo neurótico y con mucha rabia reprimida. Ya sabemos cómo terminó esa historia.

Y aquí estamos, a treinta años de la aparición de Man of Steel (el cómic) y Year One, con un Marvel que saca películas donde te ríes y un DC que quiere que llores. La misma dinámica del medio impreso, Marvel rockea con sus películas regulares y DC apenas subsiste, hasta que saca The Dark Knight y todos quedamos en shock. Entre más cambian las cosas, más se quedan igual.

Uno podría decir que el ganador de ese ciclo es el lector pero esa conclusión tiene sus bemoles porque, por ejemplo, Batman: The Long Halloween es uno de los mejores cómics que he leído, pero tienes que preguntarte qué pasaría si DC le metiera esa inversión mental a sus series regulares y no sólo a sus novelas gráficas. Hace poquito Superman tuvo un renacer por aplicar la misma técnica de Byrne, quitándole los poderes (léase: limitaciones), pero cuando crees que la cosa se está acomodando, van y anuncian que hay que resetear toda la continuidad otra vez. ¿Por qué? Porque Marvel se lanzó Marvel NOW y su nueva línea All New es la joya del trono. Y ve, entre que Marvel tiene a Deadpool, Unbeatable Squirrel Girl y Vision, con un tono en todos los títulos aventurero similar al de las películas (¿ya leíste Ms. Marvel?), DC tiene solamente a Batgirl como título de acción-comedia —por ahí está Harley Quinn, esa persecución de DC por convertirla en su house-hold Deadpool. Todo es “Serious Business Stories ™”, así que cuando Batman le da escopetazos a la gente en Batman v Superman (el sacrilegio de esa vaina no me cabe en la cabeza), bueno, era como que predecible.

 More like this, Jim, please.

De manera que si eres de los niños de trece años que piensan que todo el que le dio un review negativo a la película es “porque es sólo un cinéfilo que no entiende a la obra maestra”, ahora sabes que este es un capítulo más de una larga saga entre dos héroes antagónicos, pero también simbióticos. Personalmente lo que me preocupa es que Batman v Superman es la primera película “a prueba de fallos”, una en la que el argumento no importa porque el estudio recuperará la inversión a juro y eso, en un arte narrativo como el cine, es fatal. Los efectos especiales nunca pasan de ser imágenes y lo que estás buscando cuando te sientas ante la pantalla es caracterización. Sabemos que Batman en lo que sea es como un silbato canino para geeks (incluyéndome), pero antes, si una película como Batman & Robin (o Ghost Rider o la nueva Fantastic Four) resultaba un culazo de crítica, lo era también de taquilla y eso implicaba el fin de la franquicia hasta que nuevos creadores emergieran con un enfoque diferente. Si una película, por otra parte, es un desastre pero hace un dineral, no hay necesidad real de enmendar la cuesta. Esa excusa de “se están tomando demasiado en serio una película de superhéroes” (la defensa con la que Michael Bay ha justificado por diez años sus infumables Transformers) se cae de pesado cuando consideras que esta es una película con cien kilos de simbología cristiana (“¡Si asemejamos Superman a un mesías anotaremos puntos con la crítica, somos tan profundos!”). Y mi punto es que esto no es culpa ni de Zack Snyder, ni de Batffleck, ni de Jesse Eisenberg, sino de cómo DC concibe sus narrativas. El desmérito no viene por una componenda de Marvel-Disney, sino por los propios complejos que DC ha tenido en su filosofía y que ya va siendo hora de exorcizar. Ese sí que sería un amanecer de la justicia.